El Senado de los Estados Unidos no pudo anular el pasado jueves 2 de mayo el veto del presidente Donald Trump a una resolución legislativa que exigió a la Casa Blanca detener su respaldo militar a Arabia Saudita en la despiadada y silenciada guerra contra Yemen. La votación (53 a 45) no alcanzó los 67 votos necesarios para derribar el veto presidencial, por lo que Washington continuará ayudando a sus aliados sauditas de la coalición bélica que también integran otros ocho países árabes mayoritariamente sunitas, entre ellos los Emiratos Árabes Unidos, en un conflicto que, según Amnistía Internacional (AI), desde 2015 ha causado la muerte de casi 10.000 civiles, ha provocado que 394.000 niños y niñas menores de 5 años sufran malnutrición, que 2,2 millones de personas hayan sido obligadas a huir de sus hogares a causa de los combates y que 22 millones necesiten ayuda humanitaria.
Yemen es un país de 28 millones de habitantes situado al sur de la península de Arabia, con costas sobre el mar Arábigo, el golfo de Adén y el mar Rojo, sacudido por una guerra civil inacabable y atacado por la coalición que encabeza Arabia Saudita, interesada en derrotar a los rebeldes hutíes que enfrentan a las fuerzas leales al presidente Abd Rabbuh Mansur al Hadi, a su vez apoyado militarmente por los sauditas desde 2015.
Arabia Saudita y Estados Unidos temen que un triunfo de los hutíes proporcione en Yemen un punto de apoyo a Irán, rival regional y país mayoritariamente chiita.
Lo curioso es que esta guerra goza de un cómplice silenciamiento por parte de la prensa internacional y de muchos gobiernos, a pesar de haber sido denunciada por organismos internacionales por su crueldad, por las permanentes violaciones a los derechos humanos de la población civil, por la muerte de al menos 85.000 niños menores de cinco años debido a desnutrición grave -según un informe de la ONG británica Save the Children-, y en un país asechado por las enfermedades y la hambruna por el bloqueo aéreo y terrestre impuesto por la alianza saudita, Aunque es permanente noticia por el horror que allí ocurre, Yemen no está a diario en los titulares de los cotidianos o en las pantallas de la televisión, como sí lo han estado, por ejemplo, los conflictos de Irak o de Siria.
¿Quiénes proveen las modernísimas armas utilizadas por los ejércitos de la coalición encabezada por Arabia Saudita? Por supuesto, son los Estados Unidos y varios países europeos, los mismos que suelen rasgarse las vestiduras por las “crisis humanitarias” en otras regiones y que se especializan en hacer apelaciones al “diálogo” y la “paz” cuando utilizan las tribunas de foros internacionales.
¿Los traficantes de armas no quieren que la publicidad sobre la tragedia yemení les arruine su negocio y/o los gobiernos implicados no desean tener sobre ellos el ojo de la opinión pública mundial?
En el Senado de los Estados Unidos, el demócrata Chris Murphy, integrante del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara Alta, advirtió la semana pasada que si su país sigue colaborando “en la campaña militar con los sauditas sin ejercer ninguna presión concreta para llegar a una solución política, seremos cómplices con ellos» y recordó que ”un cuarto de millón de personas en Yemen están amenazadas de muerte en los próximos meses por hambruna, enfermedades y desnutrición debido a la campaña militar de la que formamos parte». Pero no logró sensibilizar a la Casa Blanca.
LOS “PACIFISTAS” VENDEN ARMAS
Estados Unidos, Gran Bretaña Francia y otros países europeos suministran armas a los miembros de la coalición saudita desconociendo convenios como el establecido por el Tratado sobre el Comercio de Armas de ámbito global para los Estados partes, o la normativa de la Unión Europea y la legislación nacional. Amnistía Internacional dijo en un informe que los Emiratos Árabes Unidos “se han convertido en un importante canal de distribución de vehículos acorazados, sistemas de mortero, fusiles, pistolas y ametralladoras, que se están desviando ilegalmente a incontables milicias acusadas de crímenes de guerra y otras violaciones graves de derechos humanos”.
Entre 2015 y 2016, los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña vendieron a Arabia Saudita armas por un valor superior a los 5.000 millones de dólares, según AI.
Investigaciones publicadas en Bruselas por Le Soir, VRT, Bellingcat, Lighthouse Reports y otros órganos de prensa, revelaron que vehículos blindados belgas Piranha LAV-25, fusiles automáticos FN F2000 y aviones de caza producidos por Bélgica han sido utilizados en Yemen por Arabia Saudita.
