Los días después de las elecciones en Bolivia, el Palacio Quemado es un hervidero de corresponsales que entran y salen del barroco Salón de los Espejos como empujados por una invisible puerta giratoria. Nos cruzamos en los pasillos con las cámaras, los cuadernos y los micrófonos. Cara adusta los que entran, sonrisa confiada los que salen. Evo Morales no suele defraudar en las distancias cortas.
Discurso ordenado, citas espontáneas, alguna que otra anécdota personal con un toque políticamente incorrecto. “Cuando estoy solito me siento Evo”, cuenta el presidente recién reelecto a El Confidencial es, relatando cómo un día logró escaquearse de sus guardaespaldas para irse en su coche a comer truchas. “Pensarían que estaba chorreando (escapándome) para estar bien acompañado”, se rie con picardía el mandatario, soltero con dos hijos de mujeres diferentes y fama de donjuan.
Todos buscamos la pista definitiva para descifrar el acertijo político que ha batido todos los récords electorales en la que fuera una de las naciones más inestables de la región. ¿Una revolución moderada? ¿Un socialismo económicamente eficaz? ¿Una popularidad inmune al desgaste del poder? ¿Es el campeón de los pobres que veneran sus simpatizantes o el peligroso autócrata electoral que temen sus adversarios?
“En algunos países no importa que el presidente sea electo por el pueblo, no gobiernan. ¿Quién gobierna? Los banqueros y los empresarios, como en Estados Unidos. ¿Obama? ¿Qué presidente?”.
Morales asegura que su victoria para un tercer mandato consecutivo (hasta 2020) con más del 60% (en un país donde el sufragio es obligatorio) es la mejor respuesta a las etiquetas de sus enemigos. “Esta es la democracia del pueblo. Antes ganaban con 20% 30% y hacían megacoaliciones. Era tan vergonzoso que cuando no les alcanzaban los ministerios hacían ministros sin cartera para repartirse los cargos”, dice el ex sindicalista cocalero de 54 años.
Realista del Siglo XXI
Enfundado en su traje a medida con toques tribales de la couturier Beatriz Canedo Patiño, camisa almidonada blanco nuclear, zapatos negros recién pulidos, uno no puede evitar compararlo con el Evo de hace una década, cuando hacía temblar de vergüenza ajena a los ortodoxos del protocolo diplomático con su sencilla chompa de alpaca multicolor a rayas. ¿Cómo le ha cambiado el poder?
Morales inaugura la perforación de un pozo petrolero en el centro de bolivia (EFE)Morales inaugura la perforación de un pozo petrolero en el centro de bolivia (EFE)“No sé. Eso tiene que preguntarle al pueblo”, responde. “Los dirigentes todavían me dicen ‘Evo, sigues lo mismo. Más sencillo (tratar) con el Evo que con los ministros’. Eso dicen”, asegura. “Extraño antes, cuando tenía tiempo, en una concentración, una entrega de una obra del sindicato, se enamoraba, se bailaba toda la noche. Un poco de chicha, un poco de cerveza. Las compañeras me decían ‘te queremos ver borrachito, de borrachito es más cariñoso’”.
Pero para algunos sí ha cambiado. Y bastante. Mientras en las filas conservadoras lo sienten demasiado radical, los más radicales dentro de sus filas lo ven demasiado conservador. “Estamos como un sandwich, aplastados por aquí y por allá”, reconce el presidente ladeando la cabeza. Mientras analistas y politólogos de todo pelaje tratan de definir su signo político (socialista del siglo XXI, capitalismo andino amazónico, sindicalismo de Estado…), él propone su propia versión.
“Jamás podemos abandonar nuestros principios y nuestros valores. Dentro de ese marco, somos realistas. Prácticos. ¿Qué hay que hacer? Si hay que fortalecer las cámaras (de comercio), las empresas privadas, muy bien. Entre el discurso y la práctica hay que combinar, pero siempre con la prioridad de atender a las familias que nunca han tenido oportunidad”, afirma. “¿Pensar que nos vamos a farrear nuestras reservas para más salarios, como pedía algún dirigente sindical? Eso es gasto sin retorno”.
