Cacerolear o no cacerolear, ¿es esa la cuestión?

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Al Frente Amplio le está faltando un marco general para orientar su acción política. Entonces aparecen opiniones individuales que son contradictorias pero que ambas son aparentemente sensatas. Y no hay una guía para evaluarlas. Cuando se habló de aprender nuevamente a ser oposición y de leer nuevamente la realidad, también se hablaba de esto.

Este lunes 23/03, un grupo de frenteamplistas pasó horas discutiendo lo que en definitiva era mejorar la propuesta de Guido Manini de bajar ciertos salarios públicos. Y antes, desde hacía un par de días, si cacerolear o no.

Creo que esas dos horas fueron un triunfo de Manini, quien estaba haciendo política, no resolviendo problemas de gobierno.

Por ahora el Estado tiene fondos, no sólo para sostener los gastos extras de la epidemia, sino que con ellos puede exigírsele que complete las medidas de cobertura. Si se eligió la estrategia de bajar la actividad económica, por lo menos que sirva para algo. Y para implementar una cuarentena, si es eso, ella debe prepararse. Eso implica sobre todo amparar a los que quedan desamparados (aparte de instrucciones a la policía, normas claras, cadenas de suministros, etc.)

Después, si la economía cae, seguramente sí se precise un ajuste fiscal (nosotros querremos que sea a quienes más ganan, que en general no son empleados a sueldo). Todo esto es administrativo (es decir, condiciona a cualquiera que gobierne).

Pero se sale con iniciativas de colectas y luego de impuestos selectivos. ¿De qué trata esto? ¿Son propuestas en serio? Creo que no. Y ahí pasamos a la política.

El gobierno empezó con el pie izquierdo. Sus primeros diez días fueron una sucesión de desastres y desprolijidades. Luego vino el coronavirus y con él las cadenas. ¡Salvados! Momento de ponerse la banda de Moisés conduciendo al pueblo a través del Mar Rojo. Y lo está haciendo bien. Mucha gente está contenta, se siente en buenas manos, le parece que se está haciendo lo posible. Si algo sale mal, es culpa de la administración anterior. Lograron dar vuelta la hoja.

El FA, en cambio, carece de liderazgo y de estrategia, se le notan demasiado las tensiones internas, la falta de norte, de un encuadre estratégico. Y el resto del movimiento social, que quiere ocupar el vacío, no va mucho más allá de los caceroleos. No digo que sea fácil, pero convengamos en que nada queda claro si se sale a dar la imagen de cobrar cuentitas a la vez que se llama a una concertación nacional.

Pero a lo dicho le falta agregar que la coalición tiene sus propias tensiones. Manini está jugando sus cartas para 2024 a la vez que recuerda a cada instante que tiene unos cuantos legisladores. Se opone al aumento de tarifas, Salinas pide la cuarentena (pero invita a ir al parque) y ahora quiere capitalizar la tirria que le da a los empleados privados u a los pequeños y micro empresarios el hecho de que los funcionarios públicos no pasen a seguro de paro. Pero no es una verdadera propuesta, porque eso sólo podría hacerse por vía legislativa y no ha presentado un proyecto de ley. Ni siquiera lo ha anunciado.

El sábado en Radio Sarandí Fernando López D’Alesandro recordaba a Perón cimentando su naciente figura con el terremoto de San Juan. Afirmó que las crisis ayudan a crear liderazgos populistas. Pero que no bastan.

El herrerismo, por su lado, precisa decir que no. Muchas veces. Para demostrar que manda. Para mostrar una fortaleza que no tiene. Pero en tren de buscar simpatía, larga esa torpe iniciativa de colecta, que más bien mina su imagen de tener todo controlado.

Este tipo de mirada al conjunto de la cancha es algo que sería interesante que estuviéramos discutiendo, creo. Porque el Frente Amplio no tiene un marco conceptual común sobre la coyuntura. Y a una buena parte le tira preferir aliarse con Cabildo Abierto porque es “nacionalista”, que con el Partido “Nacional”, porque es oligárquico. Y es una impostergable discusión.

