Historiografía desafiante: perpetradores, Cómplices y resistentes

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“No eran esbirros natos – escribía Primo Levi acerca de los nazis en Si esto es un hombre, el primero de sus libros de la trilogía de Auschwitz – Los monstruos existen, pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios dispuestos a creer y obedecer sin discutir…”.

El pasado que no termina de pasar En 1984 se desató en la entonces República Federal Alemana una polémica entre historiadores. Por un lado, algunos intentaban un revisionismo histórico destinado a amortiguar el impacto de los crímenes del nazismo y pavimentaban el camino hacia la justificación de los mismos.

No eran los charlatanes y mentirosos negacionistas – que decían que el genocidio no se había producido, que los campos de exterminio no existieron y que los hornos crematorios eran un invento de los vencedores – sino un grupo de catedráticos y periodistas derechistas, embanderados en la Guerra Fría, que trataban de “dar vuelta la página” y se quejaban de “un pasado que no termina de pasar” refiriéndose a los años terribles del Tercer Reich.

Por el otro lado, un grupo de historiadores encabezado por el filósofo Jürgen Habermas, reclamaban por la necesidad ineludible de restablecer la memoria histórica y combatir no solamente las tergiversaciones del fascismo sino su supervivencia en la sociedad. Medio siglo había pasado de los hechos en disputa.

Naturalmente los justificadores del nazismo allanaban el camino para los negacionistas y el negacionismo nunca desapareció. De la misma manera, alrededor del 8 de mayo de 1945, cuando las fuerzas armadas alemanas se rindieron incondicionalmente, surgieron como hongos en esa primavera muchos mitos y ocultamientos que aún perviven.

Por ejemplo, el mito de la “hora cero”, una especie de momento taumatúrgico, es decir mágico, en que los nazis desaparecieron y los alemanes se volvieron colectivamente demócratas e incluso resistentes y opositores al régimen hitleriano [i], a partir de la primavera de 1945.

Pero Hitler había contado con un apoyo masivo y duradero en la sociedad alemana y austríaca. El puñado de criminales nazis que fueron juzgados en Nuremberg no habrían sido capaces de desarrollar y mantener las guerras de pillaje y de conquista, el genocidio y el exterminio de decenas de millones de seres humanos, sin contar con una tupida red masiva de complicidades, indiferencias y oportunismos [ii]. A eso se sumaba el terrorismo de Estado, la violencia, el odio, el racismo. Llegada la hora del derrumbe del Tercer Reich, ocultar las coautorías y complicidades también salvó a decenas y cientos de miles de perpetradores.

El trabajo que se planteaba a los historiadores para comprender y explicar esos fenómenos (el surgimiento del fascismo, la consolidación en el poder del fascismo italiano y el nazismo alemán, su operación en todos los planos y finalmente la caída de esos regímenes) era y sigue siendo un desafío gigantesco, a nivel mundial y en particular en Alemania.

Aunque las investigaciones nunca se detuvieron hubo una proliferación de corrientes y métodos que hicieron de la primera mitad del siglo XX uno de los periodos más críticos de la historiografía, la ciencia que aborda la forma en que se escribe la historia y en que se descubren los entresijos de las tragedias que entonces tuvieron lugar.

Este desafío de la historiografía resulta que sigue manteniendo una palpitante actualidad porque ayuda a comprender, dejando de lado cualquier analogía o cualquier reduccionismo, que muchos procedimientos, muchos símbolos, muchos sentimientos, tienen hoy en día y en nuestro derredor una renovada vigencia.

La guerra se ha desatado en Europa con la invasión de Ucrania por Rusia; en el Medio Oriente el ejército israelí lleva a cabo un salto mortal en el proceso de limpieza étnica contra los palestinos que lleva a cabo desde hace décadas, y en la Franja de Gaza desata un genocidio desembozado. Como dice Enzo Traverso la memoria del Holocausto y la democracia se ven cruelmente afectadas. En Alemania misma el apoyo al sionismo ultranacionalista israelí sirve a esos propósitos como lo denuncia la filósofa judeoestadounidense Nancy Fraser [iii].

