Entrevista del Director Roberto Pereira al arquitecto Luis Fabre

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RP: Arquitecto Luis Fabre, usted es un hombre que ha hecho casi toda su vida en Montevideo. Es un profesional surgido de la Universidad de la República, de la Facultad de Arquitectura, pero su origen es Guichón. 

Luis Fabre: Efectivamente. Yo vengo de un lugar que, en aquel momento, era un pueblo chico como tantos otros en Uruguay. Había necesidad de salir del pueblo para poder hacer una carrera, sobre todo profesional. Mis padres tuvieron el tino e hicieron el esfuerzo para que cualquiera de sus cinco hijos pudiéramos seguir una carrera fuera del pueblo. Así que a los 15 años, ya me estaba yendo, primero a Paysandú y luego a Montevideo. Tuve una niñez y una adolescencia excelente en esa comunidad formada en Guichón, pero fue cortada cuando salí y pasé a ser un emigrante en mi propio país.

RP: ¿Puede desarrollar un poco más eso de ser un emigrante en su propio país?

Luis Fabre: No había ninguna posibilidad de hacer una carrera profesional que no fuera en Montevideo. La chance fue un paso intermedio, el preparativo previo a la Facultad en Paysandú. Así que viví allí durante dos años y medio, sin siquiera conocer muy de cerca la ciudad y obviamente juntarme con gente que nunca había visto, en una pensión donde éramos muchísimos y un centro de estudio del que tampoco conocía a docentes o profesores. Todo fue nuevo para mí a los 16 años, 

RP: ¿Era todo  nuevo creando expectativas o para buscar regresar? 

Luis Fabre: No, siempre tuve claro que mi profesión iba a estar al servicio y de utilidad para los demás. Cuando salí del pueblo, no sabía ni quería saber dónde iba a ejercer. Lo que hice fue lo natural: tratar de llegar a ser primero un profesional y luego decidir, en ese momento, qué iba a hacer. Para eso pasaron casi 20 años.

RP: ¿De dónde surgió la vocación de arquitecto?

Luis Fabre: Surgió por descarte, debo decirlo. No sentía feeling con las matemáticas ni con los términos de la ingeniería, que estaban basados fundamentalmente en matemáticas. No tenía mucho feeling con la abogacía ni con la escribanía. Casi por descarte, elegí una profesión en la cual uno pueda expresarse desde el punto de vista artístico, no solamente de matemática,  la arquitectura. Esa fue la elección.

RP: ¿Se entusiasmó en la medida que fue avanzando en la carrera?

Luis Fabre: Sí, realmente sí. Cuando tomé esa decisión fue libremente, porque mis padres siempre dejaron que tomáramos nuestras decisiones. En ese momento vine a ver al arquitecto que había proyectado nuestra casa, amigo de mi padre desde la niñez, Santiago Oliver. Me recibió muy afectuosamente y terminó diciéndome “yo veo que tenés condiciones, pero mira que no vas a hacer plata con esta profesión”. Me dijo que tendría satisfacciones, pero que no haría dinero. Me puso en mi lugar respecto a mis pretensiones, efectivamente tenían que ser genuinas para tener una profesión de servicio y no necesariamente de beneficio económico.

RP: ¿Qué recuerda de ese período? Usted acaba de decir que uno de los luego colega le dio una especie de encuadre de lo que podía ser la profesión. ¿Qué recuerda más? 

Luis Fabre: Lo que más recuerdo es que ni bien llegué a Montevideo, el primer trabajo fue con esa misma persona, que me llevó a su estudio. Me puso a hacer lo que todo aprendiz debe hacer: acomodar cuadernos y papeles, hacer mandados, etc. De a poco, me fuí introduciendo en la profesión. 

Cuando me enteré posteriormente que en realidad la profesión era de las más antiguas junto con la construcción, empecé recién a tomar conciencia de que no había elegido un trabajo, un oficio meramente. Había elegido algo que tenía una condición histórica que después seguí descubriendo a lo largo de la carrera y, fundamentalmente, también en mi propia familia. 

