Eduardo Larbanois: «Por suerte todos somos iguales y distintos»

Tiempo de lectura: 13 minutos


por Walter Cruz

En su casa –ubicada en la zona del Parque Batlle en Montevideo- Eduardo Larbanois despide a una de sus alumnas, al tiempo que espera la llegada de sus pequeños hijos de la escuela. 

En el entretiempo va desgranando recuerdo y anécdotas de su vida como cantor popular. El tacuaremboense denota poseer una gran cultura, al tiempo que por su forma de expresarse, por sus dichos, conserva las costumbres de hombre del Interior. Tiene en su haber una carrera artística de más de 30 años, alternada como solista eventual y como integrante del dúo Los Eduardos –antes- y ahora de uno de los binomios más populares y emblemáticos del Uruguay junto al duraznense Mario Carrero. Recuerda con gran cariño a sus maestros de ayer y de hoy. Y enfatiza que ningún partido tiene una política para la cultura.  

Eduardo se siente feliz: su trabajo le ha permitido sentir a flor de piel el afecto del público uruguayo y del de otros países. En estos momentos se encuentra preparando un disco instrumental y una gira con Mario Carrero, que los llevará a varios países europeos. 

ENTRE LA MÚSICA ACADÉMICA DE SU BISABUELO BELGA Y EL CANTO MURGUERO DE SU PADRE

– ¿Dónde nació, como fue su infancia?
– Nací en la ciudad de Tacuarembó, en la casa de mis abuelos, el 1º de agosto de 1953. Viví allí muy poquito tiempo, después nos mudarnos a un barrio en el que también estuvimos poco tiempo. Cuando tenia dos y medio o tres años nos establecimos  cerca del estadio Goyenola. Hasta los 20 viví en esa zona.

En unos departamentos que había construido INVE –o sea el Instituto Nacional de Viviendas Económicas-  que era un muy buen proyecto. 

– Sus padres ¿qué hacían?
– Mi padre, “El Yeye”, pintor de letras y funcionario de la empresa de transporte ONDA, cantor de murgas, hombre que hace cometas. Mi mamá Aracelia Santa Marina, ama de casa. Los dos fueron fundamentales en el desarrollo de mi carrera. 

Mi padre desde su trabajo como pintor siempre me dio  mucho estimulo para ser dibujante. Yo dibujaba ya antes de hacer música y me destacaba en la escuela. Me gusta, es una cosa que quedo ahí, lo sigo haciendo aunque nunca me  formé. Creo que en definitiva el arte te sensibiliza para todas las disciplinas. 

– Como murguista ¿su padre que influencia tuvo en su formación musical?
– Sí, tuvo influencia, mi padre fue fundador de murgas con sus  hermanos, pero esta tradición  la traemos de mi bisabuelo que fue fundador de la Banda Municipal de Tacuarembó. El viejo vino de Bélgica, murió muy joven… 
 

– ¿Un bisabuelo belga y músico?
– Exacto. Y mi abuelo siguió la tradición. Era instrumentista de vientos; tocaba el saxo, el clarinete y también integro la Banda Municipal de Tacuarembó.

La Marcha de Tacuarembó que abre y cierra la emisión de una radio de allá, la compuso él. Es una marcha muy linda, tipo militar y forma parte de la identidad de mi pueblo. O sea que por el lado de mis abuelos vino la música más académica y por el de mis padres la música popular. 

Mi madre sigue cantando mientras cocina, cuando anda haciendo cosas, siempre anda cantando. Recuerdo que a ella le gustaba mucho la música de Javier Solís, Miguel Aceves Mejía, o sea el melódico de aquella época, el bolero, ¿no? 

Y un hermano de mi mamá –viniendo de una familia muy arraigada en la vida campesina- sin embargo agarró para la parte universitaria. Fue contador, es mi padrino, un tipo muy querido y es el que me acercó por primera vez a los discos. El primer tocadiscos que vi en mi vida me lo hizo escuchar él, me enseñó, me enseñó a manejarlo y me permitía escuchar cosas que a él le gustaba mucho como la ópera. Y por supuesto Gardel y los primeros discos del folklore argentino, Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Horacio Guarany.

Hace poco me encontré con Horacio y le decía que el primer cantor popular que había visto era a él. “Estarías en pedo, porque hay que escucharme a mí”(risas) 

– O sea que la música siempre estuvo presente, incluso desde niño.– Claro y cuando terminé la escuela y empecé el liceo empecé realmente a hacer música. Me conocí con Eduardo Lagos. 

