Entrevista al historiador Lincoln Maiztegui Casas
El próximo 25 de mayo se conmemora el bicentenario de la República Argentina. Doscientos años después de la Revolución de Mayo de 1810 en la cual se destituyó al virrey español Baltasar Hidalgo de Cisneros, dando lugar a la creación de lo que se llamó Junta de Gobierno. Hechos que en realidad dan inicio a todo un periodo de emancipación de los pueblos sudamericanos, especialmente es un instancia clave para la Banda Oriental y el papel destacado de José Artigas.
Para conocer el alcance de este acontecimiento: La ONDA digital dialogó con el historiador Lincoln Maiztegui Casas, quien fue enfático en destacar el gran significado y valor histórico cultural que tiene para todos nosotros, destacando el alcance para los posteriores procesos de independencia, que tuvieron aquellos acontecimientos que se iniciaron en 1810.
– Profesor, cuando hablamos del Bicentenario, ¿de qué estamos hablando?
– Estamos hablando de los 200 años del principio del proceso de la emancipación para todo el Río de la Plata. Es una fecha tan nuestra como argentina, nos afecta tanto a nosotros como a los argentinos. Nuestra revolución –que después adquiere un carácter muy especial, cuando Artigas le da su impronta federal– en principio, no es sino la desobediencia ante el gobierno colonial español y la adhesión a la Junta de Mayo. Artigas lucha en Las Piedras como soldado de la Junta de Mayo. Entonces en ese aspecto –porque se ha distorsionado mucho últimamente ese tema, ¿no?– es una fecha del Río de la Plata, es una fecha de América.
– ¿Es una fecha que se corresponde al proceso que se venía dando en las colonias o es una consecuencia de lo que pasó en España por ese momento?
– Son las dos cosas. Lo que pasa es que mirar el proceso como una consecuencia de lo que pasó en España es muy poco heroico y nos da pocos motivos para enorgullecernos. O sea, aprovechamos que la metrópolis estaba ocupada para iniciar un proceso que termina en la emancipación. Pero eso es una valoración de tipo muy general. Después hay que ir un poco más al detalle. Pero, por un lado, había una fuerte disconformidad del elemento criollo – fundamentalmente del elemento criollo de clase alta que, en América no eran nobles, eran comerciantes, eran burgueses – que estaban muy molestos y cada vez más concientes de cuánto los perjudicaba un sistema de monopolio que obligaba a comerciar exclusivamente con España. Salvo algunos aspectos de tráfico de esclavos o alguna cosa así, era obligatorio comerciar sólo con España y ni siquiera entre los Virreinatos se podía comerciar. Cada Virreinato tenía prohibido desarrollar una industria propia, había que comprarle todo a España. Eso en el siglo XVII o XVIII más o menos, pero ya cuando empieza el siglo XIX – después de la Revolución Francesa, después de cuando se empieza a hablar de los derechos de los pueblos – etc., etc. – molestaba mucho. Entonces había un sustractum de disconformidad que iba a estallar en ese momento o en otro. Era la metrópolis que se ve invadida y tiene que luchar por su propia independencia, venía todo sobre hojuelas, ¿no? Entonces ahí se aprovecha.
– Con la perspectiva que da hoy la historia, este hecho parece haber sido inteligente y oportuno.
– Claro, claro. Y lo segundo que quería señalar es que –en principio– la Revolución de Mayo no es independentista.
– No es independentista…
– En principio la Revolución de Mayo no es independentista, aunque hay elementos independentistas metidos ahí. Está la figura de Mariano Moreno – que es una figura que me despierta muy poca simpatía a mí – que en ese momento está en una postura radical, jacobina, medio del estilo Robespierre, ¿no? O el mismo Juan José Castelli que tenían un proyecto independentista. Pero la mayoría de la Junta – entre ellos Cornelio Saavedra que era el máximo jefe militar – buscaban autonomía, soberanía retrovertida al pueblo. Es decir, una vez que faltaba la figura del rey y el pueblo tenía derecho a darse el gobierno que mejor le parece. Pero se entiende que siempre dentro de la monarquía española.
– ¿Aparecían una serie de nuevas reglas de juego en la relación con España?
