Milonga de cuarta

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Pasé el domingo por casualidad. El espectáculo no era nuevo pero aún así me resultó simpático verlos ocupando el espacio público para disfrutarlo bailando tangos y milongas. Al doblar por Julio Herrera y tomar 18 de Julio lo hice bien despacio, quería disfrutar aquellos acordes aunque fuera un instante y ver la alegría dibujada en los rostros de los tangueros que se atrevían a demostrar su arte en público y -también- en las caras de quienes se agrupaban para disfrutar del espectáculo. Lo que no supe allí (se daría luego de mi fugaz pasaje) fue el anacrónico e insólito episodio de no permitir el baile a dos personas del mismo género, bajo la consigna de no querer “maricones ni tortas”. Lo que parecía una movida cultural simpática y pintoresca, terminó siendo una milonga de cuarta…

El mundo fue y será una porquería…

Ya lo decía Discépolo, pero seguro que nunca pensó que fuera tanto. Menos en tiempos que Uruguay construyó una fuerte y sólida agenda de derechos donde las diferencias tienden a extinguirse o al menos a acortarse en gran medida. Hoy vivimos una libertad ampliada que admite la diversidad como regla consagrada y aceptada -no sin tristes excepciones como estas- que nos ponen a la vanguardia en la región.

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El matrimonio igualitario fue toda una conquista para colectivos que pujaban por encontrar su lugar en un país harto conservador que empezaba a despojarse de los prejuicios en forma lenta pero firme. Ese logro por sí mismo derribó montañas de prejuicios pero no todas. Porque aún persisten algunas como estas que hoy nos ocupa.

Lo más triste de todo esto es que los organizadores, amantes del tango, no conocen ni la historia misma del baile que practican. Porque basta ver registros fílmicos de época, para apreciar -en los clubes de Montevideo- a parejas de hombres bailando el dos por cuatro. Allí no existían quienes se atrevieran a impedirles el baile. Un baile reservado (al principio*) a los hombres y que nació en los burdeles o prostíbulos, en los bajos de la ciudad, donde para matar el aburrimiento mientras se “esperaba turno”, aquellos negocios del sexo contrataban espectáculos que amenizaran la espera, donde se bailaba al son de su música. Y los que lo hacían eran los hombres… exclusivamente.

Entonces, si este fue el origen de la milonga y del tango, ¿cómo se puede fundamentar en favor de la moral y las buenas costumbres una actitud tan retrógrada y discriminatoria como la de este colectivo?

Peor la enmienda que el soneto

Si el hecho en sí fue penoso, peor fueron las declaraciones del organizador, que lejos de aclarar oscurecieron. Porque a sus 73 años desconoce el origen mismo del baile y lo concentra en una práctica reservada a «hombre y mujer» exclusivamente, según manifestó a Subrayado.

Por su origen, mal pudo invocar una razón moral para justificar la acción. Incluso porque ni siquiera las protagonistas del rechazo tenían la condición que le adjudicaron, sino que solo quisieron sumarse y compartir con alegría el tradicional baile rioplatense. Pero ni así, porque ¿quién les arrogó el derecho de decidir quién puede bailar con quién… y en un espacio público? ¿Quién les dió patente para decidir por otros, cómo y con quién disfrutar de un baile?

Una verdadera lástima porque la empatía que generaron con la movida se esfumó rápidamente y hoy solo me queda una repugnante impresión de aquella actividad.

Rápidamente las autoridades municipales tomaron cartas en el asunto prometiendo la revisión de las autorizaciones otorgadas al permisario de la «Milonga del Entrevero». Sería bueno que dicho permiso tuviera como condición inexcusable que se admita libremente la participación sin exclusiones de ningún tipo. Algo que seguramente la Intendencia dio por supuesto pero que – a la luz de este episodio lamentable – habrá que establecer expresamente.

Lo dicho, lo que me pareció simpático resultó siendo una “milonga de cuarta” que nuevamente me despierta indignación y bronca por saber que aún queda gente que no entiende que cada uno es dueño de su libertad y que ello implica aceptarle tal cual es.

Uruguay cambió, el tiempo dirá cuánto demora en hacerlo su gente…

*»En esos años se multiplicaron los burdeles, mayormente sustentados con mujeres inmigrantes de toda Europa: España, Francia, Italia, Alemania y Polonia, cuyos clientes eran también inmigrantes que habían abandonado a sus familias y mujeres en busca de nuevas vidas en otro continente. Pero con el paso del tiempo, el show se hacía rutinario y para no aburrir a su público, los burdeles contrataban tríos o diferentes agrupaciones de músicos, a los que se les sumaba el público, bailando. Inesperadamente, estos espectáculos fueron tan exitosos que comenzaron a hacerse más frecuentes. Se supone que así se originó el tango. …Pero a pesar del éxito que había obtenido el tango, seguía siendo considerada música prohibida.»
(Fuente: http://www.elportaldeltango.com)

el hombre mandó parar el baile,
el perro ladró con bronca…

Por El Perro Gil
Columnista uruguayo

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