“Quiero ser súper clara. Prefiero asumir las inevitables divergencias que crean las reformas que hay que hacer, antes de aceptar resignada que se frustren estas oportunidades de desarrollo. Por eso, esta tarde quiero invitarles a que no sean espectadores de estos cambios, sino a asumir un rol protagónico en la construcción del Chile de hoy y, sobre todo, el del mañana. Decir que (en Chile) no es el momento atendiendo a una coyuntura en lugar de comprender las condiciones estructurales de nuestra sociedad y su necesidad de cambio, es una falta de visión que Chile no se puede permitir. Hoy están las condiciones de estabilidad económica y política. Hoy están las condiciones ciudadanas, y hay una demanda transversal de cambio”. La presidenta chilena intervino en la clausura del Encuentro Nacional de la Empresa (Enade) 2014.
Discurso completo
“Muchas gracias, primero que nada, por la invitación a este diálogo tan relevante sobre la relación entre la empresa, la sociedad y el Estado.
Hay convicciones y aprendizajes muy importantes que han sido reafirmados hoy aquí. El principal es que no habrá desarrollo social sin una economía productiva y dinámica. Pero tan importante como eso, es que para que ello ocurra, se requiere también de las condiciones sociales, políticas e institucionales adecuadas.
Y este diálogo es muy oportuno, porque hoy en Chile necesitamos dar un salto fundamental para reforzar nuestra economía, nuestra institucionalidad y para nuestra convivencia para las décadas que vienen.
Dar el primer paso en la creación de esas condiciones indispensables para nuestro futuro es, así de simple, el contenido fundamental de mi Programa de Gobierno, de mi compromiso con mi país y de lo que hemos hecho en estos primeros meses de Gobierno.
Y el título de este encuentro, “Crear sociedad entre todos”, hace referencia a una perspectiva fundamental que ilumina esta tarea que nos hemos propuesto: que la sociedad es una construcción colectiva, hecha de diálogo, diferencias, propuestas y, sobre todo, de cooperación.
La sociedad que necesitamos para convivir y desarrollarnos, no puede ser dada, por supuesto, como algo natural e inmodificable, ni es tampoco el resultado espontáneo de la suma de individuos persiguiendo sus intereses cada uno por su lado. Pero hacer sociedad tampoco puede ser un acto de voluntarismo de unos pocos. Sabemos por experiencia que eso está condenado al fracaso.
Lo señalé el pasado 21 de mayo, que en esta tarea de ser un país mejor, Chile no parte de cero. Debemos trabajar con los materiales que nos proporcionan nuestra realidad y nuestra historia. Con nuestras potencialidades y capacidades económicas, con los actores reales, con los éxitos y los déficits de lo que hemos hecho en el pasado. Con las tendencias económicas y culturales de la globalización. Con los sueños y los temores de los chilenos y chilenas reales.
Pero también debemos aceptar que nuestro país ha cambiado mucho en las últimas décadas, como también ha cambiado el contexto internacional en que vivimos. Y esto, claramente, no tengo que repetírselo a ustedes, que ven día a día en la producción cómo cambian las posibilidades y las exigencias técnicas y cómo cambian las preferencias en los mercados.
Hoy tenemos una nueva sociedad, nuevos actores, nuevas relaciones, nuevas energías y demandas colectivas. En muchos aspectos, nuestro entramado institucional y político no es capaz de canalizar adecuadamente esas nuevas energías y realidades sociales. Muchas veces, tampoco puede ofrecer respuestas potentes a las exigencias prácticas del futuro inmediato.
Basta pensar en la provisión de energías limpias que requeriremos para ser competitivos en un mundo cada vez más exigente ambientalmente. O en el capital humano que requeriremos para aumentar nuestra productividad e innovación. O en la apertura cultural que necesitaremos para acoger y enriquecernos de los crecientes e inevitables flujos migratorios.
También estamos al debe en las formas de representación política para reencantar a los jóvenes y que asuman masivamente su participación en la conducción democrática. O en generar simetría entre los actores sociales, que es indispensable para generar confianza social y legitimidad en el funcionamiento de las instituciones.
Superar esos déficits y crear respuestas para el futuro, es el desafío del nuevo ciclo que ha comenzado a transitar el país. Y hoy es el momento de emprender las reformas que nos permitan avanzar consistentemente hacia allá.
Sé que algunos, en esta sala y afuera, piensan, que debido a la desaceleración económica que nos afecta, éste no es un buen momento y que debemos esperar a que mejoren las condiciones.