Quién aísla a quién
Claro que tener claro el tablero, y sobre todo tenerlo consensuado, ayuda a evaluar los hechos y las propuestas, porque permite contrastarlas con objetivos de mayor alcance. No es que haga brotar fórmulas automáticas para cada caso. Pero tener un mapa y una brújula ayuda a buscar caminos y algunas afirmaciones que parecen sensatas quedará en evidencia porque no van en el sentido que queremos.

Además, si es un proyecto claro y consensuado, servirá para que las personas de izquierda tengan un criterio común y acuerden con más facilidad y hasta las acciones espontáneas busquen avanzar por el mismo camino. También ayuda a que la ciudadanía entienda qué estamos haciendo y por qué. Es la única forma de acumular; de que no parezca que todo lo que hacemos son arrebatos de mal humor u oportunismo.

El norte de esa brújula es nuestro proyecto de país. No cambió porque hayamos perdido el gobierno. En octubre de 2018 en un manifiesto programático, banderas de Líber lo definió así: “Queremos un Uruguay desarrollado, próspero, igualitario, de diálogo democrático, con una administración honesta, de fácil convivencia, con libertad y posibilidades para que cada uno pueda llevar adelante la vida que valora.” Y esto ya tiene muchas implicaciones.

Pero además de la brújula se precisa un mapa, que es la metáfora para un análisis de la coyuntura. Y una parte de este análisis es conocer el campo de juego, lo que exige sutileza cuando hay muchos jugadores.

La izquierda uruguaya manejaba con soltura la pregunta de quién aísla a quién para evaluar consecuencias, antes de hacer cualquier movimientos. Obviamente, aquí no estaremos analizando solo direcciones políticas y su respaldo parlamentario. Atrás está la sociedad, con sus intereses contrapuestos o simplemente diversos, con sus expectativas y sus inclinaciones, con su experiencia.

El primer problema es saber a quién queremos aislar, y con quién estamos dispuestos a viajar juntos. El segundo es saber cómo aplicar la respuesta a esa pregunta para entender cuáles son los temas que debemos poner en la agenda. ¿Sobre qué debatirá el Uruguay? Sobre qué temas es más probable que logremos mayor apoyo.

Ayer y mañana
En febrero de 1973 el Partido Socialista bajó un documento a sus militantes que Vivian Trías leyó en la media hora previa de Diputados, para que quedara en actas y pudiera ser publicado en El Oriental sin censuras. Hablaba de cuatro fuerzas: a) La oligarquía (donde ubicaba a la lista 15 de Jorge Batlle y al Herrerismo, junto a Bordaberry), b) sectores medios (el sector de Wilson Ferreira Aldunate), c) las Fuerzas Armadas y el Frente Amplio y el movimiento popular. Concluía que de cómo se dieran las alianzas sería el desenlace. Creo que nadie más lo planteó con más crudeza, pero el análisis a era extendido en el Frente Amplio. Se quiso una alianza de facto con las Fuerzas Armadas y pasó lo que pasó. Jorge Batlle no era golpista.

Con el diario del lunes es fácil ver algunas cosas. Cito el caso para que se vea que no es un tipo de análisis banal, que podemos saltear.

Una consecuencia práctica de tal enfoque es prever cómo pararse ante un posible quiebre de la coalición pentapartita. Si el objetivo es defender la democracia, habrá que estar dispuesto a darle gobernabilidad a Lacalle. Pero no se sabe siquiera por dónde podría quebrarse; ¿se aparta Cabildo Abierto primero, o Talvi?

Y, recién ahora, hay que analizar las perspectivas económicas en el marco del programa del gobierno. La oposición vino a reconstruir un neoliberalismo ya obsoleto en el mundo, y en camino a otorgar a cada una de las cámaras empresariales lo que pidieran. La crisis “del coronavirus” con la baja de la actividad económica que a menos de un mes de asumir parece terminar con 17 años de crecimiento ininterrumpido, puede impedirles seguir ese rumbo. Ya adoptaron medidas no ortodoxas. Pero no es seguro y puede ser que quieran retomar el camino. Y nosotros tenemos que preverlo.

Por Jaime Secco
periodista uruguayo
24 03 20 para La ONDA sobre la base de una intervención en FR el día anterior

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