Orgasmo fingido

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Cada época ha tenido un ideal estético que se ve influenciado por la filosofía, que se comparte entre la poesía, la literatura y las artes plásticas.

La búsqueda de crear cánones de perfección o de belleza en el arte, se plantea y desarrolla durante la ejecución de la obra. Cada época ha tenido un ideal estético que se ve influenciado por la filosofía, que se comparte entre la poesía, la literatura y las artes plásticas. El ideal es una metáfora que se materializa en diferentes expresiones. El desnudo evolucionó durante siglos, están los cuerpos grecolatinos poderosos y atléticos; el sacrificio y la mutilación medieval; y la desbordante carne de las mujeres de Rubens. Dioses, santos o hedonistas, dentro de un cuerpo que muta con el pensamiento humano.

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En el siglo XXI tenemos una visión consumista, antifilosófica y antipoética del cuerpo. La publicidad, el cine, la televisión imponen un cuerpo deformado por operaciones estéticas, por inyecciones de botox o implantes de silicona que amalgaman seres que no tienen qué ver con el placer. Es una falsa sensualidad, racista, pro occidental y anglosajona.

El arte está imitando este criterio repitiéndolo en la pintura y en el dibujo. Artistas con talento y dominio técnico hacen obras idealizando personajes que tienen las mismas características impuestas por la publicidad. Recrear fotografías de revistas, rostros artificiales, cuerpos retocados con photoshop, arroja obras que carecen de interpretación, análisis y síntesis de la figura, que son una versión sobreactuada de un anuncio. El pintor que reproduce estas fotografías publicitarias no crea, memoriza una forma y la repite, en cambio, si pinta seres humanos reales tiene que estudiarlos y dibujarlos.

El artista es un observador constante que crea una ficción de la realidad humana, y parece que ahora están cegados, no ven a la gente en la calle, no viven su propio cuerpo, ni siquiera miran a su amante. Los desnudos de Lucian Freud, Jenny Saville, a pesar de ser profundamente humanos, dejaron de ser cuerpos para ser pintura, y esa evolución es imposible partiendo de las características del canon consumista. Para la publicad y los medios masivos una modelo plastificada sirve para vender un automóvil o el esperpento de una telenovela. Una revista es para usar y tirar, pero una pintura no, la conservas ¿para qué vamos a ver en un cuadro una imagen desechable? El arte debería ofrecer otra cosa al espectador y a la generación del pensamiento ¿Dónde está el deseo por el horror del Marqués de Sade o la gran barriga de Balzac desnudo que esculpió Rodin?

Los pintores que imitan a la publicidad delatan su temor al cuerpo, a sus pasiones, a sus vicios, al verdadero placer, se creen los anuncios, y literalmente, fingen un orgasmo creativo. Esto es parte de la deformación de lo que llaman “el buen gusto”, eso no existe en el arte, la creación de la belleza va más lejos porque es una propuesta intelectual, que a diferencia de la publicidad, no busca ser complaciente y se guía por sus propios parámetros. Pretenden tener “buen gusto” y hacen pinturas como calendarios creyendo que se van a vender.

Por Avelina Lésper
Crítica e investigadora de arte

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