El exclusivo inclusivo (idiomas)

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¿Qué tan fantasma era el fantasma que recorría el mundo según Marx cuando escribió el Manifiesto Comunista? Lo suficiente como para que reaccionaran abundante, con ataques, con escándalo, con burlas, con temor, las fantasmas del estatu quo.

A juzgar por las reacciones, el asunto del feminismo es semejante fantasma. Yo mismo voy a reaccionar contra el lenguaje inclusivo que algunas feministas impulsan, voy a acusarlo de bastante inútil y fundamentalmente ridículo por su intención neutral.

La ley física llamada de la curvatura de la vara, dice que para enderezar una vara curva flexible (nosotros podríamos ejemplificar con una cartulina, que es de uso cotidiano) es necesario curvarla hacia el lado opuesto (enrollarla hacia el lado opuesto) durante un tiempo suficiente que compense el que estuvo doblada, enrollada en el mismo sentido. Lo mismo ocurre con la política o el lenguaje. Lenin argumentó su consigna «todo el poder a las soviet» con que «para enderezar un bastón es necesario doblarlo hacia el otro lado». De hecho, si ponemos derecha la cartulina o la vara o el bastón, cada vez que lo hagamos, en cuanto lo soltemos volverá a curvarse, a doblarse, a enrollarse en el sentido en que estaba antes de nuestro inútil intento de enderezarla poniéndola derecha. Con el llamado «lenguaje inclusivo» pasa lo mismo. Sus practicantes lo que hacen es tirar de los bordes del lenguaje, intentar aplanar a la fuerza sobre una mesa con piedras que lo sostengan, pero apenas lo sueltan vuelve a su rollo anterior, un poco más arrugado, un poco más lento cada vez y un poco menos enrollado, pero en el mismo sentido siempre.

Lo necesario para emparejar en eje de género el uso del castellano, no es el «inclusivo», sino el exclusivo femenino, empezando, muy especialmente y, para ir graduando (derrotando paso a paso, diría Ho, genio de la táctica), sería mejor exclusivamente, por las plurales mixtas. Y una vez consolidado ese paso, con el cambio en sensibilidad y consideración que nombrar distinto determina, saltemos a saludar «el día de la niña» por niñas y niños y «la obra de la mujer» en la naturaleza, que probablemente resulte menos insensata que «la obra del hombre».

La culpa la tiene la «ética». Las reformistas no se animan a ser revolucionarias porque eso no es «moral» (tiene el sentido común en contra). Quieren ser «justas» y atienden al «equilibrio» en las formas. Por ejemplo, como «presidente» viene de «ente» que dicen que no es masculino sino inclusivo y por lo tanto no deberíamos decir «presidenta» aunque lo sea una mujer y tienen razón, por lo menos en la forma, pero durante siglos dijeron «la sirvienta» y ni se les pasó por la cabeza la pulcritud gramatical de diccionario académico («real» de monárquico, además), simplemente -y porque son simples-, que lo femenino no puede dejar de distinguirse en lo subalterno y viceversa, por eso ahora ponen el grito en el cielo cuando algunas dicen «presidenta» y lo distinguen en la primera magistrada y viceversa.

No encuentran la forma de no resultar ridículas y objeto de burlas lingüísticas (burlas no necesariamente expositoras de machismo) tratando de ser «justas» y «equilibradas» repitiendo palabras en uno y otro género, homogeneizando con el «@» o la «x» impronunciables o con la «e» que tiende a confusiones y a cacofonía, porque el mayor ridículo es la pretensión de ser neutral. No se puede ser neutral entre Goliat y David, ni entre el zar y los obreros ni entre el patriarcado y la libertad. Por eso desde aquí saludo a la FEUU (Federación de Estudiantes Universitarias del Uruguay), que en su convocatoria a la marcha en conmemoración de nuestras mártires fijó el femenino en las plurales mixtas. Nadie pudo burlarse sin exponerse machista. ¡Va paí!

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Por José Luis González Olascuaga
Periodista y escritor uruguayo

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