– Exacto. Pero –además- esas reglas de juego las sientan los españoles. Cuando Fernando VII cae prisionero de Napoleón se forman las Juntas en España para resistir la dominación napoleónica y resurge la teoría usufructuaria de la monarquía que viene de la Edad Media y de Grossi, un teórico político de la época que decía: “el rey solo es sólo usufructuario del poder que, en realidad, reside en el pueblo”. Por lo tanto cuando el rey -la dinastía– desaparece por cualquier motivo, la soberanía retrovierte al pueblo y el pueblo adquiere el derecho de darse el gobierno que mejor le parezca. Pero los americanos dicen: “pará, nosotros también somos pueblo, ergo, adquirimos el derecho de darnos el gobierno que mejor nos parezca”. Hasta que vuelva el rey. Por eso – en principio – la Revolución de Mayo, por lo menos teóricamente, es una especie de “paréntesis” hasta el regreso de Fernando VII. Yo creo que gran parte de la evolución que el proceso tuvo – y es muy difícil saber qué hubiera pasado si Fernando VII hubiera actuado de otra manera – es que cuando vuelve en 1814 Fernando VII, que era un hombre particularmente torpe, lejos de buscar un acuerdo con sus colonias o sus ex colonias – ya a esa altura – actuó al revés. Actuó con una hostilidad tremenda, mandó un ejército reconquistador al que le fue como el diablo, con el general Murillo; intentó mandar otro ejército en 1820 encabezado por el general Ríos que se sublevó.
– En realidad precipitó el enfrentamiento…
– SÍ yo creo estar ejerciendo mis derechos ¿no? y la otra parte me agrede por ello, no tengo más remedio que decir: “bueno, entonces cada uno por su lado y nos independizamos”. Es interesante observar que la Revolución de Mayo sucede en mayo de 1810 y la independencia de la República Argentina la proclaman recién el 9 de julio de 1816, o sea, 6 años después.
– Usted decía que estos movimientos – en gran medida,– se presentaban como la búsqueda de nuevas reglas de juego – para utilizar la misma palabra – por ejemplo, de comerciantes que allí había. Ahora, eso en la Argentina, parece más evidente que aquí, con Artigas y su gente.
– No en ese plano. Artigas es un defensor del “libre comercio”. Las Instrucciones del Año XIII son muy claras en ese sentido. Lo que pasa es que Artigas sostiene que no es pertinente que exista un gobierno central en Buenos Aires con todo el poder, porque eso es sustituir – de alguna forma – un autoritarismo por otro. Y entonces defiende, basado en la Constitución de Estados Unidos y en los textos que él conocía – Artigas era un hombre bastante más leído de lo que la gente cree muchas veces – la instalación de un sistema federal, donde cada provincia tuviera un grado importante de autonomía. Pero – en principio – no se discute que el coloniaje había que eliminarlo – fundamentalmente – por el aspecto comercial.
– ¿O sea que, socialmente, estos movimientos se corresponden a situaciones muy parecidas, la de Argentina y lo que luego fue Uruguay?
– Si, con alguna diferencia. En realidad no se puede hablar de Argentina y Uruguay, porque Argentina y Uruguay no existían. Pero respecto de lo que es la revolución de la Banda Oriental y – en general – la revolución del Litoral – o sea: Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Misiones – tiene un componente social que la Revolución de Mayo no tiene o – si la tiene – es muy larvada y muy reprimida. ¿Quiénes son los hombres de Mayo? Son todos abogados, militares, burgueses, comerciantes, gente de clase alta. Sólo en muy contadas circunstancias y muy contados momentos interviene el grueso de la población. En cambio la revolución en el Litoral y – marcadamente – en la Banda Oriental, está llevada a cabo por la gente pobre, por los gauchos – que de alguna manera, se suman – los peones rurales, los indios – en algún caso – siguiendo a sus caudillos naturales que son los propietarios de la tierra o la persona que – por alguna razón – se hace admirar y seguir como tal caudillo. Eso explica porqué la revolución federal en general y – concretamente – la revolución oriental, tiene un sesgo social que se expresa en las leyes: el Reglamento de Tierras de 1815, el muy avanzado proyecto de Artigas para integrar a los indios, que no se ve en otras partes de América. De América no – perdón – que no se ve en otras partes del Río de la Plata.
– ¿Estos hechos de 1810 están rodeados de luchas militares de guerra?
