Hay de hecho un vacío de poder en el mando supremo de EEUU, al hacer crisis pública la senilidad en la que está el presidente Joe Biden durante el debate electoral con Donald Trump. El presidente Biden solo admitió el viernes su pobre desempeño en su debate contra el expresidente Donald Trump, pero insistió en que no se postularía para la reelección si no pudiera desempeñar el cargo. «No debato como antes, es cierto», fue todo lo que reconoció.
Pero no convence ni a propios ni a ajenos. Es que es hasta cruel describir su catastrófico desempeño ante un Donald Trump que vociferaba una mentira tras otra: el presidente tambaleaba, olvidaba, balbuceaba y más.
La certeza que sin duda da Biden ante las elecciones del 5 de noviembre es que las perderá. Pero la preocupación que causa su visible ingreso en la decadencia física es por su condición ya hoy. Entre otros aspectos, por problemas de seguridad nacional.
Jerarcas de su partido demócrata quisieran no sólo que renuncie voluntariamente a su nominación, sino que están manejando la posibilidad de convencerlo de que acepte renunciar al cargo de presidente, dándole lugar a su vicepresidenta Kamala Harris para que ejerza el cargo hasta el fin del mandato, el 4 de enero.
Al efecto se aplicaría la enmienda 25 de la Constitución. Esta fue propuesta por el Congreso y ratificada por todos los estados tras el asesinato del presidente John F. Kennedy, y ella establece los procedimientos para reemplazar al presidente o vicepresidente en caso de muerte, destitución, renuncia o incapacitación. El escándalo Watergate de la década de 1970 vio la aplicación de estos procedimientos, primero cuando Gerald Ford reemplazó a Spiro Agnew como vicepresidente, luego cuando reemplazó a Richard Nixon como presidente y luego cuando Nelson Rockefeller cubrió la vacante resultante para convertirse en vicepresidente.
Si se logra convencer a Biden de esta posibilidad, bastará con que él le entregue una carta en ese sentido, amparándose en la sección 3 de la enmienda constitucional. Esta establece que «siempre que el Presidente transmita al Presidente pro tempore del Senado y al Presidente de la Cámara de Representantes su declaración escrita de que no puede ejercer los poderes y deberes de su cargo, y hasta que les transmita una declaración escrita en contrario, dichos poderes y deberes serán desempeñados por el Vicepresidente como Presidente interino.»
La alternativa es la que consigna la sección cuatro: «siempre que el Vicepresidente y la mayoría de los funcionarios principales de los departamentos ejecutivos o de cualquier otro cuerpo que el Congreso disponga por ley, transmitan al Presidente pro tempore del Senado y al Presidente de la Cámara de Representantes su declaración escrita de que el Presidente no puede ejercer los poderes y deberes de su cargo, el Vicepresidente asumirá inmediatamente los poderes y deberes del cargo como Presidente interino».
Son, por cierto, horas de incertidumbre.
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