Yo fui muy beneficiado por ser el primero, era el primogénito y mi madre me mandaba a los 7 u 8 años a visitar a media familia que estaba desparramada por departamentos cercanos. Allí conocí a mi abuelo. Era hijo de un francés, había nacido en Argentina, pero todo lo que se respiraba en su casa era francés. Los elementos de mobiliario, de los cuales tenemos uno acá presente que heredé, hablaban de un arte distinto al que yo estaba acostumbrado, y de una historia muy particular con respecto al arte aplicado a la civilización y útil a las costumbres humanas. 

Ahí, inconscientemente, nació mi vocación porque ya no era una mera descripción o un dibujo de algo para hacerse, sino que hacía a la vida de la gente. Todavía fue mucho mejor pues tuve la enorme suerte de tener profesores en la facultad que ya en esa época enseñaban el funcionalismo. El funcionalismo venía de Alemania, de la República de Weimar, donde Gropius era el gurú, el arquitecto jefe que hizo historia por haberlo iniciado, no seguido, porque hubo muchos grandes arquitectos en la arquitectura funcional. Trataba no sólo de la mera exquisitez artística, sino que trataba de las funciones para que el ser humano viviera mejor. 

RP: ¿Se puede decir que ahí empezó su periplo, empezó de alguna manera su vida profesional, y seguramente también familiar? 

Luis Fabre: En realidad, mi vida estuvo signada por lo prematuro de mi casamiento. Por el cual, siendo estudiante, no tenía la carrera hecha, no tenía trabajo, no tenía dinero, no tenía una familia adinerada y decidí casarme con una mujer que tenía dos hijos. A partir de ahí, a los 9 meses tuvimos tres y 4 años después eran cuatro. Entonces, mi vida mutó hacia una situación en la cual  estaba tan entusiasmado con mi carrera como con mis hijos. 

RP: ¿En ese sentido, a nivel universitario, para la época, era algo un poco prematuro, no?

Luis Fabre: No sólo prematuro, sino que además estaba vinculado a una situación en donde la universidad peleaba por sus recursos, donde integramos, por supuesto, las filas estudiantiles. No cabía otra posibilidad dado que éramos totalmente beneficiados por lo que era la universidad de la República. Entonces, había un maremágnum de situaciones que hacían vivir en el aire. A partir de los años 67 con una movilización estudiantil  muy numerosa, incisiva en la vida de la universidad, no estaba recibido y  tenía esa familia. Ahí creo que tuve, fundamentalmente la idea germen de mi actividad posterior durante toda mi carrera. Me di cuenta de que no iba a poder llegar a hacer arquitectura porque no tenía ni relaciones, ni antecedentes, ni conocimiento, ni capacidad financiera. 

RP: ¿Con esa mochila, cómo hizo? 

Luis Fabre: Había tenido alguna noción, a base de siempre seguir a los que yo veía que sabían. La forma de llegar a la arquitectura fue a través de la construcción, a través del trabajo simultáneo como constructor, y eso fue lo que hice durante toda mi carrera. 

RP: Pero, ¿es eso arte o es técnica solamente? 

Luis Fabre: Eso primero es técnica, pero después se transforma en arte, porque la posibilidad de hacer cosas mejores, en tanto se cumplan las condiciones funcionales, es abierta, y por supuesto que la utilicé. En la escala en la cual yo trabajé, fundamental y prácticamente, en la vivienda, eso apliqué perfectamente, basado precisamente en los sistemas de construcción entre ellos el método de  “El camino crítico”.

En realidad, fue lo que mejor hice porque no me ceñía a un sistema tradicional, estuve vinculado a un sistema absolutamente novedoso; primero en el país, con el cual además pude operar a mayor escala con muchas viviendas. Mi cima en la carrera fue contratado por una empresa brasilera, para hacer proyecto y construcción, como Director  por parte de la empresa. Hicimos en dos años y medio 450 viviendas en Uruguay, 300 en Montevideo, en la calle Pantaleón Pérez y 125 en Maldonado, con un concurso ganado en esa Intendencia, ubicadas en el paraje Cerro Pelado. 