_ Bueno, hay luchas y hay algunas importantes. Porque el problema de la Junta de Mayo – y eso lo objetan muy bien los “españolistas” – es que está elegida por porteños, sustituyendo a autoridades que tenían jerarquía en todo el Virreinato. Entonces, con qué derecho un porteño le dice a un cordobés, o le dice a un correntino, o le dice a un oriental o le dice a un tucumano: “mirá, el virrey no manda más ahora mandamos nosotros, con una Junta que la elegimos en Buenos Aires y respecto a cuya elección vos no tuviste arte ni parte”. Entonces – por un lado – eso explica la preocupación de la Junta de Mayo por convocar Congresos Provinciales. Se convocan hasta tres y el propio afán centralista de los porteños termina distorsionando su misma iniciativa. Pero en segundo lugar, se manda un ejército hacia el norte que fusila a Liniers y a otra gente que no se había pasado a la revolución, recibe derrotas, hasta que finalmente Belgrano, que era un abogado y un economista, no era – en absoluto – un militar, obtiene dos victorias importantes y – de alguna forma – salva el peligro de un contraataque de los españoles que tenían su centro en Lima y llegaban hasta el Alto Perú, es decir, hasta Bolivia. O sea que hubo un aspecto militar. De ahí también la importancia de la Batalla de Las Piedras que – en realidad – es una batalla, como tal, de poca trascendencia, son dos mil hombres, pero Artigas gana, gana en la Banda Oriental y eso lo jerarquiza.
– Jerarquiza a Artigas, fortalece su posición frente a Buenos Aires…
– ¡Exactamente! Y salva – de alguna manera – la cara de la Junta. Cuando la Junta busca un acuerdo con Elío – el virrey del Río de la Plata que se había instalado en Montevideo – para firmar un armisticio, consigue y determina que los orientales se sientan traicionados y sigan a Artigas en lo que se ha llamado el Éxodo del Pueblo Oriental. A mí me gusta mucho más el nombre que le dieron ellos mismos, la “Redota”, que es un nombre muy bonito. Primero porque es el nombre original que ellos le dieron y, en segundo lugar, porque es la palabra “redota” que no es otra cosa que “derrota” dicho por un hombre del campo. Tiene dos sentidos: “derrota” en el sentido de ·”batalla” y “derrota” en el sentido de “derrotero”, de “camino”, es un nombre precioso, ¿no? Ese armisticio que determina el éxodo, sólo lo puede firmar el gobierno de Buenos Aires porque Artigas ganó en Las Piedras y por lo tanto, tiene una cierta posición de fuerza que lo obliga a Elío a pactar. De lo contrario, con las tropas que tenían los españoles, los portugueses que habían invadido la Banda Oriental (la princesa Carlota Joaquina tenía derechos dinásticos sobre estas tierras y la flota de guerra que estaba en Montevideo y bloqueado Buenos Aires), no podían aplicar el libre comercio que había proclamado la Junta. Sin embargo acepta pactar, precisamente porque había sido derrotado militarmente en Las Piedras.
_ ¿Por qué siendo Artigas el triunfador, no se dirigen a él?
– ¿Pero quien es Artigas para el gobierno de Buenos Aires? Es un militar subordinado, es un coronel y punto. A nadie se le ocurre decirle a un coronel que vaya a negociar. Se negocia de gobierno a gobierno. De alguna forma elegido por aclamación en el Congreso en la Chacra de La Paraguaya, nombre un poco ampuloso para una organización de vecinos. Los orientales, está claro, que no quieren un armisticio que los deje otra vez bajo el poder de Elío como jefe civil del pueblo oriental. Entonces se juntan en él dos jerarquías: primero, es un militar subordinado y, segundo, es el jefe político de una comunidad. Buenos Aires – este segundo aspecto – no lo entiende y no lo quiere entender. Entonces dice: “quien es este “coronelote” que me está armando lío y metiéndose en política, cuando lo que tiene que hacer es ganar batallas y chau”. Y, entonces, ahí comienza la ruptura de Artigas con Buenos Aires. Es decir, cuando Buenos Aires no acepta o no ve la otra jerarquía de Artigas, que es el jefe político de una comunidad. De todos modos – cuando estamos hablando de ese doble carácter de Artigas – estamos hablando ya de 1811, avanzado el año. Eso – en 1810 – ni se plantea.
Cuando Artigas deserta de su condición de militar Blandengue, va a ponerse al servicio de la Junta de Buenos Aires y es un soldado dependiente de la Junta. Por eso es que la revolución es tan importante para nosotros.
