Hace casi un año el presidente del Ecuador, Rafael Correa, aseguraba: –¡Esa gente está desesperada!
Se refería a los grupos más tradicionales de la política y la economía ecuatoriana. “¿Saben lo que es para un banquero, o para un presidente de la cámara de la producción, no poder alzar el teléfono y ordenarle al presidente de la República nombramientos o condicionamientos?”, se preguntó, en abril del año pasado.
Correa calificaba manifestaciones políticas que venía ocurriendo en el país y en América latina como una “restauración conservadora”, la misma a la que había hecho referencia dos años antes, afirmando que vendría “con una virulencia sin precedentes”.
En Ecuador –recordó– “se identifican con banderas y crespones negros por lo que se los denomina ‘los de luto’. Han llegado con sed de venganza y están empleando estrategias de desinformación con la complicidad de medios de comunicación aliados a sus intereses”.
En julio del 2015 Correa había hablado de “un proceso continuo de calentamiento de las calles, calumnias, tratan de provocar un pánico financiero, una guerra psicológica para desgastar el gobierno, evitar la gobernabilidad o desestabilizarlo”.
Ahora, en pleno proceso electoral, que deberá decidir en una segunda ronda, el próximo 2 de abril, si los herederos del “correísmo” siguen dirigiendo los destinos del país, dos proyectos se enfrentarán en las urnas, con resultado difícil de predecir: el de Alianza país, que encabeza el exvicepresidente de Correa, Lenin Moreno; y el opositor, que encarna el banquero Guillermo Lasso.
Éxitos y fracasos
El fenómeno del “correísmo” ha sido objeto de polémica y de amplios estudios. Podemos citar, para ilustrar la afirmación, estudios como “La herencia económica del correísmo. Una lectura frente a la crisis”, de su antiguo aliado y ahora decidido opositor, Alberto Acosta, y John Cajas Guijarro; o libros más ambiciosas, como “La restauración conservadora del correísmo”; “Balance crítico del gobierno de Rafael Correa”, un trabajo de más de 500 páginas publicado en 2014; o aun “Correa y la revolución ciudadana”, del 2011.
Acosta arremete contra Correa en su artículo “Gran reacomodo capitalista de la economía. Enredos de la involución ciudadana” donde, si bien reconoce que el manejo económico “difiere en algunos aspectos” del manejo neoliberal de años anteriores, “se profundiza la modalidad de acumulación primario exportadora” y el “extractivismo se expande aceleradamente”.
Acosta arremete, una y otra vez, contra un modelo económico que, en su opinión, no sentó las bases para la construcción de una “economía diferente”. “En la fase de expansión económica, el correísmo alcanzó una pax social sostenido en un consumismo masivo”, asegura, refiriéndose a los años de bonanza en los precios del petróleo.
“La (ahora mal llamada) ‘revolución ciudadana’ –asegura– busca modernizador y sostener al capitalismo. Como respuesta, los sectores populares, trabajadores, indígenas, ambientalistas y, en general, las izquierdas, se han movilizado especialmente por medio de la protesta social y la resistencia”, resumiendo así Acosta su punto de vista sobre el gobierno de Correa.
Certero o no en sus críticas, no hay duda que trás sus diez años de gobierno (enero 2007 a mayo 2017), la coalición Alianza país enfrenta resistencia de grupos indígenas y ambientalistas, entre otros, que en el inicio apoyaban la revolución ciudadana de Correa.
Pero no es el único punto de vista. Mark Weisbrot, codirector del Center for Economic and Policy Research en Washington, publicó hace quince días, en The Nation, un artículo sobre el éxito del gobierno izquierdista del Ecuador, país que –afirma– “es un buen ejemplo de cómo un gobierno de izquierda logró éxitos en la década pasada mediante positivos y creativos cambios en la política económica así como con reformas financieras, institucionales y regulatorias”.
Los resultados de una década de gobierno de izquierda en Ecuador, dice Weisbrot, revelan una reducción de 38% en la pobreza y de 47% de la pobreza extrema; la duplicación del gasto social, incluyendo grandes aumentos en educación y salud, con un incremento del ingreso per capita anual de 1,5%, muy superior al 0,6% alcanzado en los 26 años anteriores. La desigualdad también se redujo notablemente, asegura Weisbrot.
