Relación entre cultura, religión y fundamentalismo

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Difícil posición la que crean la cultura y la religión al entrar en contacto. Sus límites no se encuentran bien definidos y no es difícil confundir la una con la otra a la hora de buscar posibles causas que clarifiquen al auge de los fundamentalismos religiosos, entendidos estos como la creencia de que hay un conjunto de enseñanzas religiosas que contiene claramente la verdad fundamental acerca de la humanidad y la deidad (Altemeyer & Hunsberger, 1992).

En los últimos años, los procesos de globalización han llevado a cabo una homogenización de las diferentes culturas a favor de la cultura dominante, sea esta, mayoritariamente, la importada desde Estados Unidos y Occidente. El principal efecto acaecido a causa de la globalización ha sido la deculturación o pérdida de cultura. Esta posición implica el rechazo de afirmaciones tales como la existencia de un “choque de civilizaciones” (Roy, 2006). La adopción de nuevas religiones en Europa, tomando como ejemplo más destacado el Islam, ya haya sido mediante las migraciones o las conversiones, no ha llevado a imponer las prácticas culturales que tales religiones acarrean en sus lugares de origen, sino a aceptar la cultura dominante y adaptarse a ella (Roy, 2010).

La incorrectamente denominada comunidad musulmana, ya que carece de conexiones a parte de las identitarias, residente en Europa, practica una religión adaptada a la globalización y por tanto a la cultura dominante (Roy, 2013). La secularización, práctica que consiste en separar la religión y el estado, también es aplicada a estas “nuevas” religiones que, a pesar de acatar la normativa que les incumbe, sufren la degradación de contemplar las concesiones que las religiones mayoritarias (cristianas en su mayoría) reciben, debido a que la secularización, en la práctica, consiste en hacer las referencias religiosas más irrelevantes para la sociedad, la vida diaria y la cultura, acompañada del descenso de las prácticas religiosas individuales pero sin eliminar las influencias que mantienen con las instituciones estatales (Roy, 2013).

Considerando el efecto que la globalización y la secularización han provocado en las sociedades consideradas actualmente laicas, creando una desconexión entre las señas de identidad culturales y religiosas, no es de extrañar la creciente adhesión al mercado de las religiones que ofertan nuevos modelos de respuesta capaces de aportar un cierre a la necesidad de búsqueda de significado (Significance Quest: Kruglanski et al., 2014) que se ve aumentada debido a la deculturación, ya que esta se acompaña de la pérdida de valores tradicionales. Esta crisis cultural y religiosa causada por la globalización es la que favorece el crecimiento de las comunidades religiosas. Si ya Foucault (1978) se viera tentado a prescindir de la secularización espiritualizando la política, no se aleja de sus predicciones que la creciente situación de inestabilidad socio-económica y las nuevas propuestas de cambio lleven a que pequeños sectores busquen otras alternativas como pueden ser el Islam, el Budismo o las antiguas religiones étnicas.

A esta afirmación se ha de añadir el hecho de que los fundamentalismos son las formas de religión mejor adaptadas frente a la globalización ya que toman como principio base su propia deculturación para hacer de ella el instrumento de su pretensión de universalidad. Estos fundamentalismos constituyen una forma de liberación. Así, hemos de encontrar la fuente de los fundamentalismos en la deculturación de lo religioso y no en el “choque de culturas” (Roy, 2010).

El problema de los fundamentalismos en la actualidad es que ofrecen identidades fuertes y cerradas que, sin negar la realidad, ofrecen una alternativa válida y atrayente dado su componente anti-globalización. Cada vez más jóvenes integrados en sus comunidades las abandonan voluntariamente para alistarse en las filas de organizaciones fundamentalistas que abusan del terror por medio del exterminio de aquellos que se oponen a sus ideas.

La actual deriva en busca de ideologías y valores a los que aferrarse no solo está contribuyendo al crecimiento de ideologías políticas radicales de derechas e izquierdas. También es la base que proporciona argumentos a los fundamentalismos religiosos a la hora de optar por el camino de la violencia.

 

Por Roberto Muelas Lobato

Fuente: ssociologos com

Referencias

Altemeyer, B., & Hunsberger, B. (1992). Authoritarianism, religious fundamentalism, quest, and prejudice. International Journal for the Psychology of Religion, 2(2), 113–133. doi:10.1207/s15327582ijpr0202

Foucault, M. (1978). ¿Con que sueñan los iraníes? Triunfo. Año XXXII, N. 822, 53–55.

Kruglanski, A. W., Gelfand, M. J., Bélanger, J. J., Sheveland, A., Hetiarachchi, M., & Gunaratna, R. (2014). The Psychology of Radicalization and Deradicalization: How Significance Quest Impacts Violent Extremism. Political Psychology, 35, 69–93. doi:10.1111/pops.12163

Roy, O. (2006). El Islam en Europa : ¿una religión o una cultura diferente? Madrid: Editorial Complutense.

Roy, O. (2010). La santa ignorancia: el tiempo de la religión sin cultura. Barcelona: Ediciones Península.

Roy, O. (2013). Secularism and Islam: The theological predicament. The International Spectator, 48(1), 5–19. doi:10.1080/03932729.2013.759365

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