– Quizás cuando ven que Artigas participa ya de acciones políticas, la contradicción empieza a aparecer.
– Claro, ahí la Junta o el gobierno de Buenos Aires, empiezan a nombrar a Artigas como a un militar díscolo, que les crea problemas y que no cumple su función de militar subordinado. Y eso va a ir de mal en peor hasta la ruptura de 1814, cuando Artigas abandona el Sitio de Montevideo y comienza a expandir su idea federal por el litoral y conforma la Liga Federal – que nunca se llegó a constituir como tal – pero fue un proyecto de alianza muy poderoso para combatir el centralismo de Buenos Aires.
– ¿Quién era – de alguna manera con palabras de hoy – el ideólogo de la revolución argentina?
– Eso es bastante difícil de contestar. Ideólogo no hay. En principio, porque no hay una ideología clara. Hay una aspiración al libre comercio, una aspiración al control de los propios asuntos – por parte de un gobierno elegido por la gente – pero no hay una ideología diferente a las que se manejaban en Europa. Ahí uno tiene figuras como Mariano Moreno, como Castelli o el propio Belgrano, que son gente que ha vivido en Voltaire, en Montesquieu, en Rousseau, en la Revolución Francesa. Castelli y Moreno – claramente – se han inspirado en Robespierre. Por eso yo no les tengo simpatía a ninguno de los dos. Creo que son malos imitadores de Robespierre. En cambio, en la Banda Oriental hay una influencia norteamericana muy fuerte. Quien primero vio eso es un extraordinario historiador oriental, cuya carrera política ha opacado -de alguna manera su dimensión de historiador – que es Don Luis Alberto de Herrera, en un libro que escribió (para mí su mejor libro) que se llama: “La Revolución Francesa y Sud América”, donde él sostiene que en la Banda Oriental y – concretamente – en Artigas y en la gente que lo rodeaba – Monterroso, Barreiro, etc. – la influencia mayor no viene de Francia, sino que viene de los Estados Unidos.
Artigas – incluso – manejaba una traducción del “El Sentido Común” de Thomas Paine – que es uno de los teóricos de la Revolución norteamericana – que se había publicado diez años antes. Y las Instrucciones del año XIII están – prácticamente – tomadas de la Constitución de Massachussets. Quiere decir que la revolución nuestra es menos jacobina, menos intolerante, más humanista – de alguna manera – por la influencia norteamericana. O sea, esa es la tesis de Herrera que yo – personalmente – comparto.
– Entonces, ¿ahí sí hay diferencias, de alguna manera?
– Se van creando diferencias una vez que las revolución oriental toma su propio carácter, cosa que se va a producir en 1811, a partir del armisticio, cuando los orientales empiezan a sentirse traicionados por el gobierno que han escogido como sustituto del gobierno colonial. Tal vez sin mucha razón, porque el armisticio – de alguna forma – era necesario. Pero concretamente, los orientales se habían levantado en armas contra el virrey Elío y el gobierno de Buenos Aires firma un acuerdo que los deja bajo el poder de Elío otra vez. Entonces se sienten traicionados y ahí, empieza una etapa distinta, donde el proceso revolucionario de la Banda Oriental adquiere características propias. Y es donde esas características se separan un poco del modelo de la Revolución Francesa que se seguía en Buenos Aires. Todo esto es esquemático – desde luego – no fue tan en “blanco” y “negro” como uno lo dice.
– Claro, quizás hoy se pueda percibir, pero en esa época era más complejo.
– Sí, los americanos lo vieron muy clarito eso. Por eso admiraban a Artigas. El cónsul de EEUU hizo todo lo posible para que el gobierno norteamericano apoyara a Artigas, porque se daba cuenta que era un hombre que estaba – diríamos – “bebiendo” en las fuentes de lo que era la revolución norteamericana que estaba en sus primeros años. Todavía se vivía una convulsión revolucionaria en los Estados Unidos.
De todos modos, si algo particulariza la revolución oriental, es la influencia norteamericana, que se refiere a los textos teóricos y a la Constitución de los Estados Unidos.
– Pero se puede ser categórico: los hechos de 1810, pautan el inicio de la separación de estos territorios de las coronas…
– Exactamente. El proceso comienza ahí. Al principio no era expresa esa voluntad de separarse, los hechos la van generando. Pero no cabe duda, que ahí es cuando se derroca al virrey, se eliminan las autoridades elegidas en España y los colonos pasan a autogobernarse.
