El parricidio de Lacalle Pou

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/ La imagen la dio la TV: Laura Raffo del brazo de Lacalle Herrera bajando las escaleras de la casa del Honorable Partido Nacional en la noche –propiamente dicha– del domingo. Debería ser materia de un poster para los nacionalistas. Salían de una reunión que lamentablemente no tiene versión taquigráfica, pero a la que es lógico adjudicarle ribetes shakespirianos.

Alvaro Delgado no es hombre de palabra, habían confirmado. No mantuvo la palabra empeñada en su compromiso verbal de ofrecerle la candidatura a la vicepresidencia a Laura Raffo. En las horas que siguieron al anuncio, Luis Lacalle Pou dijo varias veces que él no tuvo nada que ver, y el descreimiento fue generalizado. El «ustedes me conocen» que supo afirmar ante cámaras tras una anterior trapisonda de su gestión presidencial sigue siendo no sólo paradojal sino una contradicción ante los hechos.

Dicen también que al ver el muy alto porcentaje de votos que tuvo Delgado, «a ese muchacho se le ocurrió la bellaquería». Muy improbable, por no afirmar que NO. Luis Lacalle Pou no había indicado, que se sepa, preferencia por ninguno de los precandidatos. Pero todos sus ministros estaban alineados con Delgado; tan así que eso le impidió a Laura Raffo buena votación entre los nacionalistas de San José. Lo gastado por la campaña de Delgado nunca lo sabremos, aunque seguramente lo pagaremos. Y sin el apoyo político del presidente, eso simplemente no hubiera sido.

Lacalle Pou, mediante el hachazo de Delgado, no sólo se desprendió de Laura Raffo sino de todo el Herrerismo, y se encamina a ser una figura de referencia para una conformación partidaria por ahora informe. Y aunque fue alto el porcentaje de votos que obtuvo Delgado, no tuvo el aval del honor a su victoria, que es el reconocimiento de los vencidos. El abucheo y silbatina de los propios tras al menos tres horas de espera en el sereno de la noche fue un primer indicio, y el rostro hierático de Laura Raffo y su juntar las palmas unas pocas veces a modo de aplauso, estuvieron entre los primeros indicios de la reacción. Se sabe que esa medianoche del domingo se manifestaron en contra de lo hecho varios senadores, y es también parte de la realidad que algunos de ellos, como Sebastián Da Silva, ya sugirieron un cambio de postura; no así Graciela Bianchi, al menos a la hora de estas líneas. Puede ser interesante lo que se afirme y discuta y resuelva el próximo cónclave nacionalista que tiene que avalar la fórmula. La integrarán los delegados que se votaron en esta interna, y habrá que ver cuánta sangre llega realmente al río. No hay que excluir que el problema interno tome dimensiones épicas, porque en la gesta de todo esto no pueden haber estado ni siquiera todos los votados al deliberativo.

Pero no es ése el tema. Lo que sucedió viene gestándose desde hace un tiempo hoy impreciso. Cabe recordar que Delgado comenzó su carrera política en Paysandú con la 904 de Juan Carlos Raffo, el padre de Laura, donde estuvo una década. Luego estuvo, entre otros, con Alberto Volonté, con Correntada Wilsonista y a partir de 2009 con Lacalle Pou, en la 404, Aire Fresco. La lista fue formada por Lacalle Pou en Montevideo junto a Martín Lema y Pablo Abdala; Lacalle Pou impuso a Delgado como tercero, aduciendo que era diputado.

O sea que Delgado aprendió buena parte de lo que sabe de política de la mano del padre de Laura Raffo. Lo extendido de sus palabras el domingo ante la sede partidaria no hablan de desconocimiento, sino que sugieren inseguridad. El lema de «una fórmula que enamore» no es muy atractiva para el votante, y haberla formulado tiempo antes tal vez fuera un acto relacionado con el desamor al que se aprestaba. Porque Delgado rompió con todos los esquemas políticos al no reconocer a los que gestaron los votos, y en general, con la palabra empeñada y las formas que, aún en la discrepancia, hay que reconocerle al Partido Nacional.

Tanto él como su jefe dejaron de lado el hecho que el Partido Nacional, y particularmente el Herrerismo, que hoy lo hegemoniza, es conservador y respetuoso de las formas y las tradiciones. Cuando Lacalle Pou nombró a su fórmula, dejó de lado que Juan Sartori tenía la segunda votación de esa interna, porque era en ese momento un recién llegado al Partido Nacional, y por razones políticas al tercero, que era el Guapo Larrañaga. El sábado anterior le ofreció la vicepresidencia a la entonces presidenta del Honorable Directorio nacionalista Beatriz Argimón. Lo hizo en forma condicional, dijo, atento a los resultados que diera la elección interna del día siguiente.

En cambio, Valeria Ripoll es una recién llegada, como lo era Sartori, y además desde un pasado que nada, pero nada tiene que ver con el Partido Nacional. No sólo fue militante del 26 de Marzo, que se coloca a la izquierda del Frente Amplio, sino presidenta de Adeom. La década en el sindicalismo duro parece que poco le enseñaron, y la terminaron expulsando cuando se afilia al Partido Nacional. Y allí, Lacalle Pou la hace poner en la secretaría del entonces diputado Lema, donde cobraba sueldo; meteórica carrera. Tal vez ya entonces estuviera en marcha este plan de Lacalle Pou para separarse políticamente de sus padres, ambos votantes de Laura Raffo.

La reacción del nacionalismo a la figura de Ripoll tuvo expresiones violentas, según testimonian las redes sociales. Lo potable que se vió, es el ingenioso collage de Ripoll como Cenicienta, Delgado como príncipe poniéndole el zapato, y las tres hermanas malas que contemplan son las senadoras Graciela Bianchi, Gloria Rodríguez y Laura Raffo. En general se vieron reacciones clasistas que el autor para nada comparte, pero que son auténticas del clasismo del Herrerismo. Por ejemplo: «Aguanta q viene tratamientos para el pelo, uñas, tacos stiletto, y si llega a tiempo, alguna lipo», «Más o menos como los q’ usan un balde como baño rodeados de basura, votando a Cosse», «Se me rien las tetas en realidad», «Me imagino Mili, Tili y Pili de allá de Arocena y Schroeder votando a la agua oxigenada de Ripoll». Y al autor le señalaron lo que sería un hecho relevante: el teñido es de baja calidad «y se le ven las mechas».

Con todo respeto por la señora Ripoll, resulta evidente que fue utilizada y proyectada para que su designación actúe como insulto, como parteaguas con el mundo al cual en rigor Lacalle Pou pertenece. Ese mundo le dio a Lacalle Pou reglas de conducta, la formación política y el apoyo de la lista madre del Herrerismo que dirigió su padre, y del cual el hijo hoy es exponente. Y él no ha expresado, de manera alguna, que quiera ser un converso. No se sabe hacia dónde va su camino, que iniciará por cinco años con los protectores fueros de senador según anunció Delgado. Lo que se sabe, sí, es que su camino no tiene retorno.

El dibujo de la portada circulo en varias redes

 

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