Luis Pereira Severo
El lunes 20 de octubre en conferencia de prensa el gobierno anunció la conformación de un grupo de trabajo para la reapertura de la Biblioteca Nacional (BN). El anuncio se produce a cinco meses de su cierre parcial, informado nada menos que el día que se celebró la creación de la BN, el 26 de mayo de este año.
En esa oportunidad las autoridades de la biblioteca habían planteado que dada la multiplicidad de problemas de infraestructura y de recursos humanos no quedaba otro camino que el cierre parcial. No se anunció ni dio a conocer en ese momento ningún diagnóstico profesionalmente elaborado y mucho menos un plan de gestión o un cronograma para su reapertura. Ahora, pasado todo ese lapso, la situación parece estar en el mismo punto, dado que las autoridades indicaron que se proponen elaborar un plan, previa convocatoria a actores culturales interesados e involucrados (aspecto que también estuvo ausente en mayo puesto que la decisión del cierre fue tomada sin ni siquiera informar previamente al sindicato de trabajadores).

En este lapso de cinco meses desde variados ámbitos se ha cuestionado la decisión de las autoridades de la BN. El pasado 14 de julio se celebró un conversatorio en la Facultad de Información y Comunicación: ninguno de los y las profesionales reunidos allí ese día defendieron el cierre de la BN y por el contrario mayoritariamente se escucharon voces críticas.
La Academia Nacional de Letras, la Facultad de Información y Comunicación (FIC) y la Casa de los Escritores del Uruguay dieron a conocer comunicados públicos. Algunas de esas instituciones se entrevistaron con las autoridades, con el Ministro de Educación y Cultura José Carlos Mahía y con las de la BN, y formularon de manera directa sus consideraciones y críticas. Otras entidades, como la Sociedad Uruguaya de Arquitectos, puso a disposición de las autoridades públicamente su experiencia en favor de brindar asesoramiento para la reapertura.
En el mensaje presupuestal que está a consideración del Parlamento aparecen consignados en favor de la BN cuatro millones de pesos, y una propuesta de incorporación de nuevos funcionarios (y la eliminación de otros cargos), lo que según han indicado diversos actores es del todo insuficiente para resolver los problemas de infraestructura y de recursos humanos que se señalaron.
En la conferencia del lunes pasado, con la presencia del Presidente de la República Yamandú Orsi, no se dijo nada respecto al mapa de ruta previsto, salvo lo ya señalado de que en diciembre se darían más detalles, y se volvió a insistir, en palabras del señor Ministro, en generalizaciones que casi tienen ya el alcance de un mantra o de palabras mágicas: la palabra “innovación” o la expresión “biblioteca del futuro” parecen sustituir la existencia de un diagnóstico y una calendarización adecuada. Por momentos parece que las autoridades creen que esas palabras completan los vacíos que dejan sus comparecencias.
Es que en rigor, y pasando raya, en la conferencia del lunes 20 no se dijo nada, nada que no se hubiese dicho ya el 26 de mayo y que fuera reiterado por las autoridades en estos cinco meses. De hecho el señor Ministro reiteró el argumento de que a la Biblioteca Nacional antes del 26 de mayo no iba nadie, pasando por alto los objetivos y encargos de una BN, que no son semejantes a los de una biblioteca pública o municipal.
Al respecto, en declaraciones a TV Ciudad, Gladys Ceretta, decana de la Facultad de Información y Comunicación de UDELAR, reiteró la semana pasada que las bibliotecas nacionales no son semejantes a una biblioteca pública o a una comunitaria, y su objetivo es ser el reservorio de todo el patrimonio documental del país. Cualquier otro proyecto de renovación debe ser formulado a partir de cumplir con esos encargos básicos.
Think tank
La novedad de la conferencia de prensa fue el anuncio de que las reformas se harían desde un equipo de trabajo liderado por la OPP, y que al frente de él se convocó al dramaturgo y director Gabriel Calderón. Se contaría además con el auxilio de fondos extrapresupuestales o no considerados en lo planteado para la unidad ejecutora BN en el mensaje presupuestal actualmente a consideración del Parlamento.
Calderón tiene una vasta y reconocida trayectoria artística. Ha ocupado a la vez en reiteradas oportunidades cargos de gestión cultural: integró los equipos de la Dirección de Cultura del MEC y fue hasta hace unos meses director de la Comedia Nacional. Es colaborador de Ágora, (think tank de donde han salido algunos cuadros del gobierno), entidad a la que también pertenece la actual directora de la BN Rocío Schiappapietra.
No integra el equipo de trabajo conformado para la renovación de la biblioteca, conforme a lo anunciado, ningún profesional de la Bibliotecología ni institucionalmente la carrera específica que se brinda desde 1945 y hoy en la órbita de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República.
Esto es grave, entre otras cosas dado que ni quien coordinará el equipo -en una suerte de intervención de la BN-, ni la directora de la biblioteca Rocío Schiappapietra tienen formación o trayectoria previa en el ámbito de las bibliotecas. En el caso de la directora tampoco surge que la tenga en el ámbito de la Gestión Cultural o de las Políticas Culturales.
