Vicent Garcés (Lliria, 1946) no es un personaje fácil de catalogar. Su trayectoria política va desde colaborar con el gobierno de Salvador Allende en Chile hasta haber sido eurodiputado como representante del PSOE, donde formó parte de la corriente Izquierda Socialista.
Su actividad siempre ha estado ligada a la agricultura y al desarrollo rural. Participó activamente en el Foro Mundial Social desde sus inicios en 2001 en Puerto Alegre. Y actualmente es Presidente del Comité Internacional de Organización del Foro Mundial sobre Acceso a la Tierra y a los Recursos Naturales (FMAT) que tendrá lugar entre el 31 de marzo y el 2 de abril en Valencia.
«La globalización neoliberal ha producido verdaderas contrarreformas agrarias» // Vicent Garcés preside el comité que organiza el Foro Mundial sobre Acceso a la Tierra y a los Recursos Naturales, que se celebra del 31 de marzo al 2 de abril en Valencia.
-Hace 12 años que tuvo lugar el Foro Mundial de la Reforma Agraria (FMRA) en Valencia. Desde entonces, ¿cómo valorarías la evolución del asunto agrícola durante este periodo?
-Uno de los objetivos fundamentales del FMRA en 2004 consistió en tratar de resituar la Reforma Agraria en la agenda internacional, partiendo de un diagnóstico muy concreto. Por un lado, la nueva hegemonía neoliberal, que comienza a asentarse en los años setenta y ochenta, proyecta un escenario futuro de desigualdades tanto en la estructura social del mundo rural como en la producción de alimentos. Esto se refleja en la endémica concentración de la pobreza extrema en las zonas rurales, así como en los flujos migratorios que encuentran en ella su origen.
Por otro lado, la Reforma Agraria como concepto aglutinador de políticas de cambio había ido perdiendo fuerza durante las últimas décadas del siglo XX. Era la época en la que se estaban imponiendo las políticas de ajuste estructural propias de las corrientes de pensamiento que apostaban por una «retirada del Estado» como agente de desarrollo, en el marco de las políticas promovidas por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la OMC.
Desde la celebración del FMRA en 2004, organizado desde la sociedad civil, y la posterior Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural (CIRADR), convocada por la FAO en Brasil en 2006, la situación ha empeorado. En 2007/2008, junto con la crisis financiera se produjo una intensa crisis alimentaria que destapó los enormes riesgos que plantea un sistema agroalimentario global excesivamente supeditado a los imperativos del mercado.
El fenómeno de los «acaparamientos de tierras», en crecimiento a partir de 2008, evidencia todo un proceso de reconcentración y acumulación que se expresa de formas muy diversas (no sólo a través de la concentración de tierras, sino también tomando el control sobre las cadenas de valor global, por ejemplo).
Este fenómeno revela la entrada de nuevos actores en el mundo rural y produce cambios drásticos en los mercados de tierra, con importantes impactos sobre las poblaciones locales, provocando en los casos más extremos desplazamientos y procesos de desposesión, y de forma generalizada una concentración y acumulación del poder con su correlato de agudización de las desigualdades sociales.
Además, estas adquisiciones de tierras suelen ser dedicadas a la exportación y tienen como base la producción de monocultivo, dependiendo fuertemente del uso exagerado de energía fósil, insumos de origen industrial y semillas transgénicas, con un alto riesgo de contaminación de los suelos y de las aguas, disminución de la biodiversidad y olvido del principio de precaución.
-¿Cuáles han sido los ejes centrales que han vertebrado la estructuración de los debates para el FMAT 2016?
-En la estructuración del Programa del FMAT y sus debates, se ha primado el diálogo de los diversos actores presentes en el mundo rural y que intervienen en la producción de alimentos: el campesinado y sus organizaciones, la sociedad civil, los expertos y académicos, así como las instituciones públicas gubernamentales e internacionales.
En una primera etapa se trata de establecer varios diagnósticos sobre lo que ha sucedido en el mundo rural desde el FMRA (2004) hasta el FMAT (2016) sintetizando los hechos como un amargo balance en cuanto a los derechos y las condiciones de vida de una buena parte de las poblaciones rurales del mundo y la estrecha relación que esto guarda con las dificultades cada vez mayores en el acceso a la tierra y a los recursos naturales por parte de estas poblaciones.
A continuación se analizará la situación presente, tratando de aterrizar de una forma concreta en los impactos producidos por los procesos de acaparamiento de tierras y recursos naturales.
Por último, se profundizará en el ámbito de las propuestas de políticas alternativas a las existentes, reclamadas por una gran parte de las organizaciones campesinas y de la sociedad civil.
En el Foro se debatirá también sobre algunas de las políticas planteadas por las instituciones públicas como son: la Responsabilidad Social Corporativa y las inversiones en agricultura, las Directrices voluntarias sobre la tenencia de la Tierra, los Bosques y la Pesca (FAO, 2012); o las recomendaciones procedentes del Año Internacional de la Agricultura Familiar (2014).
En ese sentido, se han ido implementado diversos mecanismos de gobernanza sobre la tierra en el escenario internacional.