UN TRIO QUE ERA UN DUO

– Con el que formó el dúo Los Eduardos
– Que en realidad era un trío.

– ¿Un dúo que era un trío?
– Con otro compañero de clase que se llamaba Carlos Eduardo Alvarez, que se arrugaba y nunca iba a las actuaciones (risas). Entonces ahí quedó el dúo Los Eduardos, con el que trabajamos unos diez años, recorrimos bastante el país, alguna provincia argentina y el sur de Brasil. Grabamos tres discos: dos en Ayuí –hoy Tacuabé- y otro en Sondor. Hasta que pasamos a formar el dúo Larbanois-Carrero, cuando nos conocimos con Mario. Lo conocí en Paysandú, yo iba con el dúo Los Eduardos y él como solista. Nos reencontramos en Montevideo allá por el ’76, donde yo estaba cumpliendo una breve etapa como solista. Participé en más de cien discos de música uruguaya. Con casi todos los cantautores nuestros tuve el privilegio de grabar, de hacer arreglos, participar como guitarrista en sus discos. Lo sigo haciendo porque siempre me gustó la música instrumental.
 

– ¿Con quién estudió música?
– Con muy buenos maestros y una de las cosas que le debo a mi madre es la exigencia. Cuando terminé primer año de la escuela me regaló una guitarra y me dijo “vas a estudiar en serio o no vas a estudiar nada” (risas). Me mandó a la Escuela Municipal y allí conocí al maestro Domingo Albarenga en Tacuarembó, que fue la base fundamental, porque si tenés un buen maestro de entrada después el camino se hace muy llano. Allí estudié las bases teóricas y las primeras cosas en la parte técnica. Albarenga venía de una buena formación con Carlevaro, con Antonio Pereira Arias y nos trasmitió todo eso. Era un maestro muy joven, pero muy metódico lo cual para mí fue muy importante. 

¿Sigue estudiando?
– A partir de allí no paré hasta hoy. Pero tuve la desgracia de perder uno de mis más grandes maestros que fue don Abel Carlevaro, con quien nos habíamos reencontrado en los últimos años con una relación muy linda, más allá del maestro-alumno.

Me vine a Montevideo y seguí estudiando en el NEMUS con Magdalena Gimeno, Miguel Marosi, que fueron maestros invalorables.

Después estudié con Lola Gonella de Ayestarán, esposa de don Ramón Ayestarán, un concertista. 

– Pasemos de lo instrumental al canto.
– Paralelo a eso estudié canto con maestras como Marta Sánchez, Estela Ibarbouru -la mamá de Estela Magnone y de toda esa barra de Magnone que son excelentes músicos-, armonía la hice con Marino Rivero, con Clisich y también canto con Nelly Pacheco. Y en los últimos tiempos con Sara Dufau. Soy imparable en la cosa, me gustaría seguir estudiando pero no me da ni el tiempo ni las posibilidades económicas. Porque yo aspiro a estudiar con maestros que son muy costosos. Mi formación siempre fue particular.
 

EN LA PRIMERA ACTUACIÓN LE DIJERON QUE HABIAN CANTADO MUY MAL

– ¿Recuerda su primera actuación pública?
– Fue en Canal 7 deTacuarembó. Ah, no, pará. La primera, la primera es medio graciosa. Hay un señor, pariente lejano, que regenteaba una cantina en el Parque Rodó de Tacuarembó. Nos contrata para ir a cantar. Fue una de las pocas veces que actuamos los tres Eduardos. Esas relaciones lejanas, pero más o menos familiares, le dan cierta confianza al comprador. Lo cual cuando terminamos nos dijo que no nos iba a pagar, porque habíamos cantado muy mal (risas). Fue mi primer choque con los empresarios. Nos había dado un pedazo de asado y consideró que con ello ya estábamos pagos.
 

– ¿A partir de allí?
Fueron muchísimas actuaciones, recorrimos bastante el país con Los Eduardos. Y por cierto posteriormente con Mario Carrero no hay rincón en el Uruguay donde hayamos cantado hoy día. Y en muchos países del exterior.

Quisiéramos mucho más, pero vos sabés que es más difícil para los latinoamericanos viajar en América que a Europa o los Estados Unidos. Es más fácil ir a Australia, Canadá que a Bolivia o una provincia argentina como Neuquen. 