RP: Pero no estamos hablando de una tecnología que apoyara esos proyectos como la actual. ¿Había más dificultades en eso?

Luis Fabre: Las había, pero ya estaba el germen de una tecnología de trabajo en serie en la construcción superando la obsolescencia de tareas en obras clásicas. Yo empecé a usar un “Sistema de Camino Crítico” absolutamente novedoso, escrito en inglés, manejando una configuración y proceso entre las tareas que más tiempo llevaban en cada obra incorporando una disminución trasladada al plazo de la misma.

Empecé a superponer, sin que se interfieran entre ellas, las distintas funciones para cada proyecto. Los resultados incidieron en ser contratado para  esos proyectos de enorme cantidad de viviendas después de las realizadas en casi todos los balnearios de la Costa Oceánica que sumaban noventa y seis registradas. . 

Así que me saqué las ganas con lo que sentía; hacer cosas útiles para la gente en general. No necesariamente para la gente adinerada, ni para la que tuviera veleidades de arquitectura, sino para los que necesitaban, querían o aspiraban  tener su vivienda. Eso hizo que muchísima gente que tenía terrenos en los balnearios, pero no tenían vivienda, pudieran acceder a ella, porque con toda esta sistematización logré bajar los plazos y consecuentemente los costos de una manera notoria. 

RP: Pero ese es un criterio social, realmente una especie de filosofía de profesional ¿No? 

Luis Fabre: Sí, pero en realidad, este principio es de la Universidad de la República, a la que aporté mi experiencia con un Curso en la Facultad y de la que siempre me sentí integrante. Actualmente la misma compite con universidades privadas que yo por supuesto respeto pero que adjudico una menor condición como institución social. 

RP: En Montevideo empieza a construir una especie de comunidad de amigos, porque usted era emigrado, por lo tanto, tuvo una especie de doble papel en lo social: ir consiguiendo amigos, ir consiguiendo unas relaciones humanas que le permitieran moverse como cualquiera ¿no?

Luis Fabre: Sí. En realidad, eran más que amigos, eran compañeros. 

RP:  ¿Qué diferencia hay? 

Luis Fabre: La diferencia está que teníamos obligaciones intrínsecas a los propósitos, comunes desde el movimiento estudiantil y después el Movimiento Político que tenía bien claro sacarse de encima la dictadura. Por supuesto que participé y  conocí  gente con las cuales me precio de haber tenido relación porque eran y son  de una categoría superior en cuanto a sus condiciones éticas, a sus condiciones morales y por supuesto a sus de destrezas y capacidades. 

RP: ¿Qué encontró usted en esas relaciones humanas? El apoyo profesional, el afectivo, el proyecto de Uruguay que usted soñaba también a través del arte, a través de la arquitectura, ¿lo encontró en esa gente? 

Luis Fabre: Bueno, en realidad otros propósitos además de los profesionales, por una  sociedad en que los derechos se hagan realidad para que mucha gente tenga la oportunidad de hacer, no lo que  hice, sino lo que quisieran hacer. Es decir la libertad que viví intensamente porque, reitero, en mi familia la libertad de acción venía casi en los genes. Nunca consulté con mis padres ni mucho menos pedí permiso para hacer lo que hice. Cuando llevé a mi primera esposa, reitero, no tenía trabajo y no estaba recibido, la única condición que expuso mi madre fue: _ respeto tu decisión pero ¿te puedes venir a casar en Guichón? Hice 400 km con mi novia que no conocía a nadie ni al pueblo y allí nos casamos. Fue la única condición de mi madre en toda su vida,  por la cual yo quería, en lo posible, que mis hijos y quienes vivieran alrededor mío también tuvieran lo mismo y la mayor cantidad de gente tuviera posibilidad de tener libertad en su vida sin las restricciones que en aquel momento el mundo del trabajo les ponía. Eran terribles porque hacían que la gente estuviera, por ejemplo, anclada en el campo e incluso en la ciudad, por más que los movimientos obreros en las fábricas cercanas de Paysandú, ya eran importantes, donde había que superar una cantidad de condiciones adversas para una vida mejor.

