El gobierno neoliberal de Mauricio Macri se convirtió en el cuarto de su orientación que fracasa ruidosamente en los últimos tiempos en la Argentina, después del de la última dictadura cívico–militar (1976-1983), con la planificación del ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, y los de los presidentes Carlos Saúl Menem con Domingo Cavallo (1989-1999), y Fernando De la Rua (1999-2001), que dejaron graves secuelas económicas y sociales.
Macri llegó a la Casa Rosada el 10 de diciembre de 2015 llevando como nave insignia su promesa de imponer “Pobreza cero” en el país, pero luego de casi cuatro años de gestión y a sólo cuatro meses de finalizar su mandato, el 50 por ciento de la población infantil (6.100.000 chicos) ha caído en la pobreza y uno de cada diez niños ya ni tiene que comer.
Aquel triunfo macrista de 2015 había sido recibido entonces con entusiasmo por dirigentes políticos conservadores del continente, incluidos los uruguayos, como Verónica Alonso, del Partido Blanco, quien en su cuenta de twitter se alegró porque “sopla un viento nuevo en la región; la Argentina se animó al cambio” y publicó fotos en que se la ve, entre otros, con la gobernadora macrista de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, derrotada en su intento de reelección en los comicios de este mes por el kirchnersta Axel Kicillof, quien obtuvo el 52% de los votos. Jorge Talvi, del Partido Colorado, opinó que el equipo económico de Macri era “formidable“, el blanco Jaime Trobo a su vez saludó al pueblo argentino y dijo que “el sistema republicano representativo es esto, lo otro es fascismo, y el colorado Pedro Bordaberry manifestó su ”alegría por el triunfo de Mauricio Macri”.
Esos entusiasmos se han apagado ahora y muchos quieren despegarse de la política económica y los nuevos vientos macristas, pero siguen hermanados por su poca empatía con las organizaciones sindicales, el interés por “achicar el Estado” y darle menor intervención en el ámbito productivo y laboral, la obsesión por eliminar el déficit fiscal, su proximidad con la política exterior de los Estados Unidos –incluido su intento por voltear a Nicolás Maduro- o su predisposición a relacionarse con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sus “recetas”.
Aunque aún faltan los comicios presidenciales del 27 de octubre para definir el futuro argentino, en las PASO (elecciones internas partidarias para designar a los candidatos) del pasado domingo 11 de agosto, la fórmula de unidad peronista Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner derrotó con el 47% de los votos al binomio integrado por Macri –que busca su reelección- y Miguel Ángel Pichetto (quien a último momento cambió de caballo en medio del río para pasarse a las filas oficialistas) que obtuvo el 32%. Los analistas coinciden en que será muy difícil para Macri poder descontar esa diferencia en octubre.
Macri admitió en la noche de las PASO, cuando aún no se habían difundido los resultados oficiales, que su coalición Juntos por el Cambio había tenido una ”muy mala votación” y al día siguiente, lunes 12, con enojo atribuyó el brusco alza del dólar y la caída de las acciones en la bolsa de valores al miedo por un futuro gobierno kirchnerista, en alusión al sector que encabezó el Poder Ejecutivo con las Presidencias de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina F. de Kirchner (2007-2015). El economista neoliberal y expresidente del Banco Central Martín Redrado alertó el viernes 16 en una entrevista de Radio Mitre –del Grupo Clarin- que aquel lunes el presidente Macri ordenó «no parar» la corrida que tuvo el dólar y que la orden al Banco Central fue: «Que el dólar se vaya a donde se tenga que ir, de modo tal que los argentinos aprendan a quién votar».
Mark Weisbrot, un experto en economía y política latinoamericanas,
codirector del Centro de Investigación Económica y Política en Washington y presidente de Just Foreign Policy, escribió sobre este asunto en The New York Times: ”Desde la perspectiva de un economista o un científico social, no está claro el motivo por el cual deberíamos temerle al kirchnerismo. Si se observan los indicadores económicos y sociales más importantes, los gobiernos de los Kirchner estuvieron entre los más exitosos del hemisferio occidental”, dijo.