– Luego se abre un largo período de contradicciones, de nuevas revoluciones, de nuevas situaciones independentistas, pero parecería que ese es el momento inicial de un quiebre
– Exactamente, o sea, aprovechando lo que pasaba en España. ¿Por qué no se hizo antes? Nunca se debe plantear en historia “qué hubiera pasado si…”. Pero si de pronto España, no es invadida por Napoleón, el proceso hubiera demorado o se hubiera producido en otro momento, ¿no? El hecho de que España estuviese ocupada en su propia lucha por la independencia, determina que es el momento ideal para precipitar algo, que ya estaba en el ánimo de la gente .
– ¿Esto es lo que hace válido que estos acontecimientos a doscientos años sean festejados, conmemorados, reivindicados?
– Ah, yo creo que sí. Esto es opinable, ¿no? Pero yo creo que sí. Porque si hoy somos repúblicas independientes – y no me estoy refiriendo a la separación nacional del Uruguay que fue después un proceso diferente que obedece a otras causas –, si América Latina como tal, está constituida por una serie de repúblicas – por lo menos – políticamente independientes, se debe al proceso de 1810, que se inicia en mayo en Buenos Aires y que tiene expresiones similares en Venezuela y Colombia, en Chile y en México, que son procesos teñidos de una radicalidad social ausente en el resto del continente. Pero todo empieza en 1810. ¿Puede ser casualidad eso? No. Lo que pasa es que en 1810 los españoles estaban pegándose de balazos con los franceses y entonces no podían atender lo que sucedía en sus colonias. ¿Qué expresa eso? Que había una fuerte disconformidad con el sistema colonial, y se aprovechó esa circunstancia para iniciar el proceso de emancipación. Así que es fundamental.
Respecto a lo que usted me preguntaba, yo no sé si hay en la historia del continente un hecho más importante que el proceso de 1810, y en el Río de la Plata el proceso de mayo de 1810. Creo que no lo hay. Ahí empieza todo.
Históricamente, ¿cómo sería la mejor manera de leer esto? ¿Como la evolución de un proceso de independencia en esta región, o como una crisis europea que da lugar a que estos pueblos no se ven comprendidos, integrados?
– Yo creo que las dos cosas. O sea, evidentemente el sistema colonial español, no tenía nada que ver con el sistema colonial inglés, que daba amplia autonomía a sus colonias. Por eso Estados Unidos tenía su propia vida independiente, su propia vida económica mucho antes de la independencia. Y la separación viene cuando un rey de origen holandés, que llega al trono de Inglaterra por casualidad, Jorge III de Harvard, les mete impuestos – el famoso impuesto al té, hay mucho folklore en eso, de que tiraban el té al agua –, lo que está revelando el grado de autonomía que ellos tenían. No estaban dispuestos ni a pagar ni un centésimo por un timbre sellado o por el té. Acá, el sistema colonial español era mucho más restrictivo. Y esta es una de las causas de nuestro subdesarrollo. Mientras Estados Unidos – o lo que eran las colonias británicas – desde el principio tuvieron su propia vida independiente y podían tener sus propias industrias y comercio y la relación con Inglaterra era simplemente una relación casi afectiva, nada más, – tanto que cuando un rey intenta imponer determinadas medidas provoca una sublevación y probable independencia; en el Río de la Plata se coarta la posibilidad de desarrollo desde los primeros tiempos.
– Era más asfixiante esta colonización
– ¡Muchísimo más! ¡Pero muchísimo más! Entonces, no es de extrañar que todavía hoy estén luchando por la industrialización. Han pasado sólo 200 años. En la vida de un pueblo no es mucho tiempo eso y – salvo pequeñas bolsas, como puede ser San Pablo o alguna otra ciudad – somos todavía productores de materias primas y compradores de productos que se manufacturan en otro lado. El deterioro de los términos de intercambio determina que nos hayamos descolgado cada vez más del mundo desarrollado. Y eso – claro – hay muchos factores ahí. No solamente el monopolio español lo está explicando. También la influencia negativa de Inglaterra primero y de Estados Unidos después, que genera lo que se llama la “balcanización”, o sea, la separación de todo el territorio de una cantidad de países diferentes. Mire lo que es el mapa de Centroamérica, por ejemplo, ¿no? Son pueblos que hablan la misma lengua, la misma cultura y están divididos en cantidad de naciones diferentes, divididas y enfrentadas entre sí. Pero el inicio de todo, la razón por la cual estos territorios no lograron los niveles de desarrollo que logró – por ejemplo – Estados Unidos o Canadá…
– ¿Usted ve en ese origen histórico a nuestra realidad económica?