RP: Quizás importe decir que ese  no era el Guichón actual

Luis Fabre: Absolutamente no. El Guichón que yo conocí, en el cual nací y en el cual viví mi primera juventud, era como escribí en «La vida de un pueblo uruguayo», precisamente porque está hecho para reseñar e interpretar la vida que tuvimos en el pueblo, junto a mi socio Remigio Guichón. En el libro está destacado el auge de esa comunidad, término que corresponde sin duda al hecho de una población aglutinada y  tenía un carácter de solidaridad muy grande. No se percibía como fue a la distancia  por la cual tuve una visión externa que no se consigue por alguien que se va y no vuelve quedando con la visión del pasado. Tuve la iniciativa  participar en un par de emprendimientos que fracasaron ratificando que ”nadie es profeta en su tierra”. Lo cual no impidió que volviera cada vez que mis padres y amigos lo solicitaran.

RP: A eso iba usted, ¿tiene una característica que no es demasiado común y es que ha quedado vinculado al pueblo de origen? 

Luis Fabre: Exactamente. La vinculación no provino de  buenos recuerdos y una condición de identidad provista por el origen que se mantenía vigente. En realidad completé mi identidad fuera del pueblo. Lo que sí mantuve es el agradecimiento, no solamente a mi familia, sino a un grupo de profesores, docentes, maestros y líderes locales, que me enseñaron al comienzo de mi vida y llevo grabado a fuego. Soy reconocedor de esa herencia y por eso acudí a todo llamado .Llegué a ir porque se llovía un techo en alguno de los clubes , porque había que hacer los baños y los vestuarios en algún otro o porque ahumaba la estufa de nuestra casa!. La relación que tuve a través de los que me contrataron, fue de absoluto respeto. Nunca tuve un inconveniente con el trato laboral en el pueblo. Puede haber alguien que no estuvo conforme conmigo, pero nunca nadie me ha hecho saber que yo actué de manera incorrecta. Mucho menos de manera deshonesta, con lo cual mi vuelta al pueblo siempre estuvo signada por lo grato de reencontrar los amigos que allí habitaban. El libro relata bien como el éxodo no me tocó sólo a mí pero teniendo parte de la familia allí, siempre fue grato volver. Desde el punto de vista laboral y financiero absolutamente a pérdida, lo cual nunca me importó. 

RP: Luis, usted hoy está jubilado en lo profesional, por lo tanto, es hora de una especie de balance, como lo hace cualquiera, a veces consciente o a veces en el imaginario diario. ¿Cuál es su legado? 

Luis Fabre: Yo resumo en que mi legado es, mirando en retrospectiva, que no me importan tanto las que hice ni el valor de mis obras. Me importa más la trascendencia que pueden tener las conductas. Por supuesto me equivoqué muchas veces pero siempre tuve la capacidad de solucionar mis equivocaciones y la disposición de disculparme con quien cometí algún error que lo haya perjudicado. No por  perjuicios financieros o laborales que no me tocan sino de errores en la relación. Me he tomado en serio desde hace unos años no sólo pedir disculpas a los que tengo a mano, sino que fui a  buscarlos y me siento satisfecho porque creo quedan solamente dos…o tres. He tenido la suerte de disculparme con uno que poco después murió. 

RP: Seguramente con la intensidad de vida que ha tenido se han renovado esos amigos.