La ultraderecha se remueve, los Trump, los Bolsonaro, los Milei, los Bukele, los Noboa son promotores de la violencia y el odio, aunque se presenten como los salvadores providenciales, esos contra los que advirtió el Papa Francisco.  En nuestro país aparecen formas de negacionismo vergonzante, que pretende rehabilitar a los criminales de la última dictadura y que, sin querer queriendo, eliminan la mención al “terrorismo de Estado” en los programas de enseñanza secundaria y la sustituyen por un diluido “avasallamiento de las garantías constitucionales” [iv].

La Alltagsgesischte: un aporte removedor – La Alltagsgesischte o historia de la vida cotidiana es una corriente de la historiografía alemana contemporánea atribuible, en sus orígenes, a Alf Lüdtke (1943-2019) [v]. El enfoque de Lüdtke no negaba la importancia de las estructuras socioeconómicas o de las circunstancias encontradas y trasmitidas sobre las que advirtió Karl Marx. Por el contrario, trató de articular la complejidad de la vida de los individuos concretos con el análisis de las estructuras para lo que profundizó en los mecanismos y procesos de interacción. Lo que rechazó fueron los enfoques y apriorismos estructurales o funcionalistas, según los que las actitudes sociales han sido determinadas de una vez para siempre por estructuras, situaciones de clase o niveles de modernización.

Lüdtke no refutaba la clásica cita de Marx (que se encuentra en los primeros párrafos de El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, escrito entre fines de 1851 y principios de 1852) “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.

La historia de la vida cotidiana va más allá que la historia de las vivencias (Erfahrungsgesischte) porque se refiere a la forma en que los humanos se apropian de las condiciones en las que viven, producen experiencias, utilizan modos de expresión y de interpretación. En este proceso de apropiación los humanos se convierten en actores que interpretan, asumen, rechazan.

La historia de la vida cotidiana no es una disciplina especial sino un enfoque del pasado que no se limita a las acciones de los dirigentes tal y como lo hacía la historia en el siglo XIX y aún en el XX. Cada hombre y cada mujer siempre han “hecho historia” diariamente porque esa conducta cotidiana la desarrollan tanto los más destacados, los poderosos, como los seres anónimos. Todos son actores históricos.

Está claro que esto no implica excluir o menospreciar a los actores que se desempeñaron desde las cumbres de los Estados. La vida cotidiana y las acciones muchas veces consideradas banales o “privadas” también deben ser estudiadas. Lüdtke consideraba que la Alltagsgesischte estaba muy vinculada con la Gesischte den unten (historia de los de abajo) y a diferencia de una historiografía para la cual sólo importaban los Estados nacionales y sus elites de poder, de lo que se trataba era de analizar el peso de las estructuras y procesos socioeconómicos. Especialmente a mediados del siglo XX se volvió importante investigar la urbanización, la estratificación y la movilidad social, los cambios y la conformación de las clases sociales.

El problema para la historiografía alemana, especialmente en la República Federal (RFA), era el clima mental propio de la Guerra Fría que rechazaba todo lo relacionado con Marx y que por ende paralizaba la capacidad para innovar. La Alemania Occidental bajo la égida de Konrad Adenauer amparó, incorporó, exculpó y promovió a decenas de miles de nazis en todos los campos. Los historiadores de la República Democrática Alemana (RDA), por su parte, seguían extrayendo conclusiones acerca de la actuación de las personas mediante deducciones muy mecánicas a partir de la estructura de clases y del modo de producción.

Muy lentamente se empezaron a plantear algunos grandes temas: ¿cómo se podía explicar el atraso de la democracia en la Alemania de fines del siglo XIX y principios del XX?; ¿cómo se debía abordar el militarismo y las acciones bélicas anteriores a 1914? [vi]; ¿cómo había surgido y se había consolidado el fascismo con sus consecuencias de genocidio y guerras de saqueo?

Las polémicas historiográficas alemanas, posteriores a la Segunda Guerra Mundial, no son nuestro objetivo ahora. Sin embargo, la magnitud de los crímenes del Tercer Reich fue llevando a que los hechos sangrientos cometidos por los alemanes ya no pudieran ser considerados como “una catástrofe” o “una falla del funcionamiento histórico”. Lo que animaba el debate era el estudio del proceso que había creado las condiciones para que el nazismo hubiera tenido una aceptación masiva y, con ella, el apoyo a la guerra y los crímenes.

