/ Si se le pregunta a Leo Hararí qué es lo que está en juego en estas elecciones legislativas en Francia, afirma sin dudarlo que «está en juego el avance de la consolidación de la derecha en Europa. Cada vez más, la derecha tradicional se ve presionada a aliarse con la extrema derecha pára mantener el poder. Y ya hay varios gobiernos en Europa como consecuencia de esto: Holanda, Dinamarca, Finlandia, y no sabemos qué va a pasar en Alemania, donde la extrema derecha tiene mucha fuerza.
Han logrado romper lo que acá los centristas llaman el cordón sanitario, que excluye la alianza con la extrema derecha, «que no es republicana, que no representa los valores nacionales y sobre todo, de Europa».
Ante el claro avance de la ultraderecha en las elecciones en la Unión Europea el 9 de junio, el débil gobierno de Emmanuel Macron disolvió anticipadamente el parlamento y llamó a elecciones legislativas, el domingo 30 con segunda vuelta el 7 de julio.
La situación de la que se parte es que Macron no logra más que gobernar por decreto, la izquierda se frena pero crece y se ha unificado en un Nuevo Frente Nacional, en memoria del Frente Popular que gobernó entre 1936-8, por directiva de la Internacional Comunista en su congreso el año anterior en Moscú y ante el avance del fascismo. Y la derecha crece, tal vez a 200 bancas, pero no tantas como las 289 que necesitaría.
Es en este contexto que Harari trae a la lectura que la elección es en 577 distritos, y que los elegidos conviven con los electores y pueden depender más de los favores y apoyos intercambiados por su voto que de la formación política nacional a la que pertenecen, que pierde presencia. Y pese a que la fuerza que quede tercera también participa en la segunda vuelta (el 7 de julio) si tiene al menos el 12,5% de los votos, lo esperable es que la segunda vuelta sea entre dos fuerzas en muchos distritos, señala Harari. «En general, esa relación lleva a su reelección, dinámica que perjudicará particularmente a la derecha. Es que la presencia de los republicanos tiene en esos distritos sus últimos vestigios.»
El análisis de la situación de este uruguayo, buen analista internacional que vive en Francia y ahora parcialmente en Uruguay, se sumerge en los rasgos políticos e historia de la población francesa. Esto es lo que dijo, empezando por la posibilidad de que la izquierda apoye al presidente Macron para evitar el avance de la derecha:
«La alianza de Macron con los votos de la izquierda fue lo que hizo ganar a Macron antes. La gente de Francia que más odia a Macron está en los herederos de (Charles) De Gaulle –a los que aquí llaman republicanos–, porque ellos son los que manejaron el centro (político) desde el fin de la guerra. Y ellos son enemigos mortales de la extrema derecha, que nació para embromarlo a De Gaulle. El papá de Marie Le Pen, Jean-Marie, era un militante armado contra De Gaulle. Era una extrema derecha muy radical, y fueron los tipos de la OAS (en francés, organización del ejército secreto, nacida en 1961 en Argelia en oposición a la autodeterminación del país planteada por De Gaulle) los que tienen continuidad en la RN, la Agrupación Nacional que encabeza Marine Le Pen.
Hoy, hay algunos ciudadanos dispuestos a jugar todas las cartas, sin marcha atrás.
«Macron tiene 7 años de la primera presidencia, y lo que lo hizo ganar la primera, y en buena parte la segunda vez es: dejamos los extremos afuera y manejamos todo el centro juntos, tirando caramelos un poquito para la izquierda y otro poco, pero más, hacia la derecha. Era no estar ni con uno ni otro, pero darles señales. Al principio de su primer mandato, eso funcionó bien: nombró algunos filo socialistas en su gabinete ministerial e ignoró a la ultraderecha en vez de diabolizarla permanentemente.
«Después, empezó a diabolizar a unos y otros, con la intención de lograr un gran movimiento de centro del cual él fuera la cabeza, cosa que no le resultó: a las dificultades económicas se sumó que en la izquierda no tenía a quién golpear, por su dispersión. Salvo a Jean Luc Melenchon (el fundador de Francia Insumisa en 2016), conflictivo por naturaleza y peleado con todos, sin excepción ni de su propia familia.
«La estrategia le dio resultado a Macron al principio, pero hasta un punto. Quiso hacer reformas, y las cuestiones de fondo eran caramelos para la derecha. Y la verdad sea dicha, eran más que caramelos, porque comenzó con la reforma de la seguridad social y la de los derechos de desempleo, apretando todo lo que pudo los servicios públicos. Esto, a pesar de que tuvo un déficit bastante grande; es cierto: en el medio pasó lo del Covid, que un poco la explica. Lo que quiso hacer, inclinándose hacia la derecha, fue poner a Francia al día con el liberalismo.
«Y esa es la base misma de la bronca que tiene la gente, y que la izquierda no supo manejar al mantenerse siempre en niveles fuertemente ideológicos o personalistas. En cambio, la derecha aprendió a hacer demagogia más profesionalmente, en parte por la experiencia de otras derechas europeas y sobre todo porque Steve Bannon ha estado mucho en Europa empujando a la derecha a una visión más hábil, más astuta.
