Lo inexplicable es Sanguinetti

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Tuve la suerte de vivir y crecer en un barrio como los de antes. Manada de niños y niñas jugando en las veredas y calles a toda hora, todos los días.

Por lo general, los niños jugábamos al fútbol, basketball y taquiboli mientras que las niñas jugaban a las escondidas, rayuela y elástico. Así, la vieja cultura nos diferenciaba las actividades. Nos unían las bicicletas.

El territorio, las esquinas y calles eran nuestras. Había barrio y confianza. Había almacén de barrio que le dejábamos fiado. Siempre había un portero que nos cuidaba a todas y todos.

Avanzamos con nuestro espacio sobre el pavimento convertido en cancha de fútbol, a base de pelotazos en las chapas de los autos y espejos, además de gritar los goles bien fuertes y ponerle vida, color y pasión al barrio. Las líneas de la cancha eran marcadas con el raspado de las baldosas partidas sobre el pavimento bajo la presión de las suelas de los championes. Los palos de los arcos eran un montón de piedras.

Muchos adultos vecinos eran espectadores de los picaditos de fútbol desde sus ventanas. A veces se mezclaban a jugar con nosotros.

Era época del surgimiento de las primeras alarmas de los autos. ¡Toda una novedad!. Ladrones también habían.

Existía un vecino de apellido Dragañenco. Para mí la alarma de su auto sonaba siempre como su apellido.

Pelotazo sin querer en su auto, je…, la alarma sonaba y todos salíamos corriendo, la pelota quedaba sola girando y picando en la calle. Era la prueba que fuimos nosotros.

Luego de ver de lejos desde atrás de algún árbol o auto a Dragañenco enojado, al rato volvíamos y seguíamos jugando cuando ya sabíamos que no venía algún policía cansino y de panza bien gorda, típicos de aquella época. Decían que él era un nostálgico resiente de las Fuerza Conjuntas.

Tenazmente era una de las pocas personas que dejaba el auto estacionado en la cuadra de mi barrio, de nuestro barrio.

Así vivíamos, barrios, calles, conociendo gente y muchos lugares de Montevideo, siempre en manada transitando las aventuras y el paso del tiempo, las tardes y los días hasta el inicio de la noche. Siempre así, en un loop de rutina libre y de alegría, día a día.

Recuerdo siempre a nuestros padres que nos gritaban por la ventana, «vengan a comer, ¡ahora!, luego siguen jugando». Íbamos, comíamos rápido y seguíamos jugando. Nunca descuidando la escuela ni los abrazos familiares.

Por lo tanto, tuve la suerte de ser testigo de Montevideo anterior a la victoria del Dr. Tabaré Vázquez. El Frente Amplio gracias a Tabaré comenzaba a cambiar la historia de los últimos 35 años de Uruguay y la gestión del Gobierno Departamental de Montevideo.

Previo a Tabaré, Montevideo era gris, no por su concepción de ciudad capitalista de raíces europeas, sino por el abandono en manos del dominante Partido Colorado y su concepción de derecha neoliberal.

Era una ciudad sin infraestructura ni jerarquización de los espacios verdes y públicos. No solo en lo contemplativo sino también para uso recreativo, bienestar y social de la población. Eran espacios públicos residuales y decadentes.

Con un sistema de transporte totalmente ineficiente, no democrático y carísimo. La población del Oeste de Montevideo y no cercana a la privilegiada faja costera, no tenía llegada a la rambla. Las paradas de ómnibus no estaban señalizadas ni que ómnibus frenaban. Era un desconcierto.

La rambla, siendo el mayor espacio democrático de la ciudad hoy en día, bordeaba paralelamente varias playas contaminadas sin tratamientos ni limpieza de la arena. No tenían iluminación adecuada y ningún tipo de sistema de depósitos de basuras.