Creo que no es un diagnóstico correcto.
En varios sentidos, la actual desaceleración, más allá de sus cruciales factores externos, es también el efecto de que en el último tiempo no hayamos proyectado a largo plazo las condiciones sociales y productivas que hacen posible el crecimiento sostenido de nuestra economía.
Hoy día en el Economist, que no es exactamente un artículo escrito por un ministro de nuestro Gobierno, sino que un artículo escrito por un conjunto de personas, hay un análisis muy profundo de la desaceleración en toda nuestra región y explica las causales, que son las que hemos estado diciendo ya hace rato.
Seamos claros, la desaceleración que vivimos no es primariamente un problema de incertidumbre producto de las Reformas que hemos promovido.
De hecho, podemos ver que los inversionistas extranjeros no desconfían ni de nuestra economía ni de la seriedad de nuestra institucionalidad. Y esto lo que hemos escuchado en cada uno de nuestros encuentros con ellos, en nuestras giras y también aquí en el país, y además, cuando comprobamos sus inversiones.
Si bien reconocemos que toda reforma provoca algún grado de inquietud y que debemos trabajar para mantener en alto las confianzas mutuas, debemos también reconocer con claridad que nuestro mayor desafío tiene que ver con tareas de largo plazo que han estado pendientes. Arrastramos hace mucho tiempo un problema de productividad, una paralización de proyectos también por falta de acuerdo entre las empresas y las comunidades.
La debilidad de nuestra cultura de innovación no nos ha permitido transformar nuestra riqueza natural, en nuevas formas de valor adecuadas a la sociedad del conocimiento.
Y las desigualdades sociales que arrastramos sólo empeoran el clima colectivo que se requiere para enfrentar estas insuficiencias. Visto en una perspectiva estructural y de largo plazo, es precisamente por estas razones que ahora es el momento de actuar con un sentido país.
Porque no podemos enfrentar los problemas del mañana sólo en base a lo que somos hoy; los desafíos del mañana exigen soluciones implementadas desde ahora.
Y el principal desafío estructural que enfrentamos, es adecuar nuestro entramado social, político e institucional, de modo que constituya las bases de un nuevo ciclo de creación de riqueza y de cohesión social.
Debemos reconocer la oportunidad que hoy tenemos con el presente, pero por sobre todo con el futuro.
Decir que no es el momento, atendiendo a una coyuntura, en lugar de comprender las condiciones estructurales de nuestra sociedad y su necesidad de cambio, es una falta de visión que Chile no se puede permitir.
Hoy están las condiciones de estabilidad económica y política; hoy están las condiciones ciudadanas y hay una demanda transversal de cambio.
Hoy la clase política y los actores económicos y sociales relevantes tenemos el deber de responder a esa expectativa y ser capaces de construir las condiciones que hagan realidad un horizonte mejor para todos.
Así, con esta voluntad política, con la convicción que entrega una visión justa y responsable, estamos trabajando para sentar las bases sociales para un Chile más cohesionado y más unido.
Si queremos ser un país desarrollado, debemos transitar hacia un Chile donde los derechos sean reconocidos y se ejerzan efectivamente, y donde los abusos no son tolerados. Un país donde cada chileno y chilena sabe que, de verdad, su esfuerzo va acompañado de oportunidades.
Un país que sabe que su sistema educativo entregará de verdad herramientas de calidad para que cada niño o niña pueda realizarse como persona y contribuir al progreso de todos.
Norbert Lechner decía: «La gente demanda no sólo acceso a bienes y servicios de calidad. Demanda ser reconocida en su dignidad personal, en su identidad social, ser valorada por su contribución, ser protegida de los infortunios y ser apoyada en sus esfuerzos».
Crecer a costa de mantener las desigualdades, puede parecer beneficioso para algunos durante un tiempo, pero la historia nos ha demostrado que ese beneficio ilusorio se paga muy caro en paz social, en cohesión y también en crecimiento.
No es posible para Chile que siga avanzando en Producto Interno Bruto per cápita y atrasado en coeficiente GINI. No es posible ser modernos en modelos de consumo y atrasados en oportunidades concretas de desarrollo para quienes han sustentado con sus propias manos y habilidades el crecimiento de Chile.
Porque en un país libre, en un país democrático, en un país moderno, tal disparidad no conduce al desarrollo, sino a serios obstáculos para el progreso común.
Nuestro horizonte, por lo tanto, es y debe ser una sociedad de reales oportunidades, que empodere, proyecte y acompañe a los individuos para el pleno ejercicio de sus derechos y deberes, para el pleno desarrollo de sus capacidades.