«Acá se instaló en un hotel de lujo, de casi tres mil dólares la noche. Su interlocutora era Marine Le Pen, pero por alguna razón no se llevaron bien. El problema con Bannon es que le gusta vivir bien y a costa de los demás, y está siempre entrando y saliendo de la cárcel. Mientras estuvo en Francia, recibía donaciones para seguir haciendo el muro entre EEUU y Mexico, y se la gastaba en hoteles. Había estado preso sobre el final del mandato de Donald Trump, que lo perdonó.Y posiblemente la semana que viene vuelva a la cárcel.
«Y no se conoce en qué puede haber realmente influenciado Bannon, porque no habla de temas ideológicos sino de movimientos tácticos: acérquense a éste, cuídense con este otro, traten de polarizar estas cuestiones, no tengan reparos en dramatizar todo lo que tenga que ver con… En fin, les daba libreto, encaminado a la unificación de las derechas. El problema es que las derechas tiene aún más problemas que la izquierda para unirse.
«Cómo, en este contexto, gana posiciones la derecha, pasa por diferenciar a los partidos de quienes los votan. La gente que los está votando, en buena medida lo hacen por la decepción con el gobierno, que en vez de avanzar en la igualdad, sigue favoreciendo el enriquecimiento de los más ricos. Los programas partidarios tocan emociones de la gente, no plantean proyectos, una visión del país, del mundo y de los problemas. Dicen «se olvidan de nosotros», y la derecha representa eso.
«Cosa que, por otro lado, es verdad. Desde el fin de la guerra (1945) hasta los años de (Margaret) Thatcher (la década de los 1980), esto era un lujo. Tuvieron la reconstrucción después de la guerra, el Plan Marshall, un enemigo definido en tanto estaba del otro lado del muro; y tuvieron crecimiento suficiente como para frenar a los movimientos populares, que eran muy fuertes en Francia –y también en Italia. Nunca menos del 25% en las elecciones de posguerra; verdaderas alternativas de gobierno.
«Esas alternativas eran limitadas por los partidos comunistas, que mucho cuidaban los intereses stalinistas de la URSS, lo que llevaba a que en determinados sentidos no acompañaran a los movimientos populares. Montaron sí movimiento sindical que todavía existe, pero no lograron encauzar realmente a fondo las luchas populares. Fueron muy influídos por los intereses de la Unión Soviética, que eran los de la coexistencia pacífica y la guerra fría.
«Hoy, el principal problema es el del llamado costo de vida, en tanto los salarios no aumentan a la par de la inflación. El segundo tema es el de los migrantes, que lo es porque los migrantes han sido señalados como culpables de todos los males, cuando en verdad son causa de enriquecimiento en buena parte de Europa, y son necesarios para la economía. Pero es parte de la naturaleza humana que así sea. Quien puede señalar al culpable de todos los males, se exime él de ser el culpable; lo que le es un alivio.
«Y el de la seguridad es el tercer problema, y es un tema extremadamente politizado. Hay problemas de seguridad en Francia como en buena parte parte del mundo. El más histérico con esos temas es Trump en EEUU, que habla reiteradamente de los delitos. Acá (en Francia) los nombran poco, pues el problema más importante es el del comunitarismo. En verdad, los franceses agregan una cuarta divisa a libertad, igualdad, fraternidad, las tres fundacionales de la República, en 1848: la laicidad.
«La laicidad es tan importante como lo son las primeras. Es un principio básico del Estado el garantizar la libertad de creer lo que la persona quiera, y no se mete en esos asuntos. Ese es el principio, y punto.
«Pero todos estos cucos sobre los inmigrantes se dan ante el hecho de que hay varios millones de musulmanes en este país,sobre todo, argelinos, tunecinos y marroquíes, pero también del Africa subsahariana, y de Irak, y de Afganistán y de Siria, porque hay refugiados de todas partes. Y eso favoreció el hecho de que surgieran guetos, comunidades. Y es normal: una persona llega a un país y busca a sus compatriotas y a su conocimiento acumulado sobre el vivir allí. Pero para quienes buscan culpables, esa formación de comunidades han transformado la existencia de las comunidades en la posibilidad de mostrar con el dedo al enemigo. Y entonces, qué hacen: inventan medidas para demostrar que «somos laicos». En consecuencia, las mujeres no pueden ponerse un pañuelo en la cabeza, y los niños musulmanes no pueden tener consigo ningún símbolo religioso cuando entran a la escuela. Pero en verdad, de las crucecitas y estrellas de David no dicen nada. Ante el símbolo musulmán aparece una forma de racismo y de exclusión que produce muchas tensiones.
«Ahora bien, ante los diversos delitos, los blancos tienen sus preferidos, los negros los suyos y los musulmanes los suyos; pero en el mismo barro estamos todos revolcados. No es un peligro real sino que es un peligro percibido, y es un peligro utilizado políticamente. Para mí, es una gran mentira: yo me siento perfectamente cómodo en un barrio donde son todos de otra nacionalidad.
«En mi opinión, el problema de la seguridad es un problema más ideológico que real, y vincularlo con la inmigración es también más ideológico que real. Pero hay cambios en la cultura de otro país cuando empieza a venir gente de otras culturas. Y este es un país también hecho con culturas de otras partes, como la traída al fin de la guerra civil española. Los brasileños le pusieron más ritmo y atractivo a la música, Picasso vivió más en París que en cualquier otro lado.»
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