No se trató solo de los altos precios del petróleo, sino de importantes políticas económicas y medidas regulatorias, como la ley que, en 2009, obligó a los bancos a repatriar 45% de sus activos líquidos, monto que aumentó a 60% en 2012 y a 80% en 2015. Con la economía dolarizada, el precio del petróleo a la baja, así como las remesas de sus inmigrantes desde Estados Unidos, el gobierno adoptó medidas exitosas para hacer frente a la crisis. Y aunque el PIB cayó el año pasado cerca de 1,6%, el crecimiento se mantuvo en años anteriores y el Banco Central prevé retomarlo este año.
Polarización
Como en toda gran reforma política, los puntos de vista a favor y en contra se polarizan. En un resumen presentado por la BBC se destaca algunos de esos puntos.
Para el economista de tendencia neoliberal Walter Spurrier, citado por la BBC, lo que estimó como un “sesgo anticapitalista” del gobierno “privó el país de inversión privada” que, en su opinión, “hubiera resultado en un elevado crecimiento económico”. En su lugar dejó un gasto público que ahora “no tiene cómo cubrir”. Esa parece ser precisamente la opción que está en juego en este segundo turno, donde el banquero Lasso propone cambiar el modelo de desarrollo, revirtiendo las políticas económicas de la década de la revolución ciudadana.
Otros escenarios de conflictos con la Revolución ciudadana son el ambiental y el de las relaciones con la prensa.
En materia ambiental, la constitución del 2008, que Lasso propone cambiar, consagró el derecho de la población a vivir en un ambiente ecológicamente equilibrado, así como el derecho de la naturaleza a que se respete su existencia.
Sin embargo, proyectos de explotación minera a cielo abierto y la explotación petrolera en el Parque Nacional Yasuní pusieron el gobierno de Correa en conflicto con grupos ambientalistas e indígenas.
Al no conseguir recursos para financiar lo que la explotación petrolera en Yasuní podría darle, Correa decidió explotar el petróleo en esas reservas, enfrentando la resistencia de los grupos ambientalistas e indígenas.
Del mismo modo, su relación con los medios de prensa fue tema de permanente controversia. Durante el mandato de Correa se aprobó legislación que prohíbe a la banca ser propietaria de medios de comunicación, en un intento por evitar el abuso que esa relación propicia.
Citado por la BBC, Patricio Barriga, secretario nacional de Comunicación, considera, sin embargo, que todas las denuncias de acoso a la prensa “carecen de fundamentos”.
«No existe un solo periodista detenido por ejercer su oficio, ni un solo medio cerrado por su línea editorial. Lo que sí ha habido es una sistemática campaña de desprestigio por parte de ciertas organizaciones no gubernamentales y asociaciones de empresarios dueños de medios de comunicación, quienes no están defendiendo derechos sino sus intereses particulares o corporativos», afirmó Barriga.
Escenario regional
La lucha política en Ecuador se enmarca en una ofensiva de grupos conservadores que han vuelto al poder en países como Brasil, Argentina y Perú, pero que presionan también en Venezuela, Bolivia o Ecuador.
“En un proceso de cambios apoyado y visto con agrado por Washington, América Latina ha venido moviéndose hacia la derecha en el último año o algo más”, dijo Mark Weisbrot, en el artículo citado.
Esto explica el interés poco usual en el proceso electoral ecuatoriano, donde parece estar en juego algo más que el simple cambio de gobierno en el país. La elección coincide, además, con la polémica provocada desde el inicio de la administración Trump en los Estados Unidos.
La apuesta por un mundo multipolar del gobierno ecuatoriano “no es ideológica: es pragmática”, dijo a la BBC, a mediados de este mes, el canciller Guillaume Long.
Long recordó la reciente visita del presidente chino Xi Jinping al país que “nos ha permitido avanzar en proyectos económicos, de infraestructura, en la construcción de escuelas. Pero reconoció que si no gana Alianza País “puede haber un cambio de rumbo muy importante.”
“La división derecha-izquierda es mucho más marcada en Ecuador. Tenemos una derecha muy plutocrática, como la bancocracia de Guayaquil muy vinculada al modelo de plantación que pertenece más al siglo XIX europeo que al XX o XXI”, afirmó.
Respecto a las relaciones con el nuevo gobierno en Washington, Long afirmó que el tema de la inmigración es el que más preocupación despierta. “Nosotros creemos en puentes más grandes, no en muros más altos”, agregó.
“Me he reunido en una visita reciente con algunos de los muchos ecuatorianos que viven en Estados Unidos que están nerviosos y preocupados por lo que pueda pasar. Tenemos un plan de contingencia al respecto. Ojalá no lo tengamos que usar”, concluyó Long.
Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr
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