Explicó que “algunos cálculos independientes mostraron una disminución del 71 por ciento en la pobreza y del 81 por ciento en la pobreza extrema. Los gobiernos kirchneristas establecieron uno de los programas de transferencias
monetarias condicionadas para los pobres más grandes de Latinoamérica. De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), el producto interno bruto per cápita aumentó un 42 por ciento, casi tres veces más que la tasa mexicana. El desempleo se redujo más de la mitad y la desigualdad económica también disminuyó de manera considerable. Los doce años en los que los Kirchner estuvieron en el poder se generaron importantes mejoras en la calidad de vida de una gran mayoría de los argentinos, de acuerdo con cualquier comparación razonable”.
En cambio, durante la administración de Mauricio Macri, recordó Weisbrot, las tasas de interés a corto plazo se han disparado del 32 al 75 por ciento, la inflación creció del 18 al 56 por ciento, la deuda pública aumentó del 53 a más del 86 por ciento del Producto Bruto Interno, la pobreza se incrementó de manera significativa, el ingreso por persona ha caído y el desempleo ha aumentado.
Por su parte, el Financial Times, de Londres, opinó que Macri «perdió contacto con la realidad» y estimó que la conferencia de prensa que dio el lunes siguiente a las PASO «asustó más a los mercados» que el posible regreso de Cristina Kirchner al poder.
En sus casi cuatro años de gobierno, Macri ha atribuido siempre los errores de su administración y las crecientes dificultades de la población –agobiada por la constante inflación, los tarifazos con aumentos de hasta el 4.000 por ciento del gas y la electricidad, la desocupación y la recesión, con el cierre de 19.000 empresas industriales- a una muy mala situación supuestamente heredada del gobierno kirchnerista. Tambien el candidato presidencial colorado Ernesto Talvi atribuyó la actual crisis argentina a que “se subestimaron las gigantescas dificultades que heredó Macri, el cual se encontró con un país en ruinas”, lo que “determinó que los acreedores le dijeran ‘no te prestamos más’, marcando una devaluación abrupta y el tener que recurrir al FMI, el cual pone condiciones”.
Sin embargo, los indicadores económicos señalan que Cristina entregó a Macri un país prácticamente desendeudado. En 2003 Néstor Kirchner se había hecho cargo de una nación quebrada, tras la huida de De la Rua en helicóptero de la Casa Rosada, y lo primero que hizo fue acordar pagos de la gigantesca deuda externa con recursos propios y sin volver a endeudarse. Los gobiernos de Néstor y Cristina no pidieron un centésimo al exterior y comenzaron a cancelar las deudas de los gobiernos anteriores, al tiempo que impulsaban políticas para alentar la producción nacional, con lo que consiguieron recuperar cinco millones de puestos de trabajo y hacer descender la desocupación al 7%, una cifra histórica.
En 2005 la Argentina llegó a un acuerdo con el 70% de los tenedores de sus bonos de la deuda pública y desde entonces liquidó religiosamente sus compromisos con esos inversores, como parte de la estrategia de desendeudamiento. En 2006, Néstor Kirchner pagó 9.300 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (con fondos legítimos de su Banco Central) y canceló completamente su deuda con el FMI. En 2010, la Argentina acordó con otro 23% de los bonistas que también entraron a los canjes de deuda. Sólo quedaron fuera del acuerdo el 7% de esos bonistas, que fueron los que conformaron los “fondos buitre”, beneficiados por el juez Thomas Griesa, de un tribunal de Nueva York.
El 28 de mayo de 2014, Cristina alcanzó un acuerdo histórico con el Club de París para cancelar en cinco años las obligaciones que el país arrastraba desde hacía casi seis décadas. (El Club de París es un órgano informal que nuclea a 20 países conformado para la discusión de deudas Estado-Estado sobre una base conjunta). Se establecló que la deuda enorme, que era un obstáculo para obtener algunos créditos en el exterior, sería cancelada de forma total en un plazo de cinco años. Esa deuda había sido contraída en el año 1957 por la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu y desde entonces los sucesivos gobiernos la arrastraron sin darle solución. El acuerdo logrado por el gobierno kirchnerista abrió las puertas para cualquier crédito exterior que pudiera solicitar la Argentina. El 28 de julio de 2014, la Argentina pagó 642 millones de dólares en la primera cuota del acuerdo con el Club de París, tres días antes del plazo establecido. El 28 de mayo de 2015 la Argentina giró 683 millones de dólares para cubrir la segunda cuota, tal como estaba establecido.
El 26 de junio de 2014, la Argentina giró 539 millones de dólares al Banco de Nueva York destinado al pago de la cuota de los bonistas que entraron a los canjes de deuda en 2005 y 2010. Es decir que siguió pagando las cuotas establecidas en los acuerdos.