Desde mediados del siglo XX se desarrolló una ciencia social histórica (la Historische Sozialwissenschaft) que ubicaba la dinámica de los procesos en las elites, tradicionales o modernas, y sobre todo en procesos socioeconómicos anónimos. Las masas aparecían como destinatarias pasivas de exigencias o estímulos formulados por las elites y, en definitiva, como meras cifras estáticas. Parecía que no hubiese habido actores históricos con los múltiples y a veces contradictorios intereses, experiencias, cálculos y sentimientos que caracterizan a los seres humanos.

Poco a poco los investigadores empezaron a demostrar que las multitudes no habían sido agentes de unos poderes que se gestaban e imponían a sus espaldas. Se había empezado a estudiar el consentimiento y la tolerancia de la población a la guerra en 1914 (un fenómeno que se extendió a todas las naciones beligerantes en que las tropas partían hacia el frente en medio de un jolgorio generalizado de exaltación patriótica y triunfalista). Se analizó como la miseria, el hambre, el cansancio y los terribles sufrimientos de la guerra de trincheras habían desencadenado las huelgas de abril de 1917 y enero de 1918 en las industrias bélicas, que no solamente condujeron al derrumbe de Alemania sino a los movimientos revolucionarios de 1918 y 1919 (esto desbarataba el mito de “la puñalada por la espalda” que los derechistas esgrimían como explicación de la derrota).

Se empieza a ver más claramente lo sucedido – Con mucho trabajo se había empezado a desbrozar el camino para estudiar lo que había pasado con el surgimiento del nazismo y la implantación del Tercer Reich. Las iniciativas se potenciaron en una generación nacida en la posguerra y que, en 1968, planteó fuertes cuestionamientos a la Gesischtewissenschaft oficial (la ciencia de la historia).

Los profesores reproducían las preguntas apremiantes que le formulaban sus estudiantes. Surgió un interés por los movimientos de trabajadores y por las resistencias al fascismo que sólo pudieron ser controladas por el terror y la aniquilación de los opositores.

Las exigencias para que se investigaran las historias, los nombres y las huellas de los hombres y mujeres que se habían enfrentado al fascismo se multiplicaron. La historia oficial solamente había tenido en cuenta a “grandes hombres”; ejemplo prototípico es el de los aristócratas prusianos que atentaron contra Hitler el 20 de julio de 1944 o el llamado “círculo de Kreisau”  [vii]. En cambio, los correos del KPD y del SPD, los distribuidores de volantes de Essen o de Hannover, ni se mencionaban, aunque aparecían en las actas de la Gestapo y en las de los Tribunales Especiales.

El interés por quienes habían sido olvidados sistemáticamente siguió creciendo y en ello jugaron un papel muy importante los estudiantes. A partir de los años setenta del siglo XX se desarrollaron periódicamente concursos escolares de historia alemana (Schülerwettbewerb um den Preis des Bundespresident) que abordaban la historia del nazismo entre 1933 -1939 y entre 1939 -1945. Para cada uno de estos temas se presentaron más de mil trabajos escolares que aludían a la presencia del nazismo en los pueblos pequeños; a la acción de las juventudes hitlerianas; al papel de los trabajadores extranjeros en el agro y en la industria bélica; a los campos de concentración cercanos a las poblaciones, etc.

Lüdtke afirmaba que era irritante y desgarrador comprobar la cantidad de formas de adaptación y participación de la población en relación con el nazismo. En 1984, cuando la Berliner Historikertag o polémica de los historiadores que citamos al principio, el historiador conservador Hans-Ulrich Wehler se refirió despectivamente a “la historia de los de abajo” y a “la historia de la vida cotidiana” estas corrientes historiográficas ya le habían pasado por arriba.

Desde 1983 se fueron plasmando numerosas iniciativas locales para identificar los sucesos y personas que habían participado y colaborado, en 1933, para que el nazismo pudiera establecerse rápidamente. También se promovió una depuración del nomenclator de calles y edificios donde el nazismo perduraba (por ejemplo, un cuartel en Obersdorf, el Gral. Dietl Kaserne o las numerosas calles y plazas designadas Hindenburg). El poderoso sindicato alemán de los metalúrgicos apoyó un proyecto dedicado a reconstruir la historia huelguística del movimiento obrero.