– ¿Ustedes sólo hacen música uruguaya?
– No, el “Zumba que zumba” – la nuestra canción emblemática- es de origen venezolano. Es una forma de payada que tienen en Venezuela. La versión que nosotros tomamos fue recopilada por Soledad Bravo y mirá vos lo que es el gesto noble que nos ha dado herramientas para este oficio. El “Bocha” Benavides –que es un autor de canciones- nos acercó esta que no es de él. Muy generosamente siempre ha buscado aportar lo menor para cada uno y en un momento nos llamó y nos dice, “hay una canción que les vendría muy bien, pruébenla” y nos pasó el “Zumba que zumba”. Así como muchas, porque cuando uno es compositor generalmente quiere que canten sus canciones. Y el “Bocha” en eso ha sido muy generoso, muy abierto y nos ha enseñado justamente a ser muy críticos de nuestros trabajos. En lo que a mí concierne, Benavides ha sido mi padre intelectual, un referente permanente desde Tacuarembó. En todas las áreas: en la música, en la literatura, en la pintura… 
 

– Y además de los pagos de Gardel…
– De los pagos de Gardel. Los uruguayos tenemos una deuda muy grande con el “Bocha”, como así también con Ruben Lena y todos los cantores populares de la década del 60. Yo que sé, te ponés a hablar de Don Osiris Castillo, Aníbal Sampayo, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Los Olimareños, José Carvajal. Es innumerable la gente con la cual nosotros hemos alimentado nuestra obra.
 

– ¿Cómo se inspira para componer un tema?
– Por cierto como país  -donde las comunicaciones son hoy tan inmediatas- y también como país que fue formado por culturas diferentes, tenemos una forma de recepcionar las influencias de todas las músicas del mundo. Cuando me pongo a hacer una música o componer una canción no me preocupa si el ritmo es autóctono o no. No me interesa.
 

– “Canciones de Santa Marta”, ¿puede ser un ejemplo de esto?
Sí, es una ranchera. La ranchera viene de la mazurca, la mazurca viene de Polonia. Por lo tanto cuando se habla de folklore acá hay mucha gente que lo hace muy rápidamente sin saber. Nosotros en todo caso lo que tenemos es una cultura aluvional, donde vinieron diferentes culturas que formaron un crisol que termina siendo lo que hoy día es la identidad de Uruguay. Una mezcla de cosas, una especie de salsa que sale una cosa uruguaya. Ese es el resultado de nuestra obra: somos una mezcla y no desautorizamos eso. Al contrario, la disfrutamos. Nosotros crecimos escuchando todo lo que te nombraba antes uruguayo, pero también a los Beatles, los Rolling Stone, Simón y Garfunkel, Bob Dylan y todos los brasileños que vinieron de Bahía. Caetano, Gilberto Gil, Rita Lee. Eso nos ha atravesado y no nos preocupa lo que sale. No solamente al dúo, a mí tampoco. Porque yo también me dedico a componer música instrumental. Ahora estoy preparando un trabajo para un disco solamente de guitarra. Igual voy a invitar a algún músico de saxo, contrabajo, violín y algún percusionista.
 

“LO NUESTRO FUE COMO UNA CARRERA DE POSTAS”

– ¿Ustedes son fundadores del movimiento del Canto Popular Uruguayo?
– Esto es como una carrera de postas. Recogimos la posta de aquellos que fueron prohibidos.

¿Y a ustedes por qué los permitieron?
– Porque no nos conocía nadie todavía (risas). Claro después en alguna medida nos habíamos hecho parte muy activa en todo lo que tenía que ver con única expresión popular. Allí en los espectáculos la gente se nucleaba, más que para escuchar música, para juntarse, para darse un poco de ánimo y ¡vamos arriba!. Fuimos privilegiados, fuimos portavoces de nuestro pueblo.

– Cuando la vuelta de la democracia, ¿los que volvieron los taparon a ustedes?
– No, creo que no. Zitarrosa –por ejemplo- dijo que quería saber si su canción seguí vigente para poder seguir cantando. Porque sabía que la canción popular uruguaya en ese momento era otra. Creo que fue el único que comprendió realmente que regresaba a otro país.- Hubo gente que no entendió eso. Que creía que venía a recoger los fueros. 