Desde 2003 la Argentina pagó al exterior 190.000 millones de dólares usando fondos legítimos propios, sin volver a reendeudarse.
En ese mismo periodo se crearon cinco millones de nuevos puestos de trabajo, se reactivó la economía, se batieron records en ventas de automóviles 0 kilómetros, creció el turismo interior y se aplicaron políticas de inclusión social a través, por ejemplo, de la Asignación Universal por Hijo que incluyó a todos los niños del país.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) elaboró un informe sobre ese periodo y “La formalización del empleo en Argentina” en el que señalo: “Desde 2003, con excepción de 2009 cuando la economía fue afectada por la crisis financiera internacional, el PBI de Argentina ha registrado tasas de crecimiento cercanas al 9%. Este dinamismo en el nivel de actividad económica ha tenido su correlato en los indicadores de empleo”.
“Una cantidad significativa de trabajadores ocupados en inserciones precarias (cuentapropistas y asalariados no registrados) accedió a empleos registrados, lo que mejoró sus condiciones laborales. Un seguimiento de las trayectorias laborales entre 2005 y 2010 permite advertir que cerca de dos tercios de los trabajadores que se incorporaron a un empleo asalariado registrado provenían de una inserción precaria, principalmente de un empleo asalariado no registrado”, indicó la OIT.
Tras asumir el gobierno, Macri reanudó las negociaciones con el FMI finalizadas en 2006 por Néstor y volvió a endeudarse. Los créditos, sin embargo, no fueron usados para proyectos productivos sino que han terminado en la “timba finananciera” de los bancos. En la era Macri, la fuga de divisas del país ha alcanzado a 75.000 millones de dólares.
Quien llegue a la Rosada en diciembre se encontrará con un complejo panorama y un futuro incierto de las finanzas, En realidad, Macri ya firmó compromisos impagables para los próximos cuatro años, según una detallada crónica del periodista especializado en economía política Martin Granovsky, quien tomó como referencia un informe del Observatorio de la Deuda Externa (ODE) que funciona dentro de la UMET (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo).
Los tiempos de la deuda cero con el FMI lograda por Néstor Kirchner han llegado a su fin.
– En este año de 2019 la Argentina recibe un préstamo por 22.555 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional, pero deberá pagar vencimientos por 37.927 millones de dólares.
– En 2020 el país recibirá desembolsos por 3.875 millones de dólares y deberá afrontar vencimientos por 25.719 millones de dólares.
– En 2021 le entrarán 1.937 millones de dólares por desembolsos y deberá pagar 35.179 millones.
– En 2022 y 2023, el programa firmado por Macri con el FMI ya no contempla desembolso alguno de parte del organismo internacional, pero tocarán los mayores vencimientos por el préstamo stand-by contraído con el Fondo, entre otros pasivos. En 2022 los vencimientos ya comprometidos por la Argentina llegan a los 57.197 millones de dólares, y en 2023 la Tesorería deberá hacer magia para conseguir los 49.982 millones de dólares destinados al exterior.
La deuda pública bruta argentina en 2015 (último año de Cristina como presidenta) había descendido al equivalente al 37,6 por ciento del PBI, pero luego de los primeros tres años de la administración Macri, el año 2018 finalizó con un endeudamiento del 105,5 por ciento del PBI, según la UMET.
La Universidad estimó que la deuda actual es “uno de los grandes motores de la crisis” porque “agobia a la sociedad y puso límites al apoyo externo recibido, que hoy depende exclusivamente de la gerencia del FMI y de Donald Trump”.
El informe definió la situación actual argentina como de “descalabro macroeconómico y financiero, con niveles inflacionarios por las nubes, una economía en recesión, un mercado interno destruido, una economía reprimarizada y una devaluación acumulada del 288 por ciento“.
Macri y el FMI tenían (o tienen) la intención de llevar adelante una reforma laboral, ya que como ha dicho el actual presidente, “hay que achicar los costos de la producción y los costos laborales son un costo más”.
Macri y el núcleo duro de su gobierno esperan revertir en los próximos comicios su derrota de agosto. Los días a recorrer hasta las elecciones del 27 de octubre podrían ser tormentosos en términos políticos y económicos, y quizás la tempestad se prolongue hasta diciembre .
Por William Puente
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