«No queremos donaciones, sino soluciones»

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Cerca de 400 millones de personas en el mundo no tienen acceso a una salud básica y más de 2.000 millones no pueden afrontar el coste de los medicamentos que necesitan. En África, las enfermedades infecciosas y parasitarias representan el 60% de las muertes.

Pero, al mismo tiempo que muchos países pobres se enfrentan a enfermedades infecciosas y problemas materno-infantiles, en los últimos años se han incrementado de forma trágica los casos de enfermedades no transmisibles (ENT), como la insuficiencia cardíaca, la diabetes o el cáncer. Casi el 70% de todas las muertes en el mundo están relacionadas con ENT y cuatro de cada cinco se producen en países de renta media y baja. Se estima que cada año fallecen 9,4 millones de personas por hipertensión en todo el mundo, lo que equivale a todas las enfermedades infecciosas juntas.

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La falta de infraestructuras, la escasez de profesionales capacitados y canales de distribución débiles son unos de los principales desafíos de los gobiernos, con la colaboración de las organizaciones humanitarias pero también del sector privado.

“Durante los últimos 15 años, la mejora de las infraestructuras de la salud en África han ayudado a contener infecciones como la malaria, aunque la falta de equipamientos sigue siendo insuficiente”, explica el doctor Peter Lamptey, presidente de FHI 360, una organización sin ánimo de lucro que propone soluciones integradas, impulsadas a nivel local, en materia de salud, educación, nutrición e innovación tecnológica, y que opera en más de 70 países.

“Es nuestra responsabilidad encontrar modelos que permitan que todas las personas puedan acceder a los medicamentos”, sostiene Juergen Brokatzky-Geiger, director de Responsabilidad Corporativa de Novartis. La compañía, a través de Novartis Access, ha seleccionado 15 medicamentos para las enfermedades crónicas más comunes -enfermedades cardiovasculares, diabetes, enfermedades respiratorias y cáncer de mama- que ponen a disposición de los gobiernos y de instituciones no gubernamentales en países empobrecidos por un precio de 1 dólar al mes.

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El objetivo es asegurar que los pacientes sean diagnosticados correctamente y puedan acceder a los tratamientos que necesiten, independientemente de su nivel de ingresos. Los representantes de numerosas organizaciones internacionales, entre ellas la Federación Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, así como voces del mundo académico y representantes de los sectores público y privado se reunieron en Suiza para poner en común los objetivos conseguidos y los retos pendientes en lo que se refiere al acceso a los medicamentos.

Una de las conclusiones a las que llegaron los expertos es que el precio de los productos no es el único factor que impide a muchas personas acceder a un tratamiento.

“A veces el medicamento está disponible, pero no hay cómo distribuirlo, no hay suficientes médicos o los que hay no están especializados en determinadas enfermedades y no las diagnostican”, advierte Brokatzky-Geiger. Y continúa: “por eso es necesario educar a los doctores, a las enfermeras, a las comadronas… Tenemos que asegurarnos de que los medicamentos estén disponibles y de que los doctores sepan diagnosticar la enfermedad. La educación del personal de salud y la sensibilización de los pacientes y de la sociedad en general es vital. Enseñar a la gente qué es la malaria, por ejemplo, dónde está y cómo podemos defendernos ante ella”.

Novartis Access se puso en marcha en septiembre, coincidiendo con la firma de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU en Nueva York. El programa comenzó en Kenia en octubre y pronto se pondrá en marcha en Etiopía, para después extenderse a unos 30 países en vías de desarrollo de Asia, América Latina y Europa del Este.

“No es filantropía, se trata de hacer de la compañía un negocio sostenible”, asegura Harald Nusser, promotor del proyecto. Para el doctor Peter Lamptey no existe otra vía: “Las grandes farmacéuticas deben colaborar con los gobiernos y con la sociedad civil. No queremos donaciones, sino soluciones estructurales que beneficien a todas las partes”.

Por Laura Zamarriego Maestre
Periodista española

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