¿Somos colorados o somos derechistas?

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El Partido Colorado supo ser, a lo largo de su historia, un conglomerado que agrupó un amplio espectro ideológico. Desde el centro derecha al centro izquierdo, se caracterizó por ser inclusivo tanto del liberalismo económico, como de la socialdemocracia, de sectores conservadores en materia política, a otros muy avanzados en materia social.

Es sumamente difícil encontrar un denominador común para definir el Partido Colorado. Quizás, lo más que pueda enunciase es que se trata de un partido republicano, liberal, con un firme apego a las instituciones democráticas y con una fuerte vocación de justicia social.

Porque caracterizar una ideología que incluya el caudillismo de Rivera con la visión de país de José Batlle y Ordóñez; que compatibilice las concepciones institucionales de Jorge Pacheco Areco y Enrique Tarigo; o el socialismo idealista de Domingo Arena, el liberalismo de Jorge Batlle y la socialdemocracia de estilo europeo de Sanguinetti, es una misión casi imposible.

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La definición de un partido que haya tenido como ministros a Zelmar Michelini, Manuel Flores Mora, Amilcar Vasconcellos, César Charlone, Julio Ma. Sanguinetti, Juan María Bordaberry y Alba Roballo, en el lapso de cuatro años, o que haya incluido en una misma bancada parlamentaria a Hugo Batalla y Pablo Millor, no parece una tarea intelectualmente simple.

Es que justamente la riqueza del Partido Colorado ha sido ofrecer diversidad de sectores y orientaciones, que en su resumen permitieron al país encontrar un camino de entendimiento durante la mayor parte de la historia.

La reforma constitucional de 1997 parece haber transformado las cosas y la histórica colectividad de Rivera, poco acostumbrada a esa nueva modalidad electoral, no logra encontrar el camino. Se ha ido transformando en una especie de embudo monocorde y con ello ha disminuido significativamente su caudal electoral.

Ahora, acorralado hacia la oferta electoral más orientada a la derecha, amenaza con hacerle perder encanto a sus otras orientaciones, en las que otrora era mayoritario. Sobre todo a los sectores batllistas. Con algunas conductas que aparecen como exclusivistas y excluyentes de los grupos predominantes, renovadores por twitter aunque plagadas de vicios característicos de los viejos liderazgos, va camino a desaprovechar las oportunidades que ofrece la impericia de los gobiernos zquierdistas.

Pero lo más grave parece estar por ocurrir. Hace pocos días, el Secretario General del Partido afirmó que el anunciado Congreso Ideológico va a desarrollar una actividad que nunca realizó esta colectividad política. Según dijo, se busca mucho más que la simple formulación de los programas de principios o de gobierno que se han presentado hasta ahora.

¿Será posible que se intente el despropósito de definir una «ideología» colorada? ¿Será que la conducta reduccionista y excluyente seguirá por este camino, aprovechando el fuerte predominio circunstancial de los sectores más conservadores? ¿Se procurará congelar la forma de pensar de una mayoría oportunista en un momento en particular, sin entender el vértigo en las transformaciones de los tiempos que corren? Hace casi un siglo, cuando al influjo de José Batlle y Ordóñez el partido parecía encolumnarse hacia propuestas de fuerte contenido social,

Pedro Manini Ríos, en un famoso artículo periodístico preguntaba:
“¿Somos colorados o somos socialistas?”, lanzando con ello el ala
derecha del partido que fue siempre contestataria al reformismo batllista.

Hoy, desde las antípodas, parece oportuno formular la pregunta opuesta: ¿Somos colorados o somos derechistas?

Por Ricardo Lombardo
Contador. Ex Diputado. Ex Presidente de ANTEL

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