Según Lüdtke, no fue una casualidad que las primeras sugerencias para reconsiderar las limitaciones y la ceguera de un enfoque que se limitaba a la fórmula de la “compasión hacia el sufrimiento y el esfuerzo por la autoafirmación y la supervivencia” proviniera de una autora de la RDA: Christa Wolf [viii]. Ella reflexionó sobre su propia niñez y habló de la necesidad de una postura en la que lo importante no era la compasión difusa sino un intento por tomar en cuenta las actitudes concretas de los actores históricos.

Fueron ante todo las entrevistas biográficas las que contribuyeron a desmontar las interpretaciones exculpatorias y las atribuciones heroizantes que sostenían que la mayoría de la población se había abstenido tenazmente ante las exigencias del nazismo o que incluso había desarrollado una resistencia pasiva. El proyecto Lebensgesischte und Sozialkultur im Ruhrgebiet 1930-1960 desveló una imagen muy distinta a partir de los recuerdos de los antiguos trabajadores [ix].

 Los trabajadores del norte de Westfalia declararon que habían vivido “tiempos mejores” en 1938 y 1939 y también en los años 1942 y 1943. Los “malos tiempos” se extendían de 1943 a 1948. ¿Dónde quedaba el rechazo o la resistencia masiva contra el fascismo? se preguntó Lüdtke. Muchos testimonios daban cuenta que la guerra fue vivida como una experiencia de evasión y de placer. ¿Cómo se hacía compatible esto con la concepción de que la guerra aparejó crímenes y destrucción en la forma más terrible?

Los testimonios revelaron que el temor a la guerra se limitó a la fase final de la misma cuando las retiradas en el Este (en el frente germanosoviético) y al descalabro final del régimen en los primeros meses de 1945. La miseria y la desgracia eran extensibles a los supuestamente anónimos solamente en los casos en que estos estaban afectados directamente y atención porque la distinción, aparentemente clara, entre los pocos autores y las muchas víctimas era, al mismo tiempo, el resultado y la condición para la ceguera ante los crímenes, la indiferencia y en último término para la negación.

Ante la insistencia, densidad y reiteración de testimonios biográficos fue quedando claro que las pretensiones igualitarias o internacionalistas respecto a la actitud general de la población alemana durante el Tercer Reich eran más bien ilusiones académicas o político-sectarias; una especie de wishful thinking o pensamiento ilusorio basado en los deseos, una forma sutil de negación.

La forma en que se presentaban juntas la dependencia y el orgullo, cuando no la resistencia, referida a “todos los actores” dependientes o subordinados se reflejó también en las investigaciones feministas y aún en la Alltagsgesischte. De este modo se sostenía que la actitud de muchas mujeres de los siglos XIX y XX, afectadas por su triple carga de trabajo fuera de casa, trabajo hogareño y cuidado de los niños, había sido siempre combativa.

Sin embargo, también en este caso, los textos y entrevistas biográficas fueron una gran ayuda para disipar esas concepciones ilusorias y para descubrir una realidad mucho más compleja. Dorothee Wierling llevó a cabo estudios sobre las criadas o empleadas domésticas en el Segundo Reich tardío, a principios del siglo XX.[x] Los testimonios recogidos por esta investigadora demostraron que los sentimientos de las empleadas domésticas de entonces eran ambiguos. No se compadecían con la imagen de una simple sumisión. Algunas se habían aliado con la señora de la casa, otras consideraban que la señora era más dominante y brutal que el señor.

Además de las limitaciones de la situación de dependencia quedó claro que en la misma también había satisfacciones y atractivos. En cualquier caso y sobre todo, las actitudes no aparecían como un mero producto de manipulaciones previas o de acallamientos posteriores.

La historiografía del “fascismo vencedor”La Alltagsgesischte se dirigió también contra una especie de historiografía del fascismo vencedor. En los trabajos de la primera generación de historiadores que abordaron la historia de la vida cotidiana en Alemania, esto equivalía a dar voz a las víctimas de la historia, a aquellos que habían luchado contra el fascismo y el nazismo y habían sido derrotados. Parecía que no había más para decir – asegura Alf Lüdtke – acerca de aquellos que cayeron víctimas de la política nacional-racista del nazismo y que, supuestamente, habían soportado su aniquilamiento sin ofrecer resistencia: los judíos, pero también los gitanos de distintas etnias. Aquí fallaba la reivindicación alternativa.

