El lenguaje bélico de Rusia

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Jakob Hallgren, director del Instituto de Política Internacional (UPI, por sus siglas en sueco), fue entrevistado por el programa Buenos Días Mundo de Radio Suecia, donde expresó que el mundo se encuentra en una situación delicada. Aunque no cree que se utilicen armas nucleares, señaló que aún hay incertidumbre sobre las intenciones de Donald Trump.

El 21 de este mes, Rusia lanzó un misil contra una planta militar en la ciudad de Dnipró, un proyectil diseñado para una guerra mundial con armas nucleares. Según Hallgren, el lanzamiento de este misil no es tanto un mensaje a Ucrania, sino a Occidente (EEUU y la OTAN), indicando que en el futuro podría transportar una carga nuclear. Hallgren se refiere a este evento como una “señal” y un “posicionamiento”. La “señal” sugiere que las armas convencionales pueden ser sustituidas por nucleares, y el “posicionamiento” no solo afecta a Rusia, sino también a Ucrania, ya que podría influir en las negociaciones futuras, especialmente cuando Trump vuelva a la Casa Blanca.

La OTAN ha convocado para la próxima semana una reunión extraordinaria de todo el grupo en Kiev, la capital de Ucrania. Por otro lado, Mark Rutte, Secretario General dela OTAN y  ex primer ministro de los Países Bajos, estuvo la semana pasada en Florida dialogando con Donald Trump. La prensa holandesa destaca que Rutte, un líder carismático, mantiene una buena relación con Trump y es reconocido por su pragmatismo y habilidades como negociador.

En agosto, cuando Volodímir Zelenski invadió el territorio ruso, declaró: “El concepto de las líneas rojas de Putin se ha desmoronado”. La penetración de varios kilómetros en territorio ruso fue relativamente fácil para los militares ucranianos, quienes siguen operando en esa zona.

Cuando la OTAN comenzó a aflojar sus preceptos por la presión diplomática de Kiev y proporcionó armamento más avanzado, muchos consideraron que esto implicaba una violación de algunas “líneas rojas”. Sin embargo, Moscú solo respondió con amenazas que, hasta ahora, no se han materializado. Este patrón se repitió cuando se lanzaron los primeros bombardeos con misiles occidentales en los territorios ocupados de Crimea, Donetsk y Lugansk, y cuando Alemania autorizó la transferencia de los tanques Leopard, al igual que cuando EE. UU. aprobó el envío de los aviones F-16.

El cambio significativo ocurrió en Dnipró. El general francés en la reserva y historiador militar, Jérôme Pellistranri, afirmó: “Estamos en una nueva fase de la guerra. Nunca se había utilizado ese tipo de arma”, refiriéndose al misil hipersónico Oréshnik, disparado desde Astracán, a unos mil kilómetros de Dnipró.

Los investigadores de armas tienen dos especialidades: aquellos que están al tanto de la producción, que suele ser secreta, y aquellos que investigan los restos caídos en los sitios de bombardeo. El misil lanzado el 21 de este mes viajó a una velocidad diez veces superior a la del sonido y alcanzó una altitud suborbital. En su descenso, disparó seis ojivas. La investigación de los fragmentos, llevada a cabo por los servicios de inteligencia, ha concluido que se trata de un misil experimental. Según el jefe de inteligencia de Ucrania, Rusia posee solo un par de prototipos, y no se ha comenzado la producción masiva.

La inteligencia de uno de los países bálticos coincide con esta valoración: “Un misil de este tipo con ojivas convencionales es un desperdicio, ya que la mayoría de los objetivos en Ucrania están al alcance de misiles más convencionales, como los Iskander”. Kenliuk, experto del Centro para las Estrategias de Defensa y el grupo de información militar Defense Express, comparte esta opinión.

El bombardeo a Dnipró no está dirigido tanto a Ucrania como a los países de la OTAN. Como dijo Putin: “Rusia se considera con derecho a utilizar sus armas contra las instalaciones militares de los países que permiten el uso de sus armas contra Rusia”. Esto se refiere a EE. UU., el Reino Unido y Francia, quienes han autorizado el uso de misiles ATACMS (EEUU), STORM SHADOW y SCALP.

El principal objetivo de Putin es intimidar a Occidente, buscando paralizar sus esfuerzos y forzar una solución que se acerque a la paz bajo condiciones rusas, tal como se podría configurar con Trump en la Casa Blanca.

En algunas cancillerías ya se escuchan rumores sobre “la finlandización de Ucrania” o sobre la posibilidad de “aceptar la mutilación territorial de Ucrania”, sugiriendo que al menos Crimea podría quedar bajo control ruso.

Las nuevas generaciones no saben bien qué significa “finlandización”, concepto que terminó cuando la URSS desapareció en 1991. Para entenderlo, hay que recordar la guerra entre Finlandia y Rusia, que este último país pensaba ganar en pocos días, pero no fue así. La paz definitiva llegó en 1948 con un tratado de amistad, cooperación y asistencia mutua entre Finlandia y la URSS. En ese momento, Finlandia se declaró neutral y no perteneció a la OTAN, aunque su neutralidad fue supervisada por Moscú a cambio del respeto a sus fronteras. La “finlandización” surgió en el contexto de la contradicción ideológica entre el capitalismo y el comunismo. Hoy, esa contradicción ha sido reemplazada por la dicotomía entre imperialismo y soberanía nacional, o entre dictadura y democracia.

Por Carlos Decker-Molina

 

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