¿Cómo se relacionan entonces militancia y masculinidad? ¿Está “Podemos” integrando las luchas feministas en sus estrategias?. Ahora mismo el momento político que vive el Estado español es apasionante. Podemos es en parte uno de los grandes responsables. El último sondeo del CIS lo demuestra: ha sabido capitalizar y redirigir toda la energía social que se vislumbró durante el 15M. Podemos se ha convertido en una máquina de generar debates y opiniones. Las hay para todos los gustos.
Desde la caverna mediática más conservadora se nos dice que van a convertir España en una nueva Venezuela chavista. Desde posturas más progresistas pero aún enamoradas con el PSOE (sí, aún queda gente así) se critica su populismo pero cada vez más las opiniones tratan de ser menos generalistas y más sobre el detalle de lo que proponen. Y es probablemente desde el contexto más a la izquierda donde encontramos las mayores dosis de generosidad y crítica fundamentada.
Hay dos cuestiones que parecen claras con respecto a Podemos: la primera, tiene ante sí un reto organizativo muy grande, teniendo en cuenta que el partido es jovencísimo y que debe aunar las expectativas que está generando con un crecimiento orgánico como estructura es muy complicado. La segunda, por más que aceptemos que ha capitalizado y sigue redirigiendo las energías post 15M y haya mucha gente ilusionada, hay miedos fundamentados en quiénes critican a Podemos que no pueden ser obviados. Uno de esos miedos tienen que ver con la relación que Podemos está estableciendo con las luchas feministas.
Analizando la frase, resulta equívoca. “ Soy un militante, no un macho alfa”. Carolina León afirma que, “el propio concepto de militancia está muy basada en la masculinidad”. Así que quizás contraponer macho alfa a militante es un poco extraño. Los partidos tradicionales tienen estructurales patriarcales y heteronormativas. Los barones suelen ser varones que mandan. Hombres con corbatas. Hombres que nos guían. La militancia está llena de machos alfas. Elena Cabrera comenta que “es gracias al machoalfismo de Iglesias que fuera de círculos y círculos, Podemos triunfó y el Partido X no. Las tertulias de la tele son en esencia torneos de machoalfismo”.
El primer antecedente de Podemos y su relación con las luchas feministas no generó buenas vibraciones. En un artículo publicado por Antonio Manfredi, éste resumía una sesión en la escuela de verano de Podemos en la que Carolina Bescansa declaró que el tema del aborto no es un tema que construyese potencia política de transformación y, por tanto, para Podemos no era prioritario. La propia Bescansa puntualizó “Nunca dije que nuestros derechos no son prioritarios. El periodista interpreta, pero no pone comillas” a lo que Manfredi contestó: “Así es Carolina. Planteaste 3 temas esenciales, entre los que no estaba el aborto. No dijiste que @ ahorapodemos esté en contra”. Lo que parece claro y razonable es pensar que para que Podemos construya mayorías hay ciertas de sus estrategias mediáticas que deben ser para todos los públicos. Ocurre lo mismo con la figura de Pablo Iglesias. No es proyectado como un militante más.
Es cierto que no toda la militancia esté basada en la heteronormatividad. Como dice Rubén Martínez, “Decir que eres un militante supone entregarse a un mandato colectivo y asumir una lealtad construida con otras personas”. Nico Sguiglia también defiende esta postura diciendo que “ser militante es ser una abeja más o una abeja singular pero no una reina, creo que sí se podría contraponer militante a macho alfa, y pese a la dureza de su nombre y su posible genealogía, la ‘militancia’ está cargada de sensibilidades plurales, no todas gobernadas por lo viril o masculino”. E incluso es justo decir que la frase de Pablo Iglesias se produjo contestando a un militante exaltado (que sí correspondía mucho más al estereotipo de militante macho alfa) que exigía un movimiento sin líderes.
