Cine: “Un momento de amor”; crónica de una mujer emancipada

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El amor y la pasión desenfrenada que desafía a la represión, en un tiempo en el cual la mujer estaba relegada a un lugar meramente marginal en la sociedad, es la materia temática que desarrolla “Un Momento de amor”, la osada película de la actriz, guionista y realizadora francesa Nicole Garcia.

El film, que se inspira en la novela “Mal de Pierres”, de la narradora genovesa Milena Angus – autora referente de la Nueva ola literaria sarda- interpreta cabalmente el espíritu liberal que su autora desarrolló como actriz y en su viva privada.

Ahora, en su rol de dirección, Nicole Garcia asume la necesidad de construir sus propios personajes, sin eventuales cortapisas ni condicionamientos.

Otro factor determinante es el radical cambio de la mirada contemporánea sobre el papel de la mujer, que ha logrado paulatinamente romper con los rígidos cánones de un sempiterno modelo de convivencia machista, pacato y conservador.

Esa mutación en proceso hacia mayores estadios de emancipación individual y colectiva se ha venido internalizado en las sociedades, que ahora admiten, finalmente, que el sexo femenino es un sujeto con idénticos derechos y obligaciones.

En ese contexto, las claves son la activa participación y la asunción de responsabilidades que otrora le eran vedadas y estaban monopolizadas por los hombres.

Este film narra las vicisitudes de una mujer soñadora y romántica en tiempos de la post-guerra, quien decide – venciendo férreas resistencias- tomar las riendas de su vida afectiva.

La protagonista de este relato es Gabrielle (Marion Cotillard), de recordadas actuaciones en “La vida en rosa” (2007) y “Dos días una noche” (2014), cuya familia resuelve compulsivamente que se case con José (Alex Brandemühl), un trabajador rural español que huyó del franquismo.

Aunque la mujer naturalmente no lo ama, igualmente termina por aceptarlo a los efectos de no generar mayores conflictos en el ámbito de la interna familiar.

Aunque posee un espíritu rebelde y emancipado, tiene claro que su entorno social no le permitirá ejercer plenamente su libertad y vivir con la intensidad requerida.

No en vano su madre -que es la más rígida e intransigente-considera que la joven padece alguna forma de demencia. En función de esa errónea presunción, la trata hasta con prepotencia.

Empero, una circunstancia fortuita de salud modificará el curso de su gris y agobiada existencia, cuando es enviada a un sanatorio suizo para tratarse de una afección de cálculos renales. Allí deberá permanecer seis meses, que es el lapso previsto de la terapia.

No en vano el título original de la película y de la novela que la inspira es “Mal de Pierres”, cuya traducción literal es “mal de piedras”, en alusión a dicha patología del aparato urinario.

Ese cambio de ambiente que la aleja de su grupo de pertenencia pero también de la represión familiar, comporta toda una mutación vivencial para la protagonista.

En efecto, allí conoce a André (Louise Garrel), un militar herido en Indochina, de quien se enamora perdidamente. Aunque se trata de un sentimiento real nunca antes experimentado, igualmente deviene en obsesión. Más que una compulsión, ese romance es un acto de rebeldía contra lo inexorable.

Como Gabrielle es una lectora inagotable que ha desarrollado una profusa imaginación, tal vez este amor prohibido sea la consagración de sus sueños más entrañables.

Por supuesto, su pasión tiene bastante de literario y de novelesco y así decide vivirla esta joven transgresora que aspira a desarrollar su afectividad sin eventuales cortapisas.

Solidarizándose con el personaje central de la obra literaria original, la directora y guionista Nicole Garcia intenta administrar las tensiones entre el romance y las convenciones sociales.

En ese marco, una de las miradas más agudas tiene como foco la relación de la joven con su madre, quien no la comprende, la sojuzga y no le permite madurar.

No menos ríspido y por cierto distante es el vínculo que la une a su marido, con quien sobrelleva un matrimonio que es una auténtica farsa, ya que carece del sustento más importante: el amor.

Aunque la película no puede tomarse propiamente como una expresión de militancia feminista según el testimonio de la propia realizadora, es sí una suerte de alegato que reivindica la libertad individual y el legítimo derecho a ser feliz, que en este caso ha sido conculcado.

Obviamente, queda claro que la peor enfermedad que padece la protagonista no está relacionada con los cálculos renales, sino con la brutal incomprensión que la agobia.

Empero, en esta película el amor no se vive con alegría sino que se experimenta como una suerte de tragedia, porque las inexorables circunstancias del destino contradicen a los sentimientos, por más sinceros y compulsivos que estos sean.

Pese a la incuestionable riqueza del texto original adaptado al formato audiovisual, Nicole Garcia no logra imprimir a la trama cinematográfica la intensidad ni la tensión dramática requerida.

En ese contexto, “Un momento de amor” es un film ambicioso que no llega a conmover, pese a la descollante actuación de Marion Cotillard, secundada por un solvente reparto actoral.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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