– No cabe duda. Por supuesto, no es el único factor. Insisto mucho en esto porque tenemos el mal hábito – y sobre todo mi generación, la generación anterior a la mía fue muy responsable de esto, de echarle siempre la culpa a los demás: “somos subdesarrollados porque los imperialistas nos chupan la sangre”, “Las Venas Abiertas de América Latina”, en parte es cierto y en parte no. También a nosotros nos ha faltado capacidad y bueno, no quiero decir inteligencia, pero nos han faltado determinadas virtudes como para lograr superar esas limitaciones. No olvidemos que lo que tenemos hoy en día es que somos herederos del coloniaje español, como si tuviera las manos atadas por un sistema nefasto.
– ¿Las bases económicas ya eran muy endebles en ese momento en comparación con Estados Unidos?
– Lógico. ¿De qué vivía la población americana en el tiempo del coloniaje? Se vivía de exportar carnes y cueros en estas zonas. En los lugares donde había metales preciosos, se exportaban o se exportaba otro tipo de materias primas. Entonces, no podemos extrañarnos que – hoy en día – seamos lo que se ha dado en llamar subdesarrollados. O sea, países que no tienen su propia autonomía industrial que les permita sobrevivir al margen de las grandes potencias.
– En más de una instancia por estos días se festeja o se trata en España el tema del bicentenario, con una impronta donde no se ve que las colonias se rebelaron contra España, sino como un hecho donde ambas partes tuvieron incidencia…
– Hay una cosa que no se puede perder de vista. El proceso revolucionario en América Latina estalla por la disconformidad que había respecto al sistema de monopolio. El problema no era con España, el problema era con el sistema colonial, con el sistema de monopolio. Y eso está clarísimo. Si España hubiera tenido una actitud un poco más abierta, un poco más flexible, muy posiblemente se hubiera prolongado mucho más el coloniaje, como se prolongó el coloniaje inglés en algunas de sus colonias, que lograron su independencia después de la Segunda Guerra Mundial. En cambio, cuando a ti te están coartando tus posibilidades de desarrollo comercial, máxime cuando los criollos van tomando conciencia de que España no produce nada y que es una mera intermediaria, recibe las materias primas de América, las vende a Inglaterra o a Francia – que son los países industriales – compra los productos industrializados y los revende con ganancia. Entonces, ¿para qué necesitamos ese intermediario? Nos entendemos directamente con la metrópoli – en este caso con Inglaterra o con Francia – y vamos arriesgando. Cuando los criollos comienzan a ser concientes de eso es cuando sienten que esta gente nos está explotando, nos está chupando la sangre. Y ahí empieza la revolución. O sea, cualquier interpretación que no admita ese hecho – a mi juicio – es equivocada.
– ¿Dónde se encontraba San Martín en este periodo?
– San Martín estaba en España peleando. Una cosa que llama bastante la atención es que San Martín estuvo muy pocos años en la Argentina. Él viaja a Europa con su familia cuando es un niño, hace toda su carrera militar en España, vuelve en 1812 y se vuelve a ir – definitivamente – en el ‘22 o ‘23 – no recuerdo exactamente – y no vuelve más. Es decir, vuelve en el ‘29 pero – ni siquiera – se baja del barco. Pasa un aviso desde Montevideo, llega a Buenos Aires y – dado que tiene un prestigio tan bien ganado, tan justo y tan grande – todas las partes que estaban enfrentadas en ese momento: unitarios, federales, etc. hablaron con San Martín para intentar ponerlo de su lado. Yo creo que es el personaje más admirable de América Latina.
– ¿Por qué?
