La vuelta del fútbol tras la crisis desatada por los incidentes del partido Nacional-Newell’s y la posterior renuncia del ejecutivo de la AUF, dejaron como saldo una medida que puede leerse como un retroceso (uno más, dirán muchos), al dejar de exigir la cédula de identidad para obtener la entrada a un espectáculo del fútbol uruguayo de primera división. La medida tiene la apariencia de ser un retroceso pero lejos de ello, el fútbol se apresta a introducir cambios significativos que dejarán ausentes a los “anónimos” que veían en aquella medida un freno para asistir a los encuentros.
ANTEL, las redes de cobranza y un cambio cultural
Al término del campeonato Apertura, hubo oportunidad para iniciar una experiencia piloto donde se exigiría la Cédula de Identidad al momento de adquirir la entrada a un espectáculo de fútbol. Lo que en principio se había planteado para el basquet (en ocasión de la infame muerte de la joven Soledad Barrios tras los incidentes ocurridos luego del encuentro entre Welcome y Cordón ocurrido el 14 de diciembre de 2012), terminó aplicándose como experiencia piloto en el fútbol.
Precisamente fue a partir de la participación de ANTEL -en promoción de su plataforma tickantel- que se tomó la decisión, junto a las autoridades de la AUF, de implementar esa medida con el fin de terminar con los anónimos que hacen de la violencia en el fútbol su principal razón de ser.
No sin dificultades, se comenzó a transitar ese camino y fue el Gran Parque Central el escenario elegido para la primera muestra. Los resultados fueron auspiciosos, pero la medida aún tenía elementos a considerar y potencialidades a utilizar que no serían ejecutadas aún en esta fase inicial. En efecto, el cruzamiento de datos con la Dirección Nacional de Identificación Civil, era un nudo fundamental que daría certeza a los datos y permitiría el descarte de documentos falsos o de personas con algún impedimento para asistir a un espectáculo deportivo (lista de personas procesadas por faltas o algún tipo de delito que le impidiera la asistencia). Con buen tino se comenzó a explorar el sistema en dos escenarios (Estadio Centenario y Gran Parque Central), sin ese cruce pero recabando la documentación para ir generando insumos que permitieran ajustar los procesos diseñados.
Todo un caudal de buenas intenciones que tenía -justo es decirlo- las expectativas lógicas de todos los involucrados (clubes, AUF, redes de cobranza y Ministerio del Interior), en avanzar en pos de erradicar a los violentos del fútbol.
Pero los inconvenientes pronto comenzaron a hacerse sentir, incitados por la avidez de los clubes (principalmente Peñarol y Nacional), que pujaban por extender la venta hasta la hora del comienzo de los encuentros y en las propias instalaciones de los escenarios deportivos, en aras de una legítima intención de recaudar ingresos para solventar sus finanzas. Pero sus intenciones chocaban contra la mejor implementación de los operativos de seguridad que procuraban despejar cualquier elemento distorsivo en los ingresos (las aglomeraciones de las boleterías, por ejemplo).
Con ese inesperado agregado, el sistema -no pensado para la emisión a escasas horas del inicio de un espectáculo de alta concurrencia- pronto comenzó a ser cuestionado. La emisión de cada entrada con el agregado del documento de identidad insume un tiempo determinado que contraviene a los intereses de quienes esperan a último momento para adquirir su boleto. La impaciencia sumada a la violencia de los que se pretendía erradicar, pronto pusieron en tela de juicio al sistema que siguió, a pesar de los inconvenientes y de esas presiones.
Hacia la pre-compra como sistema
Esa era la premisa que no todos entendieron, porque sólo así era posible que el mismo funcionara. Pensar que este sistema de expedición de entradas en el fútbol podía adaptarse a la misma idiosincrasia que se pretendía modificar, era una utopía. En cambio, fue un fin en sí mismo para quienes desde el vamos pretendieron derribar la iniciativa (y así lo hicieron cuando permitieron el ingreso de hinchas sin control de cédula de identidad o presionaron para que se expidieran entradas hasta el inicio mismo de los encuentros con todo lo que ello significaba: descontrol en las boleterías, nerviosismo de los boleteros AUF, y la venta de entradas sin control de C.I. a último momento, vulnerando, de ese modo, al sistema dispuesto y liberando el ingreso a quienes no tenían intención alguna de identificarse).
Por un lado los clubes presionaron por extender la venta hasta la hora de los encuentros, por otro lado los responsables de los locales adheridos a las redes solicitaban no vender el día del partido, hartos de los excesos producidos por hinchas que cometían todo tipo de atropello en sus locales ante la más mínima demora. Extremos que dejaron sensaciones encontradas, a pesar de las buenas intenciones de todos los involucrados.
A todo esto se sumaba el canje de entradas a los socios, verdadero cuello de botella para el sistema, que bien podría haberse solucionado de otra forma a partir de las propias instituciones, librando a sus asociados del tedio o la molestia de tener que acudir a canjear su entrada en medio de un tumulto.
Seguramente en poco tiempo los clubes entiendan que la medida es a favor y no en contra. La pre-venta (o pre-compra según quien lo mire), es una garantía que suma más ventajas que defectos. Asegura el ingreso por recaudación previamente y mejora el ingreso a los escenarios evitando aglomeraciones. Pero necesita -inevitablemente- de un cambio cultural en la conducta de los hinchas que deberán acostumbrarse a comprar su entrada con la debida antelación.
La experiencia no se desechó ni mucho menos, la medida sigue en carpeta y a estas horas se estudian alternativas que mejoren el diseño y permitan hacerla efectiva y duradera. Fue una experiencia piloto y como tal debe entenderse y no como un retroceso, tal cual definen quienes ven todo con un cristal oscuro.
Fue notorio -mientras duró la aplicación de esta medida- ver como aquellos que no querían ser identificados se daban vuelta en las puertas mismas de los locales de venta, cuando se enteraban de la exigencia del documento de identidad. Alguna razón tenían para querer seguir siendo anónimos asistentes a un espectáculo de fútbol.
Hoy día y tras la crisis sufrida, los clubes aprobaron un código disciplinario y asumieron la adquisición de cámaras que soporten un software de reconocimiento facial. En la misma línea de la presentación de la C.I., esta vez será un programa informático el que determine la filiación de quien protagonice un episodio de violencia en el fútbol. La exigencia del documento al momento de adquirir la entrada se suspendió, pero sigue intacta la idea de identificar a quienes vayan a ver un partido de fútbol.
Pero aún con las nuevas tecnologías, la identificación de los asistentes por la C.I. es un elemento que complementará y facilitará la identificación en menos tiempo por cuanto permitirá acotar la búsqueda exclusivamente a los asistentes presentes cuyo documento de identidad ya fuera reconocido en la entrada misma de los estadios.
Las redes están dispuestas, ANTEL también, la AUF y los clubes saben bien que no rinde la violencia en los escenarios deportivos. Todos quieren (queremos) que la gente vuelva a las canchas, pero solo volverá si se garantiza que no hay espacio para los violentos.
Los nuevos tiempos ameritan soluciones nuevas y la tecnología marca la cancha brindando su aporte en la mejora del entorno de un espectáculo deportivo.
Solo resta que el fútbol haga su parte para que la fiesta sea completa.
el hombre se perfumó,
el perro olfateaba algo más que una ida al estadio…
Por El Perro Gil
La ONDA digital N° 667
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