En lo que respecta al nazismo, el alcance del proyecto de reconstruir la historia con base en la práctica social de las personas se ha reconocido recién en las últimas décadas. Los actores históricos del fascismo aparecían como un puñado de grandes jerarcas, los principales criminales de guerra, tal como lo formularon los Aliados al juzgarlos en Nuremberg (1945/1946). Las investigaciones de la Alltagsgesischte mostraron que el ámbito de quienes habían sido autores y coautores, criminales y cómplices por acción u omisión, era mucho más difícil de definir y mucho más amplio.

En Alemania los hechos del Holocausto se incorporaron en los estudios históricos dentro de los llamados Juicios de Auschwitz, a mediados de la década de los sesenta, pero no fue sino hasta mediados de la década de los ochenta que se hicieron investigaciones más exhaustivas tanto en la RFA como en la RDA. [xi]

Teniendo en cuenta que los supuestos héroes de la resistencia – ha dicho Alf Lüdtke – entre ellos muchos integrantes de los movimientos de trabajadores y de izquierda de la década de 1920, se incorporaron al nazismo y lo apoyaron en 1933 y que en 1939 participaron en las guerras de pillaje (tal vez sin entusiasmo, pero gustosamente) y en algunos casos con fanatismo ¿no era claro que había que revisar urgentemente la imagen divulgada de los sujetos históricos?

Por ese camino, en las investigaciones sobre explotación, opresión y genocidio, se fue superando paulatinamente el procedimiento que consistía en colocar una frente a la otra las cuestiones relativas a las víctimas y la de los autores o coautores (cómplices). Tan solo a fines del siglo XX se empezó a formular preguntas más incisivas acerca de la conducta de la población alemana en general.

Por ejemplo, en investigaciones sobre empresas industriales durante el Tercer Reich, se indagó la actuación de los vigilantes y capataces alemanes en la interacción cotidiana con los trabajadores forzados de distintos orígenes y categorías.

Se vio entonces que el cuento del pedazo de pan pasado a escondidas a los forzados era un mito. Seguramente hubo pequeñas ayudas o algún gesto amable, pero en la relación con los subordinados lo que predominó fue la distancia y el rechazo brusco, frecuentemente brutal. La utilización despiadada de todas las posibilidades de opresión y discriminación se mantuvo hasta el último día de la guerra y aún más allá y dejó aclarada cual había sido el comportamiento de los alemanes comunes en su relación con los trabajadores forzados.[xii]

Un problema central para la investigación histórica fue el modo en que el dominio nazi se produjo desde arriba y se correspondió desde abajo. Era necesario estudiar como reaccionaban las personas ante las exigencias y ofrecimientos de los dominadores, como se adaptaban y utilizaban o aceptaban la simultaneidad de placer y exigencias. Por ejemplo, la prohibición de reuniones y asociaciones iba acompañada en paralelo con recompensas salariales y vacaciones adicionales. Esta modalidad de dominio del fascismo alemán ha recibido poca atención hasta ahora, sostenía Lüdtke a fines del siglo XX.

Las investigaciones del británico Ian Kershaw sobre Hitler terminaron por deslegitimar el mito de los alemanes como víctimas.[xiii] Para muchas personas, provenientes de los segmentos más pobres de la sociedad alemana, las experiencias de ascenso social y de placer estaban directamente unidas al belicismo y al racismo de los nazis. Pertenecer a la Volksgemeinschaft (la comunidad del pueblo) y sus interpretaciones simbólicas contribuyeron a la transfiguración del Führer, endiosado como autoridad indiscutible y a disculparlo de antemano.

Por otra parte, las investigaciones sobre delaciones populares han dejado al descubierto una relación entre la conducta individual y las formas de imposición del sistema dominante. Quedó en evidencia que muchas personas estaban dispuestas a colaborar y esto hizo posible la estabilidad del nazismo. En 1987, Reinhard Mann al estudiar las actividades de la Gestapo en Düsseldorf señaló que el 55% de las acciones fueron consecuencia de denuncias populares y no de iniciativas de la policía secreta u órdenes del partido o de las autoridades estatales. [xiv] Estas responsabilidades han sido corroboradas por otros investigadores (Robert Gellately, Paul Mellmann, Gerhard Paul).

