Brasil, un país donde hoy la esperanza es un lujo

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La frase sobre la esperanza en Brasil es de la escritora y periodista brasileña Eliane Brum. Resume, desde su punto de vista, la situación caótica del país que la dirigente del opositor partido Socialismo y Libertad (PSOL), Luciana Genro calificó como la “corrupción de este sistema político podrido”.

Lo que está en juego ahora es el destino del gobierno de la presidente Dilma Rousseff, reelegido a fines del 2014 para un segundo período de cuatro años. Aunque no ha sido personalmente acusada en las investigaciones del caso de corrupción conocido como Lava-Jato, el mayor escándalo de la historia reciente del país, el gobierno de Dilma se debilitó políticamente desde la constitución de su gabinete en este segundo período, con carteras claves como la de Hacienda o Agricultura entregadas personajes claramente identificados con las políticas neoliberales que el Partido de los Trabajadores (PT) decía combatir.

6-Gilberto-Lopes-costa-rica-2El país salió dividido de esas elecciones, que Dilma ganó con 51,6% de los votos. Neves, del conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), el mismo del expresidente Fernando Henrique Cardoso, obtuvo en el segundo turno 48,3% de los votos. El congreso, profundamente fraccionado, resultó ser el “más conservador” de los últimos períodos, según analistas brasileños.

“En el Brasil contemporáneo el equilibrio de fuerzas entre derecha e izquierda es total. Eso está dando lugar a mucha negociación, bastantes movimientos calculados e incluso, algunos consensos negativos. A grandes rasgos, la oposición, hace tiempo que sabe que hay un montón de preguntas incómodas para Lula. El Gobierno, también”, dijo el sociólogo y periodista Juan Agulló.

Debilitados
El triunfo de Dilma fue recibido con alivio por sectores de la izquierda latinoamericana. “El domingo 26 (de octubre del 2014) se jugaba bastante más que el cambio o la continuidad del proyecto político de su gobierno, se jugaba la definición del mapa geopolítico regional. Con el triunfo de Dilma respiramos más tranquilos en Suramérica”, dijo, entre otros, el periodista Aram Aharonian.

Pero no fue así
Debilitados por diversas razones, sometidos al acoso de las posiciones más conservadoras, uno a uno los gobiernos del post neoliberalismo en América latina han ido perdiendo posiciones. Ha sido así en Venezuela, en Argentina y ahora la ofensiva se concentra en Brasil.

En marzo se cumplió el segundo aniversario de la “Operação Lava-Jato” Leer aquí

Esta semana el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, irá a la Argentina del conservador Mauricio Macri a darle su apoyo, en medio de la capitulación del gobierno ante los fondos buitres y el alineamiento con las viejas políticas liberales.
En Brasil siguen en juego los mismos intereses y la misma definición del mapa geopolítico regional que Aharonian ya había percibido hace año y medio.

El destino del gobierno de Dilma está ahora en manos de una comisión de 65 diputados que deberá proponer a la cámara una resolución sobre el impechment contra la presidente, basada en acusaciones de uso ilegal de recursos en la campaña. El informe deberá estar listo en unos 40 días y se estima que la comisión está bastante dividida entre la condena y la absolución. Luego de ser votado por los diputados, deberá pasar al Senado, quien decidirá el destino del gobierno.

Turbulencia
En Brasil, despiertan ahora los viejos fantasmas. No faltan quienes piden el retorno de los militares, como lo muestran los carteles que portan en las marchas opositoras. Algo que el comandante del Ejército volvió a rechazar la semana pasada.
“No hay comparación con 1964”, dijo el general Eduardo Villas Bôas. “Primero, porque hoy no tenemos el factor ideológico”, la Guerra Fría. El segundo aspecto, agregó, “es que hoy Brasil tiene instituciones sólidas y maduras, con capacidad para encontrar los caminos de salida para la crisis”. Villas Bôas estimó “lamentable” los pedido de intervención del ejército para resolver la crisis.

Sin embargo, las tensiones que recuerdan el clima golpista de 1964 están en las calles. “Este momento de histeria y reaccionarismo febril de la clase dominante solo encuentra equivalencia histórica en los momentos más turbulentos de la vida nacional: en el período 1950/54, que culminó con el suicidio del presidente Getúlio Vargas, y en el período 1960-1964, que incluye la campaña por la legalidad encabezada por Leonel Brizola en 1961 y que culminó con el golpe civil-militar que depuso al presidente João Goulart en marzo de 1964”, hace exactamente 52 años, dijo Jeferson Miola, excoordenador-executivo do 5º Fórum Social Mundial.

Hay en Brasil un personaje –Rodrigo Constantino– que se define como “un liberal sin miedo de la polémica y de lavigilancia de la izquierda ‘políticamente correcta’. Es colaborador del diario conservador “O Globo”, uno de los más importante del país, y presidente del consejo Deliberativo del Instituto Liberal.

La semana pasada Constantino publicó en su blog lo siguiente: “quien defiende esa mafia petista (del Partido de los Trabajadores – PT) es enemigo del pueblo brasileño. No me importa ser el McCarthy de Brasil”, en alusión al conocido general norteamericano que en los años 50 encabezó el movimiento macartista contra todo lo que consideraba “comunista”.

Y agregó: quien está con el PT está contra el Brasil. El desprecio público también es muy bienvenido, como abucheos, miradas hostiles e, inclusive, insultos. Basta de ser tolerantes con estos intolerantes”.

Constantino publicó en su blog una lista de más de 700 artistas, periodistas e intelectuales que, según sus criterios, merecen ese desprecio, incluyendo por ejemplo, a los músicos Chico Buarque y Gilberto Gil.

El clima de tensión se expresa por todas partes. El sábado 19 de marzo el actor y director Claudio Botelho se refirió el escena a un “expresidente ladrón” y a “una presidente ladrona”, en un espectáculo sobre las músicas de Chico Buarque.

Se desató el caos en el teatro en la ciudad de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais. Una parte de la platea comenzó a gritar la consigna de quienes rechazan el golpe: “¡No va a haber golpe, no va a haber golpe!” Botelho se defendió, se dio sorprendido por la reacción violenta del público y que siempre hacía referencia a la situación política del país en sus actos.

“Creo que el público fue fascista”, afirmó y se lamentó de que Chico Buarque le haya prohibido seguir usando sus músicas.
Y concluyó: “existe un odio muy grande en el aire, Brasil está dividido”.


Por Gilberto Lopes 
/ escritor y politólogo, desde Costa Rica
gclopes@racsa.co.cr

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