La basura la tirabas a la calle o te la guardabas en el bolsillo si te cabía, así era en todo el territorio de la ciudad. La ciudad siempre estaba sucia a micro y gran escala. Cientos de basureros ilegales se expandían por la ciudad de Montevideo.

El sistema vial comprendía sólo el trazado de calles y avenidas. Tenía escaza e ineficiente señalización de tránsito, con calles repleta de pozos y/o sin asfaltar. Ni que hablar que sean hormigonadas.

La Peatonal Sarandí, los carteles de Ceda el Paso y Pare en el primer gobierno del FA fueron toda una novedad, como a su vez, la demarcación de las Cebras y lomas de burro, etc. Antes los pocos semáforos no siempre funcionaban correctamente.

La Intendencia era de gestión sin descentralización funcional y territorial, además de amotinamiento de empleados públicos sin funciones.

La Intendencia no tenía cercanía con el territorio, con problemas enormes de saneamiento, inexistencia del alumbrado público y veredas siempre desechas.

Muchas zonas de Montevideo por decisión, negligencia y olvido de la gestión del Partido Colorado tradicional del Gobierno Departamental, eran zonas consideradas como si fueran otros países abandonados a su suerte, abandonando a su gente.

Al inicio de los 90′, Montevideo sufrió gracias al relanzamiento político del neoliberalismo económico del gobierno de Lacalle Herrera, un proceso importante de fragmentación entre la faja sur costera y el resto del territorio, hasta hoy día sigue afectando.

A su vez, con los procesos de degradación social, político y económico con hito importante en la crisis del año 2002 en manos de Partido Colorado y el ingreso neto de la droga iniciado en la segunda mitad de los 90′ con el gobierno de Sanguinetti, Montevideo sufre en sus barrios una rotura del tejido socio – espacial sin precedentes, produciendo una desarticulación del proceso de desarrollo con inclusión respecto al dinamismo del territorio liderado por los privados sustentado por el abandono Estatal.

Los privados son muy importantes pero deben ser articulados con el interés general espacial – económico y social. Muchas veces se pierde el potencial de inyección energético arquitectónico – urbano del privado como motor de desarrollo, donde solamente muere en un sistema cerrado en beneficio único de los inversores – capital con resultado de mucho menor potencial para sus intereses.

El resultado no termina siendo ganar más – ganar, termina siendo ganar – perder.

Lo inexplicable es Julio María Sanguinetti, no los que votan al FA como él dice en las próximas elecciones a la I.M.M, que de manera cínica e irresponsable está acostumbrado a resemantizar la historia para darle mágicamente un nuevo significado a favor de sus intereses, subestimando a la población, apostando a la ignorancia y falta de memoria que él presume.

Sanguinetti nunca construye a favor de la historia y la democracia. Cuando se manipula la memoria descaradamente, se borra la historia y se atenta a la democracia.

Lo explicable es que el FA va a gobernar la Intendencia porque la gente quiere un gobierno de cercanía, descentralizado, que trabaje en el territorio atento a sus voces y necesidades, por más dificultades que se tenga para gestionar y resolver los grandes problemas y desafíos que tiene Montevideo. Es un problema interno del FA que debe darle un relanzamiento a su gestión y concepto de la I.M.M con proyección a futuro.

Sanguinetti ya no preocupa. La gente no quiere la asociación para delinquir del 4to piso de Presidencia de la Coalición Multicolor (Republicana) en el 5to piso de la Intendencia Municipal de Montevideo.

Lo que preocupa es que cada uno vea su barrio para poder soñarlo, cuidarlo, mejorarlo y construirlo.

En mi barrio la improvisada cancha de fútbol volvió a ser una calle, es solo una playa de estacionamiento a 45°, y el murito donde todas y todos éramos unos monitos, ahora hay rejas funcionalistas bien altas y con pinchos. Es anonimato y silencio. Ruido de motor y hasta luego. 

No pido que se grite gol, pido que se diga por lo menos, ¡buen día!, sin miedo.

Por Andrés Legnani

 

 

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