Luis Fabre: Absolutamente, aunque ahora estamos desmovilizados de los lugares clásicos donde nos veíamos. Algunos han sido, en determinadas situaciones muy cercanos y la situación de vida los alejó. Por ejemplo, propietarios de las barracas,  encargados de pinturerías, colegas y capataces de obra, con quienes tenía una relación continuada en el tiempo en que construí muchas obras. Relaciones que sobrepasaban lo comercial que podría nombrar con nombre y apellido mas no creo sea este el lugar. Muchos se jubilaron o relegaron a su lugar y familia en medio país lo que   nos alejó del sitio de encuentro, algunos lamentablemente ya se murieron. 

RP: Ahora usted, dentro de los legados que deja y que tiene, es que usted entusiasmó a sus hijos también por la arquitectura. 

Luis Fabre: Bueno, en realidad eso lo está aseverando usted. Yo nunca hice lo más mínimo en dirigir, direccionar, insinuar o inducir a mis hijos a hacer lo que hicieron. Algo deben haber visto que los indujo a eso. Tampoco pregunto qué ya que nunca  van a reconocer que fue porque yo incidí en ello. Una de las cosas que más me enorgullece es la independencia de mis hijos. Son absolutamente distintos a mí y creo que es lo mejor que me ha pasado. Porque si uno estuvo toda la vida signado por actuar, para que la gente tuviera libertad de acción, para la diversidad, para que cada uno sea dueño de su vida, con mis hijos pasó eso. Ahora les pasa a ellos con mis nietos, por lo que creo se me fue la mano, pero no estoy arrepentido.

RP: ¿Piensa en una dinastía?

Luis Fabre: Se lo voy a hacer bien claro, esto puede sonar a un dicho urbangallery, pero yo sé que no lo es. Mientras vivieron mis padres, sobre todo mi madre, yo aprendí de mis padres. Cuando mis padres se fueron yo empecé a aprender de mis hijos y no es broma. Todavía hoy aprendo de mis hijos, porque las condiciones en las cuales ellos están viviendo los hacen mejores que yo. Han tenido más dificultad, pero han tenido el tino de tomar decisiones que los llevaron y los llevan a tener una vida digna, a tener una vida de familia, a compartir la vida con nosotros. 

Yo tengo otra esposa con la cual no llevamos muchos años juntos. Pero los que llevamos son de una unión que yo no esperaba tener a la edad en la cual me casé. Esa condición se hace patente en el cuidado que tenemos por los nietos que no son de sangre, son comunes. Es la mejor expresión que mis hijos han tenido para conmigo de confianza y afecto, a la cual han adherido. No creí hacer nada para eso, pero sí hago que mis hijos sepan qué conmigo, hasta que me vaya, tienen alguien que está disponible. 

RP: Luis Fabre, ¿queda algo pendiente de este diálogo que usted quiera decir? 

Luis Fabre: Si hay algo pendiente, es el agradecimiento a lo que ha sido en los últimos 11 años como medio de difundir mis ideas y mi forma de actuar la Onda Digital que usted dirige. Aquí encontré, ya había escrito en algunos medios incluso a nivel nacional, una libertad de acción, un respeto por lo escrito y respeto a la condición del propio diario digital, por la renovación que tiene. Eso me ha dado una herramienta para difundir, que me ha hecho a la vez producir, porque una se retroalimenta con la otra y espero que siga así hasta que ya no vea o ya no sepa lo que escribir. 

La ONDA digital es un medio abierto que a mí, y ahora a un socio que tengo en escribir, sociólogo, que dio el visto bueno a la historia de Guichón en una forma  segura con respecto a lo que es su visión, pero coincidente con lo que nosotros, prácticamente sin habernos propuesto, hicimos con Remigio Guichón, descendiente del fundador. 

Quiero solamente agregar que la señal que el libro está tomando interés es que me quedan solo 10 ejemplares. Seguramente, si la vida nos alarga la posibilidad, con este socio y compañero haremos una segunda edición. 

RP: Además de desearle suerte por esa segunda edición, le agradezco por este diálogo, espero que no sea el último por este medio y por supuesto nuestra admiración por tenerlo a usted como columnista de La ONDA. 

Luis Fabre: Muy bien, Roberto, gracias a vos

 

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