Acá era otro país y Alfredo lo tuvo claro. Nos escribíamos permanentemente en el exilio. Nos mandábamos casetes, hablábamos mucho con Alfredo y él entendía eso. Que la canción que estábamos haciendo en Uruguay era muy distinta a la que ellos habían hecho, porque era otra realidad. Inclusive creo que no debe haber castigo más grande que el exilio. 

– Para los griegos el exilio era peor que la pena de muerte.
– Pero y claro. Por eso los griegos te aplicaban el exilio, porque vos quedás aislado. Concretamente cuando vos te vas dos meses y cuando volvés te encontrás con otro país. Por más que sea el tuyo, que tengas todas las raíces. En esos dos meses no viviste un montón de cosas que pasaron. Llegás y te encontrás con un dicho nuevo generado por alguna situación particular. Y te pasa en un pueblo chico. Hoy día voy a Tacuarembó y hay mil cosas que son extrañas. Por tanto me encuentro con gente conocida de hace muchos años y son otras personas. Físicamente la ciudad está distinta y hay cosas que han sucedido allá que yo no me he enterado. Entonces soy como un exiliado dentro de mi pueblo. Pero obviamente quedan aquellos recuerdos que lo nutrieron a uno, que le dieron las herramientas para desarrollar un oficio, están allí prendidos.  

– ¿Cómo era aquello de que en los pueblos todos son iguales y todos son distintos?
– Por cierto y eso es lo que enriquece. Cuando voy a otro país quiero ver como es ese país. Qué cosas puedo aprender del mismo, porque sería muy aburrido que viajara y fuera igual que el mío. Es absurdo, pero nosotros somos tan poco creativos en esa área. Digo nosotros pero no asumo culpas que no tengo. Vienen los argentinos a nuestro principal centro turístico, que es Punta del Este, y les llevamos artistas argentinos. Es la oportunidad de mostrarle lo que hacemos los uruguayos, pero no. Los traemos para que se sientan en su casa. Y los nuestros no son locatarios ni acá. A mí me parece que a los argentinos les gustaría ver qué hacen, qué saben los uruguayos. Pero a Uruguay viene un artista extranjero y ni se entera que acá tenemos músicos. Además los empresarios se encargan de tenerlos encerrados. Yo si voy a otro país me gustaría conocer sus artistas, porque indudablemente voy a establecer lazos que no se dan a través de otros elementos oficiales.

El periodismo mismo cuando viene un artista extranjero, vos está al lado, te dan un codazo y lo atienden al extranjero. Es una gran costumbre que pase eso en las grandes áreas de los medios de comunicación y de los sectores políticos que deberían generar una cultura un poco más camisetera. No chovinismo.

Acá viene un artista de otro país, a vos te ponen y te dicen telonero. Y me niego, no soy telonero de nadie, en todo caso soy un anfitrión. Como uruguayo voy a recibir con mis canciones a fulano de tal que viene del exterior.

Pero el telonero es el que corre el telón. Que es tan necesario como el cantor, pero es otra tarea. Yo no voy a correr el telón a nadie porque mi tarea es cantar.  

“NINGUN PARTIDO TIENE UNA POLÍTICA CULTURAL”

– ¿Ustedes sienten que cuentan con el apoyo e la Intendencia de Montevideo, del Ministerio de Educación y Cultura?
– Las cosas han mejorado en los últimos tiempos a raíz de golpear tanto y por necesidades propias. Creo que ningún partido tiene una política cultural. Si todos consideran que la cultura es un adorno, están despreciando –y lo digo con absoluta certeza- uno de los rubros de exportación de primera línea.

Porque los uruguayos tenemos premios internacionales en todas las áreas: en la música, la pintura, la literatura. Y los medios no le dan el espacio que les corresponde. Yo recuerdo que cuando el Premio Cervantes lo obtuvo García Márquez, al llegar a Colombia fue recibido por una multitud como si fuera un campeón mundial de boxeo.

– ¿Y acá?
– Mario Delgado Aparaín ganó el Premio Cervantes hace unos años. Y bueno, se le hizo una reunión en la Junta Departamental porque allí hubo gente que se interesó por el tema. Nosotros fuimos a cantar para recibirlo a Marito porque era un orgullo para nuestro país. Ahora sacó el Premio Rulfo y también. Pero debería ser recibido con banderas en el aeropuerto.

Y tenés un ejemplo muy claro: Inglaterra el primer rubro de ingresos que tiene es la música popular. Y por eso ahora son tan celosos del derecho de autor. 