Una sociedad donde haya condiciones de equidad de base, que hagan de la libertad una realidad y no una consigna para todos y todas. Sin duda alguna el crecimiento económico es un motor fundamental de este desafío y, por cierto, los empresarios son centrales en esta tarea.
No hemos estado ni estaremos en una política de hostigamiento hacia el sector empresarial. Tenemos tantos desafíos en común: hacer de Chile un país más desarrollado y que esto se traduzca efectivamente en mayor igualdad de oportunidades a todos nuestros compatriotas.
Y el camino hacia ese país justo y productivo al que aspiramos es complejo, sin duda que es complejo, y no va a estar exento de dificultades. Todo proceso de cambios genera incertidumbres, todo proceso de cambio genera fricciones, dudas, versiones contrapuestas, reclamos, ansiedad. Es cierto. Y frente a estas complejidades, la fórmula de esta Presidenta y del Gobierno que encabezo es más trabajo y más diálogo para llevar adelante de la mejor forma los cambios que Chile necesita.
Como Gobierno, desde el primer día nos hemos abierto al diálogo y la participación. Del mismo modo construimos nuestro programa de Gobierno.
Esa es nuestra manera de entender la actividad política. Por eso las puertas de La Moneda, de los ministerios, de las intendencias, están abiertas desde el primer día para el diálogo y lo seguirán estando. Ese diálogo, por cierto, tiene reglas básicas de responsabilidad y de respeto a las que no vamos a renunciar.
Y hemos demostrado, en los dichos y en los hechos, que creemos en un diálogo sin descalificaciones, que creemos en la mesa común y abierta como mejor herramienta para solucionar nuestras diferencias y encontrar caminos de convergencia.
La descalificación renta quizás en los titulares inmediatos, pero lo que hace la diferencia es la capacidad de encontrarse en el trabajo y en el proyecto compartido con quienes tienen una mirada diferente.
Sin duda, esto que yo creo, es una manera de hacer las cosas más invisible, menos notoria, y que a la vez demanda más templanza. Por eso quiero hacer aquí, frente a ustedes, un llamado, a que cuidemos entre todos el clima político. Y este llamado incluye a la clase política en general y también a ustedes, que son actores no sólo del crecimiento y la inversión, sino también del clima social.
El Gobierno jugará un rol colaborativo y constructivo. No tengan dudas de aquello, espero de ustedes lo mismo. Lo que le corresponde a las autoridades es, primero, reconocer la realidad diversa y plural de la ciudadanía y luego saber canalizar las demandas, ofrecer caminos para encauzarlas responsablemente. Es decir, demostrar que el sistema político es capaz de hacerse cargo, que está a la altura de las circunstancias y que puede entregar respuestas satisfactorias velando por el bien común.
En eso consiste el ejercicio permanente de la gobernabilidad y es el único método para garantizar estabilidad y legitimidad de las instituciones.
Al perfeccionar nuestras instituciones, las estamos fortaleciendo, mientras que rigidizarlas, es debilitarlas. Porque la institucionalidad está llamada a servir a su propósito con eficiencia y ponerse al día cuando la realidad social reclama su actualización.
Y esto también incluye la creación de normas para asegurar el funcionamiento de un Chile plural del futuro, es decir, reglas de convivencia y mecanismos para resolver diferencias que aseguren a todos los actores un trato justo.
La mejor garantía para la estabilidad y la paz social consiste entonces en guiar las transformaciones que el país necesita para avanzar hacia el desarrollo. Y para ello necesitamos instituciones acordes con los nuevos tiempos.
Y eso es, precisamente, lo que estamos haciendo. Hemos emprendido desde el primer día las reformas que comprometimos en el programa, porque los chilenos esperan de nosotros que cumplamos, y eso lo vamos a hacer con convicción y con diálogo.
Dialogando hemos conseguido acuerdos fundamentales en estos meses para el horizonte que nos estamos trazando. El Gobierno ha trabajado de manera franca con la CUT y con la CPC, para construir una convivencia más provechosa y justa entre trabajadores y empleadores.
Allí están los resultados: hemos terminado con prácticas abusivas que puede haber tenido el Multirut; hemos perfeccionado la legislación para trabajadores ferroviarios; hemos establecido un salario mínimo de 250 mil pesos a enero del 2016, con mejores espacios de planificación y coordinación con los representantes de empleadores y trabajadores; y hemos preparado indicaciones para perfeccionar el seguro de cesantía y otros programas de apoyo.
