La importancia de la Barba para el guerrero

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Rafael Cantera 

En la página web del Ministerio de Guerra de los Estados Unidos de América, no menos interesante ahora que cuando se llamaba Ministerio de Defensa, nos enteramos que el Ministro, Pete Hegseth, ha firmado un memorando que ordena a los militares “aplicar estrictamente el estándar de cuidado del vello facial en toda la fuerza”.

El texto nos explica con absoluta claridad cual es ese estándar y cual la importancia de mantenerlo estrictamente:

-El estándar de aseo facial del ejército de Estados Unidos es estar bien afeitado y con una presentación pulcra para una apariencia militar apropiada.

-Nuestra fuerza reside en nuestra unidad y nuestro propósito compartido y el Ministerio debe mantener los estándares de preparación que sustentan nuestro espíritu guerrero.

La creencia en que el vello facial debilita el espíritu militar no siempre ha predominado y abundan los ejemplos de lo contrario. En el imperio asirio, durante siglos se consideró que todos los guerreros, desde el emperador hasta el último soldado, debían mantener una espesa barba bien trenzada. Al emperador Asurbanipal, por ejemplo, se le acredita tanto una muy tupida barba como enormes éxitos militares.

También creían los persas, los godos y los vikingos que una buena barba les daba virilidad y poderío militar y la historia parecería darles razón. Por el contrario, no llevaban barba ni los incas ni los aztecas y entre estos últimos, algunos guerreros se afeitaban incluso la cabeza, como los mongoles, los zulúes y los samurái, pero mientras que los zulúes no usaban barba, los samurái la consideraban símbolo indiscutible de virilidad y capacidad combativa. Los guerreros jenízaros, del imperio otomano, se debían afeitar cuidadosamente, mientras que otras fuerzas otomanas preferían usar barba. Por su lado, las legiones romanas tuvieron enormes éxitos militares tanto cuando sus soldados y oficiales se afeitaban escrupulosamente como cuando comenzaron a dejarse crecer la barba, a partir del emperador Adriano.
Un aspecto curioso en todo esto es la creencia milenaria en que la barba podría afectar negativamente la disciplina del ejército. Lo creían los jenízaros, los soviéticos y los estadounidenses y quizás la orden de Pete Hegseth comentada aquí tenga algo que ver con ese miedo a la rebeldía. Un rápido cómputo de palabras revela que la mitad del texto del comunicado (105 palabras de un total de 210) refiere a la reglamentación de las excepciones individuales que podrán concederse por enfermedad o heridas en la cara, sus posibles justificaciones por personal médico y la responsabilidad de los oficiales al respecto.
Hace algunos años, en Afganistán, unos guerreros disciplinadamente barbudos expulsaron de su país a los ejércitos soviéticos, estadounidenses y europeos que, bien afeitados, habían tratado infructuosamente de subyugarlos durante décadas.

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