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Como físico teórico con base en Cambridge, viví mi vida en una esfera extraordinariamente privilegiada.  Cambridge es una ciudad fuera de lo común, centrada en torno de una de las grandes universidades del mundo. Dentro de esa ciudad, la comunidad científica de la que me volví parte cuando tenía 20 años es aún más dilatada.

Y dentro de esa comunidad científica, el pequeño grupo de físicos teóricos internacionales con quien pasé mi vida de trabajo puede a veces sentirse tentado a considerarse como el pináculo. Además de eso, con la celebridad que vino de mis libros el aislamiento impuesto por mi dolencia, siento que mi torre de marfil queda más alta.

Así, el resiente y aparente rechazo de las élites tanto en América como en Gran Bretaña esá seguramente dirigido a mí, tanto como a cualquiera. Lo que fuere que pensemos de la desición del Electorado Británico de rechazar la adhesión a la Unión Europea y del público americano para abrazar a Donald Trump como su presidente, no hay duda en la mente de los comentadores de que este fue un grito de rabia de personas que sintieron que habían sido abandonadas por sus líderes.

Fue, todos parecen estar de acuerdo, el momento en que los olvidados hablaron, encontrando sus voces para rechazar el consejo y la orientación de especialistas de la élite en todos los lugares.

No soy ninguna excepción a esta regla. Yo avisé antes de la votación que el Brexit perjudicaría la investigación científica en Gran Bretaña, que una votación para salirse sería dar un paso atrás, y el electorado – o por los menos una proporción suficientemente significativa del mismo – no me prestó más atención que a cualquiera de los otros líderes políticos, sindicalistas, artistas, científicos, empresarios y celebridades que dieron el mismo consejo ignorado por el resto del país.

Lo que ahora importa, mucho mas que las preferencias hechas por esos dos electorados, es cómo van a reaccionar las élites. ¿No deberíamos, a su vez, rechazar esos votos como derramamiento de un mero populismo que no tiene en cuenta los hechos e intenta sobrellevar o circunscribir las preferencias que ellos representan? Yo diría que ese sería un terrible error.

Las preocupaciones subyacentes a estas votaciones sobre las consecuencias económicas de la globalización y la aceleración del cambio tecnológico son absolutamente comprensibles. La automatización de las fábricas ya disminuyó empleos en la fabricación tradicional y el aumento de la inteligencia artificial probablemente extienda esta destrucción de puestos de trabajo para centros de la clase media, sobrando apenas las funciones de servicios de cuidados, creativas o de supervisión.

Eso, por su parte, acelerará la ya creciente desigualdad económica en todo el mundo. Tanto internet como las plataformas hacen posible que grupos muy pequeños de individuos puedan enormes ganancias al emplear muy pocas personas. Eso en inevitable, es el progreso, pero también es socialmente destructivo. Precisamos colocar esta información al lado del crash  financiero, que hizo con que las personas se dieran cuenta que muy pocos individuos trabajando en el sector financiero puedan acumular grandes recompensas y que las restantes personas viven apartadas de ese éxito y pagan la cuenta cuando la cuenta cuando su ganancia comete errores. En el conjunto, vivimos en un mundo de una desigualdad financiera cada vez mayor, en el que muchas personas viven no solo su estándar de vida, sino también la desaparición de su capacidad para ganar dinero. Entonces, no sorprende en lo absoluto que estén en procura de una nueva fórmula para lograrlo, que Trump y el Brexit parecieran poder representar.

Es también otra consecuencia involuntaria de la diseminación global de internet y de las redes sociales que la naturaleza de tales desigualdades sea mucho más aparente de lo que fue en el pasado. Para mí, la capacidad de usar la tecnología para comunicar a sido una experiencia liberadora y positiva. Sin ella, no habría sido capas de continuar trabajando todos estos años.

Pero también significa que las vidas de las personas más ricas en las partes más prósperas del mundo son agónicamente visibles para cualquier persona, por más pobre que sea, desde que tenga acceso a un teléfono. Y ya que hay mas personas con un teléfono que con acceso al agua potable en África subsahariana, eso significará que en breve casi todas las personas en nuestro planeta cada vez más poblado no serán capaces de escapar de la desigualdad.

Las consecuencias de esto son claras: los pobres rurales se reúnen en las ciudades, en las favelas, impulsados por la esperanza. Y entonces, muchas veces, viendo que el nirvana del Instagram no está disponible allí, procurándolo en el exterior del país, juntándose en  un número cada vez mayor de migrantes económicos en busca de una vida mejor. Esos migrantes, ponen nuevas exigencias en las infraestructuras y economías de los países en donde arriban, minando la tolerancia y aumentando aún más el populismo político.

Para mí, el aspecto realmente preocupante, es que ahora, más que en cualquier otro momento de nuestra historia, nuestra especia precisa trabajar en conjunto. Enfrentamos desafíos ambientales impresionantes: alteraciones climáticas, producción de alimentos, superpoblación, disminución de otras especies, enfermedades epidémicas, acidificación de los océanos.

Juntos, estos desafíos son un recordatorio de que estamos el momento más peligroso del desarrollo de la humanidad. Ahora tenemos la tecnología para destruir el planeta en el que vivimos, pero aún no desarrollamos la capacidad para escapar del mismo. Tal vez en algunos siglos habremos establecido colonias humanas en las estrellas, pero ahora tenemos tan solo un planeta y precisamos trabajar juntos para protegerlo.

Para hacer esto, precisamos quebrar, y no construir, barreras dentro y entre las naciones. Si queremos tener una chance para hacerlo, los líderes del mundo precisan reconocer que fracasaron y que le han fallado a muchas personas. Con recursos cada vez más concentrados en las manos de pocos, vamos a tener que aprender a compartir mucho más que de lo que en el presente.

Con la pérdida no solo de puestos de trabajo, sino de industrias enteras camino a desaparecer, debemos ayudar a las personas a entrenarse para un nuevo mundo y apoyarlos financieramente en cuanto lo hacen. Si las comunidades y las economías no consiguen lidiar con los niveles actuales de migración, debemos hacer más por en avance del desarrollo global, pues es la única manera de persuadir a los millones de migrantes a procurar su futuro en casa.

Podemos hacerlo, soy un enorme optimista para con mi especie; pero exigirá que las élites, de Londres a Harvard, de Cambridge a Hollywood, aprendan las lecciones del año 2015. Para aprender por encima de todo una medida de humildad.

 

Artículo publicado originalmente en el periódico The Guardian el 1 de diciembre del 2016.

Por Stephen Hawking

Traducción a cargo de Héctor Valle para La ONDA digital.

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