Homenaje a Abel Carlevaro, maestro de maestros, montevideano y universal

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Con la instalación de un monumento del escultor Giorgio Carlevaro en la rambla Mahatma Gandhi y Bulevar Artigas, Montevideo a partir del pasado viernes 28 de marzo, rinde homenaje al gran guitarrista Abel Carlevaro.

El acto estuvo precedido por palabras de la Intendenta Ana Olivera, acompañada de Giorgio Carlevaro, sobrino nieto del eximio guitarrista, junto con otros familiares. El también músico Alfredo Escande, expuso un perfil profesional y humano de Abel Carlevaro, subrayando su profesionalismo en Uruguay y en el mundo. Numeroso público acompañó la ceremonia. Lo que sigue son los aspectos más salientes de la exposición sobre la personalidad de Albel Carlevaro realizada por Escande, tomado en el acto por La ONDA digital.

Yo agradezco a este magnífico escultor (Giorgio Carlevaro) por el honor que me ha concedido al invitarme para hacer ante ustedes una semblanza del maestro Abel Carlevaro, mi maestro y el de cientos de guitarristas de todas partes del mundo. Estoy seguro de que por mi boca están hablando todos ellos, cuando manifiesto mi enorme felicidad – hoy puedo decir mi emoción – por la concreción de este homenaje que le realiza la ciudad de Montevideo, otorgándole su nombre a este espacio y concediéndole tan privilegiado lugar de la costa montevideana a la hermosa escultura de Giorgio.

carlevaro oratoria

Resulta altamente simbólico que este homenaje a Abel Carlevaro se realice casi como un cierre del período en el que Montevideo es “Capital Iberoamericana de la Cultura”. Como bien decía recién la señora intendenta, es oportuno recordar que en la ocasión anterior en que nuestra ciudad gozó de tal distinción – en 1996 -, también se le realizó por parte de la Intendencia Municipal de Montevideo, un importantísimo homenaje – en vida – a nuestro maestro. Se le otorgó en una ceremonia pública una plaqueta distinguiéndolo como creador de una nueva escuela guitarrística. Se llevó a cabo el “1er Festival Internacional de Guitarra”, en cuyo marco se desarrolló un concurso internacional que llevaba su nombre y del cual él era el presidente del jurado. Y se instaló en el Cabildo una gran exposición sobre la trayectoria artística y pedagógica de Carlevaro.

Es que todo el legado de Abel Carlevaro está marcado por una nítida impronta iberoamericana. Él edificó para la guitarra un mundo nuevo, reconociendo y asimilando el legado que nuestro instrumento recibiera de su cuna española, pero mirándolo desde la perspectiva de su evolución y crecimiento en el suelo americano, teniendo el Sur como su Norte. Desde su más tierna infancia fue recibiendo – a través de las lecciones de su tío Héctor y de su maestro Pedro Vittone – las enseñanzas que provenían de Sor, de Aguado, de Tárrega. Pero también sentía una fuerte atracción por la guitarra que aquí se había ido desarrollando al modo propio de estas tierras, con sus milongas, sus estilos, sus cielitos. Llegado a la edad de iniciar una carrera universitaria, Carlevaro era ya un guitarrista de fuste, ya sobresalía. Y para avanzar en la guitarra académica, le robaba horas de estudio a la Facultad de Agronomía, mientras que le restaba horas al descanso, frecuentando los ambientes bohemios y nocturnos donde absorbía – con admiración y avidez – todo lo que hacían los guitarreros populares, de quienes siempre dijo que había aprendido muchos recursos valiosos. Y entonces llegó Segovia. Cuando Carlevaro tenía 20 años arribó a nuestro puerto para instalarse a vivir en Montevideo junto a su esposa, la gran pianista española Paquita Madriguera, el artista que ya era considerado el máximo guitarrista de todo el planeta.