Por eso es justo no ceñirse única y exclusivamente a la frase y analizar el proceso. Pero como parte de este proceso, este Vine de Irene Redondo (que ha declinado hacer declaraciones al respecto) resume el sentimiento de muchas mujeres feministas: “Podemos” utiliza constantemente la retórica de los de abajo contra los de arriba. La famosa noción de La Casta que tan buenos resultados está dando para sortear el clásico y embarrado debate entre izquierda y derecha. Pero lo cierto es que en su discurso público, apenas hay rastros visibles de que tanto en los de arriba como en los de abajo, la casta somos los hombres y los privilegios que tenemos adquiridos. Eso sitúa al feminismo en una doble lucha: la lucha por quebrar los privilegios de los que más tienen frente a quiénes no tienen casi nada y la lucha por destruir el machismo (que está en todas partes, en los de abajo, en los de arriba, en los de en medio…).
Quizás es un buen momento para recordar que durante el 15M muchos hombres militantes y autoconsiderados de izquierdas se dedicaron a boicotear las comisiones feministas que se habían creado. En la mayoría de los casos el argumento era “esto no toca”. La comisión feminista de Sevilla llegó incluso a ser vetada antes de una Asamblea sobre la lectura de un manifiesto que había sido consensuado a nivel estatal. Curiosamente, fuera o no orquestado, el micrófono desde donde se controlaba la Asamblea, estaba portado aquel día por un hombre.
En » Análisis de género de los principios organizativos a debate en Podemos», publicado en su blog por Miranda Islatempestad nos muestra que no hay datos tranquilizadores. La propuesta ganadora de Claro que Podemos solamente contó con un 20% de participación femenina. En el documento se menciona también el factor correctivo de género (con una proporción en ratio 40/60 para cada género) y se afirma “que la participación sea real tanto en su desarrollo como en sus efectos, y que lo haga incluyendo a cualquier ciudadano, sin ninguna barrera, sin ninguna distancia”. La autora explica que en la propuesta se establecen mecanismos para la participación pero no para el empoderamiento. Parece obvio preocuparse dado que si no se generan dichos mecanismos, la situación considerada como natural se perpetuará. Como dice Miranda “en la vida política y asamblearia son habituales los micromachismos, y los desincentivos a la participación de las mujeres, a menudo asignadas a roles tradicionales, no relacionados con la capacidad de influencia en la toma de decisiones (…) Los prejuicios de género llevan parejo un desincentivo al liderazgo natural femenino, promoviendo roles secundarios y liderazgos de mujeres tutelados por líderes (estos sí, naturales) masculinos.”
De hecho, la resolución más explícitamente feminista “ Defender la Democracia es Defender la Igualdad” que contaba con el apoyo de Carolina Bescansa, Pablo Echenique, Íñigo Errejón, Teresa Rodríguez, Miguel Urbán, Beatriz Gimeno y Luis Alegre, entre otros, no consiguió los votos suficientes para ser aprobada. Además, como analizan en “ A la atención de Podemos: algunas reflexiones desde el feminismo” María Unceta y María José Belbel, ni siquiera la propuesta más explícitamente feminista estaba del todo bien encaminada: “Echamos en falta la presencia de posiciones y voces que tengan en cuenta la ya larga trayectoria de la lucha feminista, la lucha contra el sexismo, la homofobia y la exclusión de las personas transexuales”. Tal y como indican las autoras del texto, no deja de resultar paradójico que siendo mayoritaria la presencia de mujeres en las distintas mareas reivindicativas y por tanto formando una buena parte de la base social de Podemos, finalmente no se haga explícito “un reconocimiento de la opresión de género que apueste por políticas transversales; una mínima discusión, en los círculos de Podemos y en las deliberaciones que se llevan a cabo a través de la red, sobre cómo combatir el machismo que impregna la vida social; sobre el machismo que está en la base de la violencia contra las mujeres; sobre el machismo de casta y de caspa que trata de impedir el derecho al aborto y a la maternidad libremente elegida; sobre el machismo que no acepta la diversidad de opciones sexuales que están presentes en nuestra sociedad».
