La economía uruguaya volvió a crecer en el año 2016, registrando 14 años consecutivos de aumentos en el PBI. Ello sin duda, se considera un verdadero récord histórico. Entre 2004 y 2014 fue importante la influencia de los altos precios internacionales de los productos de exportación.
En los últimos dos años se mantuvo el crecimiento pero a un ritmo más bajo. En el 2016 el crecimiento del PBI fue de 1,5% con una mejora de los términos de intercambio, en la medida que los precios de exportación crecieron y los precios de las importaciones descendieron.
El crecimiento económico es importante, pero también lo es el contenido del mismo, porque es determinante para las posibilidades de mejoras en el empleo y por lo tanto, en la propia distribución del ingreso.
Desde el ángulo de la oferta surge con nitidez un muy fuerte crecimiento de la energía eléctrica basada en fuentes renovables, que permitió que el sector Suministro de electricidad, gas y agua aumentara 15,6% y explicara casi un tercio del crecimiento global. Este es uno de los grandes éxitos de los gobiernos del Frente Amplio por las políticas llevadas adelante para la energía no renovable, lo que nos asegura una alta oferta de electricidad con condiciones específicas para su exportación a los países vecinos. Es una demostración del papel central del Estado en esta materia, que estamos reclamando para otros sectores de actividad económica a través de una necesaria estrategia de desarrollo.
Otro sector económico que marcó el ritmo de crecimiento es el transporte, almacenamiento y comunicaciones que se incrementó en 2016 con respecto al año 2015 en 6,5%. En este caso, el aumento es la consecuencia del dinamismo de las telecomunicaciones, con incrementos importantes en los servicios de datos. Este es un fenómeno estructural, influido por los extraordinarios avances tecnológicos que han permitido que las comunicaciones tengan muy fuerte crecimiento desde hace muchos años.
Sectores vitales para el contenido del crecimiento por su relevancia en las exportaciones y en la creación de empleo lo constituyen el sector agropecuario y la industria manufacturera. El agro creció 0,9% y la industria manufacturera al 0,4%. Importa señalar que las exportaciones en volumen físico sufrieron un descenso de 1,4% y las tasas de empleo no mejoraron.
Hay una nítida carencia de política industrial, sin perjuicio que nos afecta muy directamente la caída de la producción tanto en Argentina como en Brasil. Vale recordar que la política cambiaria se utilizó para atender el proceso inflacionario, lo que genera pérdida de competitividad a los rubros de exportación, como a los rubros de producción interna que tengan que competir con rubros importados más baratos por el atraso cambiario. Recordemos que a enero de 2017 el tipo de cambio real efectivo estaba 47% por debajo del prevaleciente en diciembre de 2004.
En la actualidad diversos economistas y sectores empresariales siguen manifestando la necesidad de cambios en la política cambiaria. Cabe resaltar que la temporada de turismo fue muy buena porque el atraso cambiario de Argentina es superior al de Uruguay, y por lo tanto para los turistas argentinos Uruguay está más barato. En los hechos baja la inflación pero no mejora el empleo.
Un elemento relevante para el crecimiento futuro lo constituyen los niveles de inversión. En 2016 el coeficiente de inversión – formación bruta de capital sobre el PBI- alcanzó al 18,9%. El dinamismo necesario para alcanzar crecimiento que permita una importante distribución del ingreso, tendría que estar por encima del 20% como se logró alcanzar en la etapa de bonanza por la mejora de los precios internacionales.
Importa destacar que la inversión privada cayó 0,8%, cuando uno de los elementos para priorizar el descenso del déficit fiscal y de la inflación se fundamenta en que ello originaría aumentos de la inversión privada.
En cambio la inversión pública aumentó 7,9% y seguramente facilitó el aumento del PBI. Importa señalar que el consumo privado creció solo 0,7%, pese al aumento del salario real. Por otro lado, la construcción descendió 3,9%.
En el ámbito internacional, en los países desarrollados y especialmente en Europa, no han podido recuperarse de la crisis del 2008. En estos últimos años tanto en EE UU como en Europa se ha utilizado la política monetaria para el crecimiento. Se han aumentado cuantitativamente los medios de pago, mediante compras de títulos.
Fue una expansión muy elevada y los economistas ortodoxos anunciaban altos procesos inflacionarios. Los precios no alcanzaron la meta de 2% y la economía no se recuperó. Los bancos no otorgaron los créditos esperados y aprovecharon la elevada liquidez para realizar operaciones especulativas de corto plazo, que le aseguraran ganancias para distribuir entre sus ejecutivos.
Si la política monetaria fracasó para el crecimiento, se plantea la necesidad de utilizar la inversión pública para dichos fines. Pero esto significa una mayor participación del Estado y que la política fiscal no atienda en exclusividad los requerimientos de la deuda, porque afectaría el gasto público y la propia inversión pública. Pero esto es lo que han hecho los países de la Unión Europea.
Atender la deuda con ajustes económicos bajo el comando de Alemania, con resultados negativos económicos, sociales e inclusive políticos, por el aumento del desempleo, la mayor desigualdad, el estancamiento del salario real y el desencanto con la globalización. Además no es menor que quienes se aprovechan de las protestas son de la extrema derecha y no de la izquierda. Parecería que sin política fiscal y especialmente sin inversión pública va a ser difícil que vuelvan a crecer.
Por ello es que en la discusión de nuestra rendición de cuentas, insistimos en la necesidad del crecimiento y para ello de la inversión pública. Insistimos priorizar crecimiento y empleo sin descuidar el déficit fiscal y la inflación.
Por Alberto Couriel
Economista y ex senador
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