Después de Trump, en Estados Unidos, y de Macron, en Francia, le tocó a Inglaterra sorprender de nuevo a todo el mundo con unos resultados electorales impensables hace tan solo unas pocas semanas, escribió Denis MacShane en el diario inglés The Independent, el pasado 9 de junio.
El año pasado, el entonces primer ministro conservador David Cameron convocó a un “cínico” plebiscito sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea (UE), pensando que no podía perderlo, dice MacShane. Este año, agregó, Theresa May decidió adelantar la convocatoria a elecciones, pensando que podría aplastar a sus adversarios laboristas, enfrentados a divisiones internas y encabezados por Jeremy Corbyn, un líder que parecía debilitado. Las encuestas le daban hasta 20 puntos de ventaja a los conservadores británicos y May pensaba ampliar su mayoría absoluta de solo cuatro votos en el parlamento por otra, mucho más cómoda. Pensaba así reforzar su posición para negociar con la UE los acuerdos para el retiro de Gran Bretaña de esa organización, decidido en la consulta convocada por Cameron.
El resultado es conocido. May ganó las elecciones, obtuvo poco más de 42% de los votos, pero vio su representación parlamentaria reducirse de 330 a 318. La mayoría es de 326. Para formar gobierno tuvo que buscar alianza con los Unionistas Democráticos de Irlanda del norte, que lograron una representación de 10 parlamentarios.
Otro escenario
Pero el escenario político del país ya no es el mismo. Los laboristas le pisaron los talones, con 40% de los votos y aumentaron en su representación parlamentaria a 261, 29 más que en la anterior legislatura. Corbyn le sugirió a May que, ante esta nueva realidad política, renunciara.
May había adoptado una estrategia dura para negociar con la UE la retirada británica. Es mejor ningún acuerdo que un mal acuerdo, decía. Durante la campaña no agregó nada más a esa propuesta, se podía leer en un comentario de la prestigiosa revista The Economist. “Déjenos ser claros”, escribió el articulista. Después de la votación, ya no hay un mandato que sustente esa propuesta. “El Brexit duro, que la señora May puso en el centro de su campaña, ha sido rechazado. Hay que repensarlo”.
Corbyn proponía otro abordaje para ese desafío, el más complejo que enfrentará Gran Bretaña en los próximos meses. Prefería una negociación más amistosa, que tratara de mantener algunos vínculos con la UE. Tanto él como May había hecho campaña por la permanencia de Gran Bretaña en la UE. En ese sentido, eran dos líderes que había sido derrotados por la decisión mayoritaria de los electores. Corbyn sugería permanecer en el mercado único, lo que protegería la permanencia de ciudadanos europeos en Gran Bretaña y de británicos en los demás países europeos, además de garantizar la libertad de tránsito de bienes y servicios.
La UE tiene listo su equipo para iniciar las negociaciones aun este mes. Está encabezado por el francés Michel Barnier, elegido cuidadosamente por garantizar que no habrá concesiones a los británicos. Se estima que eso quiere decir, entre otras cosas, que les exigirán a los británicos alrededor 100 mil millones de dólares para cubrir la parte que les corresponde en el presupuesto de la UE, además de otros gastos, como los de las pensiones. Solo cuando se arreglen esos problemas financieros, probablemente no antes de febrero próximo, estará la UE en disposición de tocar otros temas, como los de comercio, sobre los que los británicos quisieran empezar a hablar desde ya.
En este complejo escenario, los medios británicos estiman que, al contrario de la UE, su gobierno no parece listo para esas negociaciones, que tiene, además, plazos estrictos para concluir. El resultado electoral, con el necesario reajuste del gobierno, no facilitará el avance en esos preparativos.
Programa laborista
Pero si May puso en el centro de la campaña el tema del Brexit, Corbyn hizo énfasis en el programa de cambios internos, lanzando un manifiesto que reorientó el laborismo, desde las posiciones neoliberales adoptadas desde hace ya varios años, entre otros por el gobierno de Tony Blair, por otras, que rescatan el papel de las empresas del Estado y revierten muchas de las medidas de recortes de beneficios sociales, tanto en materia de educación como de salud y pensiones. Los 49 mil millones de libras que su plan costaría sería financiado por impuestos a las empresas y a las personas de más altos ingresos.
Pero pese a los inesperadamente buenos resultados electorales, Corbyn no pudo ganar. En todo caso, el manifiesto laborista estará en el recuerdo de los electores y las negociaciones del Brexit, duras como se prevén, no serán, de ningún modo, como la paliza que la UE le dio a los griegos. En esa confrontación, probablemente nadie ganará.
Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr
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