Despúes de ocurrido el asesinato del periodista saudita Jamal Khassoggi, quien escribía para The Washington Post y que presuntamente el 2 de octubre de 2018 fue descuartizado en el interior del consulado de Arabia Saudita en Estambul (Turquía), la zona de Valonia de Bélgica que exporta mayoritariamente armas a Arabia Saudita anunció que ya no habría nuevos acuerdos con ese país. Pero el grupo de periodistas de investigación que inspeccionó los documentos del puerto de Anvers de donde se efectúan las exportaciones, descubrió que este año fueron realizadas exportaciones de equipos militares al país árabe en tres oportunidades.
El miércoles 8, la ministra de Defensa de Francia, Florence Parly, admitió en declaraciones al canal de televisión BFMTV que se despacharía a Riad “un cargamento de armas en aplicación de un contrato comercial”, en el buque saudita Bahri Yanbu que llegaría ese mismo día al puerto de Le Havre. El gobierno del presidente Emmanuel Macron ha insistido en que de acuerdo con las informaciones a su disposición, el arsenal francés en manos de los sauditas en la guerra de Yemen solamente es usado “en posiciones defensivas”, pero no en la línea de frente. Sin embargo, Radio France reveló recientemente un informe de la inteligencia militar francesa según el cual las armas vendidas por Paris a Arabia Saudita y a Emiratos Árabes Unidos -entre las que se cuentan blindados Aravis, helicópteros Cougar y Dauphin, cañones Caesar, tanques Leclerc, cazas Mirage 2000-9, radares Cobra y fragatas Makkah- son empleadas en las ofensivas contra los rebeldes hutíes en Yemen.
EL SUFRIMIENTO DE LOS POBLADORES
Los hutíes (o huzíes) son un grupo insurgente del norte del país, de origen islámico y perteneciente a la rama predominantemente zaidí chiita (aunque también incluye sunitas), que se levantaron en armas contra el gobierno de Yemen, y que se autodenominan Ansarolá, que significa “Partidarios de Dios”. Son “huzíes” porque fueron originalmente organizados por un jefe tribal llamado Husein Badredin al Huzi, quien encabezó la primera insurrección.
Las revueltas populares estallaron en Yemen en 2011 -como parte de los levantamientos en toda la región durante la denominada “primavera árabe”- y produjeron la caída del gobierno autoritario del presidente Ali Abdullah Saleh, quien ejerció el poder durante 33 años. El Poder Ejecutivo fue ocupado por el vicepresidente Abd Rabbu Mansour Hadi, quien convocó a una Conferencia de Diálogo Nacional, pero no tomó en cuenta reivindicaciones socioeconómicas o regionales y al cabo de dos años fracasó.
Los hutíes consolidaron sus posiciones, se hicieron cargo de la gobernación de Saada y la zona sur del país y en septiembre de 2014 tomaron posiciones de las fuerzas armadas en la capital, Saná. El entonces presidente Hadi y sus colaboradores huyeron y los hutíes hicieron una extraña alianza con el ex presidente Saleh, su enemigo jurado de antaño, pero en 2017 volvieron a enfrentarse y lo ejecutaron. Haidi llamó en su auxilio a Arabia Saudita que inició su intervención militar en marzo de 2015.
AI ha denunciado que todos los bandos cometen abusos y violaciones de derechos humanos y un Grupo de expertos internacionales y regionales de la Organización de Naciones Unidas (ONU) concluyó en que todas las partes en el conflicto podían ser culpables de crímenes de guerra, actuando con absoluto desprecio por las vidas de civiles. Arabia Saudita y sus aliados lanzan indiscriminados bombardeos aéreos contra viviendas, escuelas, hospitales, mercados y mezquitas. El 8 de octubre de 2016, por ejemplo, la aviación saudita lanzó un ataque aéreo sobre una multitud que asistía a un funeral en Saná y dejó más de 100 muertos y 500 heridos.
Estos episodios se reiteran permanentemente. El pasado sábado 27 de abril, siete personas murieron durante un ataque aéreo en la provincia de Al Dhale, en el sur del país. Todas las víctimas, cinco hombres y dos mujeres, pertenecían a una misma familia y fueron asesinadas en el distrito de Qataba.
Por si fuera poco este permanente sufrimiento de la población, Arabia Saudita ha impuesto un bloqueo a la entrada en Yemen de productos y ayuda esenciales como alimentos y suministros médicos, mientras que los hutíes obstaculizan el movimiento de ayuda humanitaria dentro del país, por lo que la población civil tiene dificultades para acceder a servicios básicos y necesarios, como alimentos y agua potable, y los hospitalees están a punto de dejar de funcionar por la falta de combustibles y medicinas.
Por William Puente
La ONDA digital Nº 901 (Síganos en Twitter y facebook)
(Síganos en Twitter y Facebook)
INGRESE AQUÍ POR MÁS CONTENIDOS EN PORTADA
Las notas aquí firmadas reflejan exclusivamente la opinión de los autores.