Los catalanes y la lengua

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La historia está repleta de ejemplos, de que los países poderosos imponen su lengua para someter a los pueblos.

El elemento aglutinador básico es la lengua. Al compartir la lengua, se participa de una misma evolución social, de forma que popularmente se interpreta el idioma como causa y como consecuencia de una identidad comúnmente compartida en todas sus vertientes.

La lengua es parte la cultura de un pueblo. El reforzamiento de los lazos entre poder político y cultura es uno de los rasgos de la época  de la formación de los estados modernos.

Entre 1476 y 1610 se imprimieron en el Principado unos 250 libros en lengua catalana, cifra que se elevaría a 664 en el período 1611-1785. El avance del catalán como lengua escrita  aún se hace más patente en el ámbito de manuscrito. Esto fue, un elemento de afirmación nacional, pues la lengua escrita es la mejor manera de conservar la memoria histórica y los elementos que hacen a una identidad propia.

El catalán es la lengua de la patria catalana, el castellano la lengua de la monarquía. Gobernantes y tratadistas políticos eran plenamente conscientes de la fuerza disciplinadora que constituía la unificación lingüística.

Son diversos los mecanismos para la penetración del castellano en Cataluña. Buena parte de esta batalla de lenguas, entre el catalán, la lengua propia del país y el castellano, convertido en lengua de la monarquía, se entabla en el terreno socio-religioso. A fines del siglo XVI se producen una serie de controversias sobre la lengua que había que usar en la enseñanza y en la difusión de la doctrina cristiana. En la discusión sobre las reformas religiosas, aparece la dimensión política de la cuestión lingüística.

En el Sínodo de Tarragona en 1636 se resolvió el uso de la lengua materna: el catalán. Varios obispos defendieron la predicación en catalán con argumentos pastorales basados en la necesidad de que los creyentes comprendieran la doctrina predicada por la Iglesia. Había que predicar en catalán.

La respuesta del canónigo de Tortosa, Alejandro Ros, destacado felipista durante los años de la Guerra dels Segadors, pretendía demostrar que la lengua castellana también era entendida en Cataluña. El futuro deán de Tortosa quería evitar las disposiciones conciliares sobre la obligatoriedad de predicar en catalán. Este religioso hacía una defensa político-ideológica, diciendo que era la lengua de la monarquía española y por tener carácter universal. Detrás del bilingüismo de Ros, estaba la idea de la superioridad del castellano.

Sería exagerado decir que había una política lingüística imperialista apoyada en la contrarreforma. La complejidad del tema exige respuestas más matizadas. La invención de la imprenta ayudó la difusión del castellano por tener un público mayor, en detrimento de las lenguas con menor base demográfica.

Las ideas estéticas del Barroco propiciaban el éxito del teatro, de los sermones y de la gran literatura del Siglo de Oro. La fuerte presencia de soldados y estudiantes de habla castellana en el Principado y en los Condados, fue un vehículo de propagación de la lengua de Cervantes.

Esta expansión del castellano generó desde mediados del siglo XVI una defensa de la lengua catalana. Muchos autores y literatos cultos, tuvieron una actitud patriótica, reivindicativa y combativa en defensa del catalán. Por ejemplo, el abogado y burgués  Andreu Bosc dice en 1628 las razones por las que escribió la obra “Titols d´Honor” en catalán: “Hubiese hecho una cosa muy condenada si hubiese escrito en otra lengua que la más natural, tanto por las razones ya dichas como por las siguientes. Primero por seguir los preceptos y  enseñanzas de hebreos, caldeos, fenicios, griegos, latinos, árabes y otros, todos los cuales consideran una  falta escribir las memorias de sus tierras en otra lengua que no sea la materna pues la necesitan saber todos los estamentos, ignorantes y doctos.”

Es totalmente incorrecto hablar de una decadencia lingüística del catalán en la Alta Edad Moderna, porque es un período de afirmación del catalán como lengua escrita.

La seguimos en la próxima.

 

 

Por el Prof. Gonzalo Alsina

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