CINE | “La amante”: El amor revolucionario

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La libertad en toda su amplitud y extensión como bien más preciado es el sustento temático de “La amante”, la ópera prima del realizador tunecino Mohamed Ben Attia, que impacta por su frontalidad y realismo para describir un conflicto afectivo contaminado por rancias creencias conservadoras.

El film está ambientado en la época de la denominada Primavera Árabe, que, entre 2010 y 2013, conmovió profundamente a varios países sojuzgados por el autoritarismo de la religión.

Como se recordará, este fenómeno, que se expandió rápidamente como un efecto dominó, comenzó el 17 de diciembre de 2010, en Túnez, cuando un vendedor ambulante fue despojado por la policía de sus mercancías y cuentas de ahorro. En respuesta a este atropello, el damnificado se inmoló.

Este dramático acontecimiento detonó masivas protestas contra el talante autoritario del gobierno dictatorial de Ben Ali, quien, en el marco de un golpe de Estado, se instaló en el poder en 1987.

Luego de la muerte del comerciante, la avasallante presión popular precipitó la dimisión del gobernante en enero de 2011, iniciando una nueva etapa en la vida política y social del país conocida como la Revolución de los Jazmines.

Es precisamente en ese contexto histórico que se desarrolla “La amante”, un film premiado y elogiado en el Festival de Cannes, que no en vano fue coproducido por los cineastas y hermanos belgas Jean Pierre y Luc Dardenne.

Ciertamente, es muy obvia la influencia de ambos cineastas en esta película, que indaga en conductas humanas condicionadas por creencias e identidades culturales.

El protagonista de este relato es Hedi (Majd Mastoura), un joven más bien retraído que trabaja en una concesionaria de autos, quien vive sometido a la autoridad y las decisiones de su madre y de su hermano.

En esa familia subyace un modelo de matriarcado inspirado en rancias costumbres del pasado que se proyectan al siglo XXI, pese a los radicales cambios culturales registrados en otros lares.

Este modelo de sumisión se traslada incluso al universo afectivo, ya que, en este caso, la progenitora acuerda el matrimonio sin amor de su hijo con una joven casi desconocida y a la cual naturalmente no ama.

En el primer tramo de esta película, el novel director y guionista plantea una situación de aguda tensión hacia el interior de un núcleo familiar, impregnada por costumbres conservadoras que responden a sempiternas tradiciones.

El conflicto será uno de los núcleos vertebrales de la materia cinematográfica, aunque el film devenga luego en una historia romántica de perfiles dramáticos.

Sin embargo, esa suerte de determinismo experimenta un giro realmente radical, cuando el protagonista es comisionado por el gerente de la empresa para viajar a la costera ciudad de Mahdia, por razones de trabajo.

Hasta ese momento, toda su vida está pautada por otros y nada sucede en función de su voluntad. Sin embargo, ese joven de aspecto bastante pusilánime y poco carismático oculta en su interior un temperamento capaz de modificar lo aparentemente inmodificable.

En ese contexto, conoce a Rym (Rym Ben Messaoud), una chica bella y muy independiente, con quien entabla una relación que tiene naturalmente mucho de rupturista.

Contrariamente a lo que sucede en el esquema tradicional de las sociedades más conservadoras, aquí la que remueve profundamente el statu quo es una mujer y no un hombre.

Ese vínculo romántico con la amante del título es la primera y más trascendente expresión de desafío del protagonista a esa existencia predeterminada, que representa ciertamente un pasado ya superado por la dinámica del presente.

Si bien este no es un film político, lo que sí evidencia es un paralelismo entre la situación de una persona sometida a una situación de riguroso sometimiento y el autoritarismo que precedió a la denominada Revolución de los Jazmines.

En este caso, la libertad está representada por el amor, pero por un amor espontáneo auténtico y no sujeto a lo racional o la mera conveniencia de dos familias.

Por supuesto y no es casual, en este caso los protagonistas de la rebelión son dos jóvenes renegados, que se enfrentan a un modelo ya caduco para reinventarse y reivindicar su legítimo derecho a actuar en función de sus sentimientos.

En esta sensible película, el debutante realizador replantea el proverbial antagonismo entre la tradición y la libertad, como dos conceptos en permanente tensión y colisión.

Por supuesto y aunque no sea explícito, el autor de esta obra ensaya también un paralelismo entre la primavera que representa la rebelión y el cambio epocal y el despertar de los afectos.

Queda claro que el amor es un sentimiento realmente emancipador, en la medida que se transforme en una experiencia si se quiere rupturista y hasta iconoclasta.

Mohamed Ben Attia sabe administrar los diversos componentes del conflicto, en un largometraje que no se deja seducir por el mero sentimentalismo ni por drama convencional.

En cambio, “La amante” es una película de lenguajes morosos y de extrema frontalidad, que indaga en los subyacentes ritualismos de una sociedad en situación de mutación.

La actuación protagónica de Majd Mastoura, quien fue premiado en el Festival de Cannes, es un testimonio adicional del compromiso con un proyecto cinematográfico que representa a un valioso cine emergente que comenzamos a conocer.

 

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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