Como dijimos la carrera que forma a los profesionales de la Bibliotecología existe desde 1945. Y en el caso de la Gestión Cultural la Universidad de la República cuenta con un posgrado desde 2013, pero ya desde 2010 existe formación de grado, brindada por la Universidad CLAEH (y antes estaba el Banco de Boston, actual Fundación ITAU, con formación terciaria). UDELAR también cuenta con una Maestría en Políticas Culturales desde 2019.
La ausencia de un profesional de la bibliotecología en la conferencia de prensa del lunes y en el equipo anunciado, además de sintomática, es incluso una falta de respeto a esas profesionales y por extensión a la Universidad de la República. De hecho en el país hay significativa labor de producción académica respecto a las bibliotecas en general, particularmente desde el ámbito de la FIC, y los profesionales de la Bibliotecología se han pronunciado muchas veces respecto a lo que entienden debe ser el rol de una Biblioteca Nacional.
En la mencionada entrevista la decana Gladys Ceretta informó que el equipo encabezado por Calderón le transmitió la voluntad de consultar a la FIC en el proceso de reapertura y renovación. Pero no se los invitó a ser parte. “Lo que no parece una cuestión menor”, dijo la decana. Señaló que en el país hay ochocientos egresados de la licenciatura en Bibliotecología activos. “Tenemos académicos que son especialistas en bibliotecas nacionales, en conservación de colecciones… Podemos contribuir -junto a profesionales de otras áreas- para construir un proyecto como el que debimos tener hace muchos años”.
Como ya escribí en otra columna, en 2011, durante la gestión de Carlos Liscano fue convocado el simposio “La Biblioteca Nacional de Uruguay en el siglo XXI, actividades y desafíos”. Entre los ejes temáticos puestos en debate, estuvo el de cometidos y servicios de la BN, un taller acerca de bibliotecas públicas y otro sobre experiencia comparada entre bibliotecas nacionales. La actividad fue organizada en conjunto con la entonces Escuela Universitaria de Bibliotecología y Ciencias Afines y la Asociación de Bibliotecólogos del Uruguay. En varios artículos, recogidos por la Revista de la Biblioteca Nacional, el propio Liscano y otros autores abundan sobre el papel de la institución y su trayectoria.
Coda
Hilando un poco más fino, y quizás abriendo polémica e invitando a pensar: en los últimos años se ha abierto paso y se ha establecido como consenso una noción de cultura que asocia arte a espectáculo. Las caras sonrientes de los columnistas de espectáculos en la televisión abierta son todo un síntoma. En ese marco desde las políticas públicas para la cultura, de todos los signos, se han valorado los proyectos masivos, vendedores, pujantes en término de reconocimiento popular y mercado, en desmedro de los proyectos capilares, que priorizan la construcción en territorio, los derechos culturales y la construcción de soberanía cultural.
En ese sentido, sin discutir el talento artístico de algunos de los referentes más conocidos de la escena cultural de las últimas décadas, ha sido frecuente que desde los gobiernos se los ha aupado con visibilidad, sitios de responsabilidad y aplausos, valorando el sentido común de los gustos mayoritarios y los dictados del ya mencionado mercado. Para decirlo en términos claros, muchas veces no se escatiman recursos presupuestales para un elenco estable oficial o para una manifestación “popular” si esta genera beneplácito y aplausos generalizados, si eso genera retorno en términos de público, prestigio o resulta capitalizable. Aun cuando esas acciones no hagan más que reforzar los dictados ya hegemónicos propiciados por el mercado.
Nombrar como cuadros de gobierno a actores que han construido prestigio y reconocimiento en el terreno del arte o la comunicación, aun cuando no cuenten con formación específica ni pertenezcan al ámbito profesional o técnico del que se trate, asegura una suerte de blindaje mediático. Su sola mención adquiere el carácter de mantra para el gran público, que por lo regular construye su opinión a partir de los titulares. Como muestra basta leer u oír algunas de las entrevistas efectuadas a partir de este tema en la prensa nacional, y comprobar la falta de repreguntas o la excesiva complacencia -con escasas excepciones- de los comunicadores.
La conferencia de prensa del lunes 20 no produce más que tristeza y desazón entre quienes seguimos el curso de las políticas culturales. Las políticas culturales como cualquier otra política pública no pueden ser producto del talenteo o la improvisación: se evalúan, se diseñan, se proyectan, se documentan. Y en un gobierno de izquierda y progresista se formulan en consulta y con ámbitos de participación. Todo esto faltó a la cita en estos cinco meses.
Mi amigo y maestro Gonzalo Carámbula repetía siempre que podía que la cultura “no es viva viva”. Que no era un adorno. Pues bien, en este episodio asistimos con los hechos que acá se reseñan al triunfo del sentido común conservador, el que asocia cultura precisamente a espectáculo, prestigio, adorno y «viva viva».
Luis Pereira Severo
Escritor y Poeta
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