Hace unos setenta años, en una región de Alta Silesia, al oeste de Polonia, los nazis se afanaban para intentar borrar las huellas de uno de sus crímenes más monstruosos: el complejo de campos de exterminio de Auschwitz. En 1942 se había puesto en marcha La Solución Final, un plan para el traslado prioritario de millones de judíos, gitanos, eslavos y prisioneros de guerra a los campos de exterminio para su aniquilamiento bajo el control de las SS. La mayor fábrica de muerte fue, precisamente, el complejo Auschwitz-Birkenau (3 campos principales y 39 subalternos).
Para el verano de 1944, un millón y medio hombres, mujeres y niños habían sido gaseados y sepultados en grandes fosas comunes en los pantanosos y boscosos alrededores, pero el ejército alemán llevaba un año reculando ante la ofensiva soviética – desde que perdió definitivamente la iniciativa estratégica en la batalla del arco de Kursk – y Heinrich Himmler y sus secuaces se dedicaron, desesperadamente, a intentar borrar las huellas del genocidio.
La orden que recibieron los comandantes de los campos fue la de desenterrar los cuerpos, quemarlos y dispersar las cenizas. Para cumplir semejante tarea destinaron recursos vitales para el frente (combustible, metales, maquinaria, mano de obra). Al principio empezaron a abrir las fosas (se calcula que en cada una había 40.000 o 50.000 cuerpos apilados desde 4 o 5 metros de profundidad) e intentar la quema vertiendo nafta pero este procedimiento fracasó, no solamente porque requería ingentes cantidades del escaso combustible y aún así la combustión era muy imperfecta sino porque se levantaban negras humaredas que atraían inmediatamente la atención de la aviación soviética.
Los ingenieros de las SS diseñaron un procedimiento más eficaz: abrir las fosas, montar a su lado unas largas parrillas a un metro del suelo, hechas con rieles de ferrocarril, para colocar los cadáveres sobre ellas cuidando que los cuerpos de los niños, de las mujeres y de las víctimas más recientes, con algo más de grasa corporal, estuvieran abajo y los de los hombres enjutos y ancianos ocuparan la parte superior. De este modo la quema empezó a funcionar. Toneladas de cenizas eran arrojadas a los ríos Vístula, Sola y arroyos afluentes (algunos de estos últimos se cegaron), empleadas como relleno en las canteras cercanas y arrojadas desde camiones en marcha por las carreteras.
La horrenda tarea era efectuada por los prisioneros bajo la supervisión de los SS y continuó sin interrupción hasta el 17 de enero de 1945, cuando ante la inminente llegada de los soviéticos, los nazis evacuaron Auschwitz dirigiéndose al oeste en lo que se denominó “la marcha de la muerte”. Los demasiado débiles para caminar y los enfermos fueron dejados atrás y los que caían eran baleados o muertos a palos por los kapos. Cerca de 7.600 prisioneros fueron liberados por el Ejército Soviético el 27 de enero de 1945.
Rudolf Höss, el primer comandante del campo, fue juzgado en Nuremberg, condenado a muerte y ahorcado en la puerta del crematorio de Auschwitz, en abril de 1947. Quienes le sucedieron – entre 1943 y febrero de 1945 – fueron Arthur Liebehenschel y Richard Baer. El primero fue juzgado por los polacos y ahorcado en 1947 pero el segundo logró eludir la captura y vivió cerca de Hamburgo como trabajador forestal. Fue descubierto en 1960 y murió de un infarto en 1963. Unos 6.500 miembros de las SS sirvieron en Auschwitz pero solamente unos 750 fueron juzgados y condenados, la mayor parte por tribunales polacos que llevaron a juicio a 673 de un total de 789 miembros del personal del campo bajo su jurisdicción. Entre diciembre de 1963 y agosto de 1965, se realizó un denominado “segundo juicio de Auschwitz” en la ciudad de Frankfurt, al que fueron sometidos veintidós guardias de las SS y diecisiete resultaron condenados (seis de ellos a cadena perpetua).
