El fraude de la oposición

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La oposición política uruguaya parece moverse entre destruir o deslucir todo aquello que el gobierno y su partido realicen, con pocas excepciones.

En este sentido, los partidos de oposición han perdido rumbo y, lo que es peor aun, su razón de ser: el presentar opciones creíbles por serias y plausibles a lo que el gobierno hace o deja de hacer.

Es así que, con matices de grado y forma, el denigrar, incluso mintiendo a sabiendas, es la vía elegida como la principal herramienta a utilizar en una lucha contra las acciones que el gobierno emprende, tratándolo, en los hechos, no como contrincante sino como enemigo.

No lo perciben así ni tampoco creemos que esto les importe. O bien, para no ser tan tajantes, que sean conscientes de las tropelías en las que han incurrido desde el día siguiente al haber perdido las elecciones nacionales.

Es de tal magnitud su torpeza que menos aún advierten que sectores de la sociedad a pesar de que no la comparten terminan quizá entrando en una vorágine confrontativa que nada bueno lleva consigo.

Así, pues, la oposición en su conjunto termina siendo responsable de la anomia social que han ido creando con sus políticas negacionistas y sus burdas acciones patoteras.

En modo alguno creemos que el gobierno y su partido no hayan cometido errores gruesos así como también penosos olvidos de su plan de gobierno. Pero una cosa es la crítica y otra muy diferente la difamación, máxime si se convierte en el método empleado las más de las veces.

Todo eso habrá de juzgarlo el soberano en las próximas elecciones.

Pero hoy denunciamos con vehemencia la innoble actitud de una oposición nefasta para sí misma y para el sector de la población que la votó, que nada bueno aporta a la construcción de una sociedad justa y tolerante, en el marco de una democracia participativa y republicana.

Que cada cual asuma su responsabilidad y se preste al juicio público del soberano.

Si su única herramienta va a ser la ofensa, la mentira y la calumnia todo ello conformará el espejo del futuro que les mostrará – cuando ya no tengan tiempo para revertir el camino elegido – su real y patético rostro: el de la infamia.

Nosotros, obviamente, tampoco habremos de escapar al juicio de nuestros conciudadanos.

La diferencia aparente o real es que mientras unos buscan construir desde su supuesta verdad a otros les cabe el ser caranchos que sólo atinan a picotear desde la aparente seguridad que parecen darles las ramas en las que apoyan sus deformadas garras.

El duro suelo, ese otro nombre del destino, les aguarda.

 

Por Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo

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