“Mía madre”: el drama y el compromiso social

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La compleja conjunción entre el cine de denuncia social que disfraza la realidad de ficción con un desgarrador drama familiar de impronta existencialista, es la desafiante propuesta de “Mía madre”, el nuevo opus del talentoso realizador italiano Nanni Moretti.

Esta es una película contundentemente conmovedora, en la medida que plantea dos situaciones extremas que discurren en forma simultánea: el trauma de los obreros de una fábrica que corren el riesgo de perder su fuente laboral y la enfermedad terminal de una anciana.

El personaje femenino que articula ambas situaciones es Margherita (Margherita Buy), una directora de cine que rueda un film sobre una empresa italiana adquirida por inversores norteamericanos, que se propone realizar una profunda reestructura de su plantilla laboral.

Como sucede en estos casos, habrá masivos despidos, tensión, resistencia y angustia colectiva, acorde a las reglas de un mercado implacable y carente de las adecuadas regulaciones.

Este es precisamente el disparador temático de una ficción cinematográfica que demanda todo el compromiso de su autora, en la medida que constituye un auténtico espejo de cuadros demasiado frecuentes en el modelo capitalista concentrador.

Así lo asume la protagonista, quien simultáneamente debe lidiar con una madre enferma en tránsito hacia la muerte, una conflictiva hija adolescente y una pareja en crisis.

Con estos componentes, Nanni Moretti elabora un drama de impronta intimista y de acento si se quiere autobiográfico, en tanto evoca el fallecimiento de su propia madre mientras estaba rondando “Abemus Papa”.

No en vano el director se reserva un papel cercano al núcleo del conflicto, encarnando a Giovanni, el hermano de la inquieta realizadora.

MIA MADRE (3)

Empero, al rodaje de la película –ya de por sí complejo- y a la enfermedad de su progenitora, se suma el desafío de interactuar con Barry Huggins (John Turturro), el actor norteamericano de origen italiano que protagonizará este film testimonial.
En efecto, además de profesar un divismo cuasi patológico propio de la peor tradición narcisista de Hollywood, el intérprete tiene enormes dificultades para adaptarse a las pautas de la propuesta cinematográfica.

Por supuesto, todas estas situaciones condicionan a la directora, quien carece de la indispensable paz espiritual para encarar un proyecto artístico de esta naturaleza.

Para ella, la película no es por supuesto una propuesta de neto corte comercial, sino asumir el compromiso de denunciar situaciones que impactan tanto a los países centrales como a los periféricos.
Transformada en una suerte de alter ego femenino del propio Moretti, la cineasta otorga un real sentido a su vida, que está jaqueada por una peripecia personal amarga y desencantada.

Es claro que la propia voz de Moretti se expresa a través de la de su colega de ficción, quien profesa los mismos valores humanistas del creador de “Caro diario” (1993), “Aprile” (1998) y “La habitación del hijo” (2001), entre otros recordados títulos de su prolífica y significativa producción cinematográfica.Más allá de su mero desarrollo temático y argumental -que discurre en varios planos paralelos- esta obra es un verdadero ejemplo de cómo se puede insertar el cine dentro del propio cine.

Si bien el formato no resulta totalmente novedoso, el diferencial lo otorga la sabiduría y la sensibilidad de un creador con mayúscula como Nanni Moretti.En ese contexto, el relato confronta la realidad -que es la traumática experiencia existencial de la propia protagonista- con la ficción, que, en este caso concreto, no está para nada ajena a la propia realidad.

Esta dicotomía genera en la atribulada Margherita una suerte de múltiple personalidad, ya que es, a la vez, directora y actriz de su propio drama familiar.Ello corrobora que el cine, cuando asume rasgos testimoniales y se involucra como corresponde con temas realmente trascendentes, es una suerte de retrato de la propia vida.

Empero, corroborando que la peripecia del ser humano es también una comedia, Nanni Moretti imprime a su película algunos apuntes humorísticos, que corren por cuenta del delirante personaje encarnado por el monumental John Turturro.

“Mía madre” es un drama realmente conmovedor y en el buen sentido políticamente correcto, que reflexiona en profundidad sobre el cine, la economía, los conflictos familiares, el amor y la muerte.

Es también una suerte de velado autorretrato de su propio creador, quien imprime a sus personajes toda su carga emotiva y los erige en voceros de la pasión y el compromiso que ha caracterizado a toda su obra.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

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