Perpetradores, cómplices, colaboradores y el trabajo bien hecho – Centrar el análisis en los impulsos e intereses ideológicos suele ser importante, pero según Lüdtke sólo alcanza a dar una explicación parcial acerca de la disposición a colaborar con el régimen. Cuando se hace hincapié sólo en las motivaciones conscientes se suele excluir la multiplicidad de experiencias, así como su concentración y confirmación a través de signos y símbolos. Solamente tomando en cuenta la coincidencia entre los motivos calculados y sentidos será posible llegar a conclusiones sobre las lógicas de las conductas individuales y colectivas.

Por ejemplo, el interés en la modernización de las fábricas (nuevas maquinarias, vestuarios y lavatorios, etc,) no correspondía solamente a los dirigentes empresariales. Era sobre todo la masa de trabajadores semi calificados a la que se le ofrecía nuevas y mejores oportunidades de ganancia. A esto se agregaba una orientación tradicional: la reafirmación de la imagen simbólica del trabajador alemán calificado. A partir de ello no sólo había una actitud expectante por parte de los trabajadores sino de participación en acciones que servían al Estado y a la patria.

En este sentido, la matanza que se produce en la guerra también podía llegar a adquirir los rasgos que se consideraban como muestras de un trabajo de calidad: la excelencia del soldado alemán. Lüdtke cita el caso de un soldado que en una carta a sus compañeros de Leipzig se refería a que, en el avance hacia el Este, no se sentía como un soldado sino como un trabajador. En la vida civil se les exigía exactitud y concentración en la realización de su tarea y lo mismo se planteaba en el deber como soldados.

La “habilidad” también jugaba un papel importante. El historiador estadounidense Christopher Browning, cuya investigación sobre el Escuadrón de Policía 101 hemos citado tantas veces en artículos anteriores, señalaba que los soldados responsables de las acciones de este Einsatzgruppe culpable de decenas de miles de asesinatos, consideraban que el suyo era un trabajo manual sangriento. El “trabajo bien hecho” iba acompañado de autoestima y autojustificación. Trabajo alemán de calidad en todos los frentes: tanto en el ataque victorioso como en la defensa exitosa.

En cuanto a las elites profesionales del Tercer Reich, las representaciones simbólicas de los modos de orientación y prácticas de vida específicas se daban entre los jueces, los profesores, los ingenieros y arquitectos, los médicos, los generales, los burócratas, que no se limitaban a cumplir órdenes automáticamente, sino que ponían su mejor empeño y creatividad al servicio de un régimen monstruoso. En su práctica profesional, las órdenes, exigencias e incentivos no se limitaban a una reproducción mecánica, sino que involucraban el compromiso de su experiencia y de los saberes especializados. La disposición a involucrarse creativamente en el desarrollo del trabajo se consideraba imprescindibles.

Las elites profesionales crearon cosas nuevas, eran laboriosas y eficaces, se mostraban conformes y mantuvieron su motivación hasta el último momento respecto a las cuestiones concretas de su profesión. Esto se aplicaba tanto en una fábrica de motores de aviación, como en el transporte hacia los campos de exterminio o en las evoluciones de los frentes. Cada responsabilidad simbolizaba “el gran total”. Los detalles tenían cualidades sensoriales, eran visibles o palpables. La mezcla de concreción y actividad produjo las alusiones al “gran total”, al Reich, al Volk, al Führer que, a su vez, reforzadas por los medios de comunicación llamaban la atención sobre el detalle. La coincidencia entre lo pequeño y lo grande reforzaba y apoyaba la automotivación. 

El acuerdo con las medidas impulsadas por los nazis abarcó todos los campos. La fuerza explosiva de la Gleichsaltung (la nazificación de la sociedad a partir de 1933) se apoyaba en una mezcla de interpretaciones de supuestas legalidades objetivas con pautas culturales según las cuales el nacionalismo y el racismo eran considerados como verdades últimas objetivas. La colaboración de los jefes de departamento, de los mandos medios y hasta de las mecanógrafas en el desempeño de “su” organismo o “su” empresa era mucho más que una obediencia pasiva.

