“Madame”: Las miserias burguesas
CINE /Las flagrantes diferencias sociales como fuente de desencuentros y radicales inequidades, la perversidad y la más rampante mediocridad son los temas centrales de “Madame”, la comedia dramática de la realizadora francesa Amanda Sthers.
Esta historia, que mixtura la sátira con el trasfondo social, indaga en las costumbres y los más característicos ritualismos de la burguesía, las diferencias de clase y la segregación.
Aunque el formato de este film sea la comedia de enredos, es realmente un descarnado retrato de las injusticias que subyacen en las sociedades capitalistas del denominado mundo desarrollado.
En este caso, los disparadores de la historia son la mentira, la simulación y el ocultamiento, típicos de un estamento privilegiado que exhibe permanentemente sus peores miserias.
En ese contexto, los protagonistas del relato son Anne (Toni Collette) y Bob (Harvey Keitel), un acaudalado matrimonio norteamericano que se radica en forma temporal en París.
Para reafirmar ante los ojos ajenos su reputación de multimillonarios, organizan una cena para doce invitados, todos ellos de la alta sociedad europea.
Empero, el plan se malogra parcialmente cuando irrumpe en escena Steven (Tom Hughes), un hijo de Bob de un matrimonio anterior, quien se invita a sí mismo al banquete.
Como la anfitriona es supersticiosa y no desea que los invitados sumen trece, convoca en forma secreta a María (Rossy de Palma), una mucama española que integra el ejército de sirvientes de la familia.
La idea es que María finja ser una española de rancia alcurnia. Sin embargo, para que la farsa funcione adecuadamente y no se cometan inconvenientes errores, es indispensable que la criada sea aleccionada, hable lo mínimo y no se haga notar demasiado.
En efecto, cualquier salida de tono puede detonar un escándalo de imprevisibles consecuencias y malograr una cena que reúne a la flor y nata de la burguesía en la inmensa y lujosa mansión. Obviamente, el matrimonio de los anfitriones es ya de por si una farsa, ya que tanto la mujer como el hombre tienen sendos amantes que comparten la mesa.
De todos modos, lo que es aun peor es que –aunque todos lo desconocen- la familia está realmente en bancarrota y sus devastadas finanzas dependen exclusivamente de la venta de un cuadro renacentista de dudosa autenticidad.
Las paradojas del destino generan una situación insólita, porque David (Michael Smiley), el invitado que debe certificar la autenticidad de la obra de arte, se siente profundamente atraído y seducido por la encubierta mucama.
Lo realmente inverosímil es que María, que simula a duras penas ser una señora de la alta sociedad durante la cena, conquista a todos los comensales con chistes subidos de tono y, paralelamente, escandaliza a sus hipócritas empleadores.
Mientras todos actúan y sobreactúan en medio de la mentira, Steven, el hijo renegado y parásito del dueño de casa, escribe una novela inspirándose en la realidad que le rodea.
Como si se tratara de un cuento infantil tal vez inspirado en la mítica “Cenicienta”, que tiene varias versiones aunque la más conocida sea la del autor francés Charles Perrault, la película evoluciona hacia una trama bien vodevilesca.
Cuando el romántico perito en arte pictórico se enamora de María, la situación se torna aun más compleja y prolonga el escenario de simulación, por lo menos hasta que se concrete la venta de la pintura.
Por supuesto, esa peculiar coyuntura genera los momentos más disfrutables de esta comedia de impronta bien satírica, que se mofa desenfadadamente de las costumbres y las actitudes de los burgueses.
En efecto, mientras la servidumbre trabaja sin pausa para que la puesta en escena de la arruinada familia sea creíble, los especimenes de esta casta parásita y privilegiada se entregan a una improductiva vida de ocio y apariencias.
Al respecto, una de las imágenes más representativas de esas rutinas de haraganería es la partida de ajedrez que protagonizan la anfitriona y una de las invitadas en un inmenso tablero del tamaño de una habitación.
Otra secuencia realmente hilarante es la de la consulta psicológica de la dueña de casa a través de videoconferencia (Skype), que le permite dialogar con su analista desde su alcoba.
Aunque genere abundantes risas, el trasfondo social de la película convoca a una profunda reflexión sobre las groseras asimetrías de clase imperantes en los países del capitalismo central.
Al respecto, los diálogos entre la dueña de casa y la mucama resultan realmente elocuentes. Según la anfitriona, ella y la empleada doméstica pertenecen a mundos diferentes y obviamente no tienen los mismos derechos, como si se tratara de un mandato bíblico.
La película también reflexiona sobre el amor, los celos, la infidelidad, la encubierta ausencia de felicidad y la más rampante hipocresía, cualidad característica de quienes viven en su limbo y pendientes de las apariencias.
“Madame” es una comedia de impronta dramática, que despliega una disfrutable sátira de connotaciones críticas y si se quiere hasta irreverentes, más allá de su mero desarrollo descontracturado.
En ese contexto, sobresalen nítidamente las excelentes interpretaciones protagónicas de la española y almodovariana Rossi de Palma y de la también muy talentosa Toni Collette, al frente de un reparto con plausibles desempeños actorales.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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