El panorama cambiante del riesgo mundial está cambiando. Algunos de ellos presentan ahora una menor probabilidad, aunque no hayan desaparecido del todo. Otros están volviéndose más probables e importantes.
Hace uno o dos años, seis riesgos principales estaban en el centro del escenario: Una desintegración de la zona del euro (incluida la salida de Grecia y la pérdida de acceso a los mercados de capitales para Italia o España o las dos).
Una crisis fiscal en los Estados Unidos (debida a nuevas luchas políticas sobre el límite de la deuda y otro cierre de la Administración).
Una crisis de la deuda pública en el Japón (pues la combinación de recesión, deflación y déficits elevados aumentó la relación entre la deuda pública y el PIB).
Deflación en muchas economías avanzadas.
Guerra entre Israel y el Irán por la supuesta proliferación nuclear iraní.
Una mayor desintegración del orden regional en Oriente Medio.
Ahora esos riesgos se han reducido. Gracias al discurso relativo a “hacer lo que sea necesario” del Presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, a las nuevas facilidades financieras para estabilizar a los deudores soberanos con problemas y al comienzo de una unión bancaria, la zona del euro ya no está al borde del desplome. En los Estados Unidos, el Presidente Barack Obama y los republicanos del Congreso han acordado una tregua de momento para evitar la amenaza de otro cierre de la Administración por la necesidad de aumentar el límite de la deuda.
En el Japón, las dos primeras “flechas” de la estrategia económica del Primer Ministro Shinzo Abe –la relajación monetaria y la expansión fiscal– han impulsado el crecimiento y han detenido la deflación. Ahora la tercera flecha de la “abenomía” –las reformas estructurales–, junto con el comienzo de la consolidación fiscal a largo plazo, podría propiciar la estabilización de la deuda (si bien las repercusiones económicas de la próxima subida del impuesto al consumo son inciertas).
De forma similar, se ha contenido el riesgo de deflación a escala mundial mediante políticas monetarias exóticas y heterodoxas: tipos de interés cercanos a cero, relajación cuantitativa, relajación crediticia y orientación sobre las perspectivas. Y el riesgo de una guerra entre Israel y el Irán se ha reducido gracias al acuerdo provisional sobre el programa nuclear del Irán concertado el pasado mes de noviembre. La reducción de la prima del miedo ha propiciado una bajada de los precios del petróleo, aun cuando muchos duden de la sinceridad del Irán y les preocupe la posibilidad de que tan sólo esté intentando ganar tiempo y siga enriqueciendo uranio.
Aunque muchos países de Oriente Medio siguen siendo muy inestables, ninguno de ellos es sistémicamente importante desde el punto de vista financiero y hasta ahora ningún conflicto ha provocado una crisis grave en los suministros de petróleo y gas, pero, naturalmente, la exacerbación de algunas de esas crisis y conflictos podría provocar nuevas preocupaciones sobre la seguridad energética. Más importante es que, cuando los riesgos de los últimos años han desaparecido, otros seis riesgos han ido en aumento.
Para empezar, existe el riesgo de un aterrizaje forzoso de China. La reequilibración del crecimiento, que se aleja de la inversión fija y se aproxima al consumo privado, está ocurriendo demasiado despacio, porque, siempre que el crecimiento anual del PIB baja hacia el siete por ciento, las autoridades sienten pánico e insisten en lanzar otra ronda de inversión de capital impulsada por el crédito, lo que después provoca más activos dudosos y créditos morosos, más inversión excesiva en propiedad inmobiliaria, infraestructuras y capacidad industrial y más deuda pública y privada. El próximo año, no habrá posibilidad de continuar por esa vía.
También existe el riesgo de errores normativos por parte de la Reserva Federal de los EE.UU. al abandonar su relajación monetaria. El año pasado, el simple anuncio de que reduciría sus compras mensuales de activos financieros a largo plazo desencadenó una “rabieta” al respecto en los mercados financieros y en los mercados en ascenso del mundo. Este año, la reducción se da por descontada, pero la incertidumbre sobre la oportunidad y la velocidad de las medidas de la Reserva Federal para normalizar los tipos de interés oficiales está creando inestabilidad. Algunos inversores y gobiernos están preocupados ahora por la posibilidad de que la Reserva Federal aumente los tipos demasiado pronto y demasiado rápidamente, lo que causaría ondas de choque económicas y financieras.
En tercer lugar, la Reserva Federal puede abandonar en realidad los tipos cero demasiado tarde y demasiado despacio (su plan actual sería el de normalizar los tipos en el cuatro por ciento de aquí a 2018), con lo que causaría otro auge de los precios de los activos… y una posterior bancarrota. De hecho, las políticas monetarias heterodoxas en los EE.UU. y otras economías avanzadas ya han provocado una reflación en gran escala de los precios de los activos, que con el tiempo podría causar burbujas en los mercados inmobiliario, crediticio y bursátil.
En cuarto lugar, las crisis en algunos frágiles mercados en ascenso pueden empeorar. Los mercados en ascenso tienen el viento de cara (por la bajada de los precios de los productos básicos y los riesgos asociados con la transformación estructural de China y el cambio de política monetaria de la Reserva Federal) en un momento en el que sus propias políticas macroeconómicas están aún demasiado relajadas y la falta de reformas estructurales ha socavado su crecimiento potencial. Además, muchos de dichos mercados en ascenso afrontan riesgos políticos y electorales.
En quinto lugar, existe un gran riesgo de que el conflicto actual en Ucrania provoque una segunda guerra fría… y posiblemente una guerra caliente incluso, si Rusia invade el este de ese país. Las consecuencias económicas de semejante resultado –por sus repercusiones en los suministros de energía y las corrientes de inversión, además de la destrucción de vidas y capital físico– serían inmensas.
Por último, existe un riesgo similar de que las discrepancias territoriales y marítimas en Asia (comenzando por las controversias entre China y el Japón) lleguen a ser conflictos militares declarados. Semejantes riesgos geopolíticos –en caso de que se materializaran– tendrían repercusiones económicas y financieras sistémicas.
Hasta ahora, los mercados financieros se han mostrado optimistas sobre esos nuevos riesgos. La inestabilidad ha aumentado sólo ligeramente, mientras que los precios de los activos se han mantenido. Los comentarios sobre esos riesgos han afectado en algunas ocasiones (pero sólo brevemente) a la confianza de los inversores y, tras unas leves correcciones, los mercados han solido dar marcha atrás.
Los inversores pueden estar en lo cierto respecto de que esos riesgos no se materializarán en su forma más grave o de que las políticas monetarias relajadas en las economías avanzadas y una continua recuperación los contendrán, pero los inversores pueden estar engañándose, al considerar poco probables dichos riesgos, por lo que pueden llevarse una sorpresa desagradable cuando uno o más de ellos se materialicen.
De hecho, como ocurrió en el caso de la crisis financiera, los inversores no parecen capacitados para calcular, valorar y protegerse adecuadamente contra los riesgos de cola. Sólo el tiempo dirá si su despreocupación actual constituye otro fallo en la evaluación y la preparación para acontecimientos extremos.
Por Nouriel Roubini
Traducido del inglés por Carlos Manzano.
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