– ¿Y nuestras embajadas qué hacen?
– Acá los artistas son usados nada más. Pero eventualmente vos tenés la posibilidad de colocar un producto uruguayo en el extranjero y hacer un encuentro en la embajada y de fondo te ponen a los Beatles. O peor, porque por lo menos los Beatles es música. El servicio diplomático tiene un gran salario, personal y la tarea que debería realizar es difundir la nuestra cultura en el país conde estén. Es absurdo que venga Billy King y yo vaya a recibirlo tocando blues o que Billy King venga a tocar candombe. O que yo vaya a Alabama a interpretar blues. Me parece absurdo. Lo que tenemos nosotros es lo que ellos no tienen y que sí les gustaría conocer. Porque son esas diferencias que unen.
 

– ¿Cómo ve la música en estos momentos?
Veo una gran polarización. Por un lado una mediocridad tremenda, poco compromiso profesional en los textos. Usar textos funcionales, no preocuparse por la calidad de una canción, ir a lo que se vende rápido y muere enseguida. Y por otro lado gente muy laburadora, muy buenos músicos que no encuentran donde mostrar lo que hacen. Entre medio no hay mucho. Y mucha gente haciendo basura y los medioS apoyándolos.
 

“SI CON CARRERO NOS PUSIÉRAMOS SIEMPRE DE ACUERDO SERIAMOS FLOR DE ABURRIDOS”

– ¿Al dúo Larbanois-Carrero como le va, cómo es la relación entre ustedes?
– No es vanidad, pero creo que nos va bien en todos lados. Nosotros nos sentimos muy bien tanto en Montevideo, como en el Interior.

Procuramos hacer un espectáculo bien hecho. No ir a los pueblos, a los barrios con una actitud paternalista. Vamos así nomás que total… No. Al contrario en el lugar más lejano vos tenés que ser mucho más profesional que en un ámbito teatral. En el teatro tenés todo para ser profesional, en los demás lugares tenés que crearlo. Tener buen sonido, buenas luces y que la gente vea un espectáculo digno. La calidez de la gente es tan estimulante que te hace sentir cobijado en este país. Y con Carrero nos peleamos pero nos abrazamos (risas). Tenemos una relación muy buena con Mario, sobre todo de mucho respeto en el trabajo. Siempre tuvimos muy claro que con objetivos comunes vamos a ir para adelante. Y no vamos a subir a un escenario a mentir por razones económicas. Y no te digo que siempre nos pongamos de acuerdo con Mario. Por suerte porque si no seríamos flor de aburridos, ni nos hablaríamos, haríamos tal cosa y ya está (risas). 

– Carrero arriba del escenario y Larbanois abajo ¿Cómo los trató la dictadura?
– Ah, había que tener cuidado de no equivocarse. Había gente que creía que era muy fácil agarrar la guitarra y decir libertad y chau, ya estaba. El tema es que una expresión popular artística tiene que ser eso. Si no hay un fundamento cultural, profesional detrás, la cosa muere. Con Mario comento que me siento muy honrado, que podemos cantar canciones compuestas hace 25 años. Quiere decir que no fueron circunstanciales. Eran canciones que valían por sí mismas. La idea era darle a la obra lo que es: una obra con todo el compromiso que implica. 

– ¿Qué problemas tuvieron?
– Aparte de las prohibiciones sistemáticas, nunca sabías cuando ibas a cantar, si te dejarían. Terminabas casi siempre yendo a declarar a los servicios de inteligencia para qué era el espectáculo, cuánto cobrabas y si no cobrabas porqué era. Era una molestia permanente.
 

– ¿Les ocurrió que dejaran cantar a uno sí y al otro no?
– Una de las primeras prohibiciones era que yo no podía subir al escenario. Yo le dije al policía encargado que me leyera la nota, que era mi trabajo y que no podía dejar de cantar.
 

– ¿Entonces?
– Leí la nota y le dije que íbamos a cumplir con lo que decía. 

– ¿Y cómo cumplió?
– Hice lo que decía la nota: no subí al escenario, canté abajo (risas) y Mario arriba. Eran cosas bastante ridículas. Después fueron afinando la puntería. Si vos estabas ahí entre la gente y no podías cantar arriba del escenario, algo había pasado. La gente se daba cuenta y era peor.

Este trabajo se publico por vez en La ONDA digital 148

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