La Alltagsgesischte jugó un importante papel en la historiografía porque ya no se trataba de hablar de víctimas y perpetradores como entidades más o menos abstractas. Decisivos son los múltiples tonos de gris, las mezclas en que algunos se convirtieron en coautores, permanentes u ocasionales, con actitudes muchas veces contradictorias. Una intensa colaboración en la fabricación de tanques y cañones podía darse cuando, al mismo tiempo, se había negado el pago de una donación más elevada a las obras de beneficencia promovidas por el Estado. La no participación en una manifestación o desfile no era nada rara. Tampoco lo eran los significativos gestos simbólicos de ausentismo o de sabotaje en otros ámbitos de la vida cotidiana. Asimismo, no eran infrecuentes las variaciones en el comportamiento: entusiasmo y colaboracionismo inicial que con el tiempo se volvió distanciamiento, pesimismo o incluso resistencia. Esto empezó a verse a partir de principios de 1943 cuando la derrota de la Wehrmacht en Stalingrado impuso la idea de que la Unión Soviética ya no podría ser derrotada. También hubo quien recorrió el camino contrario.

En suma, la historia de la vida cotidiana contribuyó a aclarar que, ni la conducta ni la trayectoria individual podían reducirse a un simple “blanco o negro” sino que era preciso analizar las ambigüedades y los múltiples planos que determinan el quehacer de las personas en la práctica. Los vuelcos que se producen no surgen a partir de intereses calculados. No todo cambio se encuentra oculto en lo que había existido. Este Eigensinn de los actores históricos [xv] permanece como un anatema historiográfico, concluye Lüdtke, cuando vuelve a la cita de Marx porque se refiere a la “obstinación” y a quienes “conjuran e

[i]En este periodo hubo exculpaciones fraguadas y lo recordé esta semana cuando vi en el supermercado un envase de Persil, el famoso jabón detergente alemán más que centenario (ahora se fabrica en México y se vende en Uruguay). Enseguida de mayo de 1945, en Alemania proliferaron los testimonios salvadores que algunos ciudadanos extendían a los nazis para enfrentar los tibios procedimientos de desnazificación. Esos certificados daban fe que fulano o mengano no había sido nazi y aún si su nombre estaba en los registros del partido nacionalsocialista, de la Wehrmacht, de las SA o las SS, señalaban que había sido un vínculo formal sin participación en actividades delictivas. Está claro que esos certificados se cobraban a buen precio y se llamaban popularmente, como no, “Persilschein” (el brillo de la limpieza propia del buen detergente).

[ii]Muy conocida es la manifestación del pastor luterano Martin Niemöller. “Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, ya que yo no era sindicalista. Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, ya que yo no era judío. Cuando vinieron a buscarme a mi, no había nadie que pudiera protestar
“.

Por Lic. Fernando Britos V.

 

[iii]Ver entrevista publicada en La ONDA digital.

[iv]Ahora, cuarenta años después del asesinato del médico Vladimir Roslik – “el último asesinato de la dictadura” – recién son sometidos a juicio los nueve o diez implicados en el crimen. Lo que los medios masivos suelen omitir es que Roslik fue muerto por torturas durante una “clase” dictada por un perpetrador que actuaba como “profesor” y “alumnos” que participaban en el entrenamiento.

[v]Los principales temas de interés para Alf Lüdtke fueron el trabajo como práctica social, la conexión de la producción y la destrucción a través del trabajo, las formas de aceptación y participación en las dictaduras europeas del S. XX, el recuerdo y la conmemoración de las formas de oponerse a la guerra y al genocidio en las sociedades modernas. Lüdtke se formó en la Universidad de Tubinga en historia, sociología y filosofía. Los textos de este autor traducidos al español son escasos: Lüdtke, Alf (1991). “Sobre los conceptos de vida cotidiana, articulación de las necesidades y ‘conciencia proletaria’. En : Historia Social (Nº10).

      Lüdtke, Alf (1995). “ De los héroes de la resistencia a los coautores. “Alltagsgesischte” en Alemania. En Ayer (Nº19): 49-69.

[vi]Alemania se había involucrado en China a principios del siglo XX y había cometido un genocidio contra los pueblos africanos del África Sudoccidental (actual Namibia) entre otras acciones.