Andrés Segovia se percató enseguida de los inmensos valores que latían en aquel joven y lo tomó de inmediato como su discípulo y lo disciplinó, en cierto modo. En esa década en la que Segovia habitó nuestra ciudad – a partir de 1937 – no solamente fue su guía para ampliar enormemente los horizontes guitarrísticos de Carlevaro, compartiendo con él todo el nuevo repertorio que a su llamado la guitarra iba incorporando, sino que lo instó a dedicarse de lleno y con exclusividad a la música, a estudiar sus diversas disciplinas en profundidad con los maestros adecuados. Le mostró lo que significaba, entonces, ser un guitarrista profesional, le enseñó a distribuir sus tiempos de estudio y de expansión, hasta que cinco años después lo presentó públicamente en lo que sería el primer gran concierto de Carlevaro en el estudio del SODRE. En toda la extensísima carrera de Segovia, fue esa la única ocasión en la que el maestro español presentaba así a un discípulo. Esto que voy a leerles forma parte de lo que escribió Segovia en noviembre de 1942 y que apareció -acompañado por la reproducción de su firma – en el programa de aquel concierto y también en varios diarios de la capital.

carlevaro escultura

Decía Segovia: “He aquí a Carlevaro estrenando su arte. Desde el año 1937 he venido observando, con interés creciente, el desenvolvimiento de sus cualidades musicales y atendiendo – aunque con cierta discontinuidad, motivada por mis numerosos viajes – a su encauzamiento y orientación. Carlevaro es un trabajador serio y honesto. Sabe que no puede llegar a ser grande artista quien no haya sido primero paciente artesano de su arte. Que no puede convertirse en maestro quien no haya sido buen aprendiz. Este joven austero, cuya alma oyó el grito inequívoco de la vocación, ama la santa disciplina del estudio y, por medio de él, va elevándose al cabal dominio del instrumento y a la comprensión de las bellezas superiores de la música. Hoy emprende su primer vuelo de altura, tiene alas vigorosas para avanzar por cielos lejanos y merecimientos para obtener el sufragio de públicos menos bondadosos e indulgentes que los de la propia patria. Le auguro buena travesía y arribo feliz al éxito legítimo”. Así lo presentó Segovia. Y aquel concierto fue un éxito rotundo y un espaldarazo definitivo.

Pero Carlevaro – con toda la admiración que sentía por su maestro –, al mismo tiempo, tenía un agudísimo sentido crítico y había ido desarrollando sus propias ideas técnicas y estéticas. No sin dificultades, pues no le resultaba fácil enfrentarse a la poderosa personalidad de Segovia, siguió adelante, aprovechando – como él mismo decía – las enseñanzas positivas que le había legado el pasado español de la guitarra, pero reconociendo y corrigiendo lo que él entendía eran defectos y carencias. Las “vigorosas alas” que entrevió Segovia, ya lo iban convirtiendo en la personalidad que poco después empezó a tener proyección internacional y que plasmara en el artista integral que estamos homenajeando hoy. Ese artista ya consolidado, pasó a ejercer – a partir de la década del 60 – una influencia importantísima en el panorama universal de la guitarra, marcando de forma indeleble la segunda mitad del siglo XX en ese sector de la música.

Las características fundamentales de esta personalidad artística tan auténtica y original, pueden resumirse en sus rasgos más definidos, que enumeraré brevemente. En primer lugar, Carlevaro fue un intérprete con una estética absolutamente personal, influida no sólo por su propio talento, sino por el entorno multicultural en el que él se desarrolló, abrevando de todas las fuentes a su alcance. La poesía – a la que lo acercó su tío Julio Casal -, la pintura, otras ramas de la música llamada “culta”, los guitarreros populares. No me voy a detener en detalles, pero hay que saber que recibió – además de la tradición guitarrística española y las enseñanzas ya reseñadas de Segovia – influencias de orígenes tan disímiles como las ideas y la obra plástica de Torres García, la música y las enseñanzas directas del brasileño Héctor Villalobos, el influjo mágico de la vida y las obras del gran paraguayo Agustín Barrios, el oficio tan especial de sus admirados guitarristas populares, entre ellos – en particular – el mítico “Bachicha” Galloti. Como concertista, Carlevaro actuó durante más de 60 años en las más importantes salas del mundo y, en todas ellas, fue aclamado por el público y la crítica, destacándose siempre por la perfección de su técnica y el altísimo nivel musical de sus interpretaciones. Grabó varios volúmenes discográficos, tres de los cuales obtuvieron en nuestro país, el “Gran Premio del Disco”.

Carlevaro fue – además – un pedagogo original y el creador de una técnica revolucionaria. Después de haber reflexionado profundamente – durante 20 años – en la técnica y la enseñanza de la guitarra, así como en las razones de su propia práctica instrumental, Carlevaro publicó once volúmenes de material pedagógico. Entre ellos se destaca – especialmente – “Escuela de la Guitarra”, (Exposición de la Teoría Instrumental), que revolucionó literalmente las bases conceptuales sobre las que se apoyaba, hasta ese momento, la técnica guitarrística y cuyo impacto internacional puede aquilatarse si les comento que – además de su edición en castellano de 1979 – fue publicado en inglés, en francés, en alemán, en chino, en japonés, en coreano. No hay otro caso igual en la historia de la guitarra.