Es obvio que con respecto al modelo de macho alfa tradicional Pablo Iglesias no encaja. Delgadito, culto y bien hablado, aparentemente dialogante y paciente…en fin, no es John Rambo. Pero sí representa una versión sofisticada y edulcorada de macho. Por otra parte, por más que quede clara la intención de Podemos de subvertir los procedimientos habituales de los partidos, hay otras señales que son preocupantes: que salvo Carolina Bescansa no haya habido menciones directas al trabajo de cuidados (asumiendo una vez más que ese discurso debe ser adoptado naturalmente por una mujer), la renuncia del equipo Sumando Podemos y su crítica a la falta de pluralismo, Juan Carlos Monedero en sí mismo…
Los feminismos llevan mucho tiempo advirtiendo que que los machistas están sofisticando sus formas y apariencias. Es más, el drama es comprobar que la izquierda está llena de comportamientos y situaciones machistas. Por eso no parece desatinado que, más allá de ser conscientes de que la figura homérica de Pablo Iglesias no es más que una estrategia mediática para asaltar los cielos, quizás el devenir de Podemos no esté deparando buenas noticias con respecto a las luchas feministas.
Así que quizás, ser un militante no basta si todo lo que se construye a tu alrededor es un relato basado en el hombre salvador, si todo lo que va ocurriendo es que se construye un aparato político en el que una vez más, falta representación y faltan contenidos transversales basados en las luchas feministas. Porque «todo el mundo quiere la revolución, pero nadie quiere fregar los platos».
Pablo Iglesias y la “feminidad política”
Hace aproximadamente un año, durante el taller «¿Cómo unir la izquierda con un programa de ruptura con la Troika? I» durante la IV Universidad de Verano de Izquierda Anticapitalista, Pablo Iglesias realizaba una intervención en la que parece intentar distinguir entre una forma de hacer política masculina y otra femenina. He revisado la fuente original y aunque la intención parece la de desacreditar la forma de hacer política masculina, no hay rastro del discurso feminista, para el que por supuesto, la política masculina no es solo una cuestión de tono; para el que evitar hacer política masculina no es una cuestión de pragmatismo político y para el que probablemente lo de “feminidad política” es un extraño recurso retórico que no encaja con los miles de ejemplos que podrían ponerse de cómo transformar la sociedad desde el feminismo. Aquí los extractos de sus intervenciones.
“Estoy entre compañeros y voy a ser polémico (…) Empiezo con las provocaciones, esto se puede afrontar de dos maneras, uno puede ir a las elecciones de una manera masculina, con cojones. Esto implica decir que le decimos al poder aquí estamos yo y mis pelotas frente a ti. Y eso quiere decir que para mi la representación no implica ningún compromiso, que el tuyo es un parlamento burgués de mierda que representa los intereses de clase (…) La clave del poder no está en las instituciones, aquí está en nuestra pelotas, está en la calle (…) Por supuesto, si nos pegan, no vamos a ir a un juzgado o a un cuartel de la guardia civil, esa institución burguesa que protege los intereses de la clase dominante, nosotros hacemos política masculina, con cojones (…) Hay otra manera de ver política que es más femenina. Las mujeres son las que históricamente han tenido que asumir eso que conocemos como reproducción social mientras los hombres trabajaban en la fábrica ellas tenían que hacer cuentas con la miseria y alimentar las bocas de los niños y garantizar la reproducción social. Eran las mujeres. Cuando vemos a esos héroes vestidos de azul en forma de mineros o de trabajadores de los astilleros, se nos olvida que las que están haciendo las cuentas para llegar a fin de mes son mujeres que tienen que lidiar continuamente con la realidad, y la realidad revela continuamente nuestra debilidad, no tiene momentos tan épicos. Es asumir que a hostias perdemos (…) La feminidad política implica reconocer que el Estado es un instrumento complejo, lleno de contradicciones. (…) Esto no se soluciona con actitudes masculinas».
Muchas gracias por la colaboración en este texto a Sofía Coca, Elena Cabrera, Carolina León y Elena Fraj.
Por Felipe G. Gil
Columnista del El Diario es
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