Y con esa misma confianza que nos da la institucionalidad, debemos abordar otra discusión necesaria, y me refiero a la agenda laboral. No cabe duda que Chile necesita relaciones más simétricas que protejan los derechos de todos los trabajadores y que entreguen vías institucionales modernas para resolver las diferencias.
Y esto va en directo beneficio del clima organizacional, porque la conflictividad nace justamente de la ausencia de mecanismos eficientes para superar los conflictos y la acumulación de malestar que ello provoca. Y la simetría de las relaciones sociales, es el mejor promotor de la cooperación y la confianza.
Pero también, porque dos millones de personas, creo, decía Isabel, son pobres en nuestro país, pero esos dos millones de personas no están desempleadas, muchas de esas personas tienen empleo y, sin embargo, están bajo la línea de la pobreza.
También ha sido dialogando que estamos impulsando, de manera transversal, el perfeccionamiento de nuestro sistema político, apostando por mayores niveles de participación, inclusión e incidencia ciudadana.
Del mismo modo, hemos convocado y consultado a todos los actores que participan del tema energético, desde la industria a las comunidades, pasando por los académicos y los organismos públicos, para elaborar una Agenda de Energía con una mirada de futuro, con plazos y metas.
De ello depende nuestra competitividad y nuestra contribución a las metas climáticas globales.
La Agenda de Energía es un claro ejemplo de todo lo que puede ganar Chile, si todos nos comprometemos.Y como estos, hay muchos ejemplos de espacios de trabajo compartido en torno a nuestros horizontes fundamentales, en materia de productividad e innovación, de minería o de descentralización.
Sé también que, a pesar de que los cambios emprendidos provienen de un gran acuerdo social, algunos aspectos de las transformaciones en curso han provocado inquietud. Y es lo que ha ocurrido en torno a la reforma educacional. Hay una multiplicidad de visiones, de intereses, de inquietudes y de legítimas diferencias que es necesario articular.
Sabemos que es una tarea compleja, tan compleja como fundamental para establecer los pilares de una sociedad que crece con oportunidades, equidad y conocimiento. Mi Gobierno no busca rehuir la complejidad de la tarea, ni tampoco simplificarla escuchando a unos pocos.
Y la prueba es que todos los actores están convocados hoy a la mesa de esta reforma. Todos han sido y serán escuchados. Porque es esta articulación, unida a la celeridad en el trabajo, lo que nos permitirá echar a andar los cambios que necesitamos y superar las inercias. Eso es, justamente, lo que significa “crear sociedad entre todos”, como reza la convocatoria de este encuentro.
Amigas y amigos:
No podremos avanzar y aprovechar nuestra inédita oportunidad de desarrollo, si nos paralizamos en el temor al debate y a las diferencias.
Debemos confiar en nosotros mismos, en la madurez cívica de nuestra sociedad y en la fortaleza de nuestra institucionalidad democrática.
Y en esto yo quiero ser súper clara: yo prefiero asumir y conducir las inevitables divergencias que crean las reformas que hay que hacer, antes que aceptar resignada que se frustre esta oportunidad de desarrollo.
Por eso, esta tarde yo quiero invitarlos a no ser espectadores en este desafío, sino que a asumir un rol protagónico en la construcción del Chile de hoy y, sobre todo, del Chile del mañana. Nadie puede abstenerse en esta tarea histórica de construir las condiciones que necesita Chile para ser más inclusivo y para seguir creciendo sostenidamente en el largo plazo.
Como país estamos en condiciones de discutir temas que antes habían sido aparentemente tabú. Lo haremos con un espíritu propositivo y esperamos de ustedes también aportes propositivos.
Nelson Mandela, un luchador como pocos por los derechos de su pueblo y un ferviente defensor del diálogo respetuoso, se preguntaba: “Cuando se escriba la historia de nuestro tiempo, ¿seremos recordados como la generación que dio la espalda en un momento de crisis, o quedará establecido que hicimos lo correcto?”. Ante esa pregunta, Chile sólo puede permitirse una respuesta: hacer lo correcto, lo serio y lo responsable. Construir las condiciones para la convivencia, en el respeto de las diferencias, pero con la disposición a contribuir para que a futuro gane cada uno de los chilenos y chilenas es, sin duda, la mejor inversión que una sociedad se pueda plantear”.
Presidenta Michelle Bachelet
Discurso completo
Santiago, 27 de Noviembre de 2014
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