Clinton, Atkinson, Stiglitz y la reducción de la desigualdad

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Al parecer, Hilary Clinton, la principal candidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos en 2016 está preocupada por la creciente desigualdad de ingresos y riqueza en EE UU. Recientemente ha consultado a Joseph  Stiglitz,  ganador  del  Premio  Nobel  de economía  y  autor  de  dos  libros  sobre  el  tema  de  la desigualdad.

Sin embargo, no se hagan demasiadas ilusiones de que un presidente de Estados Unidos haga algo sobre la  extrema  desigualdad entre ricos  y  pobres  en  América.  Entre  los  diez  principales  contribuyentes  a  su  campaña están JPMorgan Chase, Goldman Sachs, Citigroup y Morgan Stanley. Como Secretaria de Estado con Obama, Hilary Clinton presionó a gobiernos para que cambiasen sus políticas y firmasen acuerdos que benefician a las  corporaciones  estadounidenses como General Electric, Exxon Mobil,  Microsoft  y  Boeing. Clinton fue consejera del comité de dirección de WaltMarts entre1986 y 1992 y la firma de abogados en la que  trabajaba,  Rose  Law  Firm,  representó  a  la  corporación.  Durante  sus  tres  viajes  a  la  India  como secretaria  de  Estado  intentó  convencer  al  gobierno  indio  para  que  cambiase  su  legislación  proteccionista frente a grandes minoristas como Wal-Mart. Así  que  cualquier  cosa  que  Stiglitz  haya  aconsejado  caerá  en  oídos  sordos  si  Clinton  se  convierte  en presidenta en 2017. Pero demuestra que la desigualdad sigue siendo EL TEMA en la mente de la «izquierda liberal» y entre los principales economistas «progresistas». Tanto Stiglitz como Tony Atkinson han publicado nuevos libros sobre el tema, mientras que la OCDE ha hecho público un nuevo informe en el que defiende que el aumento de la desigualdad es perjudicial para la recuperación económica.

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La OCDE analiza 30 años de datos de sus países miembros  predominantemente  ricos  y  encuentra  que cuando el coeficiente de Gini, un popular índice para medir la desigualdad (un Gini de 0 significa que todo el mundo  tiene  exactamente  los  mismos  ingresos;  un  Gini  de  1  significa  que una persona  recibe todo los ingresos) aumenta, disminuye el  crecimiento.  Pero  ¿es  porque  la  desigualdad  perjudica  al  crecimiento,  o viceversa?

La  OCDE  utiliza  una  prueba  estadística  para  concluir  que  lo  primero.  La  OCDE  considera  que  una  mayor desigualdad  tiene  un  impacto  significativo  en  el  nivel  de  educación  relativo  de  los  diferentes  estratos  de  ingresos. Cuando la desigualdad aumenta, el 40% más pobre de la población recibe menos capacitación y una educación de menor calidad. La OCDE estima a partir de esos datos que nivel educativo tendrían los pobres de no haber aumentado la desigualdad y aplica ese índice a un modelo de crecimiento que incluye componentes tales como el capital humano. El estudio concluye que crecimiento económico acumulado fue 4,7 puntos porcentuales menos para el país promedio de la OCDE entre 1990 y 2010 (que es alrededor de 2,500 dólares en el caso del estadounidense medio).

Así que la OCDE sugiere que la creciente desigualdad provoca un crecimiento más débil porque los pobres reciben una peor educación para trabajos que requieren una mayor capacitación. Esta es la causa que la economía convencional siempre señala (ver mi nota). Se ignora así que esa desigualdad creciente podría ser  el  resultado  de  la  concentración  y  centralización  de  la  propiedad  del  capital  y  de la  aplicación  de  las políticas neoliberales para aumentar la tasa de plusvalía.

Y  sin  embargo,  la  desigualdad  económica  ha  alcanzado  niveles  extremos.  Desde  Ghana  a Alemania,  de Italia a Indonesia, la brecha entre ricos y pobres se está ensanchando. En 2013, siete de cada 10 personas viven en países donde la desigualdad económica es peor que hace 30 años, y en 2014 Oxfam calculó que sólo  85  personas  poseían  tanta  riqueza  como  la  mitad  más  pobre  de  la  humanidad.  En  el  informe Igualar por  arriba:  ha  llegado  la  hora  de  acabar  con  la  desigualdad  extrema,  Oxfam  calcula  que  la  brecha  entre ricos y pobres es cada vez más amplia y está socavando la erradicación de la pobreza. Si la India frenase el aumento de la desigualdad, 90 millones más de hombres y mujeres podrían salir de la pobreza extrema en

Tony  Atkinson es  el  padre  de  la  investigación  moderna  sobre  desigualdad  (ver  mi  nota al respecto), y proporcionó  datos y pruebas sobre la  desigualdad de ingresos  en  las  principales  economías  antes  que Emmanuel Saez o el economista estrella mediático Thomas Piketty (ver mi artículo)

El último libro de Atkinson, Qué hacer con la desigualdad, tiene como objetivo estudiar qué se debe hacer para reducir la desigualdad.

Al  mismo  tiempo  que  hace  el  diagnóstico  del  problema  de  la  desigualdad económica (especialmente la desigualdad de ingresos), demostrando por qué es tan importante en las sociedades avanzadas («Sí importa porque algunas personas pueden  permitirse  comprar  billetes  para  hacer  viajes  espaciales  cuando  los demás  tienen  que  hacer  cola  en  los  bancos  de  alimentos”),  y explicando cómo ha evolucionado en el tiempo, Atkinson  presenta  una  serie  de  propuestas de política económica  y  social para  hacer  algo  al respecto.

