CINE | “El pampero”: Seres desencantados

Tiempo de lectura: 4 minutos

La soledad deliberada, la compulsiva huída con destino incierto y la búsqueda de la libertad no exenta de actitudes introspectivas, son los tres ejes de reflexión que propone “El pampero”, el segundo largometraje del promisorio realizador argentino Matías Lucchesi.

En esta película del autor de “Ciencias naturales”, Lucchesi indaga en los conflictos interiores de los personajes, que ocultan bastante más de lo que muestran. Se trata de seres solitarios y con pasados sinuosos, que prefieren huir antes de enfrentarse a una realidad que a todas luces es cruda y traumática.

En ese contexto, el film discurre entre lo dicho y lo no dicho, entre silencios y palabras que no llegan a completar un pensamiento y entre verdades y mentiras.

No en vano casi toda la historia transcurre a bordo de un velero, con el Río Paraná como protagonista y sus paisajes circundantes como esplendorosa escenografía en la cual se desarrollarán los acontecimientos.

El protagonista de este relato es Fernando (Julio Chávez), un hombre maduro, taciturno y retraído con quien es casi imposible mantener un diálogo. Incluso, su recurrente actitud elusiva lo transforma en un auténtico ermitaño, que intenta vivir según sus propias reglas y con mínimo contacto con el mundo exterior.

Poco o nada se sabe sobre su pasado, excepto que padece una enfermedad que ha quebrantado seriamente su salud y su decisión de no compartir su dolor con nadie.

En ese contexto, padece su patología en silencio, al extremo de no responder a las llamadas telefónicas de su hijo, quien, a priori, parece ser el único familiar que se preocupa por él.

Para afianzar aún más su situación de voluntario aislamiento, decide embarcarse a bordo de su velero, como una estrategia escapista que es una suerte de viaje iniciático.

Obviamente, navegando se siente a gusto y distendido, porque el amplio río con su movimiento le aporta la paz y la tranquilidad de la que realmente carece.

No obstante, esa suerte de mansedumbre y de micro-mundo personal afronta un inesperado contratiempo, cuando al abrir la puerta del baño del barco se encuentra con Carla (Pilar Gamboa), una mujer asustada y manchada de sangre.

La extraña aparición genera una profunda conmoción en el protagonista, quien intenta indagar sobre las motivaciones de esa mujer para huir, emulando su propia conducta.

A juzgar por las circunstancias del encuentro, la visitante está inmersa en un grave problema. Aparentemente, su peripecia está vinculada a un crimen que confiesa no haber cometido.

Su actitud genera naturalmente suspicacias y sospechas, potenciadas por su demanda de ser trasladada en barco a territorio uruguayo, destino no previsto por el piloto de la embarcación.

Incluso, se niega tajantemente a que el anfitrión notifique sobre situación a las autoridades de la prefectura, a las cuales parece tenerles temor.

En ese marco, el film mixtura el thriller con el drama, en un desarrollo narrativo construido en clave de suspenso pero realmente sostenido en la problemática de los personajes.

La desconfianza inicial entre los tripulantes del barco va mutando hacia una actitud de bastante más cercanía, lo cual modifica el relacionamiento entre Fernando y Carla.

Empero, llegando al Delta, la irrupción de Mario (César Troncoso), un agente de prefectura que conoce bien al protagonista, aporta un nuevo factor de tensión a la historia.

En realidad, se ignora cuáles son las intenciones de este personaje enigmático y enrevesado que tan bien interpreta el exitoso actor uruguayo, que quiere saber más de lo que debe.

Esta relación triangular signada por la desconfianza, parece simbolizar la tranquilidad que suele anteceder a la tormenta. Tal vez allí reside la extrapolación con el pampero del título, ese tradicional viento fuerte, frío y seco que sopla desde el sur patagónico al Río de la Plata y suele azotar con rigor a la región.

Empero, por más que en esta película la naturaleza es protagonista, lo realmente trascendente son los conflictos humanos que subyacen bajo un manto del encubrimiento.

En efecto, esta es una historia de emociones deliberadamente reprimidas, de silencios prolongados y de gestos bastante más explícitos que las propias palabras.

En cierta medida, todos tienen algo que ocultar. Mientras Fernando afronta su enfermedad en soledad y desestima todo contacto con un hijo que lo llama insistentemente, Clara es una mujer aterrorizada por motivos desconocidos y Mario es una persona casi imposible de decodificar.

Matías Lucchesi, director y guionista, administra con talento y superlativa sobriedad las enrevesadas actitudes de estos tres seres enigmáticos y con pasados y presentes cuasi desconocidos.

La intrínseca riqueza de los tres personajes le permite a Lucchesi sostener un relato siempre impregnado de tensión y suspenso, al mejor estilo de un thriller de formato tradicional.

En tal sentido, la impronta histriónica de Julio Chávez resulta avasallante, para componer a un hombre hermético e indescifrable. No obstante, no le van en zaga Pilar Gamboa y César Troncoso, quienes asumen sus roles con intensidad y convicción.

Un destaque particular merece la soberbia fotografía de Guillermo Nieto, que condensa toda la magnificencia de los paisajes naturales como escenografía de un drama de seres atormentados y profundamente desencantados.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

La ONDA digital Nº 84 (Síganos en Twitter y facebook)

 

 

 

 

 

 

(Síganos en TwitterFacebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA

Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.