Brasil | Un Problema Mental de la Nación

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Los discursos de odio, la dificultad para interpretar un texto, la desaparición de las metáforas, la incomprensión de las ironías, la divulgación de noticias falsas (o manipuladas) y la falta de respeto a la Constitución son fenómenos que pueden ser explicados a partir de una única causa: el empobrecimiento subjetivo.

Empobrecimiento que se da en el lenguaje. Algunos llegan a hablar del “arte de reducir cabezas”, otros en el estrechamiento de las mentes.

El lenguaje, y esto ya fue dicho antes, siempre anticipa sentidos. Un lenguaje empobrecido anticipa sentidos empobrecidos, estructuralmente violentos, puesto que se cierran a la alteridad, a los matices y a la negatividad que es constitutiva del mundo y se hace presente en toda percepción de la complejidad.

Sentidos empobrecidos que no se prestan a la reflexión y que son funcionales a mantener las cosas como están.

El resultado es el lenguaje empobrecido y atiende a la razón neoliberal, a ese modo de ver y de actuar en el mundo que transforma (y trata) a todo y a todos como mercancías, como objetos que pueden ser negociados.

La lógica de las mercancías esconde lo negativo y lo complejo en tanto presenta discursos que muestran las cosas existentes como pura positividad y simplicidad.

No es por casualidad que, para atender al proyecto neoliberal, que podríamos resumir como la total libertad volcada tan sólo para alcanzar el lucro y aumentar el capital, se crea una oposición a la mentalidad subjetiva, apasionada, imaginativa y sensible.

Según el mantra neoliberal, no hay que sensibilizarse con la violación a derechos fundamentales ante los intereses del mercado y de la circulación del capital. Hay un rechazo a toda compasión o empatía. La propuesta es que se olvide cómo lidiar y reaccionar al sufrimiento y al dolor.

En la era del empobrecimiento del lenguaje, no hay espacio para la negatividad que es condición posible tanto de la dialéctica cuanto de la hermenéutica más sofisticada. Todo se presenta como simple para evitar conflictos, dudas y perspectivas de transformación.

Se apuesta en explicaciones hiper simplistas de eventos humanos, lo que hace con que sean prohibidas las investigaciones, las ideas y las observaciones necesarias para un enfoque y una comprensión de los fenómenos.

Ligada a esa “simplificación” de la realidad, está la disposición a pensar mediante categorías rígidas. La población es llevada a recurrir al pensamiento estereotipado, basado frecuentemente en prejuicios aceptados como premisas, que hace con que no tenga la necesidad de esforzarse para comprender la realidad en toda su complejidad.

Quien se aparta del pensamiento llano y de los eslóganes argumentativos, y coloca así en duda las certezas que se originan de la adecuación a los prejuicios, volviéndose un enemigo a ser liquidado, eso si antes no fue cooptado.

En este sentido, se puede decir que el empobrecimiento del lenguaje genera el odio dirigido a quien contraría tales certezas y revela los prejuicios a los que está ligado.

El empobrecimiento del lenguaje es también el que refuerza la dimensión dominio-sumisión y lleva a la identificación con figuras de poder (“el poder soy Yo”).

Piénsese en un juez lanzado al empobrecimiento del lenguaje, no hay teorías, ni dogmática, ni tradición o ley que sirva de límite: la “ley” es “él mismo” a partir de sus convicciones y de su pensamiento simplificado.

En otras palabras, el empobrecimiento del lenguaje abre camino a la afirmación desproporcionada tanto de la convicción y de las certezas delirantes cuanto de los valores “fuerza” y “dureza”, razón por la cual personas lanzadas al lenguaje empobrecido      siempre optan por respuestas de fuerza en detrimento de respuestas basadas en la comprensión de los fenómenos y en el conocimiento.

Ese énfasis en la fuerza y en la dureza lleva al anti intelectualismo y a la negación de análisis mínimamente sofisticados.

La razón neoliberal se sostiene ante la hegemonía del vacío del pensamiento expresada en el visible empobrecimiento del lenguaje, de la ausencia de reflexión y de una percepción democrática de bajísima intensidad.

Todo proceso reflexivo o la mención a los valores democráticos representan una amenaza a ese proyecto de mercantilización del mundo.

No por casualidad, la razón neoliberal llevó a la sustitución del sujeto crítico kantiano por el consumidor acrítico, del sujeto responsable por sus actitudes por el “a-sujeto” que protagoniza la banalidad del mal, que es incapaz de reflexionar sobre las consecuencias de sus actos.

Se puede, entonces, identificar la sociedad que atiende a la razón neoliberal como una sociedad del pensamiento ultra simplificado.

La exigencia de simplificación pasó a ser un verdadero fetiche y un tema totalizante. Como en toda perspectiva totalizante, hay una tendencia a la barbarie: a los que no cedieron al pensamiento simplificado, se les reserva la exclusión y, como extremo, la eliminación.

Las cosas se vuelven simples al eliminarse todo elemento o matiz capaz de propiciar la reflexión.

La simplicidad neoliberal exige que se elimine toda cuestión negativa, así como también las diferencias que no pueden ser objeto de explotación comercial, haciendo con que la cosa se vuelva rasa, plana e incontrovertible, para que encaje sin resistencia al proyecto neoliberal.

La simplicidad lleva a acciones operativas, que interesan al capital, que se subordinan a un gobierno pasible cálculo y control.

La simplicidad se aparta de la verdad y se muestra compatible con la información (también simplificada).

La verdad, por definición, es compleja, y está formada por aspectos positivos y negativos, al punto de no ser aprehensible por medio de la actividad humana. La verdad nunca es meramente expositiva.

La información es construida y manipulada según la lógica de las mercancías. La información simplificada recurre a los prejuicios y a las convicciones de los destinatarios para volverse atractiva y ser consumida.

De la misma manera, la simplicidad neoliberal también impide el diálogo, que exige apertura a las diferencias, para insistir con discursos, adecuados al pensamiento estereotipado y simplificador, verdaderos monólogos, a veces vendidos como “debates”.

El ideal de comunicación en la era de la simplificación neoliberal parte del paradigma del amor al igual. La comunicación ideal sería aquella entre iguales, en la cual el igual responde al igual y, entonces, se genera una reacción en cadena de lo igual.

Es ese amor al igual, contrario a toda resistencia del otro, lo que sólo es posible ante el lenguaje empobrecido. Es lo que explica el odio al diferente, a quien se coloca contra ese proyecto totalizante y a esa reacción en cadena de lo igual.

Vale recordar que Freud ya identificaba en los casos de paranoia un amor al igual (amor homosexual) que no era reconocido y se volvía insoportable a quien amaba.

Ese odio, que nace del amor al igual y de la comodidad generada por el pensamiento simplificador, se orienta a la alteridad que retarda la velocidad y la operativa de la comunicación entre iguales, lo que pone en cuestión las certezas y desestabiliza el sistema.

Quien se atreve a ser diferente (y pensar más allá del pensamiento simplificador autorizado), debe ser eliminado, simbólica o físicamente, en atención al proyecto neoliberal.

 

 

*Rubens Casara
Doctor en Derecho, Magister en Ciencias Penales, Juez de Derecho del Tribunal de Justicia de Rio de Janeiro.

Artículo extraído de www.viomundo.com.br

Traducido por Héctor Valle para La ONDA digital

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