El  aumento  de  la  desigualdad  no  es  un  proceso  inexorable  a  largo  plazo en el  capitalismo (es  decir, una tasa mayor de  retorno  de  la  riqueza  que la  del  crecimiento de la renta nacional)  como Thomas Piketty ha defendido. Atkinson cree que la creciente  desigualdad es directamente el resultado de las políticas neoliberales introducidas  desde finales de  la década  de 1970. Los recortes del estado del bienestar probablemente suponen una parte sustancial de ese [aumento en índice Gini de desigualdad]. Y esto puede cambiarse.

Atkinson defiende de forma muy señalada que lo que importa en el caso de la desigualdad es quien controla las  palancas  del  capital. «En  los  viejos  tiempos,  el  dueño del molino  poseía  el  molino  y  decidía  lo  que pasaba [en el molino]. Hoy, usted y yo somos los propietarios del molino. Pero, ¿quién decide lo que pasa? No somos nosotros. Esa es una diferencia esencial. Y no aparece en el libro de Piketty, que en realidad trata más de la riqueza que del capital”

Sí, es el capital, no la riqueza (como piensa Piketty), lo que importa – pero ¿acierta Atkinson al pensar que los  dueños del capital han  renunciado de  alguna  manera  a  su  control  para pasárselo a  los fondos de pensiones? Los dueños del capital-los multimillonarios – aún controlan los medios de producción y toman las decisiones  sobre salarios, bonos, participaciones, la política fiscal que afecta  a  las  empresas y  las prestaciones sociales.

Atkinson parece aceptar la economía del bienestar neoclásica, a saber, la idea de que la economía funciona de manera eficiente y que cualquier intervención, como la redistribución, hará que sea menos eficiente, por lo que hay una toma y daca. Pero afirma que esto sólo se aplica a la competencia perfecta, mientras que las economías están en realidad controladas por monopolios. «En ese mundo menos perfecto, no es evidente que haya ese toma y  daca”.  Pero  tampoco  existe  el  equilibrio en el  mundo de la  competencia  perfecta, porque es una construcción imaginaria de la teoría económica dominante.

Atkinson pide un salario  digno, empleo  público garantizado  de  35  horas, comités empresariales que  le permitan a la gente opinar en sus puestos de trabajo; inversión en tecnología para empleos, mayores tasas marginales del impuesto sobre la renta (hasta un 65%, dice); un impuesto sobre el patrimonio y la herencia con los ingresos que se consigan para invertir en pensiones. Todo esto suena muy bien, a pesar de que no aborda el problema que Atkinson plantea en su libro, a saber, el control de las palancas del capital. Así que sus excelentes reformas para reducir la desigualdad rebotarán en los oídos sordos de las Hilary Clinton de turno.

Como  he  dicho  antes,  Joseph  Stiglitz,  aparentemente  aconseja  a  Hilary  Clinton-  por  el  momento.  Stiglitz acaba de publicar su segundo libro sobre la desigualdad, llamado The Great Divide.

En  él,  subraya una serie de cambios económicos  e  institucionales  que  debilitan  a  los  trabajadores  y  que benefician a  los más ricos  de  la  sociedad. Por  ejemplo, los bonos que los  ejecutivos de Wall Street recibieron en 2014 representaban aproximadamente  el doble de los ingresos anuales totales de todos los estadounidenses  que  trabajan  a  tiempo  completo con el  salario mínimo  federal. Stiglitz  se indigna de la ignorancia cruel de los ricos: «Yo oí a un multimillonario- que había empezado en la vida heredando una fortuna-  discutir  con otro  sobre  el  problema de los perezosos que son los estadounidenses que intentan aprovecharse de los  demás», escribe  Stiglitz. «Poco después, habían cambiado sin problemas de tema y estaban discutiendo las ventajas de los paraísos fiscales».

Para Stiglitz, sin embargo, la reducción de la desigualdad no depende de controlar las palancas del capital, sino  en  que haya «más  democracia».  Como  señala  Stiglitz:  «La  desigualdad  es  una  cuestión  no  tanto  del capitalismo del siglo XX como de la democracia del siglo XX».

Mientras Piketty cree que la desigualdad extrema  es  inherente  al  capitalismo,  Stiglitz  sostiene  que  es  el resultado de reglas y regulaciones defectuosas. A pesar de que admira las críticas de Marx a la explotación y el  imperialismo,  tiene  poco  tiempo  para  su  análisis  de  la  economía. Las  posiciones  de  Stiglitz son esencialmente keynesianas y se considerarían bastante convencionales antes de Thatcher y Reagan.

«Mi  argumento  es  que  estos  tipos-  los  banqueros  y  las  corporaciones  monopolistas-  han  destruido  el capitalismo en algún sentido», dice. «Hay ciertas reglas imprescindibles para hacer funcionar la economía de mercado. Y estos tipos realmente están socavando esas reglas. Mi libro trata en realidad de como conseguir que los mercados actúen como mercados. Eso no es muy radical, en cierto sentido. Pero si en otro, porque las empresas no quieren que los mercados funcionen como mercados».

La solución de Atkinson es una redistribución radical del ingreso y la riqueza a través de políticas fiscales, de  empleo y bienestar social. La solución de  Stiglitz  es  una  mayor  regulación de los  bancos  y  los monopolios  por  los  gobiernos democráticos. No contenga la respiración esperando que una  Clinton demócrata haga nada de ello. (Para más análisis sobre desigualdad, ver mis Ensayos sobre Desigualdad)

Por Michael Roberts
Reconocido economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recessio

Traducción para www.sinpermiso.info. Gustavo Buster
Fuente de donde se tomo este artículo Sinpermiso info

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