-¿Con que visión se llega a este encuentro sobre estas iniciativas?
-La visión de estas iniciativas no es homogénea. Hay diversos puntos de vista que se expresaran en el Foro. En el caso, por ejemplo, de los Principios para una Inversión Agrícola Responsable promovidos por el Banco Mundial se piensa que son excesivamente tímidos y desenfocados por un diagnóstico de conjunto erróneo. Ponen el acento sobre la «transparencia» como la varita mágica para tratar de «regular» los procesos de adquisición a gran escala de tierras y otros recursos naturales.
El debate está planteado en torno a la idea de que las inversiones a gran escala son la solución para el hambre y la pobreza en el medio rural y en el mundo. Esta idea reduce el problema a una cuestión de «entorno institucional» en el que la transparencia y la plena información permitirían desarrollar estrategias win-win (donde supuestamente todos ganan), ocultando la diversidad de intereses, en ocasiones antagónicos, propios de este tipo de procesos.
Por su parte, las Directrices Voluntarias, promovidas por la FAO, parten de un enfoque muy distinto, basado en derechos humanos, y de partida ya se reconocen las múltiples modalidades de tenencia de tierras que existen en el mundo, no sólo público/privada, sino también comunales, consuetudinaria, etc. El problema, en este caso, es su aplicación o su seguimiento, dado que no tienen un carácter vinculante.
En general, se llega al FMAT con una sensación agridulce: se han tomado ciertas iniciativas con una gran incertidumbre sobre su alcance en un contexto adverso. Las organizaciones campesinas y de la sociedad civil mantienen un posicionamiento muy crítico, reivindicando la protección y el fomento de la agricultura campesina y familiar.
-En una sociedad globalizada como la actual, ¿tiene sentido hablar de reforma agraria?
-Bueno, se puede decir que hasta la crisis alimentaria y financiera de 2007/2008, si bien la situación era ya crítica, como denunció en el 2004 el FMRA (Valencia) y en el 2006 la CIRADR (Porto Alegre), en el contexto internacional coexistían el incremento del hambre y la pobreza en las zonas rurales de los países del Sur, con la desaparición casi total de las reformas agrarias redistribuidoras. De forma paralela, en los países más ricos la situación parecía también gozar de una «aparente estabilidad».
La globalización neoliberal de los últimos decenios ha producido en muchos lugares del mundo verdaderas contra-reformas agrarias, es decir, procesos de cambio en la tenencia de la tierra supeditados a instrumentos de mercado, con el corolario del incremento de las desigualdades en el campo sin acabar con los problemas de pobreza endémica en el medio rural.
Hoy la cuestión de la producción agrícola y la alimentación en el mundo está planteada de forma prioritaria, y las políticas sobre la tierra para el siglo XXI abarcan aspectos complementarios al de la estricta redistribución de la tierra. Hoy no sólo es el campesinado quien tiene intereses en el establecimiento de mecanismos más justos y equitativos para el acceso a la tierra y a los recursos productivos.
A medida que se esclarecen los impactos ecológicos producidos por los agro-negocios y los paquetes tecnológicos asociados, la dimensión medioambiental de la tierra ha ido ganando un peso específico. Al mismo tiempo cada vez más sectores urbanos se interesan por la producción local y el consumo local de alimentos sanos y saludables. Todo ello plantea la necesidad de nuevas políticas de reforma agraria que tengan en cuenta todos estos factores.
-¿Cómo afectan los procesos actuales de concentración y acaparamiento de la tierra sobre las necesidades de sostenibilidad ambiental?
-Hay una vinculación directa entre los procesos de concentración y acaparamiento de tierras y los retrocesos en los escenarios de transición socio-ecológica que permitan alcanzar mayores parámetros de sostenibilidad.
En primer lugar, estos procesos tienen lugar a partir de entornos institucionales claramente favorables a la atracción de capital por encima de su propia regulación. Se parte de una premisa por la cual la «entrada de capitales en los espacios rurales» resulta siempre una buena noticia, sin preguntarse dónde y para qué. No se consideran las modificaciones de las correlaciones de fuerza entre las Comunidades Locales y las Empresas privadas casi siempre en perjuicio de las primeras.
Al mismo tiempo, es importante destacar que la mayor parte de estas adquisiciones a gran escala ponen en marcha monocultivos que incorporan paquetes tecnológicos con impactos muy nocivos para los ecosistemas, concentrándose en pocas variedades, fundamentalmente aquellos que tienen una alta flexibilidad en su salida a mercado.
Los cultivos pueden orientarse hacia la producción de alimentos o bien de agrocombustibles, en función de los precios internacionales. Explotaciones a gran escala cuyos objetivos finales están supeditados a las fluctuaciones en los mercados internacionales, con un evidente riesgo para la seguridad alimentaria de muchas poblaciones, al mismo tiempo que debilitan las estructuras propias de la agricultura campesina. Las directrices de la «economía verde» o los mercados de emisión de CO2 son un claro ejemplo de estas nuevas dinámicas.
Entrevista de: Edgar Bellver Franco, Pedro J. Lloret Sáez
Fuente: diagonalperiodico net
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