– Porque no tiene ambiciones personales. Así como Bolívar es un hombre con un ego impresionante, lleno de ambiciones, con gestos monárquicos – también San Martín los tenía, pero por causas diversas. San Martín fue lo más republicano que se podía pedir. Lo que pasa es que había visto el horror de lo que era la guerra civil en España y pensaba que tenía que haber un gobierno relativamente fuerte para debilitar ciertos excesos. Pero su carácter es austero. Como militar es extraordinario. Como político no es tan lúcido, porque no le interesa. Su obsesión es terminar con el dominio español. ¿Dónde está el centro del poder español? Está en Lima. Bueno, ahí me voy. Cruzo Los Andes – en una hazaña militar impresionante – libero Chile, venzo a los españoles y me quedo en Lima. ¡Y se acabó el coloniaje! Y cuando viene Bolívar y lo ve lleno de ambiciones y con ese ego – sin haber perdido jamás una batalla – agarra a su hija y se va para Francia y no vuelve más. ¡Es un personaje admirable bajo todos los aspectos!
Ahora, usted me preguntaba ¿qué hacía en ese momento? En ese momento estaba luchando en España contra los franceses. Vuelve en 1812 – enviado por la masonería – juntos con Carlos María de Alvear y con otros jefes masones todos – de lo que era la logia de “Lautaro” en Buenos Aires – para, de una vez, proclamar la independencia y radicar una constitución. El slogan de ellos es: “Independencia y Constitución”.
– Así se llega al 1816
– Así se llega al ‘16, pero con mucha cosa por el camino. Porque San Martín, después, tiene diferencias con Alvear y no quiere meterse en los líos políticos de “unitarios” y “federales”. Empieza a concebir su estrategia del cruce de Los Andes y a luchar contra los españoles y deja el manejo político en manos de otros miembros de la logia “Lautaro” y de lo que era el gobierno que – en ese momento – había en Buenos Aires. Cuando San Martín se va para preparar el ejército a Cuyo, Alvear lo acompaña hasta la salida de Buenos Aires; ni bien San Martín se ha ido, Alvear hace un comentario a la gente que lo rodea y dice: “ya se jodió el hombre”, como diciendo: “nos sacamos a éste de arriba”. La historia demostró que el que se jodió fue él, porque San Martín fue a la gloria y él es un personaje más discutible.
– En ese sentido que estamos hablando surge un San Martín mucho más visionario, más estratega que Artigas. Aunque filosóficamente Artigas tenía ideas muy avanzadas
– Yo creo que son dos personajes que no se pueden ni se deben comparar. Primero porque – con todo el respeto y la admiración que yo le tengo a Artigas y que los orientales todos le tenemos – Artigas es un caudillo local. Es un caudillo que ejerce su acción en la Banda Oriental y algo en Entre Ríos y provincias cercanas. San Martín es un personaje continental. Es el hombre que – prácticamente – liquida el coloniaje del resto de América, ya no aquí. Una vez que eso está claro, que hay una diferencia de jerarquía que está determinada por el radio de acción que cada uno tuvo, yo creo que Artigas es un hombre más formado – políticamente – que San Martín. Artigas tiene un proyecto claro, San Martín, no. San Martín lo único que tiene claro es que hay que echar a los españoles y que hay que conseguir la independencia. ¡Eso lo tiene clarito! Si federal, si unitario, tiene vacilaciones y tiene contradicciones. Hay una carta de San Martín a Artigas – que Artigas nunca leyó porque no le llegó – donde le dice, palabras más, palabras menos: “mi querido tocayo, déjese de joder, vamos a unirnos unitarios y federales a luchar contra los godos, contra los españoles y después que los hayamos echado, sí, nos enfrentaremos y veremos que sistema elegimos. Pero – por el momento – lo fundamental es la lucha contra los españoles”. Artigas ya tiene perfectamente claro que un sistema que sustituyera el coloniaje por un gobierno central, instalado en Buenos Aires, con todos los poderes, no era más que cambiar una teoría por otra.
– Usted dice que San Martín lo tenía claro.
– No. Artigas tiene perfectamente claro que sustituir el coloniaje por un gobierno central instalado en Buenos Aires, no significaba nada. ¡Ni siquiera la ruptura del monopolio! Porque el monopolio que antes ejercía España, lo iba a ejercer ahora Buenos Aires a través del puerto. “¿Querés exportar tus cueros, querés exportar tu carne salada? Bueno, yo pongo las condiciones. Porque el puerto lo tengo yo, la flota la tengo yo, la aduana la tengo yo”. Entonces – por eso – Artigas concibe la idea de una alianza de corte federal. Donde cada provincia tenga su autonomía, pueda aprovechar los puertos naturales, pueda manejar sus asuntos. San Martín no ve eso claro. Y no lo ve porque no le interesa. En ese sentido, Artigas es una cabeza política más clara que la de San Martín. Insisto, admitiendo que son personajes de jerarquía diferentes. San Martín se vuelve más lúcido – a mi juicio – en el exilio.
