Desde Chile – Que veinticinco años no es nada, que febril la mirada, y ya vamos para eso desde que los alemanes se comieron el Berlín kilométrico que, en un esfuerzo enorme, los iluminados habían logrado cocinar en torno a su ciudad.
Ah, pero qué gran e irrefutable triunfo del mundo libre, bonachón, amable, padre, madre y dulce abuela, panacea universal para los males del hombre (y la mujer también, of course).
Nada como un Berlín empolvado de libertad y relleno de crema pastelera para que seamos todos hermanos y dejemos de sufrir de yugos extranjerizantes.
El viejo, bello y generoso capitalismo triunfando sobre las desalmadas huestes de Europa del Este, bandas de hunos en desbande, tropas rasputinescamente eslavas amenazando al mundo libre, guerra indecorosa de ideas, ideas indecorosas de guerras, armando escenarios en otros lados para probar sus bélicos juguetes, afganos y africanos, árabes e israelitas, total mientras se mueran más allá de nuestras fronteras, I live my american way of life, riéndome de los peces de colores y con un biscocho, hasta la guerra de mañana a las ocho.
Muchos dijeron ese año: GANAMOS, incluso en nuestra larga y delgada banda uniformada de guerra de la época, ganamos y yo no logré entender la profundidad de la palabra.
¿Qué tendremos que ver nosotros con los alemanes, con el triunfo del capitalismo sobre los países (malvadamente) comunistas?¿En Chile ganamos porque los alemanes botaron el Muro?, me pregunté entonces y me seguía preguntando hasta hoy.
Y me demoré apenas veinticinco años, mientras las nieves del tiempo platearon mi sien, en lograr la conexión y ver en abismante profundidad que la historia de la humanidad es una sola, que gira en círculos y que nosotros, a pesar del color de nuestro pelo, nos hemos ido emparentando con los alemanes.
A saber:
Los alemanes y los ingleses pertenecen al grupo anglosajón, y nosotros somos los ingleses de América Latina,
Nos gustan los kuchenes y los lomitos de la Fuente Alemana, las chuletas Kaiser y el chucrut,
En cualquier panadería te venden berlines solos, con mermelada o con crema pastelera (¿mejor indicio?)
Estamos llegando al nivel de cerveza per cápita de ellos, aunque nos faltan algunos litros aún,
Según las estadísticas, trabajamos como ellos, mejor aún, muchas más horas que ellos.
En definitiva: somos alemanes, independientemente de que hablemos castellano (aunque varios no lo sepan), que estemos en Sudamérica y que no produzcamos ningún valor agregado digno de mencionarse.
Sin embargo, no logro cuadrar el círculo, ya sea el del triunfo del capitalismo sobre el socialismo, o la germanización de los chilenos, o en qué nos benefició este acontecimiento y qué relación tiene el muro de Berlín con los cuatro y un tercio gobiernos de la Concertación.
Y las respuestas a las preguntas anteriores son:
La gran falacia es que haya habido un triunfo de los Otros sobre los Hunos ya que simplemente el sistema intramuros se derrumbó solito, huachitos, sin necesidad de empujones y zancadillas externas. ¿Cómo así? Así no más fue: se cayó porque los “grandes hombres”, el Consejo de Sabios de los Secretarios Generales, autorreferentes, excluyentes por principio de cualquiera que no tuviese la capacidad física, más bien familiar y partidista, de ver la vida tan claramente como ellos, con el convencimiento absoluto de ser los únicos depositarios del legado de Marx, Engels y Lenin. Los demás pasaban a ser, simplemente, un ente productivo que engrandecería el mundo a punta de ser nuevo y bien intencionado, pero bajo las líneas de los ILUMINATI. Y la verdad es que la gente de esos países, mayoritariamente , creían en el socialismo, en la igualdad, en la educación y la salud gratuita, pero en el socialismo de verdad, no en uno para Faros de Alejandría, capaces de iluminar por sí solos el universo. Pero además, les daba en la mitad de las verijas la poca renovación de rostros, de ideas, la poca confianza en sus capacidades eleccionarias, en un sistema mononominal ( casi igual al binominal), en los constantes usufructos particulares de algunos políticos y empresarios en las elites del poder real (Ojo, no es Chile aún, cualquier coincidencia es de adrede), en definitiva hablar a nombre de la gente, poniendo sus ilustres posaderas, precisamente, en la cara de ellos, y es por eso que el muro se cae, porque sus dizque dirigentes no creyeron en los que representaban o decían representar. En resumen, no se mande el capitalismo las partes de un triunfo; el triunfo fue de la estupidez y la poca fe en los que les pagaban el sueldo.
Como se ve, no se ve o no se puede ver, estando tan cercanamente lejos de nuestros ojos, la germanización chilena es otra mentirilla piadosa, que se pilla en algunas cosas rápidas: en Alemania no se puede comer en ninguna parte lomito completo, ni siquiera saben que existe, trabajan 35 horas a la semana y producen infinitamente más en un mes que lo que nosotros hacemos en un año, ellos son arios, y nosotros rarios, sus derechos individuales limitan con los del vecino y los nuestros empiezan por los del vecino, en fin, no vamos en ninguna.
En mi humilde opinión, lo del muro no nos benefició en nada, al contrario, salimos perjudicados. Es cosa de ver la cantidad de “progresistas” que brotan como el musguito en la piedra, lateándonos con sus monsergas sin sentido en nombre de un futuro sin pasado, o, mejor aún, la superioridad moral, intelectual , económica y religiosa de los adherentes al bando de los que gritaron Ganamos, sin tener idea de lo que hablaban. Pero hoy esos son los que la llevan, los que pagan sueldos bajos y a veces miserables, pero que se llenan la boca en nombre de la responsabilidad social y el progreso, siempre que sea con la plata de otros y no la mía y si a estos les sumo los que lloraron por el Berlín empolvado del cual comieron por años y en nuestra perversa y cruel época actual reniegan y también se emocionan hasta las lágrimas por haber sido triunfadores del bien sobre el mal , es que me queda el pie forzado al punto final.
¿En qué se parece el Berlín a nuestra política? En nada y en todo. No quiero repetir el punto “1” completo, pero la autorreferencia, el ser único iluminado, el pasar el sonrosado trasero por la cara del país, el poder por el poder, los díscolos niñitos y no tan niñitos angustiados porque los antiguos no los dejan mamar de las dulces ubres del poder, o sea me discolo si no me das y me disciplinócolo si me das. El calmante a la vena en aras de un futuro mejor, no para ahora, sino que para después (me suena a conocido), cuando todos logremos el nivel de elevación espiritual que nos ponga a la altura de las circunstancias , pero sin hablar de lo que nos interesa que son la igualdad amplia, la de la educación, la de la salud, la de un voto un elegido, no la mezcolanza dulzona del socialismo arrepentido con el mercado duro y puro, total qué más lindo que un país embrutecido por la nueva norma digital, y el salario te lo corto y corto igual. Que no digan que no se les avisó, la historia es redundante y sólo los obnubilados, sinónimo de iluminados, no son capaces de prever que se repetirá y que si no es en esta vuelta, para la próxima de todas maneras será y sin el Colorín colorado, este cuento se habrá concertacionadamente acabado y de nuevo tendremos que soportar a don Pinheraz, sin llanto de verdad por el rico poder dejado atrás.
Por Ricardo Farrú
Director del elpilin cl
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