Economía, obligado
Esa insólita prudencia fiscal ha llevado a Bolivia a arrojar superávit en los últimos nueve ejercicios, tras seis décadas consecutivas de déficit. Con unas reservas internacionales récord, una inflación controlada y una deuda creciente pero manejable (el 15% del PIB vs el 100% del PIB en España), el pragmatismo macroeconómico le ha valido los elogios del FMI, del Banco Mundial y Wall Street, donde las calificaciones crediticias del país antino están al alza entre previsiones de al menos dos o tres años más de crecimiento sostenido.
“Me está preocupando que estén reconociendo nuestro modelo económico, puedo pensar que lo estamos haciendo mal”, ironiza Morales, bajo cuyos 10 años de ejercicio la economía se ha expandido a un 5% promedio.
Para la izquierda más ortodoxa y algunos movimientos sociales, esa “prudencia” es más que sospechosa. Comparan al indio altivo e irreverente del sindicato cocalero, con la figura presidencial que ahora se deja fotografiar en suntuosos salones palaciegos con columnas de marmol y molduras doradas.
“Les cuesta entender (nuestro modelo). Algunos hermanos y fuerzas sociales, porque son nuestros aliados, quieren todo para ellos, hacen demandas muy exageradas, inatendibles y hasta indeseables”, ataja sobre las crecientes protestas de sectores tan dispares como mineros, maestros y militares. Morales logra sofocar la mayoría de las manifestaciones con su propia popularidad y en ocasiones, ha empleado mano dura. “No me gusta, pero por cuidar la economía, obligado”. Es su forma de decir “es la economía, estúpido”.
Ahora, que paguen
Su socialismo originario ha logrado democratizar la bonanza exportadora con bonos y ayudas sociales que han abatido la miseria a mínimos históricos y abultado como nunca la demanda interna. La ruta no fue fácil. Sus nacionalizaciones y loas a Fidel Castro y Hugo Chávez hicieron a muchos temer una hecatombe financiera en ciernes. Pero sucedió todo lo contrario. Con una relativa paz social y un clima de prosperidad, el electorado moderado tiene alicientes para sumarse a su causa, quizás no tan convencidos por su propuesta, como por los resultados.
Morales dirigiéndose a sus seguidores en La Paz (Reuters)Morales dirigiéndose a sus seguidores en La Paz (Reuters)“La nacionalización nos ha liberado económicamente de la dominación y el chantaje imperial”, remacha con orgullo sobre el proceso con el que metió la cuchara pública en algunos de los sectores más rentables del país como el gas, el petróleo, las minas, las telecomunicaciones, la electricidad y los servicios aeroportuarios, la mayoría en manos extranjeras. “Ya no hay dueños”.
Reconoce que algunos de sus correligionarios piden piden más intervenciones, pero parece que el impulso estatalizador remite y viene una etapa de consolidación del emporio público, que ya cuenta con 23 empresas que facturan al año más de 10 mil millones de dólares. El nuevo estribillo que entona Morales es “después de la nacionalización viene la industrialización”, lo que podría abrir una nueva etapa en sus relaciones con los empresarios para acelerar la generación de divisas ante el lúgubre panorama económico internacional. ”Como están ganando bien, que paguen más impuestos“.
Referendo matrimonial
Morales también admite que están haciendo algunas cosas mal. El caótico estado de la justicia, la insuficiente inversión en salud pública, los casos de corrupción en su partido (“usando nuestro nombre, siempre condenamos, nunca perdonamos”, se limita a justificar). Pero dice que ha sabido escuchar y rectificar.
“En el sindicato aprendí que la política es rechazar y proponer. Si nos equivocamos, revisamos nuestras propuestas”, asegura el líder del Movimiento al Socialismo (MAS), quien ha tenido que retirar algunos controvertidos proyectos, como el recorte a los subsidios de la gasolina o la construcción de una carretera a través de un parque protegido.
El mandatario asegura que sigue lidiando personalmente con las bases en sus continuos viajes por todo el país, ya sea para negociar erradicar cultivos excedentarios de coca, definir un proyecto de inversión o dirimir una protesta laboral. Cuando duda, cómo cuando le cuestionamos sobre si está a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, dice que lo mejor es preguntale al pueblo.
