El gobierno junto con la oposición y los grandes empresarios aprovechan magistralmente el momento y nos meten otro golazo de media cancha. Anuncian concesiones nuevas, pero no tocan reservas internacionales ni resuelven problemas de conectividad en Chile. ¿Otro negociado más en contra del país y sus ciudadanos?
Hay un viejo cliché que dice que toda crisis es una oportunidad y la señora Bachelet lo usó en toda su extensión.
Mientras los escándalos de corrupción política sacuden todos los días a nuestro país y la casta política hace uso de todas sus mañas, artilugios y fuegos de artificio para zafar de la hediondez a como dé lugar, ella, impertérrita y oronda anuncia que se realizarán nuevos proyectos de infraestructura en el país por un total de US$ 2.000 millones para el periodo 2014-2018, a través de su cartera de concesiones. De esta forma, se elevará hasta US$ 12.000 millones el monto total comprometido para ese período.
Claro, este anuncio pasó casi completamente desapercibido para la ciudadanía, que está intoxicada con noticias diarias y permanentes sobre delincuencia común y la de cuello y corbata, que rompió por primera vez en años la costumbre de que los poderosos siempre esquivan el brazo de la ley, al caer presos los dueños de Penta por cohecho y corrupción.
Inteligente la señora Bachelet, inteligente la Nueva Mayoría y la Alianza, pero mucho más inteligentes los grandes empresarios chilenos, que ya se armaron de otro flor de negociado para las próximas décadas.
¿Por qué? se preguntará usted. Desglosemos un poco este generoso anuncio que traerá el esperado progreso a tantos rincones de nuestro esquilmado país.
Lo primero que llama la atención es que el avance en infraestructura, siempre necesario y siempre escaso, va, una vez más, en la modalidad de “concesiones”, que tan bien conocemos y que consiste brevemente en que los empresarios construyen unas carreteras de mediocre calidad y que en un corto tiempo quedan estrechas y saturadas, cobran precios exorbitantes por su uso, lo que asegura un rápido retorno de la inversión y ganancias más que jugosas por años con contratos leoninos siempre en contra de los ciudadanos.
Al gobierno no le “interesa” este negocio porque no es rentable y esos recursos se deben utilizar en proyectos sociales. Curioso que a un gobierno no le interese un negocio donde los privados obtienen altas ganancias. Más que curioso: un tanto extraño, por decir lo menos.
El estado tiene, al 31 de diciembre del 2014, reservas internacionales por USD 64,2 mil millones (Banco Central de Chile) que -según palabras de todos los “expertos”- están guardados para la época de las vacas flacas. Aún no salimos de varios años de vacas no flacas, sino que raquíticas y el gobierno, en vez de echar mano a esos recursos, de todos los chilenos, le regala más negocios calados a los privados. Los 12.000 millones representan un 18,6 % del monto acumulado a la fecha, pero hay que considerar que
No se sacarán de una vez
Las reservas internacionales no están descansando: hay montos invertidos y generando intereses y ganancias, por lo tanto aumentando.
Que las mismas ganancias de los privados en infraestructura vial podrían aumentar esas reservas durante muchos años
Una parte de estos nuevos montos a ser concesionados se destinarán a descongestionar la carretera que une Santiago con Valparaíso/Viña del Mar, ampliando algunos tramos de la ruta actual (la 68) y la construcción de una nueva carretera y túnel bajo la cuesta La Dormida, que pase por Olmué y conecte con la ruta ya concesionada que une el interior de la Quinta Región con el puerto.
O sea, que en apariencia todos ganan: Chile que se dota de nuevas y mejores carreteras, los privados que invierten en un huevo calado, los municipios por donde pasarán las nuevas carreteras ya que mejoran su conectividad, el transporte de mercancías desde y hacia el puerto de Valparaíso, las personas que serán expropiadas por el proyecto y que astutamente compraron parcelas en esos lugares, supuestamente los automovilistas que pagarán a precio de oro el poder llegar más rápido a su lugar de destino, el gobierno de turno que podrá exhibir aumentos en las tasas de empleo y así ganar votos para la próxima elección y suma y sigue.
Pero me llaman profundamente la atención dos temas relacionados con estos nuevos proyectos.
El primero es la insistencia en seguir generando monstruosas ganancias a un pequeño grupo de grandes empresarios nacionales y extranjeros a costa de privatizar un bien común como es el suelo nacional con el inentendible argumento que las reservas financieras internacionales no se pueden tocar, lo que es a todas luces un absurdo ya que para eso se guarda la plata de todos los chilenos: para gastarla en provecho de todos y no de unos pocos.
Lo segundo y que para mí es más grave aún, es el hecho de que el gobierno, en su afán de seguir siendo el vagón de cola de los grandes empresarios, es incapaz de dar una solución de futuro al problema de conectividad y transporte a nuestro país.
En todo el mundo desarrollado los problemas de conectividad van ligados al aumento de las líneas ferroviarias como transporte de pasajeros y como eficiente transporte de carga y acá vamos exactamente en la dirección contraria.
En Chile tuvimos hasta los años setenta uno de los mejores sistemas de ferrocarriles de América Latina, que llegaba a Puerto Montt, otra línea que iba al norte, ambas con numerosos ramales y existía el tren a Valparaíso.
Hoy nuestros trenes son un mero remedo de algo parecido a ese sistema de transporte, destruido durante la dictadura y con malos y vanos intentos de recuperar en su totalidad la línea al sur durante los gobiernos de la Concertación.
Entonces uno esperaría que la señora Bachelet, que tanto cacareó que para su segunda llegada al trono había aprendido la lección y escuchado a la “calle”, no siguiera profundizando un modelo de desarrollo que consiste en agudizar la desigualdad al regalar bienes públicos a privados en contra de los intereses de los ciudadanos y que, como si eso fuera poco, que insista en no mirar al futuro trayendo una parte de las reservas guardadas para ser destinadas a volver a tener un sistema de ferrocarriles que nos permita despejar carreteras disminuyendo tiempos y costos de viaje, así como generando un eficiente transporte de carga desde y hacia los principales puertos del país.
¿Qué intereses cruzan a este y a los anteriores gobiernos que tienen la cabeza puesta sólo en lograr un modelo de desarrollo en infraestructura a contrapelo de los que el sentido común y la experiencia indican y recomiendan?
¿A tanto llega el financiamiento de la política por parte de las grandes empresas que se ha tornado imposible lograr un desarrollo sustentable sin que ello implique negocios o directamente negociados privados?
¿O sólo es que ya el gobierno está tan empapado de la teoría y la práctica neoliberal extrema que no son capaces de darse cuenta de que el país no resiste más el modelo impuesto durante Pinochet y profusamente ampliado y profundizado desde el 90 en adelante?
Lo más probable es que la respuesta sea la suma de todas las anteriores y por eso tiraron el anuncio en un momento en que nadie lo iba a notar y, una vez más, la derecha en la oposición y la centro derecha en el poder –que “unidas jamás serán vencidas”- nos están metiendo un golazo de media cancha.
PD: Mientras escribo esto, aparece la noticia de que Bachelet acaba de firmar la ley anti colusión.
Entonces solo me queda preguntar: Señora presidente, ¿contempla su ley pena de cárcel efectiva para la colusión entre el gobierno de turno y los grandes empresarios, que atenta contra los ciudadanos, o eso queda expresamente excluido para poder seguir hablando con el lado izquierdo de la boca , mientras se sonríe hacia el lado derecho del bolsillo?
Por Ricardo Farrú
Director del Periódico elpilin cl
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