Desde la izquierda israelí, el autor, activista que cumplió condena por negarse a servir en un puesto de control del ejército en la zona de Ramallah, sostiene que Israel no puede vencer a Hamás. En consecuencia, dice, es hora de detener la lucha y pensar en el futuro. Lo hace en una columna de opinión que publica el jueves 7 el diario Haaretz. Su texto:
Las razones de la derrota Israelí están en tres áreas críticas. Hamas, seguido por Hezbollah, logró establecer las reglas del juego, y cuanto más dure la guerra, peores serán sus implicaciones para Israel.
La primera razón está en el precedente que Hamás y Hezbollah crearon a lo largo de la frontera con la Franja de Gaza y en el norte, respectivamente. Después de la masacre del 7 de octubre y la consiguiente pérdida de seguridad personal, alrededor de 120.000 israelíes abandonaron sus hogares en el Negev occidental y el norte para convertirse en personas «desplazadas internamente».
Mientras tanto, es dudoso que el objetivo de destruir a Hamás sea alcanzable. Al mismo tiempo, Hezbollah seguirá siendo capaz de responder al fuego y seguir intentando infiltrarse en la frontera. Mientras continúen los combates, muchos israelíes no podrán regresar a sus hogares.
La segunda razón está en el golpe a los esfuerzos israelíes por lograr la normalización con los Estados árabes moderados, en primer lugar y ante todo Arabia Saudita. A punto de firmar un acuerdo histórico entre Estados Unidos, Arabia Saudita e Israel, Hamás devolvió el problema palestino al centro de la agenda regional e internacional.
Cuanto más continúe Israel con su brutal guerra en la Franja de Gaza, más presión se ejercerá sobre los Estados árabes moderados para que adopten una postura inequívoca contra Israel, que tendrá consecuencias duraderas. Esto perjudicará gravemente las esperanzas de Israel de desarrollar relaciones comerciales y empresariales, así como su aspiración de legitimidad frente a Arabia Saudita y sus aliados en la región y más allá.
La tercera razón radica en los rehenes. Los intercambios que se han realizado hasta ahora han obligado a Israel a llegar a un compromiso con Hamás y a acceder a muchos de los intereses de la organización. Es razonable suponer que una vez finalizado el acuerdo actual, aumentará la presión interna para negociar nuevos intercambios a cambio de cese del fuego más prolongados y la liberación de prisioneros palestinos de «alto valor».
Si Israel se niega, se verá obligado a seguir sacrificando soldados en una guerra que probablemente no conduzca a la liberación viva de más rehenes, un resultado que aumentará las tensiones dentro de la sociedad israelí.
Sigue siendo posible que se cumpla el escenario más optimista, en el que Israel derrote a Hamás en unos pocos meses y provoque el colapso de su gobierno en Gaza. Sin embargo, en la nueva realidad, la responsabilidad de gobernar el enclave y su pueblo recaerá en Israel.
Pero es poco probable que esta agitación violenta traiga seguridad; más bien puede perpetuar un estado de guerra crónica y pérdidas como las que conocemos en la Franja de Gaza antes de la retirada de 2005 y en el sur del Líbano antes de 2000.
Por lo tanto, ha llegado el momento de reconocer que la victoria no está en las cartas en juego, por muchos golpes crueles que le demos a Gaza y a su desventurada población. La amarga verdad es que Hamás y Hezbollah han arrastrado a Israel a una guerra que ellos mismos iniciaron y que nosotros no pudimos evitar. Sin embargo, las operaciones militares no lograrán cambiar la realidad política creada.
¿Qué se puede hacer entonces? En primer lugar, Israel debe esforzarse por reanudar el alto el fuego, obtener un acuerdo global para la liberación de todos los rehenes y ajustar cuentas con todos los responsables de la debacle. Después, debemos comprometernos con el establecimiento de un Estado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza a cambio de un alto el fuego a largo plazo, de unos 15 años, y actuar para hacer realidad esta promesa.
Una propuesta así ganaría el apoyo de Occidente, el mundo árabe y la Autoridad Palestina. Hamás no tendrá más remedio que sumarse a esta iniciativa, similar a una que sus propios líderes propusieron en el pasado. La nación palestina no irá a ninguna parte y la única manera de vivir aquí con seguridad es reconociendo sus derechos legítimos y sus demandas de independencia.
Por Tom Mehager
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