Relación entre las migraciones y el medio ambiente

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Marco Armiero, director del Environmental Humanities Laboratory del KTH Royal Institute of Technology en Estocolm, Fue entrevistado por la web UAB, Universitat Autònoma de Barcelona. Armiero, respondió entre otros tremas de su especialidad sobre; las migraciones o las emergentes humanidades ambientales.

(…) “Acabo de editar un volumen, juntamente con Richard Tucker, sobre la historia ambiental de las migraciones modernas (Routledge 2017). El volumen ofrece una perspectiva amplia sobre la historia de las migraciones a través de los siglos XIX y XX y ofrece una oportunidad para reflexionar sobre las transformaciones y los desarrollos ecológicos globales que han sucedido durante estos últimos siglos. Como muy bien has dicho, estamos en medio de una crisis migratoria masiva.

“MERCADERES DE DUDAS”
“Vivimos en tiempos de post-verdades, cuando la ciencia es cuestionada, especialmente para evitar cualquier medida para afrontar el cambio climático. Desde fundamentalistas religiosos hasta los “mercaderes de dudas” -utilizando la preciosa expresión propuesta por Oreskes y Conway-, hay una creciente cohorte de gente preparada para negar cualquier verdad científica que pueda cuestionar sus convicciones y, aún más, su monedero”.

Por todas partes las naciones ricas están tratando de aislarse de las olas de gente desesperada que huyen de guerras, pobreza, persecuciones y cambios ambientales perturbadores. “Un muro nos salvará”; este es el mantra simple repetido por los profesionales del miedo, los jardineros de las nuevas y perniciosas plantaciones de odio. Xenofobia, racismo y nacionalismo están ganando terreno, alimentados por una narrativa tóxica que redirige los conflictos de clase hacia “fuera”. De acuerdo con esta narrativa, si en el Norte Global la clase trabajadora se empobrece, es por culpa de los inmigrantes y no por la desigual distribución de la riqueza, el ataque contra los derechos de los trabajadores y el deterioro neoliberal del estado del bienestar. Cuando llegan malos tiempos, tener “otro” a quien culpar ha sido siempre un recurso conveniente para preservar los privilegios de unos pocos. Al proponer una historia ambiental de las migraciones, hay algo más que un nuevo tema para nuestra agenda de investigación. Me atrevería a decir que hay una ambición de volver atrás hacia la aspiración política que caracterizaba a la historia ambiental del principio, cuando fue criticada por su tensión hacia la defensa de causas, por su ambición de cambiar el mundo. De hecho, creo que no hay nada de malo en la propuesta de una agenda de investigación que desee contribuir a un proyecto colectivo emancipador y progresista. En este volumen, indicamos tres tipos de aproximaciones a la historia ambiental de las migraciones: el estilo asertivo, que pretende revelar la contribución de las comunidades inmigrantes en la construcción del entorno al que llegan; el estilo constructivista, que explora de qué manera los inmigrantes entienden e interpretan el nuevo entorno; y finalmente, el estilo personificador, el cual, al poner el cuerpo de los inmigrantes en el centro, deja claro que no hay separación entre naturaleza y cultura, sociedad y medio ambiente. Me gustaría añadir unos pocos puntos que considero cruciales en mi aproximación a la historia ambiental de las migraciones.

Primero de todo, una historia ambiental de las migraciones debe eliminar cualquier tentación de determinismo ambiental. El medio ambiente no puede separarse de la sociedad. Numerosos casos históricos demuestran claramente que la gente se mueve por una red compleja e interrelacionada de causas (pensad por ejemplo en los refugiados del Dust Bowl, que escaparon de la sequía y de la arena tanto como de los bancos y las deudas). A menudo, poner el foco en el “medio ambiente” es una estrategia deliberada para evitar abordar los problemas sociales: Angus Wright da un muy buen ejemplo de ello en nuestro volumen, cuando explica que en Brasil es más fácil pensar en cambiar el clima local en el noreste que su economía de plantaciones. Evitar el determinismo ambiental también implica mirar las relaciones entre inmigrantes y el medio ambiente en un sentido más metabólico/dialéctico. En el cuento usual de los pioneros, los recién llegados se mueven hacia un nuevo medio ambiente, generalmente “virgen” o “silvestre”, y lo domestican. En cambio, creo que es mucho más productivo ver este medio ambiente no como algo “natural” sino como una formación socioecológica hecha, sólo para ejemplificar, de suelo y derechos de propiedad, de estratificación racial e hidrografía. En este sentido, más que explorar cómo los inmigrantes domesticaron o modelaron el medio ambiente, parece más útil ver cómo los inmigrantes llegaron a ser parte de aquellas socioecologías a través de su trabajo, su cultura y sus cuerpos”.

(…) “En 2008 publiqué un artículo en Left History con el título “Seeing like a protestar. Nature, power, and environmental struggles”, en el que proponía el estudio de los conflictos ambientales como una herramienta metodológica para una agenda de investigación de historia ambiental más precisa. En aquel artículo defendía que “podemos ver y entender mejor el medio ambiente si lo miramos a través de las lentes del conflicto”. Mi argumento es que una aproximación basada en el conflicto puede revelar precisamente el lío entrelazado de las ecologías del poder de las cuales he estado hablando más o menos durante toda esta entrevista. En aquel artículo ofrecía dos ejemplos para ilustrar este argumento. Uno era sobre un conflicto forestal que sucedió en Italia en la década de 1860. Mirar el bosque a través del conflicto no sólo iluminaba los temas sociales habituales (clase, género, poder, propiedad, etc.) sino también las complejas ecologías de aquel bosque. Árboles, pastos, agua, caza, madera y frutos silvestres… el hecho de que un bosque es todas estas cosas y mucho más se hace visible cuando miramos el bosque a través de los ojos de los que luchan por él. Sin embargo, más que sólo eso, los conflictos ambientales hacen de piedra de toque, destapando lo que normalmente queda oculto en el paisaje. Y al exponer el poder en la naturaleza, los conflictos no son sólo dispositivos de grabación pasivos sino que en realidad producen nuevos paisajes y nuevas relaciones socioecológicas. El caso de las luchas por la justicia ambiental puede ser un buen ejemplo aquí. El conflicto revela características ecológicas de otra manera desapercibidas (contaminación, flujos, relaciones metabólicas, transformaciones bioquímicas, etc.), que no son independientes de las relaciones de poder ni de las estructuras sociales; pero al representar el conflicto, se pueden producir nuevas socioecologías con el objetivo de rediseñar tanto las jerarquías del poder como sus resultados ecológicos”.

Entrevista a Marco Armiero
Fuente: Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)

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