“Es bien complejo. Creo que un buen sector del pueblo boliviano en este tema somos conservadores. Hasta he pensado en hacer un referendo si fuera necesario”, dice el presidente boliviano, cuyo país es de aplastante mayoría católica. “Es un tema pendiente. Ya no es un problema, es una realidad. Pero ahora, ¿cómo nos entendemos los bolivianos sobre ese tema?”.
¿Fenómeno Evo?
Pese a los avances, Bolivia dista mucho de ser la “Suiza” que ha prometido Morales y todavía es un país asolado por las desigualdades sociales, con salarios mezquinos, niños harapientos pidiendo en las esquinas o trabajando en las minas, carreteras suicidas y burocracia kafkiana. En la oposición creen que se ha despilfarrado el boom económico en la construcción de liderazgo monolítico erigido sobre un sistema clientelar que domina a la población mediante el bolsillo.
Con todas sus luces y sus sombras, para sus seguidores Morales todavía es el símbolo de esperanza para los pobres y deseheredados de la nación andina, porque él mismo creció como un pobre y desheredado de la nación andina.
“Yo no quisiera que haya otro niño como el Evo”, dice cuando se le pregunta por el objetivo último de su “proceso de cambio”. “A mis 12, 13 años conocí la ropa interior. Algunos piensan que he inventado, pero es verdad. Mi madre sólo me sacaba el pantalón para remendar o para buscar piojo. No conocía ducha, ¡qué bañarse! Todos juntos dormíamos en piso de tierra, las ropas usadas juntas como colchón”.
Seguidores de Evo Morales celebran su victoria (AP)Seguidores de Evo Morales celebran su victoria (AP)Precisamente porque viene de ahí, el presidente es capaz de hacerse entender con las familias más humildes, a las que sabe explicar con sus propias metáforas arcanos del mercado como la confianza financiera y la prima de riesgo para aplacar la sed de cambios que todavía hay en el país. “(Éramos) como una familia pobre en las comunidades, desconocida, ignorada. Cuando quieren que les presten plata, nadie les quiere prestar. Cómo ha cambiado”, dice para explicar la importancia de la nueva estabilidad económica.
Para él, no existe ningún misterio personal, ningún “fenómeno Evo”. “Con este decreto de nacionalización y de Asamblea Constituyente vas a terminar tu gestión”, cuenta que le dijo al todavía presidente Carlos Mesa cuando su gobierno se tambaleaba en 2005. Pero se negó. “Si él me hubiera hecho caso, Evo no habría sido presidente. Así de sencillo, para qué vamos a engañarnos”.
Vender la foto
Sin duda, a Morales se ve más curtido ante el micrófoco que en sus primeros años, cuando su combativo discurso antiimperialista, desbaratado y nervioso, hizo pasar pasar las de Caín a no pocos periodistas y traductores simultáneos con enrevesadas frases a medio terminar y palabras apenas pronunciadas. Aún conserva su particular sintaxis exótica, pero suena seguro y confiado.
“Tenemos líderes”, asevera tranquilo sobre el relevo de poder que se debe dar tras este tercer y último mandato, según ha prometido. “Claro que experiencia es experiencia en la conducción (política) ¿cómo transmitir esta experiencia durante estos cinco años?”, parece el reto pendiente de su eventual sucesión.
Aunque le gustaría compartir con las nuevas generaciones lo que ha aprendido en la dirigencia política y sindical, su plan de jubilación, dice, no pasa por un exilio dorado en los organismos internacionales o seguir inmerso en la refriega nacional.
“Mi deseo. Quiero volver a (la zona cacocalera) El Chapare. Hacer unas cabañitas. Si quieren visitarme, vengan”, explica. “Puedo hacer plata siendo mesero. Yo no sé cocinar bien (pero) vamos a cobrar baratita la comida y vamos a vender cara la foto. Un ex-presidente atendiendo la mesa, todos van a querer la foto”.
Por Kike A. Pretel
Periodista español (EL Confidencial es)
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