[vii]Von Stauffenberg y los demás conspiradores del 20/VII/1944 se planteaban continuar la guerra contra la Unión Soviética y pretendían una paz con ingleses y estadounidenses para conservar todas las conquistas de Alemania.  El Círculo de Kreisau estaba formado por alrededor de veinte personas, liderados por el conde Helmuth James von Moltke y su amigo, el conde Peter von Wartenburg quienes en 1940 comenzaron a tomar contacto con personalidades que se oponían a Hitler. En comparación con otros grupos alemanes antinazis, el Círculo de Kreisau estaba conformado por destacadas personajes provenientes de diversos sectores profesionales, políticos y religiosos.

[viii]  Christa Wolf (1929 – 2011) fue una novelista, ensayista y guionista cinematográfica alemana, de gran reputación. Nacida Christa Ihlenfeld, después del final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, se radicó con sus familiares en la RDA. Militó en el Partido Socialista Unido de la RDA (PSUA). Durante la Guerra Fría, se opuso al gobierno de la RDA, manteniéndose fiel al marxismo. Luego, se opuso a la reunificación alemana, como otros escritores alemanes (por ejemplo, Günter Grass). Su obra refleja tanto las experiencias que tuvo durante la Segunda Guerra Mundial, como las de su vida en plena posguerra, defendiendo la libertad de expresión.

[ix] El autor de Lebensgesischte und Sozialkultur im Ruhrgebiet 1930-1960 es Lutz Niethammer (nacido en 1939) un conocido historiador alemán especializado en historia oral e “historia desde los de abajo” y fue publicado en 1989.

[x]La Dra. Dorothee Wierling (nacida en 1950) es antropóloga e historiadora de la Universidad de Hamburgo. Su obra Mädchen für alles. Arbeitsalltag und Lebensgeschichte städtischer Dienstmädchen um die Jahrhundertwende, se publicó en 1987. No existe traducción al español.

[xi]Los Juicios de Auschwitz (en alemán, Auschwitzprozesse), fueron una serie de juicios por parte de tribunales de la RFA que se llevaron a cabo en la ciudad de Frankfurt, entre el 20 de diciembre de 1963 y el 19 de agosto de 1965 contra 22 acusados por su papel en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz (3 de los reos fueron exculpados y uno murió mientras se desarrollaba el juicio; el resto recibió penas de prisión que al poco tiempo fueron conmutadas; las consecuencias fueron un escándalo jurídico).

[xii]  A fines del verano de 1944, los registros alemanes enumeraban 7,6 millones de trabajadores civiles extranjeros y prisioneros de guerra en el territorio alemán, la mayoría de los cuales habían sido llevados allí por coacción. En 1944, el trabajo esclavo constituía una cuarta parte de toda la fuerza de trabajo de Alemania, y la mayoría de las fábricas alemanas tenían un contingente de prisioneros. En realidad los trabajadores forzados de muy diversas categorías superaron los once millones de personas. Más de 2.000 empresas se beneficiaron del trabajo forzado.

[xiii]El historiador británico Ian Kershaw (nacido en 1943) es autor de la exhaustiva biografía sobre Adolf Hitler, originalmente publicada en dos tomos, en inglés: Hitler, 1889-1936: Hubris, (Londres, 1998) y Hitler, 1936-1945: Nemesis, (Londres, 2000), una obra insuperable.

[xiv]Mann, Reinhard. Protest und Kontrolle im Dritten Reich. National-sozialistische Herrschaft im Alltag einer rheinischen GroBstadt. CampusVerlag, Frankfurt, New York 1987. ix, 413 pp. El autor murió en la treintena, pero su trabajo se basó en un análisis sistemático y extraordinariamente documentado de la operación de la Gestapo en Düsseldorf. Utilizó entre otras fuentes 3.770 informes sobre todo tipo de actividades perseguidas por la policía secreta nazi. Su trabajo estableció una imagen muy completa no solamente sobre la forma de operar de la Gestapo sino sobre la relación entre esta agencia y la población en general.

[xv]La Eigensinn se puede traducir literalmente como obstinación, sin embargo, en un sentido más amplio, Lüdtke lo utiliza para referirse a la capacidad de los individuos para forjar su propia historia, en su ámbito, aunque como ya lo señalaba Marx esto es posible en un grado muy reducido.

 

 

 

 

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