Sobreviviendo en la periferia de la sociedad

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La sociedad contemporánea como jungla despiadada e inclemente, con todas sus miserias, asimetrías y radicales patologías colectivas, es el removedor disparador temático de “Animales de Montevideo”, el nuevo libro del escritor Felipe Polleri publicado por Editorial Hum.

La producción de Polleri incluye, entre otros títulos, “Carnaval” (1990), “Colores” (1991), “El rey de las cucarachas” (2001), “Vidas de los artistas” (2001), “El alma del mundo” (2005), “Gran ensayo sobre Baudelaire” (2007), “La inocencia” (2008), “El pincel y el cuchillo” (2011), “Los sillones marchitos” (2012) y “Alemania, Alemania” (2013).

LOS ANIMALES DE MONTEVIDEO

Esta obra recrea, una vez más, el universo surrealista del autor, quien, en el decurso de su prolífica trayectoria literaria ha sabido plasmar su personal visión desencantada sobre la sociedad contemporánea.

Ese es precisamente el signo de identidad de Polleri, quien, mediante una pluma punzante, irreverente y sin concesiones, ha construido una estética intransferible que se desmarca claramente de las de sus colegas.

En efecto, este creador de culto, que ha sido caprichosamente etiquetado como “raro”, es en realidad un agudo testigo y retratista de la realidad.

Partiendo de la tesis que el mundo real es muy cruel, Polleri demuele mitos largamente arraigados en un imaginario social cotidianamente seducido por los cantos de sirena de un sistema realmente perverso.

En ese contexto, sus personajes suelen ser sórdidos, deformes y disfuncionales, como si se rebelaran contra un statu quo cosmético, rígido e intransigente.

Esa suerte de rebelión se cobija precisamente en la palabra, que en este caso otorga visibilidad a los marginados crónicos y los perdedores.

En este relato dividido en cuatro partes e ilustrado con sugestivas imágenes de explícito acento alegórico, conviven locos que desafían a un impostado mundo de cordura.

Empero, tanto la locura como la cordura son por supuesto subjetivadas, en la medida que están separadas por una frontera cuasi imperceptible.

Obviamente, no es para nada casual que casi todo esté narrado en primera persona, como si el escritor se asimilara e integrara a los personajes y viceversa.

Los animales a los cuales alude este libro son naturalmente humanos, más allá que cueste percibirlo por sus conductas casi siempre salvajes e irracionales.

En este caso, la propia irracionalidad opera como una suerte de catarsis, que permite sobrevivir a estos descastados y marginados empedernidos.

Tampoco sorprende que el autor asimile a un niño con un enano y a su vez a un enano con un niño, en tanto ambos están segregados por su estatura que, a priori, los sitúa en la periferia de la sociedad.

Otro tanto sucede con los ancianos, eternos marginados y olvidados, porque ya no son funcionales a una maquinaria productiva que los ha transformado en seres desechables.

La permanente alusión a los circos y los zoológicos otorga realmente sentido a estas historias de personajes desahuciados, desquiciados y escindidos por un demos que los desprecia y los excluye sistemáticamente.

Mientras los zoológicos son espacios donde las bestias viven en cautiverio, los circos son los escenarios donde, aun con limitaciones, estas se sienten libres y conviven con los humanos y el aplauso del público.

Ese doble juego de ambigüedades articula perfectamente con el discurso del autor, cuya obra, una vez más, desafía radicalmente todos los parámetros de la racionalidad.

Hay, obviamente, una permanente invocación a los artistas que no se aferran al statu quo y cometen el “pecado” capital de denunciar lo que nadie denuncia. También ellos padecen el estigma de la perpetua segregación, por la osadía de no callar verdades irrefutables y casi siempre soslayadas.

Este es realmente el revés de la trama que revela Polleri, quien condena recurrentemente a un mundo que vive de las apariencias y de la cultura del engaño.

Como otras obras precedentes, este libro es un descarnado retrato de una sociedad no menos descarnada, que vive cotidianamente observándose el ombligo.

Los paisajes literarios de Polleri son los de un infra-mundo que pugna por aflorar y emerger a la superficie, como si se tratara de un continente eternamente sumergido.

Obviamente, el autor no soslaya sus habituales apuntes de humor negro impregnados de sarcástica ironía, que abrevan de una creatividad que desborda por su frontalidad y su fermental riqueza y osadía.

“Animales de Montevideo” es bastante más que una mera novela de trazo alegórico. Es una suerte de ensayo que interpela y nos interpela, mediante un lenguaje que destaca por su incisiva e irreverente radicalidad.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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