Geopolítica en un mundo incierto | Uruguay, UPM y después

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Mundo incierto
El mundo vive momentos de honda incertidumbre que persistirá con altibajos por un tiempo prolongado del que nadie puede prever ni su duración ni tampoco sus efectos directos e indirectos.

Claramente el problema arranca en el Norte y se expande al resto del mundo, con especial incidencia en los países emergentes. El citado “problema”, a su vez, no refiere a un solo asunto sino a una vasta gama de temas (económicos, comerciales, jurídicos, sociales y militares) que eclosionan de modo tan dispar como aleatorio.

Por más que existe una potencia hegemónica en lo militar, las multipolaridades – con sus variantes en escala y proyección – están a la orden del día.

Los países, las regiones, los bloques y hasta las corporaciones trasnacionales (que controlan más de la mitad del comercio exterior global) reacomodan sus estrategias en base a un cortoplacismo que les permita reaccionar de la mejor manera ante nuevas y potencialmente asombrosas realidades vectoriales que sacuden a unos, menoscaben a otros, mientras la mayoría de los pueblos asisten a realidades que antes que como protagonistas los tienen como meros receptores y dadores de lo que les viene impuesto.

Sudamérica
Sudamérica no escapa a esa realidad, muy por el contrario. La globalidad ha traído consigo – además del desconcierto respecto de los rumbos que habrán de abrirse paso – una situación grave e inestable de “fronteras calientes”, donde antes hubo paz y buena vecindad.

Venezuela, Colombia, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay y Argentina son, a modo de ejemplo, un reflejo de tales tensiones.

En algunos de estos casos se presentan realidades bifrontes (por ejemplo, Paraguay acordando con Argentina con Yaciretá, en tanto aun no fue resuelto el asunto de las tropas americanas acantonadas, por supuestos ejercicios militares binacionales, en parte de la frontera del Paraguay con la Argentina). Incluso la Argentina planea la instalación de nuevas centrales nucleares chinas en su territorio, además de las ya estratégicas instalaciones chinas desplegadas en dicho país.

Venezuela con Colombia, Bolivia con Chile, Paraguay con Brasil – asunto hoy latente pero que siempre hay que estar mirando en esa dirección. Y parece haber más por venir en camino.

Hay también presencia de tropas extrarregionales, en multiplicidad de bases militares en países sudamericanos (la gran mayoría, norteamericanas). Se deben contar como tales la presencia, casi que estable, de navíos de guerra norteamericanos, de porte medio y grande, que en determinadas formaciones tienen un poderío equiparable, reiteramos, a verdaderas “bases navales” (por ejemplo, algunos puertos peruanos sobre el Pacífico, notoriamente).

En suma, a la incertidumbre global se le suma, en nuestro continente, la inestabilidad en seguridad.

Uruguay
La geopolítica es una cuestión básica de estrategia de sobrevivencia, en el contexto regional e internacional, para un Estado-Nación como el uruguayo en tanto, sea por sus condiciones geográficas y demográficas, no tiene ni vocación ni posibilidades hegemónicas de tipo alguno.

Así, entonces, el mantener una política exterior tan clara como firme en materia de Derechos y de Obligaciones, dentro del universo del Derecho Internacional Público, son vitales. Derechos y Obligaciones no sólo a ser defendidos en los principales foros internacionales, sino y para comenzar dentro de sus propias fronteras y para con su gente.

En cuanto a la relación con otros Estados debemos manifestar algo que aunque obvio, siempre es bueno recordarlo: los Estados no tienen amigos, sino aliados, permanentes o circunstanciales, con los que a veces celebra relaciones comerciales y culturales (MERCOSUR), relaciones de comercio global (OMC), de comercio regional (ALADI), relaciones estratégicas en defensa, seguridad, energía y comunicaciones (UNASUR), bien como asociaciones estratégicas (CHINA) y las más vastas pero no menos complejas como ser con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sin olvidarnos de la FAO, la OMS, la UNCTAD y, asimismo, la OEA, la Haya y otros de igual importancia jurídica, como OIT, etcétera.

En esta vasta red de relaciones de distinto grado y profundidad, un Estado debe pensar desde sí, con su gente, sus poderes constituidos, las organizaciones sociales y las expresiones políticas del más amplio espectro, con representatividad parlamentaria.

Debe, conjuntamente, respetar su tradición histórica en cuanto a política externa se refiere, en los modos, los tiempos y los encares según de qué situación se trate en su contexto.

