La campaña política a las elecciones de octubre ya comenzó. Se desarrolla hasta el momento en un clima tibio a frío pero las fórmulas presidenciales ya están listas. Largaron, suenan las campanas por más que muchas y muchos no las escuchan o ni les interesan.
¿Largaron con todo?. No.
Ambos bloques, izquierda y derecha, a menos de dos meses están jugando al achique, al primer error les convierten y pierden el partido. Línea y juez van a ser las noticias sensacionalistas y la economía. El impacto novedoso en el menú de las ofertas.
Algunos perfiles de campaña ya preocupan. En un mundo sumergido y construido actualmente por las empresas, marketing y consumo, muchos de los candidatos, en especial los de la derecha, en los primeros pasos apelan a un marketing feroz de la política.
La construcción, intercambio y debate político lo convierten en «un juego político» sustentado sobre la base del marketing y banalización cultural de los objetivos. Tal vez se deba a que no tienen programa de gobierno. El Frente Amplio ya lo tiene metódica y científicamente elaborado con la población.
Estamos de acuerdo, que el marketing para que funcione debe fortalecer los valores predominantes hegemónicos. Por lo tanto, la fuerza de tracción de esta herramienta, disciplina, ciencia o arte, según como quieran definirlo, es ser una fuerza de persuasión conservadora. Nunca va a transgredir y no va a promover algo que nadie no lo tenga en el radar y/o paladar de su consumo. Es un mecanismo, muchas veces involuntario, de reafirmar los valores neoliberales del mundo de hoy, cada vez más afianzado en las raíces culturales, estructurales y comportamientos de los individuos y grupos sociales.
El candidato ya no es un líder donde se proyectan las soluciones a los problemas y contradicciones humanas y propios de la economía en la sociedad, sino un personaje que nos ilusiona desde la simulación, entretenimiento, afecto irreal e ilusión, como un producto inalcanzable que votando lo puedo convertir en real, fácilmente realizarnos y resolver mágicamente nuestras necesidades cotidianas individuales como un cheque con cifra y varios ceros caídos desde el cielo.
En esta lógica nada cambia, nada progresa, siempre ganan las fuerzas conservadoras, gana la derecha. El mundo seguirá funcionando sobre sus algoritmos, excluyendo y concentrando riquezas para unos pocos.
Debemos tener siempre presente que detrás de la política, cargos políticos y/o ingenierías electorales de cada partido están los pobres que son los que sufren las verdaderas injusticias y asimétricas sociales, espaciales, políticas, culturales y económicas, donde el principal esfuerzo a resolver deben ser estos objetivos.
Detrás de la política está la clase media, hoy en día agotada del esfuerzo de mantenerse en pie y distraída con sueños de clase acomodada de revistas. Piensan como clase rica pero tambalean en su propio puente. En estas elecciones para una victoria de la izquierda, es fundamental que la clase media se apodere y tome un rol protagónico en la campaña política. Sin clase media con conciencia social proactiva en su accionar y sin un gobierno de izquierda, el Uruguay pierde en corto plazo los objetivos para una sociedad mejor e igualitaria con proyección a futuro.
Detrás de la política está la clase alta, cada vez más encerrada en sí misma y asustada, la cual se debe apuntar a que empiecen a dialogar e interrelacionar más con su entorno por el bien de ellos y la sociedad en su conjunto. Todas y todos tienen mucho para aportar no solo desde lo económico.
Por tales motivos, detrás de la política los candidatos deben ser humanos con capacidad política, visión a futuro y gestión, no depredadores que solo buscan inflar su ego personal, familiar o propaganda del Instagram.
No se olviden que la pobreza en particular en la infancia, desigualdad, inseguridad y el narcotráfico avanzan y se afianzan.
Sobre la política, hoy en día está el «juego político», en ese juego, muchas veces se pierden las perspectivas, si habrá que estar atento. Cuando esto sucede es siempre victoria de la derecha.
Independientemente a qué partido político representan, considero que nuestros candidatos no son estúpidos. En la política hacen su juego, ese juego decide la gente si lo aceptan o no. Pero sí deberían tener más dignidad, son referentes en construir la democracia. Deben jugar bien no solo apuntar a ganar porque luego tienen que gobernar. Gobernar bien para todo el Uruguay.
Lamentablemente de lo que si estoy cada vez más seguro es que Tinelli tenía razón. Esto preocupa. Como dicen en el barrio: Así pierde la gente.
Por Andrés Legnani
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