Naturalmente los crímenes en Gaza no se remontan a este año 2014. La Franja de Gaza es un enclave semidesértico que limita con la península de Sinaí (Egipto), el Mar Mediterráneo y a lo largo de 51 kms. con Israel. Es una superficie yerma casi totalmente urbanizada, un angosto corredor carente de recursos, cuya superficie y población es muy similar a las de Montevideo (Gaza: 385 km.2 y 1.500.000 habitantes). Esa franja se pobló por los árabes refugiados que huyeron de sus tierras cuando se creó Israel, en 1948. Aquellas gentes huían de la guerra y de los grupos terroristas judíos (Irgun, Stern) que los perseguían.
Entre 1948 y 1967 la franja fue administrada por Egipto pero Israel la conquistó durante la Guerra de los Seis Días. En 1994, con los Acuerdos de Oslo, Israel desocupó la franja y esta pasó al control de la Autoridad Nacional Palestina. Desde la Segunda Intifada, en setiembre del 2000, que se desencadenó por la provocación montada por el político y militar israelí Ariel Sharon, Israel estableció un cerco y todo tipo de restricciones en torno a la franja de Gaza y empezó a efectuar incursiones de castigo, detenciones, “asesinatos selectivos” y bombardeos. Desde el 2001 los milicianos de la organización palestina Hamás, lanzan cohetes caseros y morteros desde Gaza. Los israelíes aducen que también efectúan ataques terrestres utilizando como base la ciudad de Gaza.
En realidad, la franja de Gaza, mucho más allá del significado militar que pueda tener es para Israel un campo para ejercer su poder omnímodo, para foguear e insensibilizar a sus soldados, para mantener activo el celo religioso de los fanáticos ultra ortodoxos (Eretz Israel, “el pueblo elegido” con los bíblicos antecedentes de guerras y masacres contra otros pueblos de la región) todo lo cual acrecienta el parecido entre la política de los gobiernos israelíes y la del “Herrenvolk” nazi. El desprecio por el derecho internacional, las resoluciones de las Naciones Unidas, las normas de convivencia entre los pueblos, ha sido una constante desde hace muchos años bajo el estandarte de la defensa del pueblo de Israel.
¿Es o no es soberbia imperial que el gobierno de Israel se ría de la “desproporción” y agarre para el chorrete las preocupaciones del gobierno del Brasil aludiendo a la derrota de los norteños en el Mundial? Porque no estamos hablando de un David que se defiende contra un Goliat en su propia casa. Esa imagen manoseada por quienes atacan sistemáticamente a la población civil (escuelas, templos, hospitales) con la “excusa” de que los terroristas la usan como escudo no resiste el menor análisis. Por otra parte, Israel ha estado históricamente asociado a los regímenes más sangrientos y ha cometido todo tipo de atentados muy lejos de su territorio. Israel fue un asesor y aliado consecuente del régimen sudafricano del apartheid, de Somoza en Nicaragua, de los paramilitares y narcomilitares en Colombia, en Venezuela.
En fin, no hay más que ver las escenas desgarradoras de civiles, sobre todo niños, asesinados ciegamente a cañonazos, con bombas, misiles y drones en Gaza para concluir que la justificación de autodefensa que corea el gobierno de los Estados Unidos y las potencias que lo acompañan es de una hipocresía abismal. No hay más que referirse a un hecho que ha sido poco difundido: desde hace tres años los ex jefes de los servicios secretos israelíes, el Mossad, el Shin Bet, el Estado Mayor, vienen manifestando su desacuerdo con la política que desde hace muchos años siguen los gobiernos israelíes e impulsando un plan de paz.
Estos son hombres probados cuyo patriotismo y compromiso con su pueblo nadie podría cuestionar y tampoco podrían ser catalogados como blandas palomas. Muchos son halcones pero no están enceguecidos por el poder y han comprendido que con la política de guerra perpetua, confrontación económica, ocupación de tierras, cárcel y torturas, levantamiento de muros y trato brutal contra la población civil se ha comprometido gravemente, tal vez en forma irreversible, el futuro de Israel.
No hay futuro sin paz y convivencia entre los pueblos del Medio Oriente, dicen estos hombres y uno de ellos, el más veterano, que conoció el horror del nazismo en Europa lo sostiene sin ambajes: estamos haciendo con los palestinos lo que los nazis hicieron con nosotros. Es decir, se están cometiendo crímenes de guerra y se los ha venido cometiendo desde hace muchos años. ¿Quién juzgará los crímenes de guerra que se cometen en Gaza? ¿Quién tendrá el valor de señalar, juzgar y colgar a sus propios Eichmann?
Por Constantino el Pequeño
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