Para ello, ciertamente, deberá recurrir al ABC de la diplomacia, utilizando los silencios con el mismo celo y cuidado que sus expresiones pública, bien como las reservadas. Todo lo cual, permitirá una movilidad pertinente en pro de logras las metas y objetivos trazados para colaborar en la solución de controversias regionales e internacionales, de la más variada especie, pudiendo, así, vernos y ver más allá de los gobernantes de turno. Sean estos democráticos, totalitarios encubiertos o en fase dictatorial ya desembozada, pues hay algo que siempre los superan y son sus pueblos, las naciones, el otro día después de mañana.

Un Estado que por seguir aferrados a realidades perimidas – y no hablamos de principios, sino por ejemplo cuando un Estado, como el venezolano sus tibios movimientos en pro de la justicia social, para pasar a ser una dictadura apenas simulada, con decenas de muertos, cientos de heridos y miles de presos políticos. Un Estado que además no sólo casi no comercia – y paga – con la región sino que antes bien ha destruido su economía, por propia ineptitud, profundizada por las facciones chavistas que luchan entre sí por mayores cuotas de poder, comienza a ser a todas luces un Estado fallido.

Asimismo, está claro que el Uruguay no habrá de plegarse a alianzas ni belicistas ni intervencionistas, menos que menos en contra de cualquier país sudamericano ni centroamericano. Sería no solamente una traición a su historia, una bajeza para con su pueblo, sino una genuflexión innecesaria para con los poderosos de siempre.

Tampoco lo hará para cono la otra “vereda” la de un totalitarismo con disfraces o democráticos o populistas, vengan de donde vengan.

Uruguay tiene, entonces, en el diálogo respetuoso, sereno y fundamentado su principal arma diplomática, junto con su probada vocación pacifista y respetuosa de todos los pueblos, no precisando ni del arrebato, ni de la grosería que no hacen sino denotar, además de brutalidad e ignorancia, ausencia de razones con que defender posiciones.

Al Uruguay, entiéndase de una vez por todas, le basta continuar en la defensa a ultranza del Derecho Internacional Público y, en su núcleo, ser expresión viva y pujante de los Derechos Humanos.

¡A las cosas! (UPM y después)
En el plano de las concreciones, el Uruguay tiene ante sí un primer y mayúsculo desafío: concretar, con los mejores beneficios posibles para el país, una nueva planta de UPM.

Dicha concreción, con todo lo que acarrea en nuevas y variadas infraestructuras internas, tendrá progresivamente un eco favorable a escala internacional. Este es, a nuestro entender, entonces, el asunto primero que tenemos promover y resolver.

Junto con esta inversión habrá una cadena variada pero nada menor de otros emprendimientos que sumados a los ya logrados nos permitirán, con mayor solvencia y tiempo, superar con creces las desventajas estratégicas de nuestro tamaño y demografía.

En un mundo tan incierto, como cambiante e inseguro, la estrategia de sobrevivir con dignidad y astucia, en la región y el mundo es la cuestión primera.

Si en lugar de ello nos abocamos a sumarnos al vano, y siempre dudoso, griterío regional, solo cosecharemos tempestades. Y esto no es de cobardes o genuflexos, no. Es de gente adulta que quiere para sí y los suyos, como para los países hermanos de la región, que sus pueblos prosperen, que logran una paz real con libertades.

La suerte pequeña y mezquina de mandamases que oprimen a sus pueblos, de sur a norte de nuestra Sudamérica, que la jueguen con sus mafias y corporaciones. A las potencias que cada vez más muestran sus impotencias y torpezas, el futuro dirá quiénes y cómo quedan ubicadas en el tablero mundial.

El Uruguay no se prestará a su juego ni a los de otros cíclopes. Ni tampoco precisa llamarse Nadie para escapar a la brutalidad de estos y otros monstruos hediondos.

Uruguay tiene trazado un compromiso con el Derecho, la Democracia Participativa y la Justicia Social, todo lo cual le ha permitido desde hace más de 12 años avanzar en Dignidad y Libertad Responsable. Y de ese sendero nada ni nadie nos apartará.

Porque si avanzar en concreciones internas es importante, más lo es el aplicar sus beneficios a extender la Justicia Social, a promover una mayor equidad, lo que reporta dignidad y libertad responsable, así como también el compromiso vital y sustantivo para con la Educación Pública, su expansión pero también su perfeccionamiento en la correcta administración de los recursos públicos, junto con planes estratégicos que, por fin, tengan en cuenta a las generaciones venideras.

El destino del Uruguay es el Atlántico Sur, su expansión. Hay tiempo. Hay pensamiento estratégico, con una política exterior que sea crecientemente independiente.

En definitiva, Uruguay cree en las estructuras, habiendo dejado atrás el tiempo de los caudillos y sus versiones populistas de los cuales aun tenemos notorias versiones en Sudamérica.

 

Por Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo

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