El año 2016 ha sido complicado para la economía uruguaya. El crecimiento va a ser inferior al 1% y pesan los factores internacionales. El mundo desarrollado tiene muy bajo nivel de mejoras económicas y Argentina y Brasil están en recesión. Los precios internacionales de los productos de exportación descendieron y la política económica no encontró los mecanismos para el crecimiento. El aumento del PBI fue elevado cuando ayudaron los altos precios internacionales, aunque el equipo económico lo negara y atribuía en exclusividad el fuerte crecimiento a la política económica interna. Hoy esta es insuficiente para el aumento del PBI porque predominan los objetivos del déficit fiscal y la inflación.
La ortodoxia en la política económica aparece en el discurso y en la acción. En el discurso la política macroeconómica está centrada en resolver el déficit fiscal y la inflación. Atacar el déficit fiscal se plantea porque se puede perder el grado inversor, dadas las presiones de las calificadoras de riesgo que representan los intereses de los acreedores financieros. Enfrentar la inflación es especialmente, para asegurar el cálculo económico de los futuros inversores. El discurso plantea la libertad de comercio, la apertura de la economía eliminando todo tipo de protección y multiplicar los tratados comerciales bilaterales y plurilaterales. También se plantea como elemento central la promoción de inversiones extranjeras directas a través de zonas francas y de exoneraciones impositivas a las rentas empresariales.
En la acción concreta el uso de políticas ortodoxas surgen nítidamente en la política monetaria cuya restricción busca enfrentar la inflación, aunque en los hechos juega más sobre las expectativas que sobre la propia suba de precios. Como nuevo elemento ortodoxo se enfrenta la inflación con la política cambiaria, apreciando la moneda nacional y manteniendo un elevado atraso cambiario. En la política fiscal se atiende el déficit con aumentos de impuestos a la renta de las personas físicas manteniendo las exoneraciones a las empresas. El equipo económico se plantea cargar más los impuestos a las personas que a las empresas para no dificultar los niveles de inversión. La política ortodoxa en el comercio exterior se ve dificultada, no solamente por la situación internacional y regional, sino también por la política cambiaria que afecta los niveles de competitividad, especialmente de aquellos rubros de mayor valor agregado.
La política con respecto a la integración y al Mercosur también muestra elementos propios de la ortodoxia, porque busca violar la Unión Aduanera a través de Tratados de Libre Comercio bilaterales y plurilaterales. Se pone como ejemplo el caso de Chile que tiene gran cantidad de estos acuerdos comerciales, pero sigue exportando básicamente cobre y sus derivados y solo coloca en el exterior el 6% de sus exportaciones industriales con media y alta tecnología.
Los elementos heterodoxos surgen nítidamente de la política fiscal y salarial. Los ortodoxos solicitan bajar el gasto público para enfrentar el déficit fiscal. El gobierno mantiene el gasto público y especialmente, el gasto social para contemplar los problemas sociales de sectores de menores ingresos y más vulnerables. La política salarial mantiene las negociaciones colectivas y la acción del gobierno y la fuerza del movimiento sindical han permitido fuertes aumentos del salario real en el pasado reciente y mantenimiento del mismo en las condiciones actuales.
La política tarifaria y acuerdos de precios con los empresarios privados con el objetivo de enfrentar la inflación, surgieron también como elementos heterodoxos.
Importa señalar que el país hizo muy pocos avances para avanzar en una estrategia de desarrollo, que definiera elementos centrales de la estructura productiva, para cambiar la estructura de las exportaciones y asegurar empleo digno y productivo, elemento central para las indispensables mejoras sociales. El país va a seguir exportando recursos naturales, pero es relevante que esos rubros tengan mayor valor agregado y contenido tecnológico. El tema central es que si sólo exporta commodities se dificulta la solución a los problemas del empleo. Por ello es indispensable participar en cadenas de valor en rubros industriales y de servicios que nos permita colocar rubros de alta y media tecnología, que es lo que realizan los grandes países desarrollados y donde avanzan los emergentes asiáticos. Para ello el proceso de integración regional es necesario e indispensable. Esta estrategia de desarrollo facilitaría las negociaciones comerciales en el futuro y las propias inversiones extranjeras directas que tendrían que ser funcionales y no contradictorias con las bases de esta estrategia.
La política macroeconómica de corto plazo debería atender el tema del crecimiento y de la distribución del ingreso sin descuidar la inflación ni el déficit fiscal. Lo importante es la prioridad en cada momento específico. Para un país pequeño como Uruguay la inserción económica internacional es un factor central. Por ello hay que atender la competitividad sistémica, con la introducción de progreso técnico, avances en investigación y desarrollo, formación de recursos humanos y por supuesto, la política cambiaria debiera atender con total prioridad esta necesaria competitividad, para lo que deberá modificar gradualmente el fuerte atraso cambiario existente en la actualidad y que viene desde 2005. La política de integración es un factor central para el futuro del Uruguay, para participar en nuevas cadenas de valor regionales, para ganar poder de negociación con el exterior.
Es relevante atender las exportaciones y la demanda interna para el crecimiento, para lo cual se requiere de la inversión pública y mantenimiento de la política salarial. Se requerirá también modificaciones a las exoneraciones fiscales para seguir atendiendo las prioridades sociales. La propia política monetaria deberá también, según las prioridades definidas, no limitarse exclusivamente a la contención de la inflación.
En esencia para avanzar hacia el desarrollo, para avanzar hacia la igualdad y la equidad, lo económico y lo social deben ir juntos, lo productivo debe primar sobre lo financiero, debe haber un rumbo para alcanzar el bienestar del conjunto de la sociedad. Todo ello requiere POLÍTICA con mayúscula. Y requiere transformaciones del propio Frente Amplio para poder cumplir estos exigentes requerimientos.
Por Alberto Couriel
Economista y ex senador
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