– Tiene más posibilidades de estudiar
– ¡Claro! Y – sobre todo – ya lejos del proceso y todo lo demás, empieza a ver las cosas con otra perspectiva. Ya se vuelca claramente al federalismo, ¿no? El último gesto de San Martín es donar el sable de las campañas de la independencia a Rosas. Porque Rosas estaba enfrentado – en esos momentos – a la intervención franco-inglesa. Por la dignidad y el honor con el que ha defendido a la nación argentina. Eso – tal vez – no lo hubiera hecho San Martín en 1814 o 15.
– ¿Cómo ve usted la historiografía uruguaya en torno a estos temas?
– Yo creo que – en general – se ha distorsionado mucho. He escuchado algunas voces que dicen: “bueno, pero después de todo qué tanto tenemos que festejar si esta es una fecha argentina”. Bueno, yo creo que quien así piensa – respetando, desde luego, todas las opiniones – no analiza las cosas adecuadamente. Esa fecha no es argentina – en primer lugar – porque Argentina no existe en 1810. Ni es uruguaya porque Uruguay no existe en 1810. Es una fecha del Río de la Plata y es una fecha de América Latina. ¡Por lo tanto, es una fecha nuestra! Tanto como de Buenos Aires. Que el hecho de que haya sucedido materialmente en Buenos Aires, no quiere decir que nosotros no tengamos una deuda impresionante con la gente que eliminó las autoridades coloniales y – por primera vez – generó un gobierno de criollos al servicio de los intereses criollos. Las contradicciones aparecieron después. Pero al principio fue así. Y cuando en febrero de 1811, Benavides da el “Grito de Asencio”, ese grito consistió exclusivamente en decir: “no obedecemos más a las autoridades españolas que se han instalado en Montevideo y obedecemos a la Junta de Buenos Aires”. O sea que es un hecho, un proceso, tan oriental, como argentino, como paraguayo, como boliviano. De toda el área rioplatense.
– ¿Entonces, ve débil este aspecto entre nosotros?
– Yo creo que no hay mucha conciencia de eso, por una especie de “chauvinismo”. De repente – no sé – pero por ahí, en el Interior se tiene un poco más claro. En Montevideo – que no por casualidad, rechaza la Junta de Mayo y queda como baluarte españolista por el enfrentamiento del puerto y la rivalidad que ya existía en esa época – el “anti-porteñismo”, lo que mi querido y admirado amigo, el Prof. Guillermo Vázquez Francos llama “la porteñofobia” – hace que muchas veces veamos las cosas con una óptica nacionalista que no viene al caso, en este caso.
– ¿Queda algo que usted quiera subrayar o decir que yo no haya recogido?
– No, simplemente el respeto y la admiración que los “hombres de Mayo” nos tienen que merecer a todos. Incluso aquellos que, personalmente he dicho en el correr de esta entrevista que no me caen simpáticos, tipo Moreno o Castelli. Fueron hombres de su tiempo, obedecieron a los valores y a las ideas propias de su tiempo e hicieron una obra de “titanes”, como fue comenzar un proceso que iba a terminar en la emancipación de estos territorios. De modo que creo que les debemos gratitud histórica y respeto.
Maiztegui Lincoln Casas: Cursó la licenciatura de historia en la Universidad de Barcelona y en la Universidad Nacional de Educación a Distancia de Madrid.
Ha sido profesor de historia en Enseñanza Secundaria en diversos liceos públicos y privados y en el instituto Normal de Mercedes. Actualmente es Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad de Montevideo. Ha desempeñado una larga actividad periodística en diversos medios de Uruguay y España, actualmente es columnista del diario El Observador. En 2001 recibió el premio Juan José Morosoli a la mejor labor periodística del año.
Es autor de varios libros de historia entre los más recientes está “Una historia política del Uruguay. De 1972 a 1985.” (Planeta)También es autor de la sección de historia americana de la Gran Enciclopedia Larousse, y fue redactor de varios fascículos de la colección Grandes Compositores, Grandes Temas de la Música y Musicalia.
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