Fue tan grande el prestigio de Carlevaro como maestro, con cosas muy nuevas para decir, que – además de ser requerido para dictar clases en los centros culturales más importantes de todo el mundo – a partir de los años 60, convirtió a Montevideo en una verdadera meca para guitarristas provenientes de América, de Europa, de Asia. Todos los años había varios de ellos instalados aquí para estudiar con el maestro y algunos llegaron a quedarse en nuestra ciudad por varios años. Son muchos los casos de estudiantes de guitarra que tomaron a Carlevaro y distintos aspectos de su obra, como el tema central para sus tesis de maestría y doctorado en diversas universidades del mundo.

Carlevaro fue también un compositor de arraigo montevideano y relieve internacional. Gran cantidad de obras suyas para guitarra sola, dúo, guitarra y orquesta, guitarra y clave, integran el repertorio de guitarristas de todas partes. En toda su producción es posible encontrar – siempre – referencias, alusiones más o menos explícitas, más o menos estilizadas, al paisaje sonoro de nuestro país y, en particular, de Montevideo. Los “Cinco Preludios Americanos”, los cinco “Estudios de Homenaje a Villalobos”, la “Sonata Cronomías”, su colección de veinte “Microestudios”, tres conciertos para guitarra y orquesta, son las etiquetas más notorias de su importante catálogo de obras, algunas de las cuales fueron encargadas por célebres conjuntos instrumentales extranjeros.

carlevaro señora

Es importante también contarles hoy a ustedes, que varios guitarristas de diferentes países – por ejemplo, de Austria, de Argentina, de Alemania, de México – han producido, después del fallecimiento de Carlevaro, discos íntegramente dedicados a su obra. Carlevaro fue también el creador de un nuevo modelo de guitarra, a partir del mismo sentido crítico que lo hizo revolucionar la técnica del instrumento y basándose en sus propios criterios estéticos. Este modelo se sigue construyendo en Alemania y también aquí, en nuestro país, se está construyendo por parte del luthier Eduardo Miranda.

Finalmente, déjenme decirles que Abel Carlevaro fue un montevideano de pura cepa, humilde de perfil bajo. Iba a la feria de los sábados en la esquina de su casa con su esposa Vani y le gustaba caminar junto a ella a lo largo de Bulevar Artigas hacia la rambla. Deben haber pasado más de una vez por aquí mismo. Muchos de ustedes ya deben haber escuchado el relato de Giorgio, contando cómo vino a percatarse – nada menos que en Corea – de la importancia internacional de aquel primo de su abuelo paterno y de su condición de referente para las nuevas generaciones de guitarristas, cuando en aquel otro extremo del mundo se vio rodeado por decenas de jóvenes estudiantes que querían ver de cerca a un pariente de Abel Carlevaro. En el seno de su propia familia – si tendría perfil bajo – no había plena conciencia de su estatura artística, ni de su relevancia que trascendía fronteras.

Viajero incansable, en los últimos treinta años de su vida, Abel Carlevaro hizo no menos de tres o cuatro viajes importantes por año. Sabía apreciar con sumo placer e interés las riquezas artísticas y culturales de todos los sitios que visitaba y recibió decenas de invitaciones para instalarse en centros de gran relevancia cultural. Pero siempre eligió Montevideo para vivir. Solía parafrasear a Troilo y decía: “Como Pichuco, siempre estoy volviendo”. Nada más justo entonces, que a partir de hoy la ciudad de Montevideo enriquezca su paisaje artístico gracias al talento de otro Carlevaro, con este monumento, que ubicado en el extremo más meridional de la ciudad y recortándose sobre el Río de la Plata, se erige como una estela señera, que nos sigue mostrando, empecinadamente y para que nadie se deje encandilar por otros Nortes, que el nuestro es el Sur y que rinde tan merecido homenaje a este maestro de maestros montevideano y universal.

Abel Carlevaro nació en Montevideo el 16
de diciembre de 1916 y falleció en Berlín
a los 84 años, el 17 de julio de 2001

Por Alfredo Escande

La ONDA digital

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